sábado, 12 de noviembre de 2016

SAYWITE: UN HITO EN EL ANDE (VI) ebook

Bueno, como les tengo ofrecido les presento en sexta entrada mi ebook SAYWITE: UN HITO EN EL ANDE, solo espero que le ofrezcan vuestro interés, sin olvidar de poner un “ME GUSTA”, pero sobretodo  “COMPARTIR” y “COMENTAR”

EL SANTUARIO DE LA HUACA DE SAYWITE.
 

La religiosidad que se desarrolló y prosperó en el mundo andino, se construyó sobre la base de una fuerza vital y primera que animaba todo cuanto existía en la tierra, y que sus creyentes llamaron: camaquen. Los seres vivos, hombres y bestias, plantas y hasta los muertos tenían su camaquen, incluso las piedras, los cerros, las fuentes de aguas y todo aquello que era considerado sagrado por ellos, estaban animados por esta energía

      Cuando llegaron los españoles, establecieron que este concepto era distinto al “alma” de la creencia católica, entendida ésta como una entidad inmaterial, creada e infundida por Dios al momento de la concepción, para ser el principio vital del hombre y por tanto superior a su cuerpo. Es a partir de este dogma religioso que conjeturaron que los incas no tenían "alma", y seguirían no teniéndola hasta tanto y por piedad no sean convertidos a la fe cristiana, mientras tanto se mantendrían en poder de los demonios que estaban metidos en sus huacas.

           
Desde su devoción el hombre andino creyó que todo lo que le rodeaba estaba dividido en tres mundos: 01)  Hanan pacha, el mundo de arriba, de los fenómenos meteorológicos y los cuerpos celestes; 02) Kay pacha, la tierra de aquí o del mundo que dominan los hombres; y 03) Uku pacha, el misterioso mundo de abajo o de las profundidades. El primero y el tercero fueron los lugares de los dioses y el segundo el punto de encuentro entre estos y los hombres, un sitio para un tinkuy[i] sagrado.


Según el Diccionario Quechua – Español – Quechua Simi Taqe de la Academia Mayor de la Lengua Quechua, del 2005, la palabra waka, tiene el siguiente significado:

“waka. s. Arqueol. Santuario y necrópolis preinkas situados en la costa y sierra del Perú. || Etnohist. Adoratorio, objeto sagrado inka. El universo cosmológico andino tawantinsuyano estuvo dividido y jerarquizado en tres niveles: Hanan Pacha, o el universo celestial; Kay Pacha, o la naturaleza, tierra, agua, aire; y Ukhu Pacha, o el mundo interior, de los muertos, de los profundos abismos. Los elementos deificados de estos tres universos eran objetos de culto y ceremonias rituales, representados en wakas u objetos sagrados. Existían wakas de diferente naturaleza, tipos y funciones en todo el Tawantinsuyu. Especialmente en el Qosqo, en el denominado Espacio Sagrado, habían más de 350, representando a diferentes deidades: manantiales, rocas, árboles, cuevas, palacios, etc., distribuidos en 41 seq'es. Cada waka tenía su propio sacerdote o tarpuntay y estaba asignada o a cargo de los ayllus, familias reales o panakas….”

Otros estudios nos dicen que “uaca” “waca”, “huaca” o “guaca”, era el término quechua con que se designaba a todas las sacralidades fundamentales incaicas que podían materializarse en  ídolos, santuarios, tumbas, momias, lugares sagrados, animales, formaciones geológicas, aquellos astros o montañas de los que los ayllus decían descender desde sus antepasados, es decir su pacarina[ii] = “Su amanecer al mundo”, su lugar de origen, el "portal" por el cual fluyen las fuerzas de la vida y la muerte; incluyendo al sol y la luna que eran las deidades principales del imperio, a las cuales se les veneraba en estas huacas o santuarios por medio de un sinnúmero de ceremonias que mensual y anualmente se sucedían en el calendario religioso incaico. 

      Esta fue la concepción religiosa que los regnícolas cusqueños impusieron a todas las poblaciones asentadas en sus dominios imperiales. Sobre esta religiosidad oficial andina, el cronista indio Felipe Guamán Poma de Ayala,[iii] en su “Nueva Crónica y Buen Gobierno”,[iv] nos señala con mucho detalle, pero plagado de sus prejuicios de creyente cristiano, todos los ritos que los pueblos de los cuatro suyos practicaban, mes a mes y en todas las estaciones dentro del Tahuantinsuyo, así como todas las ceremonias rituales que realizaba la élite sacerdotal, e incluso agrega varias de las supersticiones de sus chamanes. Leamos algunos fragmentos de esta “nueva crónica”, para conocer cómo los incas impusieron esta fe dentro de su imperio:


“De como dio los ingas modo y orden y sacrificio a los indios para mochar al sol y a la luna, y a las estrellas y uacas, y piedras y peñas, y lagunas, y otras cosas; y a los que no lo hacían luego lo mandaba matar y consumir toda su generación de ellos, y de su pueblo lo mandaba sembrar sal para memoria.

De cómo sacrificaban al Illapa, al rayo que ahora le llaman Santiago, quemando coca y comidas, y chicha, ayunando sal y no durmiendo con sus mujeres, ni las dichas mujeres con sus maridos, velando una noche, paraciconmi, zaraconmi; y otro nombre le llaman: curi, cacha, illapa.

De cómo ordenó vestidos y ropa de sus dioses uacas, se llama Capacocha. Lo hacían de cumbi y de auasca, y de su vajilla de oro y plata, y de barro, y mollo y cobre, y donde soterraba, y tenían pasto y sementeras y ganado, y indios llamados yanayaco del sol y de las uacas, ídolos de este reino. Pachacuti Inga dio muy mucha hacienda para sacrificar a las uacas, y de las casas del sol y del tempo de Curicancha; el trono y asiento de los Ingas en cada uamani señaló.

De cómo por suerte de los demonios sabía todas las minas de este reino, de plata, de oro, cobre, estaño y plomo, azogue y colores; y por no tener herramientas no las sacaban tantas riquezas, aunque están hoy día por descubrir bravas minas de este reino, están encubiertas.

De cómo todos los Ingas desde su antigua comenzaron a idolatrar, y fueron a más idólatras los Ingas, y salieron muchos hechiceros y pontífices, y obispos y sacerdotes, otros buenos y otros falsos; como los buenos los llamaban criados de los demonios, que hablaban con ellos, como Mama Uaco Coya, y los ruines engaña al diablo y a los indios, dicen que les habló no le hablando, dicen que comió y bebió, no comiendo.”

 

            De este modo atroz los incas impusieron su religión en el Tahuantinsuyo, no menos brutal fue lo que hicieron los españoles a través del “EL ACTA DE REQUERIMIENTO Y LA GUERRA JUSTA”, que les leían a los indígenas al momento de tomar sus tierras y sus vidas, leamos un parte de ella:

“… Por ende, como mejor podemos, os rogamos y requerimos que entendáis bien esto que os hemos dicho, y toméis para entenderlo y deliberar sobre ello el tiempo que fuere justo, y reconozcáis a la Iglesia por señora y superiora del universo mundo, y al Sumo Pontífice, llamado Papa, en su nombre, y al Emperador y Reina doña Juana, nuestros señores, en su lugar, como a superiores y Reyes de esas islas y tierra firme, por virtud de la dicha donación y consintáis y deis lugar que estos padres religiosos os declaren y prediquen lo susodicho.
 
“… Y si así no lo hicieseis o en ello maliciosamente pusieseis dilación, os certifico que con la ayuda de Dios, nosotros entraremos poderosamente contra vosotros, y os haremos guerra por todas las partes y maneras que pudiéramos, y os sujetaremos al yugo y obediencia de la Iglesia y de sus Majestades, y tomaremos vuestras personas y de vuestras mujeres e hijos y los haremos esclavos, y como tales los venderemos y dispondremos de ellos como sus Majestades mandaren, y os tomaremos vuestros bienes, y os haremos todos los males y daños que pudiéramos, como a vasallos que no obedecen ni quieren recibir a su señor y le resisten y contradicen…”
 
En la obra: “La extirpación de la idolatría en el Perú”[v] del jesuita Pablo José de Arriaga,[vi]  escrita en 1621, se nos dice a qué dioses adoraban los indígenas y en qué consistía, según el autor, su herejía y quiénes eran sus sacerdotes, a los que en aquellos tiempos se los menospreciaba llamándoles hechiceros o laiccas. Leamos algunos párrafos de los capítulos II y III de esta obra, para ilustrarnos, cómo después de casi cien años de la presencia del cristianismo español, todavía persistía la religiosidad incaica con todos sus dogmas y supersticiones, pero ya mezclada con la religión traída de Europa, y que subsiste aun en nuestros tiempos y en este espacio geográfico que llamamos Apurímac. Léelo con atención y sin perjuicios y así podrás sacar tus propias conclusiones.

Capítulo II

Qué cosas adoran hoy en día los Indios, y en qué consiste su idolatría

Mucho se podía decir acerca de esto, y algo está escrito en el tratado, que está al fin del confesonario, hecho por orden del Concilio de Lima, el año de mil y quinientos y ochenta y dos. Y quien lee aquello, entiende, qué es lo que los Indios hacían antiguamente: pero yo haré ahora una breve suma de las cosas, que adoraban todos estos pueblos, que están visitados, y se van visitando, que son los mismos, que adoran los que no están visitados.

En muchas partes (especialmente de la sierra) adoran al Sol, con nombre de Punchao, que significa el día, y también debajo de su propio nombre Inti. Y también a la Luna, que es Quilla, y a alguna Estrella: especialmente a Oncoy (que son las siete cabrillas) adorar a Líbiac, que es el rayo, es muy ordinario en la sierra; y así muchos toman el nombre y apellido de Líbiac, o Hillapa, que es lo mismo.

El adorar estas cosas no es todas los días, sino e tiempo señalado para hacerles fiesta, y cuando se ven en alguna necesidad o enfermedad, o han de hacer algún camino, levantan las manos, y se tiran las cejas, y las soplan hazla arriba, hablando con el Sol, o con Líbiac, llamándole su hacedor, y su criador, y pidiendo que le ayude.

A Mamacocha que es la Mar invocan de la misma manera, todos, los bajan de la sierra a los llanos y viéndola, y le piden en particular, que no les deje enfermar, y que vuelvan presto con salud y plata, de la mita, y esto hacen todos sin faltar ninguno, aun muchachos muy pequeños.

A Mamapacha, que es la tierra también reverencian especialmente las mujeres, al tiempo que han de sembrar, y hablan con ella diciendo que les dé buena cosecha, y derraman para esto chicha, y maíz molido, o por su mano, o por medio de los hechiceros.

A los Puquios que son los manantiales, y fuentes hemos hallado que adoran de la misma manera, especialmente donde tienen falta de agua, pidiéndoles que no se sequen.

A los Ríos, cuando han de pasarlos, tomando un poco de agua con la mano, y bebiéndola, les piden hablando con ellos, que les dejen pasar, y no les lleve, y esta ceremonia llaman, mayuchulla, y lo mismo hacen los pescadores, cuando entran a pescar.
 
A Cerros altos, y montes y algunas piedras muy grandes también adoran, y mochan, y les llaman con nombres particulares, y tienen sobre ellos mil fábulas de conversiones, y metamorfosis, y que fueron antes hombres, que se convirtieron en aquellas piedras.

Las Sierras nevadas que llaman Razu, o por síncopa Rao, o Ritri, que todo quiere decir nieve, y también a las casas de los Huaris, que son los primeros pobladores de aquella tierra, que ellos dicen fueron Gigantes, y es cierto que en algunas partes lo fueron, y se halla huesos de disforme, e increíble grandeza, que quien no lo ve, ni los toca con las manos, no lo creerá, porque se muestra por la proporción de los huesos, haber sido seis tanto mayores que los hombres de ahora, y de la tierra de ellos llevan para sus enfermedades y para malos fines de amores, etc. Invocan a Huari que dicen es el Dios de las fuerzas, cuando han de hacer sus Chácaras, o casas para q' se las preste.

A las Pacarinas, que es de adonde ellos dicen que descienden, reverencian también. Que como no tienen fe, ni conocimiento de su primer origen de nuestros primeros Padres Adán, y Eva, tienen en este punto muchos errores, y todos especialmente las caberas de Ayllos saben, y nombren sus Pacarinas. Y ésta es una de las causas, porque rehúsan tanto la reducción de sus pueblos, y gustan de vivir en unos sitios tan malos, y trabajosos, que algunos he visto, que era menester bajar por el agua cerca de una legua, y a muchos no se puede bajar ni subir si no es a pie y la principal razón que dan es, que está allí su Pacarina.

Todas las cosas sobredichas son Huacas que adoran como a Dios, y ya que no se les pueden quitar delante de los ojos, porque son fijas, e inmóviles, se les procura (como dice arriba) quitárselas del corazón, enseñándoles la verdad, y desengañándoles de la mentira, y así es necesario enseñarles muy de propósito las causas de las fuentes, y de los ríos, y cómo se fraguan los Rayos en las nubes, y se congelan las aguas, y otras cosas naturales, que a menester saber bien quien las enseña.

Otras Huacas ay móviles que son las ordinarias, y las que van nombrados en cada pueblo, que se les han quitado, y quemado. De ordinario son de piedra, y las más veces sin figura ninguna, otras tienen diversas figuras de hombres o mujeres, y a algunas de estas Huacas dicen, que son hijos o mujeres de otras Huacas, otras tienen figuras de animales. Todas tiene sus particulares nombres, con que les invocan, y no ay muchacho que en sabiendo hablar no sepa el nombre de la Huaca de su Ayllo; porque en cada parcialidad, o Ayllo tiene su Huaca principal, y otras menos principales algunas veces, y de ellas suelen tomar el nombre muchos de aquel Ayllo. Algunas de éstas las tienen como a guardas, y abogados de sus pueblos, que sobre el nombre propio llaman Marca-apárac, o Marcachárac.

Estas Huacas tienen todas sus particulares sacerdotes, que ofrecen los sacrificios, y aunque saben todos hacia dónde están, pocos las ven porque ellos se suelen quedar atrás, y sólo el sacerdote es el que habla, ofrenda. Y así no es pequeña causa, y motivo de admiración, y de desengaño del común del pueblo: cuando ve lo que no había visto, y adoraba, y temía tanto. Y no sólo reverencian las Huacas, pero aun los lugares, donde dicen que descasaron, o estuvieron las Huacas, que llaman Zamana, y a otros lugares de donde ellos las invocan, que llaman Cayan, también los reverencian…..”
(….)

“Después de estas Huacas de piedra la mayor veneración es la de sus Malquis, que en los llanos llaman Munaos, que son los huesos, o cuerpos enteros de sus progenitores gentiles, que ellos dicen que son hijos de las Huacas, los cuales tienen en los campos en lugares muy apartados, en los Machays, q' son sus sepulturas antiguas, y algunas veces los tienen adornados con camisetas muy costosas, o de plumas de diversos colores, o de cumbi. Tienen estos Malquis sus particulares Sacerdotes, y ministros, y les ofrecen los mismos sacrificios, y hacen las mismas fiestas que a las Huacas. Y suelen tener, con ellos los instrumentos, de que ellos usaban en vida, las mujeres husos, y mazorcas de algodón hilado, y los hombres las tacllas, o lampas con que labraban el campo, o las armas con que peleaban. Y en uno de estos Machays de los Malquis estaba una lanza con su fierro, y recatón que la había dado (según dijeron) un conquistador de los primeros de estos Reynos, para pendón de una Iglesia. Y en otra estaba otra lanza muy vistosa que ellos llamaban, Quilcasca choque, que quiere decir lanza pintada, o esculpida, la cual se trajo al Señor Virrey. En estos Malquis, como también en las Huacas, tiene su bajilla para dalles de comer, y beber, que son mates, y vasos unos de barro, otros de madera, y algunas veces de plata, y conchas de la mar.”
(…..)

“Chíchic, o Huanca llaman una piedra larga, que suelen poner empinada en sus Chácaras, y la llaman también Chacráyoc, que es el Señor de la Chácara, porque piensan que aquella Chácara fue de aquella Huaca, y que tiene a cargo su aumento, y como a tal la reverencian, y especialmente en tiempo de las sementeras le ofrecen sus sacrificios.

Compa, o Larca, villana llaman otras piedras a este mismo modo q' tienen en las acequias, a las cuales hacen la misma reverencia antes de sembrar, y después de pasadas las aguas, porque las acequias no se les quiebren, y les falte el agua.

Zaramamas, son de tres maneras, y son las que se cuentan entre las cosas halladas en los pueblos. La primera es una como muñeca hecha de cañas de maíz, vestida como mujer con su anaco, y lliclla, y sus topos de plata, y entienden, que como madre tiene virtud de engendrar, y parir mucho maíz. A este modo tienen también Cocamamas para aumento de la Coca. Otras son de piedra labradas como choclos, o mazorcas de maíz, con sus granos relevados, y de éstas suelen tener muchas en lugar de Conopas. Otras son algunas cañas fértiles de maíz, que con la fertilidad de la tierra dieron muchas mazorcas, y grandes, o cuando salen dos mazorcas juntas, y éstas son las principales, Zaramamas, y así las reverencian como  a madres del maíz, a éstas llaman también Huantayzara, o Ayrihuayzara. A este tercer género no le dan la adoración, que a Huaca, ni Conopa, sino que le tienen supersticiosamente como una cosa sagrada, y colgando estas cañas con muchos choclos de unos ramos de sauce bailan con ellas el baile, que llaman Ayrihua, y acabado el baile, las queman, y sacrifican a Líbiac, para que les dé buena cosecha. Con la misma superstición guardan las mazorcas del maíz, que salen muy pintadas, que llaman Micsazara, o Matayzara, o Caullazara, y otros que llaman Piruazara, que son otras maçorcas en que van subiendo los granos no derechos sino haciendo caracol. Estas Micsazara, o Piruazara, ponen supersticiosamente en los montones de maíz, y en las Piruas (que son donde guardan el maíz) parque se las guarde, y el día de las exhibiciones se juntan tanto de estas mazorcas, que tienen bien que comer las mulas.

La misma superstición tienen con las que llaman Axomamas que son cuando salen algunas papas juntas, y las guardan para tener buena cosecha de papas.”
(…..)

Capítulo III

De los ministros de la idolatría

Éstos, que comúnmente llamamos Hechiceros, aunque son raros los que matan con hechizos, con nombre general se llaman Umu, y Laicca, y en algunas partes Chacha, y Auqui, o Auquilla, que quiere decir, Padre, o viejo, pero como tienen diversos oficios y ministerios, así también tienen diversos nombres particulares.

Huacapvíllac, que quiere decir el que habla con la Huaca, es el mayor, y tiene cuidado de guardar la Huaca, y hablar con ella, y responder al pueblo, lo que él finge que te dice, aunque algunas veces les habla el Demonio por la piedra. Y llevar las ofrendas, y hacer los sacrificios, y echar los ayunos, y mandar hacer la chicha para la fiesta de las Huacas, y enseñar su Idolatría, y contar sus fábulas, y reprehenden a los descuidados en el culto, y veneración de sus Huacas.

Malquipvíllac. El que habla con los Malquis, tiene el mismo oficio respeto de los Malquis, que el pasado con las Huacas.

A este mismo modo es Libiacpvíllac, que habla con el rayo, y Punchaupvíllac que habla con el Sol.

Cada uno de estos tiene su ministro menor, y ayudante y le llaman Yanápac, el que ayuda, y aún en muchas partes usurpando nuestro nombre le llaman comúnmente Sacristán, porque le sirve en los sacrificios, y cuando falta el ministro mayor suele entrar en su lugar, aunque no siempre.

Macsa, o Viha son los que curan con mil embustes, y supersticiones, y procediendo de ordinario sacrificio a la Huaca, o Conopa, del particular que le consulta. Y estos se ha experimentado en estas Provincias, que se han visitado ser los más perjudiciales, porque son consultados para todas las cosas, y para que también hablen con las Huacas, aunque no sean los que las guardan.

Aucáchic, que en Cuzco llaman Ichuris, es el Confesor, este oficio no anda solo sino q' siempre es anexo al Víllac, o al Macsa sobre dicho. Confiesa a todos los de su Ayllo, aunque sea su mujer, y hijo. Estas confesiones son siempre en las fiestas de sus Huacas, y cuando han de ir camino largo. Y son tan cuidadosos en su oficio, que he topado yo algunos muchachos, que nunca se habían confesado con Sacerdote alguno de Dios nuestro Señor, y se habían confesado ya tres, o cuatro veces con estos ministros del Demonio, el cómo, se dice después.

Açuac, o Accac es el que tiene cuidado con hacer la chicha para las fiestas, y ofrendas de las Huacas, que en los llanos son hombres, y en la sierra son mujeres, y en algunas partes las escogen doncellas para este ministerio.

Sócyac es sortílego y adivino por maíces, hace algunos montoncitos pequeños de granos de maíz sin contarlo, y después va quitando uno de una parte, y otro de otra, y conforme quedan pares, o nones, es buena, o mala la suerte. Aunque en un pueblo exhibió uno de este oficio una bolsa con muchas piedrezuelas, que dio se llamaban Chumpirum, y que las había heredado de su abuelo para este efecto.

Rípiac es también adivino, y responde a los que le consultan, por los molledos de los brazos, y si se le menea el derecho dice que sucederá bien y si el izquierdo que mal.

Pacharícuc, o Pacchacátic, o Pacchacuc, es otro adivino por los pies de unas arañas, que llaman Paccha, y también Oroso, y son muy grandes y peludas. Cuando le consultan para alguna cosa; va a buscar en los agujeros de las paredes, o debajo de algunas piedras, una de estas arañas, cuya especie es conocida, y poniéndola sobre una manta, o en el suelo la persigue con un palillo, hasta que se quiebran los pies y luego mira que pies o manos le faltan, y por allí adivina.

Móscoc, es adivino por sueños, llega una persona a preguntarle, si sanará, o morirá, o si parecerá un caballo que se le perdió, etc. Y si es varón el que le consulta, le pide la huaruca de la cabeza, o la chuspa, o manta o otra cosa de su vestido, y si es mujer, le pide el chumbi, que es la faja, o cosa semejante, y las lleva a su casa, y duerme sobre ello, y conforme a lo que sueña así responde. Y si les consultan para amores les piden los cabellos, o ropa de la persona de quien han de adivinar.

Hacarícuc, o Cuyrícuc es el que mira cuyes, y abriéndoles con la uña adivina por ellos, mirando de qué parte sale sangre, o qué parte se menea de las entrañas. Que era el modo muy usado entre los gentiles Romanos.

Todos estos oficios y ministerios son comunes a hombres y mujeres, aun el confesar, que también ay mujeres grandes confesoras. Pero lo más común es los oficios principales ejecútalos hombres….”
(…..)

“De una de tres maneras entran en estos oficios de sacerdotes de Huacas. La primera es por sucesión, que el hijo lo hereda del padre, y si el heredero no tiene uso de razón, entra en su lugar el pariente más cercano hasta que el legítimo heredero sea suficiente para el oficio. La segunda manera es por elección, cuando falta el primer modo por vía de herencia, o cuando les parece, los otros ministros eligen el que juzgan, que será más a propósito, con parecer de los curacas, y Caciques. Y cuando acontece que algún herido del rayo quede vivo, aunque quede lastimado está ya como divinamente elegido para el ministerio de las Huacas. El tercero modo es, que ellos mismos se toman el oficio, y se introducen en él especialmente de los oficios menores de adivinos, curanderos, por sola su voluntad, y autoridad, y esto es ordinario en los viejos, y viejas, que por ganar de comer, y como ellos dicen Vicçaraycu, que es ventris causa, se hacen oficiales en estos mismos ministerios.”

            El Padre Calancha[vii] en su “Crónica Moralizada del Orden de San Agustín en el Perú con Sucesos Ejemplares en esta Monarquía”,[viii] escrita u publicada en Barcelona en 1631, nos refiere las deidades, mitos y creencias de los incas, sorprendiéndole el parecido de su culto con la de los pueblos griegos, romanos, egipcios y otras religiones del cercano oriente, el norte de África y Europa, anteriores a instalación ecuménica del cristianismo, leamos:

“Adoraban pues ídolos, o tenían por guacas al Sol con nombre de Punchao o Inti, i a la Luna con nombre de Quilla; i los ingas llaman Ni a las estrellas, al lucero de la mañana y la estrella Venus de la tarde; las cabrillas que ellos llamaban Collca, que los Gentiles (de Europa) llamaron Pléyades hijas de Atlante i Pléyona, que las adoraron por Diosas; i los Ingas las llamaron Fur, i por ellas contaban los años, i cada uno la estrella que quiere invocar, porque atribuyen a diversas estrellas diversos oficios, (…..) i así los pastores i ovejeros adoraban a una estrella que ellos llaman Urcuquillay, que dicen es un carnero de muchas colores, que entiende en la conservación del ganado, (….)i también a otras dos estrellas que andan cerca de esta, que llaman Catuchillay, Urcuchillay, que fingen ser una oveja con un cordero”
(….)

“Otros Indios que vivían en las montañas, adoraban otra estrella, que ellos llaman Chuquichinchay, que dicen es un tigre, a cuyo cargo están los tigres, osos i leones. También adoraban otra estrella, que llaman ellos Anchochinchay, que dicen conserva otros animales; i otra que llaman Machacuay, a cuyo cargo están las serpientes i culebras para que no les hagan mal, i generalmente todos los animales i aves que ay en la tierra, creyeron que hubiese un su semejante en el cielo, a cuyo cargo estaba su procreación i aumento. I así tenían cuenta con diversas estrellas que llamaban Chacana i Topatorca, Mamana, Mirco, Miquiquiray i otras así.”
(…)

“El modo de hacer oración al Dios supremo Pachacamac, al Sol que llamaban Punchao, al Viracocha, i a las estrellas era un mismo, que es abrir las manos, i hacer cierto sonido con los labios (como quien besa) alzando las manos, inclinando la cabeza, i a los demás Dioses, se arrancaban cejas o pestañas, i las echaban hacia el ídolo, torbellino, arroyo o quebrada. El modo de consultar dudas, o pedir respuestas los Sacerdotes en casos futuros o mercedes presentes, era entrar a prima noche vueltas las espaldas al ídolo, agobiando el cuerpo. Respondía con un silbo temeroso, i decía razones confusas, todas encaminadas a muertes o estragos de los Indios, vaticinio cruel i señorío infame. En el Cuzco les hablaba el demonio visiblemente, en la forma i modo que habló con Adán i Eva en el Paraíso, en figura de una culebra muy pintada. Al ídolo, o guaca entraban los menesterosos, i pedíanle lo que cada uno quería, i ofrecíanle sacrificio, aunque en las palabras avía diferencia, porque cada uno de estos tres en la comarca donde era tenido por supremo Dios, le atribuían el sumo poder i mando de todo lo criado; i a las demás guacas o ídolos de estrellas, i las que iremos diciendo, se les decían como a señores, o Dioses particulares, cada uno en su cosa, i que eran intercesores o con el Pachacamac, o para el Sol, o para el Ticci Viracocha, al modo que los Cristianos damos adoración a los Santos de la Iglesia por bienaventurados, i a sus bultos por sus prototipos, valiéndonos de sus intercesiones, dando más o menos adoración a unos que a otros.”
(….)

“Después del Pachacamac, Sol i Viracocha, Luna i de las estrellas se seguía en orden, i a quien se daba mayor veneración, particularmente en las sierras, al rayo que llaman Libiac o Hillapa; i ahora porque los Españoles decían Santiago al tiempo de disparar, le llaman Santiago, adoran al relámpago, al arco del cielo (al cual también reverencian los Indios de los llanos) i al trueno, al cual llaman por tres nombres Chuquilla, Catuilla, Intiillapa; fingiendo que es un hombre que está en el cielo con una honda, que al sacudirla da el estallido i trueno, i tiene una maza o porra; i que está en su mano el llover, granizar i tronar, i todo lo demás que pertenece a la región del aire donde se hacen los nublados. Este es ídolo i guaca general a todos los. Indios, i ofrécenle muchos i diversos sacrificios. I en el Cuzco se le sacrificaban niños como al Sol. Cuando alguna mujer pare en el campo en día que truena, dicen, que la criatura que nace es hijo del trueno, i que se le ha de dedicar para su servicio, i así hay mucho número de hechiceros de estos que llaman hijo del trueno, adoraban las tempestades, los torbellinos, los remolinos del viento, las lluvias i el granizo.”

“También adoraron estos Indios de los llanos a la mar, a quien llamaron Ni, i le ofrecen harina de maíz blanco, almagre u otras cosas, para que les dé pescado, o no se embravezca, i los Serranos al modo que adoran las lagunas, reverencian la mar, a quien llaman Mamacocha; i los Aymaraes Mamacota, i en especial los Serranos que bajan a los llanos a sus negocios, comercios o embajadas, adoran con diferentes ceremonias al mar i a los llanos i playas, i los Indios de los llanos i sierra adoran las cordilleras nevadas, i a cualquiera sierra alta que tenga nieve, que llaman Razu o Rao o Ritti; i a los manantiales que llaman Puquios, a los arroyos, esteros i ríos, lagos, pozos i lagunas que reverencian porque no los ahogue, o no les niegue el agua.”
(….)

“Adoran estos Indios a la tierra, i la llaman Pachamama o Mamapacha, i los Iungas Vis, derramando en ella chicha, que es su bebida, coca, i otras muchas cosas, con maíz molido, i ésta es adoración más de las mujeres cuando han de sembrar, pidiéndoles dé buena cosecha, i lo mismo al tiempo de arar, cultivar, barbechar i coger su maíz, papas, quinua i demás frutos i legumbres.”
(….)

“Usaban los Indios que van a minas de plata, de oro o de azogue, adorar los cerros o minas, pidiéndoles metal rico, i para esto velan de noche, bebiendo i bailando, sacrificio que hacen a la riqueza; a los de oro llaman Coya, i al Dios de las minas de plata i a sus metales Mama, i a las piedras de los metales Corpa, adóranlas besando, i lo mismo al soroche, al azogue i al bermellón del azogue, que llaman Ichma, o Linpi, i es muy preciado para diversas supersticiones…..”

“Adoraron montes altos, cerros levantados i las casas de los Huaris, que son los primeros pobladores hijos de cada tierra, que ellos dicen fueron gigantes, i es cierto (dicen así las  informaciones de la visita de la idolatría, i el Padre Pablo Josef en el capítulo décimo) que a la otra banda del pueblo estaba una cueva muy grande, i en ella muchos difuntos Gentiles, i entre ellos tres cuerpos de gigantes de disformes cabezas, vestidos de cumbi, éstos son los progenitores de todos los de este pueblo a quien adoran…..i en el capítulo segundo el Padre Pablo Josef ablando de los progenitores de estos Indios, dice, que en algunas partes fueron gigantes, i se hallan huesos de disforme e increíble grandeza, que quien no los ve, ni los toca con las manos, no lo creerá. Porque se muestra por la proporción de los huesos haber sido seis tanto mayores que los hombres de ahora. I de la tierra de ellos llevan para sus enfermedades i para malos fines de amores, invocan a Huari gigante, que dicen es el Dios de las fuerzas, para que les dé cuando trabajan en sus chacras i labores valentía. El testimonio de tan cierta averiguación, i que sacaron de estos gigantes de las guacas los visitadores para quemarlos, es auténtico, i sería cada gigante por lo menos de doce varas de alto, puesto que un hombre mediano de ahora tiene dos varas, i ellos tienen por seis hombres. Creen los Indios que muchos se convirtieron en montes, i por esto los adoran en piedras. Hoy están en Lima los huesos de un gigante que la semana pasada envió de Chuquisaca el Dotar Ávila Canónigo que viene a esta Catedral yo los vi en el oficio del Secretario de la santa Inquisición, i siendo las canillas i huesos de los muslos larguísimos, sólo el encaje tiene más de media vara, no se podía dar cierta medida a lo largo, porque están quebrados; la quijada de abajo es media no más, i tiene dos dedos más de media vara. A Lima trajeron a un criollo de Guamanga mestizo que entró a primero de Setiembre del año pasado de mil i seiscientos i treinta, llamado Juan Núñez, muchacho de diez i ocho años, i tenía tres varas de cuerpo, i más de media vara de pie, ahora murió en Pizco.”

“Adoraban también montones de piedras que llaman Apachitas los del Cuzco i los Collas, i en otras partes Cotorayac Rumi, añadiendo otras para que les favorezca en su viaje o pretensión,… Adoran cada Provincia o familia al que tienen por su progenitor, i principio de  su descendencia, que llaman Pacarina.”
(….)

“…..Adoraban los Guacas piedras, que decían eran Dioses de sus labranzas i cosechas, i a los campos Dioses del regadío, i a tres maneras de Zaramamas, unas como muñecas vestidas al traje de India, echas de mazorca de maíz, otras de piedras labradas como mazorca, otras son como cañas fértiles de maíz, que llaman Huanta i Zara, i a éstas i a las Ajomamas por Diosas de sus sembrados i frutas. Adoraban a los hijos que nacían de un vientre si moría alguno, i los llamaban Chuchos o Curi.”
(….)

“Los Indios de los Andes, que viven en tierras tras las cordilleras nevadas, donde continuamente llueve, i es calurosísima (como Panamá i Cartagena) i los Indios que habitan en las montañas adoran Tigres, Leones, Osos, Culebras i Serpientes, porque ay abundancia de estos géneros en sus países. Los de Huánuco un León rapante, los de Tiahuanaco una Culebra enroscada, los de Tomebamba un Oso, i los de Chachapoyas a los Tigres.”
(…..)

“Los Indios de los llanos que están en las costas del mar, siembran su maíz con guano, estiércol de pájaros marítimos, que traen de peñoles, isletas i peñas. Adoran al ídolo Huamancantac, derramándole chicha en la playa, i le ayunan dos días, i a la vuelta otros dos…..I ningún Indio adoró al Demonio (excepto los hechiceros) con nombre, ni pensando que era el Demonio, como advirtió Garcilaso, a quien ellos llaman Zupay, antes huían i blasfemaban de él.”
(…..)

“I los Indios tuvieron tres por supremos dioses, como está dicho, Pachacamac por Dios oculto no conocido, el Sol Dios visible, i el Viracocha Dios, que fue hombre, i volvió a producir los hombres; pero los que adoraron por deidades pasan de veinte mil, puesto que dice el Concilio, que en cada Provincia había un ídolo o guaca común, i en cada pueblo otro particular, a que se juntan los  Conopas[ix], dioses caseros, Apachitas, Pacarinas i demás multitud. I la instrucción del Concilio dice, que algunas leguas alrededor del Cuzco se habían hallado 340 guacas i adoratorios de diversos nombres. Veamos sus ritos, i en breves sus ceremonias, que entonces tuvieron, i después diremos las que ahora tienen, que todas están expresadas en el Concilio segundo de Lima parte 2.”

En su Historia del Tahuantinsuyo,[x] María Rostworowski, nos señala el estadio de desarrollo de esta religiosidad andina al momento de instaurarse el Estado inca, leamos:
             
“Con la formación del Estado se instituyeron “visitadores” religiosos encargados de poner y quitar huacas y establecer a nuevos sacerdotes. Tanto Sarmiento de Gamboa como Cabello de Valboa nombran a Amaru Yupanqui y a Guayna Auqui como los personajes enviados a visitar el país con ese fin.

En el ámbito andino existía una gran afición por los oráculos y se predecía el futuro de muy distintas maneras. Ningún acto importante se efectuaba en el Cusco sin consultar primero con la callpa: se trataba de extraer el palpitante corazón de un camélido y leer en él los augurios. Los más famosos oráculos fueron el de Pachacamac, el de Apurímac, el oráculo Chinchaycamac de Chincha, Mullipampa de Quito, el de Catequil en Huamachuco, y otros. Sin embargo, la mayoría de las huacas contaba con alguna suerte de adivinos.

Sacerdotes especiales llamados guacarimachic hablaban con las huacas y los ayatapuc se comunicaban con los muertos (Cabello de Valboa 1951: 287-288). Los caviacoc bebían pócimas y daban sus oráculos; es curioso constatar que un nombre parecido era el de la princesa-huaca llamada Cavillaca, y es posible que fuese una sacerdotisa o profetisa (ver Avila).

La Relación Anónima (1968:164) nombra como adivinos a los huatuc, quienes después de beber un brebaje se trastornaban y emitían entonces sus profecías. Otros, los hamurpa, miraban las vísceras de los animales sacrificados. Los informantes de Avila (1968, cap. 18) narraron un augurio sobre el fin de la adoración del dios Pariacaca. Contaron que al ser conquistada la región, los incas quisieron honrar a dicha huaca e instituyeron quince sacerdotes de Hanan Yauyos y otro tanto de Hurin Yauyos dedicados a su culto. Un día, estando todos reunidos auscultando las vísceras de una llama sacrificada, uno de los sacerdotes pertenecientes al grupo étnico de los llacuaces exclamó: "iQué desgracia! los augurios son nefastos; hermanos, nuestro padre Pariacaca será abandonado". Furiosos los demás lo insultaron, pero pocos días después se supo la noticia de los sucesos de Cajamarca. Ante esos acontecimientos los sacerdotes se dispersaron y retornaron a sus ayllus de origen.

En esa misma Relación se distinguen dos suertes de sacerdotes, unos eran, los yañca, pertenecientes al ayllu de Cacasica y su principal ocupación consistía en mirar los desplazamientos de la sombra del sol proyectada en un muro. Según el movimiento del astro sabían cuándo era el momento propicio para celebrar ciertas fiestas. Además, cada ayllu poseía un huacasa o huacsa a cuyo cargo estaba la ejecución, tres veces al año, de los bailes rituales (ibídem, cap. 9). Es obvio que entre los yañac y los huacsa existían diferentes funciones y también jerarquías sacerdotales. Cuando la conquista inca a la región, el soberano vistió las prendas de un huacsa y tomó parte, como tal, en los ritos en honor de Pariacaca, gesto que halagó a todos los yauyos.

Arriaga (1968) al escribir sobre la extirpación de idolatrías menciona a los diferentes hechiceros, nombre, como ya hemos visto, que los españoles dieron a los antiguos sacerdotes. Según él, el huacapvillac era el que hablaba con la huaca y el de mayor jerarquía entre los demás ministros. El malquipvillac tenía por misión comunicarse con los antepasados momificados, de la misma manera el libiaopavillac adoraba al rayo y el punchaopvillac al sol. Cada ministro tenía su yanapac o ayudante, concepto sumamente andino como ya lo vimos en los curacas.

Los aucachic, llamados ichuri en el Cusco, cumplían las funciones de confesores, se trataba de una práctica panandina, usada en las grandes ceremonias o fiestas al mismo tiempo que se efectuaban los ayunos que consistían en no probar ají, sal, ni tener acceso a mujeres. Los azuac o accac a quienes se encomendaba la preparación de bebidas para ser consumidas durante los ritos eran, en la costa, hombres, mientras en la sierra eran mujeres. Una obligación de las mamaconas de los aclla huasi en tiempo del incario era preparar suficiente bebida para los fines estatales y festivos.

Los socyac eran los que a través de los granos de maíz podían predecir el futuro. Los pacharicuc o pacchacatic adivinaban los acontecimientos venideros por intermedio de arañas de gran tamaño. Según documentos sobre la idolatría, las arañas se guardaban en huesos humanos vacíos, y de la forma como caían al suelo dichos arácnidos se podían emitir las predicciones. Las arañas tenían su importancia en la costa, como lo comprueba su presencia en la iconografía nasca y mochica. Además, entre los geoglifos de la famosa pampa de Nasca existe una araña que quizá se relacionaba con este tipo de vaticinios. A ese gran número de sacerdotes y de adivinos hay que añadir a los curanderos, macsa o viha.

Diversos eran los modos de ingresar al sacerdocio; podía ser por herencia, pero primero el individuo debía mostrar aptitudes para el desempeño de sus funciones. Existían ayllus dedicados a ciertos cargos como los yañacs de Cacasica, mencionados anteriormente, o los tarpuntay del Cusco encargados de los ritos agrícolas. El segundo modo era por elección. Los ministros reunidos nombraban al que debía ocupar una vacante. Si algún fenómeno especial acaecía, como ser herido por un rayo y sobrevivir, era considerado como una predestinación. Tanto hombres como mujeres cumplían muchos de estos quehaceres; había sacerdotisas famosas como aquella del ídolo de Apurímac que prefirió lanzarse al abismo antes de caer en manos de los españoles (Pedro Pizarro 1978).Por lo general, los ritos y ceremonias en honor de la luna y de la tierra estaban en manos de la Coya o reina de las mujeres de la élite cusqueña (Santillán 1927). Una de las mayores fiestas en el Cusco era el Coyaraymi, tenía lugar en el equinoccio de septiembre y coincidía  con la llegada de las lluvias. Durante esos días celebraban la fiesta de la citua, que consistía en actos de purificación para alejar de la ciudad a todos los males. Las celebraciones duraban varios días y el cuarto era dedicado a la luna y a la tierra (Molina 1943).”

Una de las huacas más famosas del incario fue la del río Apurímac, donde oficiaba de sacerdotisa Asarpay, una hermana del inca, y que al decir de Pedro Pizarro:

“Pues aquí, como digo, en este Apurímac había un buhío muy pintado, y dentro de él hincado un palo muy gordo, más grueso que un hombre muy gordo, y este palo tenía muchos pedazos desgajados. Estaba muy lleno de sangre de lo que le ofrecían. Tenía un cinto de oro de ancho de una mano que le ceñía todo, soldado a manera de encaje, y en la delantera de él dos tetas de oro grandes, como de mujer, soldadas en el mismo cinto. Tenían este palo vestido con ropas de mujer muy delicadas, y con muchos topos de oro, que son a manera de alfileres que las mujeres de este reino usaban, grandes de más de un palmo de largo, y la cabeza muy ancha y llana, y colgaban de estas cabezas muchos cascabelitos chiquitos. Estos usaban ellas para prenderse las mantas que se ponían. A los lados de este palo grueso que tengo dicho, había otros pequeños en renglera, de un lado y otro, que tomaban todo el aposento de una parte a otra. Estos palos estaban asimismo bañados en sangre y vestidos con mantas como el grande, con sus topos, semejando estatuas de mujeres. En este palo mayor decían les hablaba el demonio, que se llamaba Apurímac. De éste era guarda una señora que se decía Asarpay, hermana de estos ingas. Esta se vino después a despeñar de un paso muy alto que hay a la bajada para la puente del río de Apurímac, tapándose la cabeza se arrojó en el río que va junto a esta barranca más de doscientos estados de alto, llamando al Apurímac, el  ídolo a quien ella servía.”

Huaca del puente incaico sobre el río Apurímac

Volviendo a lo que nos ocupa, hacia el cardinal Este y contiguo al emplazamiento del monolito, existe otra plataforma de  aproximadamente 48 metros de largo por 16 metros de ancho, en cuyo frente se ha construido un santuario para la huaca de Saywite, que nos presenta  unos pequeños recintos y un Usnu, todo dentro de un área de más o menos 270 metros cuadrados.

Vista frontal del adoratorio de la huaca de Saywite
 Hacia la mano derecha entrando, se distingue un acceso que haciendo un zigzag acaba en un corredor de 17 metros de largo, que se dirige al gran patio posterior, pero antes de ello existe un desvío a una gradería de varios peldaños que conduce a un Usnu de aproximadamente 40 metros cuadrados. También hacia la mano izquierda se puede distinguir otra entrada y una pequeña gradería para este mismo objeto. Este es el sitio más elevado del complejo arqueológico y es muy seguro que en su época de esplendor tuvo fines ceremoniales.





En el extremo izquierdo de la entrada principal se observa una puerta hacia un ambiente ciego.

En el lado superior derecho se aprecia el ingreso a un cuarto de "puerta y calle"

Pasando el corredor que mostramos en la imagen de arriba, se llega a un amplio patio de una extensión aproximada de 27 metros de largo por 16 metros de ancho, donde podemos apreciar que el Usno y los otros ambientes de la huaca terminan en una alta pared frontal con un amplio pórtico de una jamba al centro, cuyo dintel se encuentra en el suelo. Al fondo de esa puerta podemos observar una hornacina-altar trapezoidal, donde debe haberse exhibido la deidad principal o huaca de este adoratorio, que bien pudo ser una momia o un ídolo sagrado.

El adoratorio de la huaca de Saywite visto desde el patio interior

Pórtico de ingreso de una jamba y hornacina-altar trapezoidal de la huaca de Saywite

Hornacina-altar de la huaca de Saywite. En esta imagen podemos observar que los lugareños
aún hacen sacrificios de animales menores, (¿cuy o gallina?) y entrega de flores a la ancestral deidad 

que consangraba este santuario.
Debemos recordar que durante la Colonia, los evangelizadores y doctrineros del poder eclesiástico español, se dieron a la tarea de convertir a los indígenas en practicantes de la fe católica, para ello no dudaron en atacar a sus principales dioses  destruyendo todo signo de su culto (huacas, apachetas, mallquis, etc.). Es probable que el santuario de la huaca de Saywite haya sido uno de sus principales objetivos de destrucción y extirpación, sin embargo a pesar de los esfuerzos de estos misioneros, los pontífices españoles se dieron cuenta que el culto a los dioses nativos continuaba en esos tiempos y que nosotros constatamos que aún pervive en la actualidad, como una forma de resistencia a las costumbres extranjeras y un modo de preservar las tradiciones del Perú antiguo.


Incluso en nuestros días, desde el gobierno local, se promueven
          ceremonias de recordación a los dioses andinos.
  
Este bárbaro atropello fue documentado en visitas que se denominaron “Extirpación de idolatrías” e indagaciones sobre la religión andina, la que fue documentada en su época, siendo algunos de los más importantes testimonios, los siguientes: “Ritos y tradiciones de Huarochirí”, texto quechua de autor anónimo que reúne las creencias de los habitantes de la sierra de Lima, cuya compilación fue mandada hacer por Francisco de Ávila, párroco de Huarochirí; y, la “Extirpación de la idolatría del Pirú”, de 1621, de Pablo José de Arriaga. Tres fueron las campañas de extirpación del siglo XVII, la llevada a cabo por Francisco de Ávila entre 1609 y 1619; la de Gonzalo de Ocampo entre 1625 y 1626; y la última realizada por el Arzobispo Pedro de Villagómez entre 1641 y 1671.
 

Por el pórtico que da a la hornacina-altar del santuario, por una entrada que está al lado izquierdo se puede ingresar a unos recintos cuadrados y rectangulares, y por el lado derecho se camina por un pasadizo que se despliega a manera de “laberinto”, por donde se puede acceder a varios de estos pequeños cuartitos.










Por su reducido tamaño es muy probable que estos ambientes hayan sido sitios para que los devotos dejasen sus ofrendas u obsequios a la huaca que se veneraba en este santuario, o tal vez un alojamiento temporal para los devotos que venían a sanarse de sus males, pues no olvidemos que los sacerdotes incaicos eran además curanderos. Se nota que uno de estos recintos fue el principal, pues tiene una puerta con un dintel de piedra. Es probable que este recinto haya sido el alojamiento del sumo sacerdote en los días de ceremonia.



             

Finalmente se baja por una pequeña escalera, para luego doblar a la derecha y salir del santuario por su propia puerta, es decir, la que al momento de ingresar al patio, se encuentra a la mano izquierda.

Debo aclarar que este itinerario, lo he trazado para llevarlos a través de un paseo imaginario por los ambientes del santuario de la huaca de Saywite, pero nadie conoce a ciencia cierta, si los devotos de este culto tenían libertad para ingresar a este sacro espacio. 



000ººº000

Las más modernas investigaciones científicas nos dicen que las deidades y espíritus son significaciones que de modo infalible han estado en cada pueblo de la humanidad, desde dioses poderosos hasta simples entidades de las florestas, pues las personas tienden a suponer que detrás de cada evento existe un responsable, o sea, que cada vez que ocurre algo pensamos en un agente vivo que lo causa. Considerar que había un algo o alguien causando el más mínimo chasquido dentro de la caverna, podía ser muy útil en términos de supervivencia.

Este tipo de razonamiento es una herencia evolutiva de los instintos, pues en épocas remotas las posibilidades de sobrevivir eran mínimas teniendo en cuenta los depredadores y lo agreste del medio, de modo que aquellos hombres cuyos instintos eran suspicaces pasaban sus genes a sus hijos, lo que fue determinando un modo mental de procesar la información, que ahora se nos da de forma automática.

Además de la propensión de ver entes actuando detrás de cada evento, los hombres poseen tendencias empáticas, que es el modo cómo vemos a los demás para entender su modo de actuar.

Para los hombres de las cavernas era indispensable vivir en comunidades para su común protección, pero como la convivencia humana siempre ha sido difícil, resultó imprescindible lograr comprender las conductas y creencias del resto de la tribu, es decir debieron asumir, también de modo automático, que existían razones detrás del comportamiento de los demás y para eso buscaban explicaciones, como las buscamos hoy, para saber qué clase de sujetos eran y para descubrir sus buenas o males intenciones para con nosotros, e incluso poder develar sus más profundos secretos, pues saber lo que piensa el otro, otorga poder.
 
Así que evolucionaron mostrándose suspicaces ante cada evento desconocido. De modo que cuando de pronto un guijarro caía en la cueva, luego de averiguar y no encontrar un autor material, por instinto tendían a suponer que era una criatura invisible la que lo había arrojado. Esto mismo nos sucede ahora, cuando en medio de la noche oímos un ruido extraño en alguna parte de nuestra casa, pero cuando acudimos a averiguar nos enteramos que no fue un gato, un ladrón u otra causa material, tendemos a suponer que ha sido un fantasma u otra fuerza extraña e irracional, pues nuestro instinto natural está dirigido a suponer que todo debe producirse por una causa, sino es material entonces puede ser inmaterial.  

Cuando el evento era catastrófico o traía consecuencias nefastas para la comunidad, como un volcán, una plaga, un huayco, una sequía, la tendencia colectiva estaba dirigida a creer que lo había provocado un ser poderoso y que lo había hecho en primer término, para demostrar su poder y más adelante, ya deificado, como un castigo por desobedecer los deseos de esa poderosa fuerza.

Estos dos mecanismos mentales pudieron acabar en la creencia de que lo que acontece en la realidad, pero que no podía ser explicado racionalmente, era ejecutado intencionalmente por criaturas sobrenaturales conscientes, lo que explicaría la existencia de dioses, espíritus y fuerzas sobrenaturales en todas las culturas y en todos los tiempos.

      Por eso ahora conocemos que no se trata de saber qué dioses son los más poderosos o quiénes los verdaderos, pues en su tiempo histórico, cultura y lugar, los hombres han tenido los dioses que su entorno natural, sobre el que tenían que sobrevivir, les ha revelado. Así fue como surgieron estos dioses andinos, aunque distorsionados por el dogma católico y los prejuicios de los españoles que además tenían la obligación de imponer su credo, fueron y son aun las deidades que desde hace miles de años han recibido la devoción de los pueblos ecológicos que siguen viviendo en estos inmensos y telúricos paisajes cordilleranos.


[i] tinkuy. v. Encontrarse, entrevistarse dos o más personas. || Llegar a tocarse dos cosas. SINÓN: laythuy, tupay, tupay. ||Agri. Unión de las dos zonas ecológicas andinas: qheswa y puna, entre los 3,500 y 4,300 m. s. n. m. (Diccionario Quechua – Español – Quechua Simi Taqe de la Academia Mayor de la Lengua Quechua, del 2005).
[ii] Paqarina, es un término que los antiguos hombres de los andes utilizaban para señalar el lugar de su origen y el destino final de sus antepasados. Las paqarinas estaban asociadas con sitios físicos, tales como agujeros en los suelos, cuevas, lagos, lagunas.  En quechua esta mitológica palabra también describe un tipo de "portal" a través del cual fluyen las fuerzas de la vida y la muerte.
[iii] Felipe Guamán Poma de Ayala, ocasionalmente escrito también como Felipe Huamán Poma de Ayala (San Cristóbal de Suntuntu, Ayacucho, 1534 - Lima, 1615), fue un cronista indígena de la época del virreinato del Perú. Se dedicó a recorrer durante varios años todo el virreinato y a escribir su Primer nueva crónica y buen gobierno, uno de los libros más originales de la historiografía mundial. En esta obra, de 1180 páginas y 397 dibujos, que presuntamente terminó de escribir en 1615, muestra la visión indígena del mundo andino y permite reconstruir con mucho detalle aspectos de la sociedad peruana después de la conquista, a la vez que ilustra sobre la historia y genealogía de los Incas con textos en el castellano del siglo XVI y en el quechua general. La obra, tenía como destinatario al rey Felipe III y fue enviada a España, sin embargo, se extravió en el camino. Hoy se conserva en la Biblioteca Real de Dinamarca.
[iv] GUAMAN POMA DE ALAYA, Felipe. NUEVA CRONICA Y BUEN GOBIERNO. Prólogo de Franklin Pease. Pág. 187.
[v]DE ARRIAGA, Pablo José. La extirpación de la idolatría en el Perú. http://www.biblioteca.org.ar/libros/155230.pdf
[vi] Pablo José de Arriaga (Vergara, España, 1564 - Capitanía General de Cuba, 1622) fue un jesuita español. Llegó al Virreinato de Perú en 1585, donde recibió las sagradas órdenes. Participó en las campañas de extirpación de idolatrías con los jesuitas Fernando de Avendaño y Luis de Teruel siguiendo las disposiciones del Arzobispo de Lima Bartolomé Lobo Guerrero.
[vii] Fray Antonio de la Calancha, conocido también como Padre Calancha (Ciudad de la Plata de la Nueva Toledo, hoy Sucre 1584 - Lima, 1 de marzo de 1654), fue un religioso agustino y cronista de Charcas (hoy Bolivia).
[viii] DE LA CALANCHA, Antonio. CRONICA MORALIZADA DEL ORDEN DE SAN AGUSTÍN EN EL PERÚ CON SUCESOS EJEMPLARES EN ESTA MONARQUÍA Tomo III. Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia. Págs. 39 a 48.
[ix] Este pie de página es nuestro. Conopas o illas.- Eran pequeños ídolos de piedra de veneración particular de una familia o ayllu cuyo culto se trasmitía de generación en generación, representaban a la fecundidad de animales y buen producción de las cosechas, generalmente eran estatuillas antropomorfas o zoomorfas de distintas denominaciones como por ejemplo: saramama o madre de maíz, uchumama o madre del ají, etc.
[x] ROSTWOROWSKI DE DIAZ CANSECO, María. Historia del Tahuantinsuyo. Instituo de Estudios Peruanos – IEP. Sexta reimpresión. Lima. 2009. Págs. 227 al 230.