domingo, 24 de mayo de 2020

EL ESKUNQUI


Tras verlo sentado por varios días en la puerta de la Presidencia, desde la cinco de la madrugada hasta las ocho de la noche, nadie tuvo necesidad de adivinar qué iría a resultar de esa estoica y paciente espera.

Después de haber servido los últimos cuatro años como funcionario de confianza del ex Presidente Regional José Carmen Suárez Monje, dizque por haber sido socio fundador del Movimiento Regional Independiente “CAMBIO SEGURO”, y cuando ya todo el mundo estaba convencido que era su más fiel y fundamentalista militante desde el primer minuto en que su dueño ganó las elecciones regionales, resulta que ahora es el más acérrimo partidario del Movimiento Regional Independiente “PUCAPONCHO”, sólo porque ganó las elecciones.

–¡Ta’mare, ese huevón es más vivo que las arañas!, no solo porque ha estado esperando qué candidato iba a ganar las elecciones regionales, sino que se ha inscrito en todos los partidos políticos y movimientos independientes, y por eso ha tenido que asistir  a todas sus reuniones, sus ollas comunes, sus pasacalles, sus mítines y todas las demás andanzas que la campaña electoral exigue, para hacerse notar que estaba peleando a su lado “hasta la victoria final”, y a la hora del reparto de cargos tener el derecho para reclamar su parte al ganador. –Comentó alguien cuando conoció que lo designaron Director de la Oficina de Desarrollo Social.

–¡Ese pendejo es como el corcho, siempre está en la cresta de la ola, nunca se hunde! ¡Jamás pierde carajo! –Dijo otro mostrando su asombrada incredulidad.

–¿O sea que ese cholo es igual que las cabras y los curas que no tienen mal año? –Preguntó uno que era nuevo en esa oficina.

–No, ahora ya no son sólo los curas y las cabras los que nunca se mueren de hambre, sino también los funcionarios de confianza como el Eskunqui, que además de engordar la panza, hinchan también sus bolsillos. –Le aclaró.

–Para mí  esa  no  es  ninguna  novedad,  porque  ese huevón  ha sido  tránsfuga hasta de Sendero Luminoso. ¿Se acuerdan que hace años estuvo preso en la base militar porque lo habían encontrado metido en esa vaina? –Les recordó alguien.

–¡Claro!, pero eso fue por un tiempecito nomás, hasta que en alguna secreta charla los cumpas le informaron que no estaban buscando el poder para gobernar como los políticos tradicionales, sino que su intención era  trasladar a todos los habitantes de Atunrumi hasta la pampa de aquella antigua hacienda. –Dijo esto señalando un lugar en la estribación de una montaña que estaba pasando el rio grande, y continuó. –De ahí solo iban a volver los menores de quince años dizque porque todavía no estaban contaminados por la ideología capitalista, los guerrilleros y sus familiares y todos los que hayan estado apoyando a "la cuarta espada de la revolución mundial". ¡Ni ese cholo de mierda iba a salir vivo de ese campo de concentración para que lo nombren funcionario de confianza. –Dijo esto y se rieron todos.

–Pero dejándonos de bromas. Dicen que ese pendejo salió vivo del cuartel, gracias a que se convirtió en un soplón del servicio de inteligencia y que acabó señalando como un “presunto” a todo el que no le había hecho algún favor de los que siempre andaba pidiendo, o porque  simplemente les caían mal. Pero un día tuvo que meterse la lengua al culo, porque sin darse cuenta había tirado dedo a un “cumpa” firme, y como lo estaban buscando para darle vuelta, tuvo que largarse con todo su circo a trabajar por varios años a un lugar donde los terrucos no lo conocieran y quedarse inmóvil como un caracol, hasta que esa maldita vaina que solo jodió a los pobres, se acabó como por arte de magia cuando se anunció la "Captura del siglo". –Recordó con rabia uno de sus denunciados.

–Después anduvo metido con la gente del chino Fujimori hablando maravillas del Yoshiyama, Montesinos, Hurtado Miller, Boloña, Joy Way, Tudela, Hokama, y un poquito más y se manda jalar los ojos y se cambia de apellido por uno japonés como Fukunaro. Cuando cayeron esos gánsteres, sobre el pucho se convirtió en el más ferviente admirador del Presidente Paniagua. Pero el colmo fue cuando ganó el cholo Toledo, porque se declaró el más cholo de todos los cholos, que hasta le daba ganas de bajarse los pantalones para que todos pudieran ver que tenía el poto más verde que una palta, y que su cara era igualita a los huacos precolombinos con sonrisa de choclo y todo. –Recordó Felipe con la criolla gracia que lo caracteriza.

–Cuando llegó toda esta chanfaina de los gobiernos regionales, su habilidad para hacerse designar funcionario de confianza, ya no era una aspiración, sino una profesión. Como esa reforma del Estado no fue algo que pudiera haber cambiado el país para nuestro bien, al toque se dio cuenta  que cada huevón que llegaba a capitanear esta cagada de región, no venía a gobernar para el progreso de esta tierra, sino a llenarse conchudamente los bolsillos con la plata de todos los cojudos que lo habían elegido, y como para eso, estos ladrones necesitan de un montón de pendejos como el Eskunqui, que con tal de andar metidos en un cargo de confianza se prestan para cualquier manjuina. –Comentó otro.

–Para nadie es un secreto que desde hace más de diez años, los que han gobernado esta región han robado a su antojo y por eso estamos hasta las huevas. ¿Pero cómo hace este pendejo, para que al toque los nuevos jefes que llegan lo designen como su funcionario de confianza? ¡Eso es lo que me deja más cojudo! –Dijo uno rascándose la cabeza.

–Tienes razón nadie sabe cómo lo hace. De repente tiene una laicca, un hechizo o alguna pócima mágica para dominar a los nuevos jefecitos, o algo así por el estilo. –Comentó el más callado del grupo.

–¡Qué laicca, ni que ocho cuartos! Ese pendejo se encarga de juntar "una chancha" con el sueldo de los demás funcionarios, para que el jefe los siga considerando como su gente de confianza, sin necesidad de que sean buenos o malos en el cargo,  y así, todos felices pues. –Dijo el flaco Oblitas que renegaba de lo más mínimo, porque se ufanaba de conocer la pura verdad de todo lo que nos rodeaba.

No era ni una, ni otra cosa. Simplemente era lo que todos sospechaban, pero como eso nunca había estallado por los aires, no se atrevían a revelarlo. Y era que el Eskunqui simplemente conocía que todos esos que llegaban como jefes de esa oficina eran vanidosos de nacimiento o vanidosos por designación, y por eso bastante fatuos como para que después de un pequeño halago, medirles el grado de su arrogancia y enseguida enredarlos con su experimentada seducción.

Por experiencia el Eskunqui conocía muy bien que existían dos clases de posibles jefes. Unos eran los que se sienten más que satisfechos y honrados de llegar a ser jefes de una prominente institución regional, sólo por el hecho de haber gritado en las calles y en los  mítines políticos el nombre del elegido o por haber pintado en las paredes, las piedras y hasta los cerros las siglas y el logo del movimiento independiente o del partido; y los otros, porque tenían la suerte de ser parientes o allegados de los ganadores, para que de repente, como si se hubieran sacado la lotería, se vean sentados en un cómodo sillón y ante un gigantesco escritorio, sin saber leer ni escribir acerca de lo que se hace o de lo que debería hacerse en esa oficina.

Entonces en medio de esa debilidad, trastocando morbosamente la realidad para no volverse locos, no les quedaba más remedio que suponer que habían llegado hasta esas alturas por sus muy merecidas virtudes y para reforzar esa chifladura se metían dentro de sus oídos y sus mentes los seductores halagos del Eskunqui, que eran aderezados con sus chismes acerca del respeto, la admiración y hasta el temor  que secretamente le tenían todos los empleados, y era así que los cacareados acababan creyéndose, algo que definitivamente no eran aquí, ni en la China ni en la Cochinchina.

También conocía que según su grado de inteligencia, el jefe “suertudo”, solo podía hacer tres cosas: una inteligente, otra ilusa y una bastante común y por eso estúpida.

La primera consiste en ubicarse, tanto en su fuero interno como dentro de la Institución y preguntarse: “¿Estoy realmente capacitado para asumir la responsabilidad de conducir con acierto esta oficina?”, la respuesta más atinada debe ser: ¡No!”, pues el hecho de haber conseguido un título profesional, no lo hace a ninguno automáticamente experto en algo. ¿Entonces que había que hacer?, simplemente preguntar como lo hacen los caminantes para llegar a algún lugar. ¿A quiénes? A todos, por lo que hacen y por lo que deben hacer para que mejore su quehacer laboral. Preguntar, preguntar y preguntar hasta que se hayan agotado las respuestas, y él mismo comience a darse cuenta qué se debe hacer para llegar a ser su verdadero jefe y conducir acertadamente su rumbo hacia el progreso.

Que en buena cuenta es leer "de pe a pa" el Reglamento de Organizaciones y Funciones de la oficina para saber qué se hace en ese lugar. La ley del procedimiento administrativo general para saber cómo se hace. El Texto Único de Procedimientos Administrativos, para saber qué puede hacerse. Leerse la ley del presupuesto de la república y dos papeluchos más. Si ese milagro llegara a suceder estaban demás todos los Eskunquis, pero como los milagros burocráticos no existen, nunca faltaran estos fatuos. Claro que hay una cosita más como eso de ser honrado, sin eso no vale nada.

La  segunda: la ilusoria. Consiste en suponer que lo que se debe hacer dentro de la institución, es lo que se encuentra escrito en el Plan de Gobierno Regional, que para su campaña electoral ha pergeñado el candidato ganador, haciendo copy y paste de un montón de otros mamotretos parecidos que en abundancia están publicados en la Internet, y encima creer que ese documento expresado en oficios y memorandos va a dejar estupefactos a los empleados que por tener más de 10, 20 y 30 años de andar metidos en ese negocio, saben exactamente lo que se tiene y lo que se puede hacer dentro de esa oficina, que no es otra cosa que cumplir exactamente lo que la Ley ordena. Los que se echaban a andar por ese camino, no hacían más que denunciarse como uno más de los varios zopencos que habían llegado a la administración regional. "¡Para cagarla más!", como suelen decir los trabajadores con malhumorado tono.

La tercera: la estúpida. Consiste en aceptar discretas conferencias privadas con gente como el Eskunqui, para recibir sus embusteros halagos y después de eso echarse al abandono sin importarle lo que pase con él y con esa dependencia pública.

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–¡Magister!, hace tiempo que estábamos esperando que un profesional de su calidad tomara las riendas de esta institución, y no lo digo porque me da la gana o con el fin de caerle simpático, sino que he escuchado atentamente cada una de las palabras que usted nos ha dirigido en la ceremonia de su juramentación y francamente debo decirle que todos los trabajadores nos hemos quedado gratamente sorprendidos, porque habló como si nos hubiera leído la mente, porque es así como todos pensamos que debería ser la correcta conducción de esta oficina que hace tiempo estaba esperando un directivo de su valía. –Cuando en realidad el taimado solo había dicho más de una estupidez el día que juramentó, y lo más seguro es que seguirá hablando y haciendo el resto de la bellaquería que haga falta, por todo el tiempo que dure su designación.

Si le había dicho eso y el incauto se lo había creído: !Ya estaba en la bolsa del bribón!, y enseguida el Eskunqui se aprovechaba de esa debilidad para hacerle llegar todos los demás halagos que hiciera falta, para que el nuevo jefe se vaya directamente al diablo, y no solo él, sino la oficina entera.

Después y especialmente cuando lo veía un poco abrumado y hasta deprimido por no haberse desempeñado con altura en uno u otro trámite, reclamo, petición, contradicción, favor o súplica que los usuarios del  servicio suelen hacerles a estos jefes provinciales, el Eskunqui le levantaba la moral diciéndole.

–¡Magister!, los trabajadores han quedado muy admirados con el nuevo enfoque que usted le está dando a la administración del Sector, porque nunca han visto nada parecido. Claro esos son los buenos trabajadores, pero tampoco…tampoco faltan los picones, pero precisamente eso es lo que nos indica que estamos cambiando lo que hace tiempo debía cambiar. Total a esos solo los puede curar la rotación, la destitución o la jubilación”. Y remataba diciendo: “¡Hay que hacerse notar, pe' jefe!”. Después le hacía creer: “Jefe, cuando en taxi estaba viniendo a la oficina, en la radio, no recuerdo cual, han dicho que usted es el mejor funcionario del nuevo gobierno regional. Más tarde le daré los detalles de esa noticia para que se entere quién y por qué ha dicho eso”. Pero como la noticia nunca iba a ser completada, para distraerlo de esa buena nueva le daba estas otras mejores: “Jefe, la hembrita de ojitos claros se muere por usted, pero quien se orina realmente es la morena alta, que han enviado del Gobierno Regional”.

Con la confianza ganada de ese y otros modos, el Eskunqui seguió inflándole el ego hasta el punto de impedirle una fluida relación con los demás trabajadores, pues a golpe de tanta marrullería, su “punto” se sentía más importante de lo que realmente era, y por eso suponía que tenía derecho a exigir más respeto de lo que convencionalmente le estaba asignado. Incluso llegó a pensar que desde su escritorio podía hacerles sentir a los empleados, no solo sus sonseras, sino  hasta el mismo temor que lo angustiaba a diario por no saber qué es lo que debía hacerse en esa institución, o cómo debía ser él, para parecer su jefe.

Aprovechando que el “punto” había caído en el abismo abierto entre lo que realmente era  y lo que le parecía que debía ser, el Eskunqui comenzaba a manipular su mente, diciéndole quién era quién dentro de la oficina, sin ni siquiera separar los buenos de los malos, sino tan solo los malos de los peores, que para la desgracia de ellos, eran los que más lo despreciaban.

–¡Jefe!, cuídese del Yojan Ampuero, porque es un cutrero de primera. –Y solo cuando le preguntaba por qué, respondía. –Porque ha tramitado los documentos bamba de seis ex trabajadores que no tenían derecho a ser pensionistas, pero  gracias a que le pagaron diez mil soles cada uno,  ahora esos seis cobran una buena pensión de donde le pagan el veinte por ciento mensual.  –Y cuando le preguntaba, “¿y por qué no lo denuncias. por escrito e iniciamos una investigación?”, le respondía diciendo que tenía miedo, porque acaso él no le veía,"la cara de hampón que se maneja".

Y muy respetuoso de la igualdad de géneros, también tenía algo que decir acerca de las féminas.

–¡Jefe!, no le haga caso a los coqueteos de la Clarisa, porque esa no es una verdadera servidora de carrera, sino un cuerito que no se sabe cómo entró a trabajar en la oficina, pero que el antepenúltimo Jefe la engrió hasta hacerla su querida con el cuento que se iba a casar con ella, y que gracias a ese mismo cuento la Clarisa hizo lo que le dio la gana en la institución creyéndose la “primera dama”. –Y cuando le preguntó si la empleada había llegado a casarse, le respondió. –No jefe, solo la han huevoneado nomás.

Para crearle problemas a los que consideraba sus enemigos naturales, que eran esos trabajadores que saben decirle “al pan: pan y al vino: vino”, y que lo molestaban con eso de: “Te conozco bacala'o, aunque vengas disfraza'o”, logrando arrancar muchas risas burlonas de los que escuchaban ese y otros certeros disparos.

–¡Jefe!, cuídese del Alvarado porque es un denunciador de primera. –Y cuando le preguntó qué era un denunciador, le respondió. –Son esos traidores que en fotocopias se roban los documentos de la oficina y lo entregan a los “chauchillas”, que son unos indios ignorantes y motosos de mierda, que haciéndose pasar por periodistas usan la radio para rajar de lo lindo de todo el mundo a cambio de unos cochinos soles. –Cuando le preguntó si alguna vez habían rajado de él esos “chauchillas”, le respondió con la más solemne seriedad e hinchando el pecho: “Jefe, en este pueblo de mí nadie se puede atrever a decir ni una sola mala palabra, porque yo soy un hombre limpio, honesto y respetuoso. ¡Por eso me quieren todos mis compañeros!"

–Si esos “chauchillas”, rajan por rajar, ¿no crees que ya deberían estar en la cárcel? –Le preguntó.

–No, porque los jueces corruptos de este pueblo venden la justicia al mejor postor y como tienen semejante “rabo de paja”. tienen mucho miedo que esos “chauchillas” les rajen con las pruebas que tienen en sus manos y que por eso la oficina de control de la magistratura de Lima se dé cuenta con qué dineros han comprado tantas casas,  carros,  chacras  y  mansiones  en  Lima,  Cusco  y  hasta  en  Trujillo.  –El  jefe  se  quedó sorprendido con aquella respuesta y se prometió saber más de ese asunto.

Más adelante el magister siguió recibiendo con mucho deleite las novedades del chismosón. “El Munive es un vago porque ……sería bueno que lo trasladara a…….”.  “Ese ha venido traído por su hermano que alguna vez fue un jefazo, pero no sirve para nada. Sería bueno que se aperturara una investigación sobre esa fraudulenta acción de personal”. “Ese es peligroso porque….. sería bueno  trasladarlo  a  Chinchaypuquio”.  “Jefe  cuídese  de  la  Mendivil  porque  es  una  chismosa,......sería bueno que la trasladara a Monjaspata. “Ese es un malvado porque su mujer se queja que le pega mucho a su entenadito, sería bueno que se vaya a Salviapampa para alejarlo del pobre angelito”, “Ese es un imbécil porque …...”, “Ese está loco porque….. ”,  y a golpe de tanta lenguaraz noticia, su “punto” iba conociendo que al parecer no estaba al frente de una entidad de la administración pública, sino que lo habían asignado a una especie de cárcel o manicomio. Entonces para librarse de todo mal no le quedaba más alternativa que aferrarse al Eskunqui, y para eso debía designarlo como su funcionario de confianza en el cargo de menor responsabilidad, para que el hombre tuviera tiempo de ocuparse de sus labores de inteligencia.

–¡Cómo siempre ese cholo pendejo se ha escogido un cargo donde se viatica todo el año, y dónde para durar no hay que ser más que un soplón y hacer unos cuantos adefesiosos papeles, que no lo hará él, sino su secretaria que se desvivirá en suplicar a medio mundo cómo se redactan esos documentos. –Comentó con mucha envidia un turulato colega.

–Hablando en oro, ¿qué aporte ha hecho el Eskunqui para el mejoramiento de las capacidades de la oficina o para su crecimiento institucional? –Se preguntó el gordo Rosada y se respondió. –No te has dado cuenta que para nada ha servido que durante los últimos quince años haya sido funcionario de confianza, incluso si fuera un simple empleado tampoco serviría para algo.

–Pero hablando en oro también. ¿En realidad que hace el Jefe en su oficina? –Preguntó uno de ellos.

–No se sabe, pero lo cierto es que con cualquier cojudo que lo espera por largo rato para entrevistarse, el huevón se cierra por horas. ¿Para qué se cierra?, si todos conocemos a que ha venido, y si no, ya dentro de la marcha de la oficina nos llegamos a enterar qué es lo que quería en realidad el visitante.  ¿Acaso  no  puede decirle que esta u otro Área  o Unidad te va resolver tu  petición,  reclamo o problema? –Respondió otro.

–Lo que pasa es que el huevonazo necesita darse aires de gran autoridad,  y cuando el incauto se encuentra dentro de su oficina, le hace contar su vida entera, para luego decirle que él le va a solucionar su problema, o que no puede hacer nada con su desgracia, de modo que el entrevistado sale sonriente porque se salió con la suya, o vomitando de rabia porque a nadie le gusta contar su vida por las huevas, ni mucho menos bajar la cabeza frente a un inútil.

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Cuando los trabajadores comenzaron a recibir sus memorándums de traslado a los lugares que había recomendado el Eskunqui, empezaron a presentarle personalmente sus reclamos y tras recibir una terca negativa, comenzaron a presentar sus oposiciones escritas a esos torpes, gratuitos y hasta delictivos abusos, cada quien según su humor o carácter, ya que algunos eran airados, otros suplicantes y no faltaron los amenazantes.

Los reclamos salieron de la órbita de los damnificados y acabaron propagándose en la emisora que trasmitía las opiniones de los “chauchillas”, donde por el costo que corresponde no solo demandaron a voz en cuello para que se corrijan estos abusos, sino que lo hicieron como si ellos mismos serían los directos perjudicados por esas injusticias, y aprovechando que el jefe había declarado procedente la petición de reconsideración de una trabajadora, a la par de otro que tenía parientes y amigos en las altas esferas del poder regional, los comedidos informadores señalaron que a la primera le había hecho pagar con varias noches de sexo y alcohol, y que al segundo le había cobrado hasta 5 mil soles para dejarlo en paz. Y así durante toda la semana fueron difundiendo un montón de otras endiabladas trapacerías que habría hecho el abusivo funcionario con los sagrados dineros del Estado, que recién cayó en la cuenta quiénes eran y que poder destructivo tenían esos “chauchillas”.

Tampoco faltaron los que teniendo parientes y amigos abogados, presentaron varias denuncias penales por abuso de autoridad, y para el colmo de sus males el sindicato de trabajadores se declaró en huelga de brazos caídos, pidiendo por todos los medios la destitución de aquel jefe incapaz y abusivo, que no había tenido más carta de presentación que ser sobrino de aquel que le seguía en mando al mandamás regional.

Estando así de revueltas las cosas, al Jefe ya no le interesaba mantenerse en aquel cargo, sino que suplicó a todos los denunciantes para que retiraran sus denuncias, porque a los pocos meses de haber logrado su cartón universitario, no quería ver manchada su carrera profesional con sentencias penales que le podían cerrar el acceso laboral ante el único patrón que da trabajo en estas tierras: el Gobierno Regional. Así que no le quedó más remedio que reunir a los trabajadores para contarles con lujo de detalles lo que el Eskunqui le había metido en la cabeza, aprovechándose que era novato en el cargo y de paso, con lágrimas en los ojos, pedirles perdón para que no le hicieran daño. Finalmente les suplicó que constituyeran una comisión con los trabajadores más antiguos para que le sugiriera lo que debía hacerse para remediar ese daño y después de eso ya no lo verían más por esa oficina.

Luego del desenmascaramiento público del Eskunqui, la sesión designó a tres de sus más encarnizados enemigos, quienes al cabo de un día sugirieron por escrito solo dos acciones, sin cuya ejecución no se levantarían ninguna de sus quejas y denuncias penales: la primera era dejar sin efecto todos esos abusivos traslados y la segunda era aperturar un proceso administrativo disciplinario, por hasta las más de doce faltas graves que había cometido el Eskunqui en sus más de quince años de funcionario de confianza al servicio de todos los gobiernos regionales de turno, que iban desde la utilización de los bienes de la oficina en su beneficio; la concurrencia reiterada al trabajo en estado de embriaguez; el abuso de autoridad y el uso de la función con fines de lucro; su descarado acoso sexual a las trabajadoras; sus actos de inmoralidad y sus reiteradas faltas injustificadas.

Cuando el Jefe expidió los documentos que dejaban sin efecto los abusivos traslados y la resolución reemplazando al Eskunqui por un trabajador que los empleados le habían sugerido, así como la resolución donde se le aperturaba proceso administrativo disciplinario por todas sus fechorías.

Seguidamente se desistieron de presentar las denuncias penales que estaba en manos de sus abogados, sin que faltara la intervención pagada de los “ chauchillas” que decían que gracias a que ellos se habían hecho carne de los malos pasos que se estaban dando en esa oficina, las aguas habían vuelto a su cauce, y lo que era mejor, se había detectado y castigado al autor material de esos abusos aprovechando que el nuevo jefe era un bisoño profesional que recién estaba dando sus primeros pasos en los vericuetos de la Administración Pública, y de eso culparon al mandamás regional por confiar una responsabilidad de tanta envergadura a un mocito inexperto, seguramente para robar en esa dependencia aprovechando que estaba jefaturada por un pobre bellaco.

Dicen que cuando el  Eskunqui recibió  ambas resoluciones, y cuando como de costumbre iba a ponerse a vociferar, amenazar y todos esos arrebatos que hacía cuando las cosas no le salían a su antojo, primero se puso rojo, después amarillo y poco a poco fue tornándose verde, y muchos afirman que cuando llegó al hospital del Seguro estaba completamente azul, casi morado. También comentaron que luego de un corto coma inducido tuvieron que operarle de todos los males que se habían alojado en su cuerpo por culpa de su perversa mente y su malvada lengua. 

Ante esa inesperada noticia muchos de los trabajadores no se sintieron bien, porque temieron que el Eskunqui podía morirse en ese malvado hospital, y a ninguno le gustaba que se pudiera matar a un pobre perro que les había mordido, solo porque otros lo habían malcriado. Además casi todos estaban convencidos que gracias a que existen sujetos tan malos como él, de alguna manera, los que cargamos con una cuota de nuestra propia maldad, en parte dejamos de serlo o por lo menos disimularlo, porque gracias a dios o al diablo, siempre puede existir uno mucho peor que nosotros.

En buena cuenta el Eskunqui con todo lo que era y lo que es, a lo largo de muchos años nos había hecho sentir que  de algún modo éramos buenos. Pero si por un milagro el sería consciente de eso y nosotros reconoceríamos lo que nos corresponde, todos estaríamos mucho mejor. El mundo sería más bueno.

Al cabo de algunos meses, como un zombi llegado de ultratumba se apareció en el trabajo el apenas reconocible Eskunqui, trayendo unos papeles para solicitar su jubilación anticipada, porque una junta médica lo había calificado como incapaz para el trabajo.

Cuando más tarde eso fue así, lo despidieron con una bonita ceremonia con diploma, medalla de honor y emocionados discursos, donde incluso se sirvió un potaje y se brindó una copa de vino.





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