–¡Mañana! ¡Mañana! En nuestra
sección: “!EL INSPECTOR ARDILLA. EL QUE
TODO LO SABE, EL QUE TODO LO PILLA!”, les estaremos revelando los
pormenores de un escandaloso robo que le hizo un conocido funcionario a la
Dirección Regional de la Productividad! –Anunció a viva voz el locutor del
noticiero radial del mediodía, y agregó. –¡No se pierda este gran destape que
lo dejará con la boca abierta, porque lo tenemos todo absolutamente
documentado!
Esos anuncios
se repitieron cada diez minutos dentro de las dos horas que duraba ese
noticioso, y entre uno y otro, se matizaba. –Lo que vamos a revelar mañana,
¡con pruebas en la mano!, va mandar derechito a la cárcel a una banda de
ladrones de cuello y corbata. ¡No se lo pierdan! ¡No se lo pierdan!
Un poco más
allá de la mitad del programa, una voz femenina llamó diciendo que quería que
la atendieran por la línea interna de la emisora. Luego de esa llamada no se
repitieron más esos tremebundos anuncios, aun cuando sus productores sabían que
tenían un montón de gente con las orejas pegadas a la radio, con la esperanza
de que al final del noticioso se adelantara, aunque sea un pequeño detalle, de
lo que sería esa importantísima novedad que los tenía en vilo a todos.
Al día
siguiente, cuando todas las radios de todos los mercados, de todos los taxis,
de todas las oficinas públicas y privadas, de todas las tiendas de abarrotes y de
todos los chismosos de todas partes estaban
en sintonía con
“El inspector ardilla” o “chauchilla” como le dicen
otros, no se
dijo nada del
asunto, absolutamente nada, mucho menos hubo destape alguno. "El
inspector ardilla" se limitó a repetir las harto conocidas noticias
locales que imprimen los periódicos del pueblo, leer algunas novedades
nacionales e internacionales del internet, entre algunos mal leídos comunicados
pagados y a preocuparse por la gratuidad de las matrículas, aconsejando a los
padres de familia y apoderados para que denuncien a los malos directores de los
colegios y las escuelas y a sus respectivas APAFAS, si es que les cobraran
siquiera un mísero céntimo más por ese concepto, etc., etc., y bla, bla, bla y
nada más.
Como no salía
la tremenda noticia que con bombos y platillos habían anunciado en la
programación del día anterior, algunos radioescuchas comenzaron a desplazarse a
otro punto del dial o simplemente apagaron sus radios, pues si no había eso de
"lo que le gusta a la gente", no valía la pena seguir escuchando a
esos adefesiosos. Al día siguiente como faltó el morbo a la que estaba acostumbrada su enorme audiencia, el rating
de "El inspector ardilla" fue casi nulo.
–Mire señora, lo que tenemos en
nuestras manos son varios documentos comprometedores que nos ha llegado a
través de nuestras fuentes, que involucra al jefe del Área de Abastecimientos.
–Le dijo el pequeño individuo, al tiempo que miraba uno de los documentos y
luego preguntó como si no tuviera ningún interés: –¿Entonces es usted la esposa
de Toribio Ordoñez Silva?
–Sí señor, eso ya se lo había
hecho saber este mediodía por la línea interna de la emisora, pero ahora lo que
yo quiero es aclarar con usted ese asunto a fin de evitar cualquier mal
entendido que pudiera involucrar gratuitamente a un honorable servidor público.
–Le aclaró la mujer.
–¡Señora! –Le dijo con el tono
áspero de quien va a lanzar una rotunda negativa. –La verdad es que nosotros no
tratamos con nadie, ni siquiera con los vocales, jueces y fiscales que tantas
veces nos han querido aclarar los oscuros asuntos que los involucran
directamente con los malos manejos de la justicia, porque nosotros sólo somos
hombres de prensa que nos limitamos a
cumplir con nuestro sagrado deber de informar objetivamente a la opinión
pública. Sino qué clase de periodistas seríamos. ¿No le parece?
–No me parece y de ningún modo se
parece a nada señor. Yo no quiero entorpecer su sagrada misión de informar a quien a usted le dé la gana, ni
tampoco menguar su derecho a opinar, pero es el caso que mi esposo nada tiene
que ver con la supuesta adquisición con sobreprecios de veintidós motocicletas, ocho laptop Corei7 y seis impresoras Multifuncionales
Laser de alta velocidad con red inalámbrica e impresión en Dúplex para su
centro de trabajo, pues esa adquisición se debe a los malos manejos del
empleado Elías Campana Manrique, que aprovechando que la oficina de
abastecimientos estaba recibiendo la visita de la comparsa de “Las comadres”,
en la confusión de ese jolgorio y sin que mi esposo se diera cuenta, le hizo
firmar algunos documentos. Además ese asunto
ya está más que aclarado y a punto de subsanarse como se subsana
cualquier error humano.
–¿Acaso se refiere a estos
documentos? –Le preguntó con algo de sorna al tiempo que le mostraba un fajo de
fotocopias.
–De repente sean esos señor, pero
como usted sabe yo no trabajo en esa oficina como para decirle de qué
documentos se trata. Lo único que le puedo decir es que yo lo escucho a usted a
diario en su noticiero y por eso le he llegado a tener gran admiración y
respeto como le tiene todo el pueblo en su conjunto, por la gran valentía y gran profesionalismo con que su persona encara las denuncias que le llegan a sus manos, y por eso no dudo que se trata
de esos mismos papeles.
–¡Qué bueno señora y qué ejemplar
gesto que ha tenido para conmigo al aclararme de qué se trata todo este asunto,
pero sobre todo aprecio el hecho que usted haya señalado al principal
sospechoso de ese execrable latrocinio. –Y cuando la mujer estaba sonriendo de
satisfacción, acotó. –Entonces lo que vamos hacer mañana mismo, porque
honestamente no puedo sustraer de la opinión pública este delicado asunto por
otro día más, es que usted se presentará en nuestros estudios y lanzará
valientemente su denuncia contra el malnacido, disculpe usted la grosería, que aprovechándose del “Día de
las comadres”, le ha hecho meter la pata a su
esposo. Después con un escrito de nuestro asesor jurídico lo denunciamos ante
el Ministerio Público, y como su esposo no es ningún delincuente estoy seguro que dentro de las investigaciones se aclarará
su inocencia, y hasta quizá podamos lograr que el proveedor, poniéndose la mano
al pecho, devuelva al Estado el
sobreprecio de esas adquisiciones. ¡Claro está!, que todo eso debe hacerse sin
perjuicio de que al corrupto Elías Campana Manrique lo echen a patadas de esa
prestigiosa oficina y se vaya derechito a la cárcel.
–¡No señor periodista!, eso nunca
lo voy a hacer, porque mi condición de educadora no me lo permite. Si hago eso
o algo parecido mañana mismo me despiden de mi trabajo.
–Pero señora, cómo la van a despedir
si usted es la principal accionista y hasta la directora de esa institución
educativa privada. Además con su grave denuncia va a dar el mejor ejemplo a
todos los ciudadanos, especialmente a los radioescuchas. Señora esos gestos de
coraje aprecian mucho los padres de familia, porque la corrupción es lo que más
odian los ciudadanos honestos. ¡Qué me dice!, ¿se anima o no se anima?
–Mire señor periodista, parece
que me conoce tanto como lo conoce todo el mundo a usted. Es muy cierto que yo
no le temo a la verdad, y ya sea mañana o en cualquier momento, puedo lanzar a
los cuatro vientos de este pueblo lo que yo considero mis verdades, entre las
que está primero la lucha abierta contra la corrupción, pero lo que yo quiero por sobre
todas las cosas, es que no se empañe el sagrado
prestigio de la Dirección Regional
de la Productividad donde mi
esposo por más de veinticinco años presta honradamente sus
valiosos servicios. La verdad señor periodista es que a esa institución mis
hijos y yo le tenemos un gran cariño, porque de allí ha salido nuestro pan de
cada día, y no quisiéramos pudiendo evitarlo, se melle gratuitamente su reputación por un
malentendido.
–Si es así, entonces ¿qué podemos
hacerle?
–Bueno señor periodista, así como
está yendo esta conversación no vamos a llegar a ninguna parte, y como no
quiero quitarle un solo minuto más de su valioso tiempo, sin ánimo a ofenderlo
o algo parecido, mejor por qué no dejamos todo ese asunto que tiene usted entre
manos y yo a cambio, para los gastos que debe representar el alquiler de la
emisora, el pago de su personal, de los teléfonos, su tiempo en la preparación
del programa y su propia difusión, y todo lo que usted tiene que hacer día y
noche para cubrir las noticias de nuestra caótica región, sin mucho preámbulo,
y como criollamente se dice: “hablando a calzón quitado”, le confío 500 soles para dejar esa infidencia
como si fuera cosa del pasado.
–Eso no lo puedo hacer ni por
cien mil soles. Para mí eso significa traicionar la confianza que el pueblo ha
puesto en mi persona para velar por sus sagrados intereses. ¡Ni hablar!, usted me está
ofendiendo gravemente y con consecuencias.
–¡Perdóneme señor periodista!, no
lo tome así. Nunca ha sido mi intención ofenderlo ni siquiera en broma con esa
nimiedad. Lo que pasa es que como toda buena ama de casa no he podido dejar de
regatear. ¿Y si le ofrezco mil quinientos?
–Mire señora, para no extender
más esta embarazosa conversación, págueme tres mil y le entrego todos estos
papeles y al rato verá cómo todo este malentendido no ha existido jamás, ni
siquiera su persona, mucho menos yo. –Dijo el locutor como si le hubiera hecho
un milagro a un pecador, y que esa reunión se acabaría con la última palabra
que pudiera decir ella, de modo que comenzó a acomodar sus papeles en el viejo
y grasoso folder de plástico que llevaba a todas partes.
Como la mujer
sabía por noticias de otros que habían tenido que sufrir ese mismo calvario,
que ese monto era más o menos su precio, dijo: –¡Acepto!, pero con la condición
que me diga quien fue la persona que le entregó esos papeles.
–¡Oiga qué le pasa!
Señora no hemos hablado nada, nunca nos hemos visto y esta reunión jamás ha
existido, ni en el pasado ni en el futuro
de su vida. ¡Cómo puede usted pretender que mi persona tenga la infamia de
revelar un secreto profesional, tanto más cuando el artículo sexto del Estatuto
de la Federación Nacional de Periodistas del Perú, me obliga a guardar en
reserva mis fuentes. ¡No, eso jamás de los jamases!
–Y si le doy mil soles más,
¿podría? –Tentó la mujer.
–Para eso tendría que pagarme
primero. Pero ante todo tenga en cuenta que no lo hago por la plata, sino
porque mi código deontológico me dice que puedo recurrir a esta excepción
cuando está en peligro la lealtad que le debe un subordinado a su jefe.
–Aclaró.
Cuando la mujer
le alcanzó el dinero, después de contarlo minuciosamente, le dijo: –Fue el
señor Elías Campana, pero no le digan de donde saben esa infidencia, hagan como
que su esposo es un jefe muy "mosca" y que nada se le escapa. –Dijo
esto al tiempo que abandonaba rápidamente el lugar.
–¡Provecho señor locutor!
–Alcanzó a decir la mujer con tono de burla, a la par que agregaba: –Y no se
atreva a jugarme otra cochinada, porque lo tengo todo grabado. –Le dijo esto
mientras le mostraba cómo sacaba un celular de su pecho.
–¡Qué casualidad, pues yo también
lo tengo todo grabado!, pero le aseguro que la gente me creerá más a mí que a
ti. –Le dijo con tono burlón y tuteándola. Además agregó esta pregunta. ¿O
crees mamichula que un robo se tapa solo con plata? –La tuteo otra vez.
♥♣☻♦♠
–Señor Campana, quisiera hablar
con usted a la hora de la salida. –Ordenó con tono de súplica el jefe del Área
de Abastecimientos de la Oficina de Administración de la Dirección Regional de
la Productividad.
–¡A sus órdenes Jefe! –Respondió
el empleado.
A eso de las
seis de la tarde, cuando solo quedaron el Jefe del Área de Abastecimientos y el
trabajador citado, este le gritó:
–¡Concha de tu madre!, ¿crees que
soy cojudo, no? Crees que no me he dado cuenta quién está sacando los papeles
confidenciales de la oficina para dárselo a ese huevón que se hace llamar el
inspector ladilla, chauchilla o cuchilla y no sé qué otras huevadas más. En
estos momentos te estoy haciendo una denuncia para que te sometan al nuevo
procedimiento administrativo disciplinario de la Ley del Servicio Civil y ahí
sí que vas a cagar fuego, porque te irás de esta institución como la mierda que
eres. –Le gritó con los ojos salidos y vidriosos y la boca seca y rodeada de
una baba espesa como de quaker.
–¡Mentira jefe! ¿Quién le ha
dicho? –Se defendió airoso el insultado.
–¡A mí nadie me tiene que decir
qué está pasando en mi oficina! Conozco este lugar más que mi casa y mejor que
a mis propios bigotes. Yo me doy cuenta de hasta cuándo se ha movido una
basurita de este lugar.
–¡Denúnciame pues!, y después
vemos quien puede denunciar mejor. Tú crees que porque eres funcionario de
confianza de todos esos rateros que están haciendo su fiesta en el Gobierno
Regional, me voy a chupar porque te haces el gritoncito. ¡Yo no he sacado ni un
solo papel de esta oficina, ni me interesa! Tú crees que si te hubiese querido
joder me hubiera ido a quejar ante cualquier huevón. ¡Yo mismo hubiera llevado
esos papeles al Presidente de la República, a la Contraloría General de la
República, a la Comisión de Fiscalización del Congreso, a la Oficina de Control
Interno, y encima si me daba la gana lo hubiera repartido como volantes a los
Consejeros Regionales, aunque esos inútiles no sirvan para ni mierda, y al
final lo hubiera distribuido como panfleto por todas las calles del pueblo,
para que todo el mundo sepa en qué cochinadas andas metido y la clase de mierda
que eres como para favorecer a un proveedor bamba que ni siquiera empresa
formal tiene. Lo que más cólera me da es que sólo porque te da la gana me mentes
a la madre. ¡¡¡Concha tu madre!!! –Dijo esto claro y fuerte al momento de salir
tirando las puertas de esa oficina con aire de cumplir con todo lo que había
dicho.
Definitivamente
aquel funcionario de confianza no sabía que se estaba metiendo con el más "jechachupa"
de la institución, es decir con el más rabioso, malhumorado y de malas pulgas
de esa oficina, y que desde hace mucho tiempo estaba harto de todos los
corruptos que habían pasado por ese cargo solo para enriquecerse.
“¡Maldito, mil
veces maldito sea mi comedimiento de haber confiado en ese ardilla de
mierda!" "¡Me las va a pagar ese miserable soplón! Hasta le ha
entregado las mismas fotocopias de los documentos que le he confiado".
"¡Que huevón, mil veces huevón he sido para confiarme tan cojudamente en
ese concha su madre!” “¡Pero esto no se va a quedar así, le voy a sacar la
mierda hasta que ni la puta que lo parió lo va a reconocer!”. Se lamentaba cada
cinco minutos dentro de su mente, el patriota colaborador.
♥♣☻♦♠
–¡Oye mierda!, te he estado
buscando por todas partes para decirte
que tengo en mi bolsillo una pistola Beretta 950 con ocho tiros para mandarte
al infierno por soplón. ¿Por qué le has dado los papeles a ese cutrero que tú
debías denunciar anteayer, y hasta ahora no lo has hecho? Lejos de largarte con
la primicia, le vendes los mismos documentos que te di y encima me vendes a mí
también. ¡Maricón de mierda! –Y cuando estaba tratando de marcar su celular le
gritó: –¡Dame ese teléfono o te disparo hijo de puta! –Al ver el arma el locutor
le alcanzó el celular con la mano temblorosa y comenzó a decir a modo de
súplica.
–¡Cómo puedes
decir eso hermano! Pues eso
jamás puede suceder, porque
los periodistas por mandato del artículo sexto del Estatuto
de la Federación Nacional de Periodistas del Perú, tenemos la obligación de
guardar en secreto nuestras fuentes.
¡Eso es sagrado! Lo que pasó fue que como tu denuncia era muy grave, se lo
comunicamos al Fiscal Superior del departamento y este al enterarse de
semejante robo, al toque me quitó los papeles y me suplicó que guardara el más
absoluto silencio, porque esos documentos eran la prueba principal que estaba
buscando para comprender dentro de una investigación más grande al Presidente
Regional, los Gerentes Regionales, los Consejeros y hasta al propio Jefe de la
Oficina de Control Interno en un complot en contra del Estado, porque estos
ladrones están tratando de apoderarse de todos los recursos públicos con el
objeto de provocar una insurrección popular.
–¿De dónde eres periodista huevonazo?
¡No me vengas con esas cojudeces de jueces y fiscales justicieros si todos esos
son la misma mierda que tú y por eso este pueblo sigue igual de cagado desde el
tiempo de los españoles! ¡Devuélveme los documentos concha tu madre y después
puedes irte a la puta que te parió! –Le gritó en voz alta y el otro que le
hacía un montón de gestos como suplicando: "Por favor cállate" o
"Qué vergüenza, no me hagas roche".
–¡Por Dios y por la santa cruz de
mi madre, yo ya no tengo tus papeles. Como te he dicho lo tiene el Fiscal Superior
en lo Penal.
–Entonces ahorita mismo nos vamos
dónde el Fiscal Superior para ver si eso es cierto. ¿O crees que soy cojudo?
–¡Cómo me vas a hacer eso!, si le
he prometido al Fiscal Superior que toda la mega investigación que está preparando debía quedar en el más
profundo secreto.
–No te preocupes, el Fiscal
Superior que debe ser tu socio, se va a alegrar con mi llegada, porque tengo
muchos y mejores documentos que le pueden interesar, incluso te va a agradecer
de todo corazón que nos hayas presentado. ¡Camina carajo! –Le ordenó metiéndole
la pistola entre las costillas.
Cuando estaban
disponiéndose a partir, el locutor que estaba tembloroso y más pálido que el
cadáver de un chino, emprendió una estrepitosa carrera, corriendo de un lado
para otro y tirándose al suelo como si de verdad le estuvieran disparando,
de modo que
a su contraparte
no le quedó
más remedio que
reírse a carcajadas al ver al
enano huir como un cuy desesperado por no acabar en la sartén. “Cuando te
vuelva a encontrar, si es que te encuentro petiso hijo de puta, te voy a dar
una paliza que te va a quitar las ganas de dártela de periodista, huevón de
mierda.”, pensó alegremente al tiempo que lanzó contra una pared el iPhone 6
Plus color plata gris espacial de 64 GB, que no hace mucho le había ordenado
comprarle a una de sus víctimas al mismo tiempo que guardaba la replica de juguete de su Beretta 950.
♥♣☻♦♠
Con una
sonrisa en los labios le alcanzó la mano para estrechar la suya con mucha
amabilidad, y después de mirarle a los ojos le dijo: –¡Mira hermano!, la verdad
es que no he querido ofenderte, ni mucho menos pelearme contigo. ¿Cómo vamos a
andar como perro y gato?, si todos los días tenemos que vernos, estar juntos y
hablarnos. Discúlpame por cualquier grosería que sin querer te haya podido
decir, pero ahora es mi deber pedirte perdón por haber dudado de tu lealtad. Lo
que pasó fue que como en ese programa que se hace llamar “El inspector ardilla”
estaban anunciando que iban
a destapar una cosa muy fea que
se habría cometido dentro de nuestra institución, y sin razonar y del
modo más cojudo posible pensé que se trataba de nuestra área, y si de algo
podían hablar esas mierdas era porque tenían alguna prueba, pero como no tenían
nada de nada, no pudieron decir todo lo que estaban anunciando y ahí se quedó
todo. ¿Me disculpas hermanito? –Suplicó.
–Está bien, te disculpo. Pero no
me puedes negar que en la adquisición de los equipos a la empresa “Data
Trilher” existe un sobreprecio de casi el doble.
–Todavía ese proveedor no nos ha
entregado los bienes. Pero cuando los entregue algo de ese sobreprecio, que tú
dices que existe, te puede llegar. ¿Estamos?
–¡Ver para creer, dijo un ciego!
–Y hundió su mirada en la computadora.
♥♣☻♦♠
–¡Señora Directora!, su atención
por favor, porque estamos tratando de aclarar el paradero de los cuatro mil
soles que han desaparecido de la caja del colegio y dar con el autor de ese
robo.
–¡Perdón!, precisamente estaba
pensando en eso. –Y era cierto que
estaba pensando en eso: “Que buena raza tiene ese inspector chauchilla. Primero
y solo porque le da la gana se autogradua de comunicador social y hasta toma el
nombre de la Federación Nacional de Periodistas del Perú, para defender su
grotesca metamorfosis. Luego monta su calumnioso programa radial haciéndose
pasar por una persona moral, ética y hasta espiritual. Después asumiendo
gratuitamente el papel de defensor del pueblo y el más macho de todos los
informantes, denuncia a todo el mundo de ser parte de la corrupción sólo para tener
audiencia, y cuando en ese bellaco quehacer le llegan documentos que los
envidiosos le entregan, se los vende a los denunciados. Si a mí que más o menos
sé defenderme en menos de quince minutos me ha asaltado cuatro mil soles, a
otros, hasta los calzoncillos debe sacarles. Con la gran cantidad de malos manejos
que se hacen en todas las oficinas, ese petiso debe estar haciendo la misma
operación ocho o diez veces al mes, y si a esto sumamos los ingresos que recibe
de aquellos que quieren que ese porquería raje a su gusto de ese u otro funcionario,
proveedor, político o empresario, más lo que le deben pagarle los ofendidos
para defenderse. ¡Carajo!, mañana mismo, alquilo un par de horas en una emisora, y en
nombre de la libertad constitucional de información, opinión, expresión y difusión del
pensamiento me dedico a fregar a todo el mundo, y como ese enano me convierto
en millonaria gracias a la corrupción de la que tanto raja. ¡Esos negocios
redondos a mí no se me escapan!"
–¡Directora Teresa! –Volvieron a
solicitar su atención.
–Para mí que fue la
secretaria. ¡Ella es! Esa es la que nos ha robado los cuatro mil soles. ¡No
puede ser otra! –Acabó acusando directamente.
Felicitaciones, El Inspector Ardilla, un cuento muy atinado a la realidad, demuestra la corrupción a todo nivel, disfrazados de personajes honorables, muy bueno y reflexivo para está cuarentena.
ResponderBorrarGracias
ResponderBorrarMuy pintoresca y simpática novela (porque da para mas), que refleja la ingobernabilidad realidad que vivimos, en tiempos del corona virus.
ResponderBorrarEs un cuento, En una novela daria para mas. Gracias por el comentario
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