Tras
verlo sentado por varios días en la puerta de la Presidencia, desde la cinco de
la madrugada hasta las ocho de la noche, nadie tuvo necesidad de adivinar qué
iría a resultar de esa estoica y paciente espera.
Después
de haber servido los últimos cuatro años como funcionario de confianza del ex
Presidente Regional José Carmen Suárez Monje, dizque por haber sido socio
fundador del Movimiento Regional Independiente “CAMBIO SEGURO”, y cuando ya todo el mundo estaba convencido que
era su más fiel y fundamentalista militante desde el primer minuto en que su
dueño ganó las elecciones regionales, resulta que ahora es el más acérrimo
partidario del Movimiento Regional Independiente “PUCAPONCHO”, sólo porque ganó las elecciones.
–¡Ta’mare, ese huevón
es más vivo que las arañas!, no solo porque ha estado esperando qué candidato
iba a ganar las elecciones regionales, sino que se ha inscrito en todos los
partidos políticos y movimientos independientes, y por eso ha tenido que
asistir a todas sus reuniones, sus ollas
comunes, sus pasacalles, sus mítines y todas las demás andanzas que la campaña
electoral exigue, para hacerse notar que estaba peleando a su lado “hasta la
victoria final”, y a la hora del reparto de cargos tener el derecho para
reclamar su parte al ganador. –Comentó alguien cuando conoció que lo designaron
Director de la Oficina de Desarrollo Social.
–¡Ese pendejo es como
el corcho, siempre está en la cresta de la ola, nunca se hunde! ¡Jamás pierde
carajo! –Dijo otro mostrando su asombrada incredulidad.
–¿O sea que ese cholo
es igual que las cabras y los curas que no tienen mal año? –Preguntó uno que
era nuevo en esa oficina.
–No, ahora ya no son
sólo los curas y las cabras los que nunca se mueren de hambre, sino también los
funcionarios de confianza como el Eskunqui, que además de engordar la panza,
hinchan también sus bolsillos. –Le aclaró.
–Para mí esa
no es ninguna
novedad, porque ese huevón
ha sido tránsfuga hasta de
Sendero Luminoso. ¿Se acuerdan que hace años estuvo preso en la base militar
porque lo habían encontrado metido en esa vaina? –Les recordó alguien.
–¡Claro!, pero eso fue
por un tiempecito nomás, hasta que en alguna secreta charla los cumpas le
informaron que no estaban buscando el poder para gobernar como los políticos
tradicionales, sino que su intención era
trasladar a todos los habitantes de Atunrumi hasta la pampa de aquella
antigua hacienda. –Dijo esto señalando un lugar en la estribación de una
montaña que estaba pasando el rio grande, y continuó. –De ahí solo iban a
volver los menores de quince años dizque porque todavía no estaban contaminados
por la ideología capitalista, los guerrilleros y sus familiares y todos los que
hayan estado apoyando a "la cuarta espada de la revolución mundial".
¡Ni ese cholo de mierda iba a salir vivo de ese campo de concentración para que
lo nombren funcionario de confianza. –Dijo esto y se rieron todos.
–Pero dejándonos de
bromas. Dicen que ese pendejo salió vivo del cuartel, gracias a que se
convirtió en un soplón del servicio de inteligencia y que acabó señalando como
un “presunto” a todo el que no le había hecho algún favor de los que siempre
andaba pidiendo, o porque simplemente
les caían mal. Pero un día tuvo que meterse la lengua al culo, porque sin darse
cuenta había tirado dedo a un “cumpa” firme, y como lo estaban buscando para
darle vuelta, tuvo que largarse con todo su circo a trabajar por varios años a
un lugar donde los terrucos no lo conocieran y quedarse inmóvil como un
caracol, hasta que esa maldita vaina que solo jodió a los pobres, se acabó como
por arte de magia cuando se anunció la "Captura del siglo". –Recordó
con rabia uno de sus denunciados.
–Después anduvo metido
con la gente del chino Fujimori hablando maravillas del Yoshiyama, Montesinos,
Hurtado Miller, Boloña, Joy Way, Tudela, Hokama, y un poquito más y se manda
jalar los ojos y se cambia de apellido por uno japonés como Fukunaro. Cuando
cayeron esos gánsteres, sobre el pucho se convirtió en el más ferviente
admirador del Presidente Paniagua. Pero el colmo fue cuando ganó el cholo
Toledo, porque se declaró el más cholo de todos los cholos, que hasta le daba
ganas de bajarse los pantalones para que todos pudieran ver que tenía el poto
más verde que una palta, y que su cara era igualita a los huacos precolombinos
con sonrisa de choclo y todo. –Recordó Felipe con la criolla gracia que lo
caracteriza.
–Cuando llegó toda esta
chanfaina de los gobiernos regionales, su habilidad para hacerse designar
funcionario de confianza, ya no era una aspiración, sino una profesión. Como
esa reforma del Estado no fue algo que pudiera haber cambiado el país para
nuestro bien, al toque se dio cuenta que
cada huevón que llegaba a capitanear esta cagada de región, no venía a gobernar
para el progreso de esta tierra, sino a llenarse conchudamente los bolsillos
con la plata de todos los cojudos que lo habían elegido, y como para eso, estos
ladrones necesitan de un montón de pendejos como el Eskunqui, que con tal de
andar metidos en un cargo de confianza se prestan para cualquier manjuina.
–Comentó otro.
–Para nadie es un
secreto que desde hace más de diez años, los que han gobernado esta región han
robado a su antojo y por eso estamos hasta las huevas. ¿Pero cómo hace este
pendejo, para que al toque los nuevos jefes que llegan lo designen como su
funcionario de confianza? ¡Eso es lo que me deja más cojudo! –Dijo uno
rascándose la cabeza.
–Tienes razón nadie
sabe cómo lo hace. De repente tiene una laicca, un hechizo o alguna pócima
mágica para dominar a los nuevos jefecitos, o algo así por el estilo. –Comentó
el más callado del grupo.
–¡Qué laicca, ni que ocho cuartos! Ese pendejo
se encarga de juntar "una chancha" con el sueldo de los demás
funcionarios, para que el jefe los siga considerando como su gente de
confianza, sin necesidad de que sean buenos o malos en el cargo, y así, todos felices pues. –Dijo el flaco
Oblitas que renegaba de lo más mínimo, porque se ufanaba de conocer la pura
verdad de todo lo que nos rodeaba.
No
era ni una, ni otra cosa. Simplemente era lo que todos sospechaban, pero como
eso nunca había estallado por los aires, no se atrevían a revelarlo. Y era que
el Eskunqui simplemente conocía que todos esos que llegaban como jefes de esa
oficina eran vanidosos de nacimiento o vanidosos por designación, y por eso
bastante fatuos como para que después de un pequeño halago, medirles el grado
de su arrogancia y enseguida enredarlos con su experimentada seducción.
Por
experiencia el Eskunqui conocía muy bien que existían dos clases de posibles
jefes. Unos eran los que se sienten más que satisfechos y honrados de llegar a
ser jefes de una prominente institución regional, sólo por el hecho de haber
gritado en las calles y en los mítines
políticos el nombre del elegido o por haber pintado en las paredes, las piedras
y hasta los cerros las siglas y el logo del movimiento independiente o del
partido; y los otros, porque tenían la suerte de ser parientes o allegados de
los ganadores, para que de repente, como si se hubieran sacado la lotería, se
vean sentados en un cómodo sillón y ante un gigantesco escritorio, sin saber
leer ni escribir acerca de lo que se hace o de lo que debería hacerse en esa
oficina.
Entonces
en medio de esa debilidad, trastocando morbosamente la realidad para no
volverse locos, no les quedaba más remedio que suponer que habían llegado hasta
esas alturas por sus muy merecidas virtudes y para reforzar esa chifladura se
metían dentro de sus oídos y sus mentes los seductores halagos del Eskunqui,
que eran aderezados con sus chismes acerca del respeto, la admiración y hasta
el temor que secretamente le tenían
todos los empleados, y era así que los cacareados acababan creyéndose, algo que
definitivamente no eran aquí, ni en la China ni en la Cochinchina.
También
conocía que según su grado de inteligencia, el jefe “suertudo”, solo podía
hacer tres cosas: una inteligente, otra ilusa y una bastante común y por eso
estúpida.
La
primera consiste en ubicarse, tanto en su fuero interno como dentro de la
Institución y preguntarse: “¿Estoy realmente capacitado para asumir la
responsabilidad de conducir con acierto esta oficina?”, la respuesta más
atinada debe ser: ¡No!”, pues el hecho de haber conseguido un título
profesional, no lo hace a ninguno automáticamente experto en algo. ¿Entonces
que había que hacer?, simplemente preguntar como lo hacen los caminantes para
llegar a algún lugar. ¿A quiénes? A todos, por lo que hacen y por lo que deben
hacer para que mejore su quehacer laboral. Preguntar, preguntar y preguntar
hasta que se hayan agotado las respuestas, y él mismo comience a darse cuenta
qué se debe hacer para llegar a ser su verdadero jefe y conducir acertadamente
su rumbo hacia el progreso.
Que
en buena cuenta es leer "de pe a pa" el Reglamento de Organizaciones
y Funciones de la oficina para saber qué se hace en ese lugar. La ley del
procedimiento administrativo general para saber cómo se hace. El Texto Único de
Procedimientos Administrativos, para saber qué puede hacerse. Leerse la ley del
presupuesto de la república y dos papeluchos más. Si ese milagro llegara a
suceder estaban demás todos los Eskunquis, pero como los milagros burocráticos
no existen, nunca faltaran estos fatuos. Claro que hay una cosita más como eso
de ser honrado, sin eso no vale nada.
La segunda: la ilusoria. Consiste en suponer que
lo que se debe hacer dentro de la institución, es lo que se encuentra escrito
en el Plan de Gobierno Regional, que para su campaña electoral ha pergeñado el
candidato ganador, haciendo copy y paste de un montón de otros mamotretos
parecidos que en abundancia están publicados en la Internet, y encima creer que
ese documento expresado en oficios y memorandos va a dejar estupefactos a los
empleados que por tener más de 10, 20 y 30 años de andar metidos en ese
negocio, saben exactamente lo que se tiene y lo que se puede hacer dentro de
esa oficina, que no es otra cosa que cumplir exactamente lo que la Ley ordena.
Los que se echaban a andar por ese camino, no hacían más que denunciarse como
uno más de los varios zopencos que habían llegado a la administración regional.
"¡Para cagarla más!", como suelen decir los trabajadores con
malhumorado tono.
La
tercera: la estúpida. Consiste en aceptar discretas conferencias privadas con
gente como el Eskunqui, para recibir sus embusteros halagos y después de eso
echarse al abandono sin importarle lo que pase con él y con esa dependencia
pública.
000ººº000
–¡Magister!, hace
tiempo que estábamos esperando que un profesional de su calidad tomara las
riendas de esta institución, y no lo digo porque me da la gana o con el fin de
caerle simpático, sino que he escuchado atentamente cada una de las palabras
que usted nos ha dirigido en la ceremonia de su juramentación y francamente
debo decirle que todos los trabajadores nos hemos quedado gratamente
sorprendidos, porque habló como si nos hubiera leído la mente, porque es así
como todos pensamos que debería ser la correcta conducción de esta oficina que
hace tiempo estaba esperando un directivo de su valía. –Cuando en realidad el
taimado solo había dicho más de una estupidez el día que juramentó, y lo más
seguro es que seguirá hablando y haciendo el resto de la bellaquería que haga
falta, por todo el tiempo que dure su designación.
Si
le había dicho eso y el incauto se lo había creído: !Ya estaba en la bolsa del
bribón!, y enseguida el Eskunqui se aprovechaba de esa debilidad para hacerle
llegar todos los demás halagos que hiciera falta, para que el nuevo jefe se
vaya directamente al diablo, y no solo él, sino la oficina entera.
Después
y especialmente cuando lo veía un poco abrumado y hasta deprimido por no
haberse desempeñado con altura en uno u otro trámite, reclamo, petición,
contradicción, favor o súplica que los usuarios del servicio suelen hacerles a estos jefes
provinciales, el Eskunqui le levantaba la moral diciéndole.
–¡Magister!, los
trabajadores han quedado muy admirados con el nuevo enfoque que usted le está
dando a la administración del Sector, porque nunca han visto nada parecido.
Claro esos son los buenos trabajadores, pero tampoco…tampoco faltan los
picones, pero precisamente eso es lo que nos indica que estamos cambiando lo
que hace tiempo debía cambiar. Total a esos solo los puede curar la rotación,
la destitución o la jubilación”. Y remataba diciendo: “¡Hay que hacerse notar,
pe' jefe!”. Después le hacía creer: “Jefe, cuando en taxi estaba viniendo a la
oficina, en la radio, no recuerdo cual, han dicho que usted es el mejor
funcionario del nuevo gobierno regional. Más tarde le daré los detalles de esa
noticia para que se entere quién y por qué ha dicho eso”. Pero como la noticia
nunca iba a ser completada, para distraerlo de esa buena nueva le daba estas
otras mejores: “Jefe, la hembrita de ojitos claros se muere por usted, pero
quien se orina realmente es la morena alta, que han enviado del Gobierno
Regional”.
Con
la confianza ganada de ese y otros modos, el Eskunqui seguió inflándole el ego
hasta el punto de impedirle una fluida relación con los demás trabajadores,
pues a golpe de tanta marrullería, su “punto” se sentía más importante de lo
que realmente era, y por eso suponía que tenía derecho a exigir más respeto de
lo que convencionalmente le estaba asignado. Incluso llegó a pensar que desde
su escritorio podía hacerles sentir a los empleados, no solo sus sonseras,
sino hasta el mismo temor que lo
angustiaba a diario por no saber qué es lo que debía hacerse en esa
institución, o cómo debía ser él, para parecer su jefe.
Aprovechando
que el “punto” había caído en el abismo abierto entre lo que realmente era y lo que le parecía que debía ser, el
Eskunqui comenzaba a manipular su mente, diciéndole quién era quién dentro de
la oficina, sin ni siquiera separar los buenos de los malos, sino tan solo los
malos de los peores, que para la desgracia de ellos, eran los que más lo
despreciaban.
–¡Jefe!, cuídese del
Yojan Ampuero, porque es un cutrero de primera. –Y solo cuando le preguntaba
por qué, respondía. –Porque ha tramitado los documentos bamba de seis ex
trabajadores que no tenían derecho a ser pensionistas, pero gracias a que le pagaron diez mil soles cada
uno, ahora esos seis cobran una buena
pensión de donde le pagan el veinte por ciento mensual. –Y cuando le preguntaba, “¿y por qué no lo
denuncias. por escrito e iniciamos una investigación?”, le respondía diciendo
que tenía miedo, porque acaso él no le veía,"la cara de hampón que se
maneja".
Y
muy respetuoso de la igualdad de géneros, también tenía algo que decir acerca
de las féminas.
–¡Jefe!, no le haga
caso a los coqueteos de la Clarisa, porque esa no es una verdadera servidora de
carrera, sino un cuerito que no se sabe cómo entró a trabajar en la oficina,
pero que el antepenúltimo Jefe la engrió hasta hacerla su querida con el cuento
que se iba a casar con ella, y que gracias a ese mismo cuento la Clarisa hizo
lo que le dio la gana en la institución creyéndose la “primera dama”. –Y cuando
le preguntó si la empleada había llegado a casarse, le respondió. –No jefe,
solo la han huevoneado nomás.
Para
crearle problemas a los que consideraba sus enemigos naturales, que eran esos
trabajadores que saben decirle “al pan: pan y al vino: vino”, y que lo
molestaban con eso de: “Te conozco
bacala'o, aunque vengas disfraza'o”, logrando arrancar muchas risas
burlonas de los que escuchaban ese y otros certeros disparos.
–¡Jefe!, cuídese del
Alvarado porque es un denunciador de primera. –Y cuando le preguntó qué era un
denunciador, le respondió. –Son esos traidores que en fotocopias se roban los
documentos de la oficina y lo entregan a los “chauchillas”, que son unos indios
ignorantes y motosos de mierda, que haciéndose pasar por periodistas usan la
radio para rajar de lo lindo de todo el mundo a cambio de unos cochinos soles.
–Cuando le preguntó si alguna vez habían rajado de él esos “chauchillas”, le
respondió con la más solemne seriedad e hinchando el pecho: “Jefe, en este
pueblo de mí nadie se puede atrever a decir ni una sola mala palabra, porque yo
soy un hombre limpio, honesto y respetuoso. ¡Por eso me quieren todos mis
compañeros!"
–Si esos “chauchillas”,
rajan por rajar, ¿no crees que ya deberían estar en la cárcel? –Le preguntó.
–No, porque los jueces
corruptos de este pueblo venden la justicia al mejor postor y como tienen
semejante “rabo de paja”. tienen mucho miedo que esos “chauchillas” les rajen
con las pruebas que tienen en sus manos y que por eso la oficina de control de
la magistratura de Lima se dé cuenta con qué dineros han comprado tantas
casas, carros, chacras
y mansiones en
Lima, Cusco y
hasta en Trujillo.
–El jefe se
quedó sorprendido con aquella respuesta y se prometió saber más de ese
asunto.
Más
adelante el magister siguió recibiendo con mucho deleite las novedades del
chismosón. “El Munive es un vago porque ……sería bueno que lo trasladara
a…….”. “Ese ha venido traído por su
hermano que alguna vez fue un jefazo, pero no sirve para nada. Sería bueno que
se aperturara una investigación sobre esa fraudulenta acción de personal”. “Ese
es peligroso porque….. sería bueno
trasladarlo a Chinchaypuquio”. “Jefe
cuídese de la
Mendivil porque es
una chismosa,......sería bueno
que la trasladara a Monjaspata. “Ese es un malvado porque su mujer se queja que
le pega mucho a su entenadito, sería bueno que se vaya a Salviapampa para
alejarlo del pobre angelito”, “Ese es un imbécil porque …...”, “Ese está loco
porque….. ”, y a golpe de tanta
lenguaraz noticia, su “punto” iba conociendo que al parecer no estaba al frente
de una entidad de la administración pública, sino que lo habían asignado a una
especie de cárcel o manicomio. Entonces para librarse de todo mal no le quedaba
más alternativa que aferrarse al Eskunqui, y para eso debía designarlo como su
funcionario de confianza en el cargo de menor responsabilidad, para que el
hombre tuviera tiempo de ocuparse de sus labores de inteligencia.
–¡Cómo siempre ese
cholo pendejo se ha escogido un cargo donde se viatica todo el año, y dónde
para durar no hay que ser más que un soplón y hacer unos cuantos adefesiosos
papeles, que no lo hará él, sino su secretaria que se desvivirá en suplicar a
medio mundo cómo se redactan esos documentos. –Comentó con mucha envidia un
turulato colega.
–Hablando en oro, ¿qué
aporte ha hecho el Eskunqui para el mejoramiento de las capacidades de la
oficina o para su crecimiento institucional? –Se preguntó el gordo Rosada y se
respondió. –No te has dado cuenta que para nada ha servido que durante los
últimos quince años haya sido funcionario de confianza, incluso si fuera un
simple empleado tampoco serviría para algo.
–Pero hablando en oro
también. ¿En realidad que hace el Jefe en su oficina? –Preguntó uno de ellos.
–No se sabe, pero lo
cierto es que con cualquier cojudo que lo espera por largo rato para
entrevistarse, el huevón se cierra por horas. ¿Para qué se cierra?, si todos
conocemos a que ha venido, y si no, ya dentro de la marcha de la oficina nos
llegamos a enterar qué es lo que quería en realidad el visitante. ¿Acaso
no puede decirle que esta u otro
Área o Unidad te va resolver tu petición,
reclamo o problema? –Respondió otro.
–Lo que pasa es que el
huevonazo necesita darse aires de gran autoridad, y cuando el incauto se encuentra dentro de su
oficina, le hace contar su vida entera, para luego decirle que él le va a
solucionar su problema, o que no puede hacer nada con su desgracia, de modo que
el entrevistado sale sonriente porque se salió con la suya, o vomitando de
rabia porque a nadie le gusta contar su vida por las huevas, ni mucho menos
bajar la cabeza frente a un inútil.
000°°°000
Cuando
los trabajadores comenzaron a recibir sus memorándums de traslado a los lugares
que había recomendado el Eskunqui, empezaron a presentarle personalmente sus
reclamos y tras recibir una terca negativa, comenzaron a presentar sus
oposiciones escritas a esos torpes, gratuitos y hasta delictivos abusos, cada
quien según su humor o carácter, ya que algunos eran airados, otros suplicantes
y no faltaron los amenazantes.
Los
reclamos salieron de la órbita de los damnificados y acabaron propagándose en
la emisora que trasmitía las opiniones de los “chauchillas”, donde por el costo
que corresponde no solo demandaron a voz en cuello para que se corrijan estos
abusos, sino que lo hicieron como si ellos mismos serían los directos
perjudicados por esas injusticias, y aprovechando que el jefe había declarado
procedente la petición de reconsideración de una trabajadora, a la par de otro
que tenía parientes y amigos en las altas esferas del poder regional, los
comedidos informadores señalaron que a la primera le había hecho pagar con
varias noches de sexo y alcohol, y que al segundo le había cobrado hasta 5 mil
soles para dejarlo en paz. Y así durante toda la semana fueron difundiendo un
montón de otras endiabladas trapacerías que habría hecho el abusivo funcionario
con los sagrados dineros del Estado, que recién cayó en la cuenta quiénes eran
y que poder destructivo tenían esos “chauchillas”.
Tampoco
faltaron los que teniendo parientes y amigos abogados, presentaron varias
denuncias penales por abuso de autoridad, y para el colmo de sus males el
sindicato de trabajadores se declaró en huelga de brazos caídos, pidiendo por
todos los medios la destitución de aquel jefe incapaz y abusivo, que no había
tenido más carta de presentación que ser sobrino de aquel que le seguía en
mando al mandamás regional.
Estando
así de revueltas las cosas, al Jefe ya no le interesaba mantenerse en aquel
cargo, sino que suplicó a todos los denunciantes para que retiraran sus
denuncias, porque a los pocos meses de haber logrado su cartón universitario,
no quería ver manchada su carrera profesional con sentencias penales que le
podían cerrar el acceso laboral ante el único patrón que da trabajo en estas
tierras: el Gobierno Regional. Así que no le quedó más remedio que reunir a los
trabajadores para contarles con lujo de detalles lo que el Eskunqui le había metido
en la cabeza, aprovechándose que era novato en el cargo y de paso, con lágrimas
en los ojos, pedirles perdón para que no le hicieran daño. Finalmente les
suplicó que constituyeran una comisión con los trabajadores más antiguos para
que le sugiriera lo que debía hacerse para remediar ese daño y después de eso
ya no lo verían más por esa oficina.
Luego
del desenmascaramiento público del Eskunqui, la sesión designó a tres de sus
más encarnizados enemigos, quienes al cabo de un día sugirieron por escrito
solo dos acciones, sin cuya ejecución no se levantarían ninguna de sus quejas y
denuncias penales: la primera era dejar sin efecto todos esos abusivos
traslados y la segunda era aperturar un proceso administrativo disciplinario,
por hasta las más de doce faltas graves que había cometido el Eskunqui en sus
más de quince años de funcionario de confianza al servicio de todos los
gobiernos regionales de turno, que iban desde la utilización de los bienes de
la oficina en su beneficio; la concurrencia reiterada al trabajo en estado de
embriaguez; el abuso de autoridad y el uso de la función con fines de lucro; su
descarado acoso sexual a las trabajadoras; sus actos de inmoralidad y sus
reiteradas faltas injustificadas.
Cuando
el Jefe expidió los documentos que dejaban sin efecto los abusivos traslados y
la resolución reemplazando al Eskunqui por un trabajador que los empleados le
habían sugerido, así como la resolución donde se le aperturaba proceso
administrativo disciplinario por todas sus fechorías.
Seguidamente
se desistieron de presentar las denuncias penales que estaba en manos de sus
abogados, sin que faltara la intervención pagada de los “ chauchillas” que
decían que gracias a que ellos se habían hecho carne de los malos pasos que se
estaban dando en esa oficina, las aguas habían vuelto a su cauce, y lo que era
mejor, se había detectado y castigado al autor material de esos abusos
aprovechando que el nuevo jefe era un bisoño profesional que recién estaba
dando sus primeros pasos en los vericuetos de la Administración Pública, y de
eso culparon al mandamás regional por confiar una responsabilidad de tanta
envergadura a un mocito inexperto, seguramente para robar en esa dependencia
aprovechando que estaba jefaturada por un pobre bellaco.
Dicen
que cuando el Eskunqui recibió ambas resoluciones, y cuando como de
costumbre iba a ponerse a vociferar, amenazar y todos esos arrebatos que hacía
cuando las cosas no le salían a su antojo, primero se puso rojo, después
amarillo y poco a poco fue tornándose verde, y muchos afirman que cuando llegó
al hospital del Seguro estaba completamente azul, casi morado. También
comentaron que luego de un corto coma inducido tuvieron que operarle de todos
los males que se habían alojado en su cuerpo por culpa de su perversa mente y
su malvada lengua.
Ante
esa inesperada noticia muchos de los trabajadores no se sintieron bien, porque
temieron que el Eskunqui podía morirse en ese malvado hospital, y a ninguno le
gustaba que se pudiera matar a un pobre perro que les había mordido, solo
porque otros lo habían malcriado. Además casi todos estaban convencidos que
gracias a que existen sujetos tan malos como él, de alguna manera, los que
cargamos con una cuota de nuestra propia maldad, en parte dejamos de serlo o
por lo menos disimularlo, porque gracias a dios o al diablo, siempre puede
existir uno mucho peor que nosotros.
En
buena cuenta el Eskunqui con todo lo que era y lo que es, a lo largo de muchos
años nos había hecho sentir que de algún
modo éramos buenos. Pero si por un milagro el sería consciente de eso y
nosotros reconoceríamos lo que nos corresponde, todos estaríamos mucho mejor.
El mundo sería más bueno.
Al
cabo de algunos meses, como un zombi llegado de ultratumba se apareció en el
trabajo el apenas reconocible Eskunqui, trayendo unos papeles para solicitar su
jubilación anticipada, porque una junta médica lo había calificado como incapaz
para el trabajo.
Cuando
más tarde eso fue así, lo despidieron con una bonita ceremonia con diploma,
medalla de honor y emocionados discursos, donde incluso se sirvió un potaje y
se brindó una copa de vino.
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