martes, 27 de marzo de 2018

EL CARNAVAL ABANQUINO (12)

COMO VISTEN LOS ABANQUINOS

        Si vivimos sin mirar al pasado, podemos estar viviendo un presente equivocado y de persistir en ese error, este se extenderá al futuro, logrando confundirnos más.

       Digo esto en referencia a la vestimenta tradicional del poblador abanquino, no me refiero a lo que visten los que actualmente viven en la ciudad de Abancay, sino a los ciudadanos de su campiña, dedicados principalmente a la actividad agraria, y que felizmente todavía no han caído en la pobreza o extrema pobreza y que por esa razón visten multicolores ropas de segundo uso traídas del extranjero, gracias a ser donadas por la caridad pública o, por ser las más baratas del mercado, sino que estoy hablando del auténtico y pudiente abanquino.

De modo que en estos tiempos ya no se puede decir cómo viste el abanquino, sino:

¿Cómo vestía el abanquino?

Para saber esto es necesario aclarar que el traje típico o tradicional, es la vestimenta que expresa la identidad de un pueblo, una cultura, una región o una nación. Esta vestimenta puede ser de uso cotidiano o para lucirse  en celebraciones religiosas, fiestas, festivales, etc. Estas prendas suelen variar según la edad, el sexo, el estado civil y la condición socio económica de quien las luce.

Sobre la base de este concepto, solo nos queda presentar imágenes de abanquinos de la primera mitad de siglo XX, para conocer  su tradicional modo de vestir, veamos:

Foto de la inauguración de la casa de máquinas de la ex hacienda Patibamba 
de Abancay en los años 1930. Se puede ver la clara estratificación 
de la sociedad abanquina donde no aparecen las mujeres.



Los hacendados y las autoridades civiles, militares y eclesiásticas

Los abanquinos de la ciudad y del campo


Los colonos o Ccorpas

LOS MISTIS: representados por el hacendado, las autoridades de la ciudad, sus invitados y los empleados de la hacienda con sus prendas de vestir.

LOS ABANQUINOS, con sus pantalones, chalecos, sacos de color negro, camisa blanca, zapatos de cuero de caña alta y planta de puentes y sombreros negros de paño y de ala ancha.

LOS COLONOS o CCORPAS de la hacienda sometidos a la servidumbre y el yanaconaje, usando sus paños y camisas de bayeta, sombreros de lana y ponchos cortos.

De las imágenes que presentamos podemos decir, que el traje tradicional del abanquino corresponde a una versión del traje moderno que apareció a mediados del siglo XIX en Inglaterra, donde se desarrollaron los patrones que aún están vigentes en la actualidad y que fueron copiados en varias regiones del mundo.

Lo que hoy llamamos traje[1] moderno fue una innovación inglesa del siglo XIX, que se sobrepuso a la indumentaria fijada por Carlos II, rey de Gran Bretaña hacia 1660. Originariamente se llamó “traje de campo” por ser usado en la campiña y ocasionalmente en actividades recreativas o en la playa. A finales del mismo siglo fue la vestimenta que caracterizaba a la clase obrera y los agricultores europeos que consistía en:

-   El pantalón, que es una prenda que se ajusta a la cintura y llega generalmente hasta el tobillo, cubriendo cada pierna separadamente.

-   El chaleco, que es una prenda de vestir sin mangas que cubre el tronco del cuerpo y generalmente se lleva encima de una camisa u otra prenda y debajo de un saco.

-   El saco, que es una prenda ajustada al torso, con manga larga, solapas y bolsillos, tanto interiores como exteriores, abierta por delante con una botonadura, que permite lucirse  abierta o cerrada. El largo es variable, desde los modelos y tipos ajustados a la cintura, a los que cuelgan o bajan hasta el inicio de las piernas.

-       El sombrero o la gorra de paño o fieltro.

-       Los zapatos de cuero, cortos, altos o botas.

-    El pañuelo para cubrirse el cuello y que luego derivó en la corbata moderna.

En 1906 fue elegido como miembro del Parlamento Británico, James Keir Hardie en representación del Partido Laborista Independiente (Independent Labour Party). Este fue el primer político que se presentó en esa institución vistiendo un “traje de campo”, hecho que empezó una revolución en el modo de vestir de aquella época, pues este traje de la clase obrera y campesina pasó a convertirse en la prenda predilecta de esos tiempos y los actuales, que sumado a una corbata, con el nombre de terno, usamos los peruanos.

Traje moderno (1901)
¿Cómo es el traje tradicional de varón abanquino?

En conclusión podemos decir que el traje tradicional y cotidiano del antiguo abanquino, que aún lucen algunos habitantes de la campiña abanquina, es el mismo traje moderno que se gestó en la Inglaterra de finales del siglo XIX, pero con sus características muy especiales:

-          Un pantalón negro.
-          Un saco negro.
-          Un chaleco negro.
-          Un sombrero negro de paño de ala ancha.
-          Zapatos de cuero negro de media caña con planta de puentes.
-          Una camisa blanca de mangas largas.  




Una celebración popular abanquina de la segunda mitad del siglo XX, donde se observa a muchos campesinos abanquinos, usando el tradicional pantalón, chaleco, saco y sombrero negro de ala ancha y camisa blanca, aun cuando a este paisano no haya tenido dinero para comprarse un par de zapatos de cuero.

¿Qué función tienen el poncho y la chalina en el traje del abanquino?

El poncho, es una prenda de vestir de origen andino. Se trata de un abrigo de diseño sencillo, consistente en un trozo rectangular de tela o tejido grueso y pesado, en cuyo centro se ha practicado un tajo para pasar la cabeza. La tela o tejido se deja caer sobre el cuerpo, disponiendo los extremos de manera que permitan mover con facilidad los brazos.
           
            La chalina, que modernamente se llama bufanda, es un chal estrecho de caídas largas, que puede ser hecha con tejidos de lana, algodón, etc. El color de la clásica chalina abanquina blanca.

Debido al clima caluroso de los valles de Abancay y Pachachaca, el poncho y la chalina o bufanda no son prendas de uso diario de los lugareños. Pero en tiempo de lluvias los campesinos abanquinos todavía usan el poncho para protegerse del aguacero a manera de impermeable. Generalmente se usa y se siguen usando un buen poncho y una mejor chalina para los viajes por las alturas, tanto más si es a pie o a caballo.
    


En las provincias altas de Apurímac: Aymaraes, Antabamba, Grau, Cotabambas y Andahuaylas, el poncho, al igual que la chalina y el chullo, son prendas de uso cotidiano en amplios sectores de sus poblaciones altoandinas. Es importante destacar que un buen poncho es el símbolo cultural de nuestros pastores de camélidos sudamericanos, arrieros, llamichus y vaqueros o qorilazos.


    Finalmente solo nos queda decir que dentro de sus comparsas carnavalescas, los varones se exhiben con pantalón negro, camisa blanca, zapatos negros de caña baja y ponchos de color nogal con listas de diversos colores. Aun cuando esto último no es muy típico que digamos, pero su uso dentro del desenvolvimiento de las danzas, bailes y las rondas yunseras, le dan casi la misma gracia y vuelo que tienen las polleras femeninas al momento del zapateo, y desarrollar las vueltas y los ágiles desplazamientos que exigen su desenvolvimiento coreográfico. Además no está demás decir que los carnavales son en tiempo de lluvias y siempre es bueno andar protegidos. 












[1] Comúnmente se usa la palabra traje para denominar al conjunto tradicional masculino en el mundo occidental formado por un combinado de chaqueta y pantalón y en ocasiones, un chaleco.

martes, 20 de marzo de 2018

EL CARNAVAL ABANQUINO (11)

EL VESTIDO DE LA MUJER ABANQUINA


El traje típico de la abanquina del campo que hoy conocemos y que lucen todas las mujeres en los carnavales, tiene su origen en las confecciones españolas, introducidas en nuestra tierra por medio de los “repartos”, llamados también repartimientos, que consistía en la distribución compulsiva que hacían los Corregidores de mercaderías de origen europeo o proveniente de otras subregiones del virreinato, entre la población indígena y mestiza de su corregimiento.

Esta práctica legalizada por Decreto Real de 1751, fue usual desde la segunda mitad del siglo XVII y que al finalizar el mismo adquirió una importancia como medio fundamental para el funcionamiento del régimen económico y social del virreinato. Por medio este “comercio obligatorio” los Corregidores obligaban a los nativos a ingresar en el sector mercantil ofreciendo los excedentes de su producción agropecuaria o su mano de obra en las haciendas, ya que así estos podían obtener el dinero necesario para pagar las mercaderías repartidas a la fuerza y/o cumplir con sus tributos.

Manuel Espinavete López, en la “Descripción de la Provincia de Abancay”[1] que hiciera en su condición de Subdelegado del Partido de Abancay hacía de 1790, respecto de los repartimientos nos señala lo siguiente:

“REPARTOS.

            Por lo expresado hasta aquí en punto de Comercio se manifiesta que los habitantes del  Partido de Abancay consumen anualmente de once á doce mil pesos en efectos para vestirse, cuya cantidad subirá en algunos años; veamos ahora quanto repartían los Corregidores en cinco años, y á que precios.

Mil quinientas mulas a 36 pesos.                                               52.500.
Cincuenta mil varas de ropa Cuyo a 6 rs.                                  37.500
Ciento cincuenta quintales de fierro a 6
reales la libra                                                                              11.250
En Bretaña, Vayetas de Castilla, Medias
De hombre y mujer, de seda y lana,
Paños de primera y segunda, algunas Persianas                     12.000
Dos mil cuchillos a seis reales                                                    1.500
                                                                                             ────────
                                                                                                 114.750
            Cumplidos los tres años repartían lo siguiente:
            De la vuelta                                                                             114.750
            Quinientas Mulas á 35 pesos.                                                  17.500
            Doce mil varas de ropa Cuyo a 6 rs.                                          9.000
            Cincuenta quintales Fierro A 6 reales libra                                 3.750
                                                                                                      ─────────
                                                              145.000

En estos tiempos de modas descartables y a la carta, parece difícil entender que la ropa de las cholas abanquinas que todavía se usan en pleno siglo XXI, tiene una evolución de más de trescientos años, pues en ese entonces, por obra y gracia de los Corregidores españoles, las mujeres indígenas comenzaron a abandonar sus atuendos tradicionales y manufacturados por ellas mismas, para que comenzar a usar las ropas que por ese entonces eran populares en la península ibérica, como polleras hasta los tobillos y mantillas, y así con el paso del tiempo, lo español se hizo cholo. Lo que en un tiempo fue la última moda en España, ahora se ha convertido en un vestido típico o tradicional que expresa la identidad cultural de la mujer abanquina.


1.- LAS POLLERAS.

Que es el nombre con que se conoce en España y la América española a una variedad de faldas y vestidos que se caracterizan por sus elaborados adornos. Las polleras están elaboradas de diferentes materiales como algodón o lana y suelen llevar coloridas decoraciones en diferentes técnicas, comúnmente bordados y encajes con diseños florales.

Las polleras americanas derivan del vestido español del siglo XVI o XVII, que a su vez se originaron de una forma más simple y sencilla que usaban las mujeres de los substratos medios y bajos de la sociedad para sus faenas diarias o para ir a las celebraciones de las regiones donde vivían.

A estos largos vestidos se le llaman pollera porque con ellos las mujeres solían arrear a los pollos, recogerlos para que duerman o tomar los huevos de los gallineros. A la actualidad se los usa como traje folclórico en muchos países latinoamericanos.

En el Perú, las polleras se ocupan sobre tres capas de faldas. Además la pollera original antigua lleva una capa que va inmediatamente debajo de la pollera que se llamaba fuste, luego una falda llamada centro de lana que va encima de un segundo fuste. Estos fustes o faldas interiores suele variar de acuerdo a la región y a sus condiciones climatológicas.

Las polleras que lucen las mujeres abanquinas están confeccionados con seda brocada o chinchilla aterciopelada. Son de colores muy vivos y tienen  varios pliegues y se llevan sobre fustes y por debajo de las rodillas. A estas polleras, dependiendo de su grosor, les cruzan dos o tres encajes de color blanco.


2.- LA BLUSA.

Del francés: blouse, se refiere generalmente a la camisa utilizada por las mujeres. Estas se confeccionan con tela de algodón o de seda y pueden o no incluir cuello o mangas y tener detalles “femeninos” tales como colmenas o decoraciones bordadas.

Las blusas tienen botones invertidos a los de las camisas de los hombres, es decir, los botones están normalmente en el lado izquierdo y los ojales en el derecho. Algunos sugieren que esta costumbre fue introducida por tintoreros para que pudieran distinguir entre las camisas de las mujeres y las de los hombres.

            La blusa de la mujer abanquina es blanca con finos encajes en los puños y el pecho está adornado con cintas del mismo color que la pollera, pero también suelen llevar botones a modo de adorno, pero del mismo color que la pollera.

      
3.- LA MANTA.

En España fue conocida como manta o mantilla a la ropa suelta que usaban y aún usa la gente de los pueblos para abrigarse, y en algunas provincias es considerada como parte del traje y se lleva todo tiempo, como es el caso de las abanquinas.

La mantilla que la mujer abanquina luce en la espalda es del mismo color que la pollera y lleva unos anchos encajes que cubren sus cuatro costados dejando un espacio alrededor y uno rectangular en el centro. Esta mantilla se sujeta a la altura del pecho con un gran broche de plata.

En Abancay a esta prenda, algunos “expertos” le dan el nombre de rebozo, pero no es un rebozo propiamente dicho, porque esta es una prenda femenina usada en México, que es una sola pieza de forma rectangular y  que mide entre 1.5 m hasta 3 m de longitud, y pueden estar hechos de algodón, lana, seda o articela. Además estos rebozos pueden ser usados como bufandas o a manera de chales.

Las campesinas a menudo los usan para cargar a sus hijos o llevar productos al mercado, es decir tiene la misma función que la “liccla”[2] en el mundo andino.


4.- LOS BOTINES.

La historia de la bota, es parte del proceso de civilización humana, pues esta prenda elaborada con fines de protección data de 15,000 años a. C. Al comienzo de la civilización esta prenda era utilizada tanto por hombres como por mujeres. Pero a partir del siglo XIX, siglo de los grandes descubrimientos tecnológicos, y provocador de cambios, la nueva actitud de la mujer dispuesta a salir de su casa para conocer el mundo, provoca la aparición de las primeras botas femeninas, con modelos delicados y refinados, abotonados o atados con lazos.  Estas botas, de caña baja, se diferencian bastante de las botas masculinas.

Probablemente por esos años, a través de las mujeres de los hacendados hayan hecho su aparición en el valle de Abancay, la cuales fueron copiadas para las mestizas por las expertas manos de los zapateros y talabarteros cusqueños y abanquinos.

            Lo botines de la mujer abanquina son de caña baja, es decir no muy altos. Son de charol negro, que no es otra cosa que cuero que ha sido recubierto con un barniz o laca.

Niña de la hacienda Patibamba con botines (1915)

5.-
EL SOMBRERO.

            El sombrero de la mujer abanquina es redondo de ala ancha con una copa alta. Es un sombrero liviano de paja pintada con albayalde.[3] Alrededor de copa luce una ancha cinta negra que remata en un gran rozón o moño, generalmente en el costado izquierdo, que no es signo de ningún luto, sino más bien un toque de elegancia. 


       Debemos añadir que las mujeres bajo el sombrero llevan el pelo trenzado y lucen en los lóbulos de las orejas unos enormes y llamativos aretes artesanales de plata con finas representaciones de figuras como flores, animales nativos y otros. Finalmente debemos añadir que el precio de un buen vestido de estos, vale S/. 1,000.00 (MIL SOLES) o mucho más si los materiales son de mayor calidad, es decir, estamos hablando de una prenda bastante rica. 







[1] ESPINAVETE LOPEZ, Manuel. Descripción de la Provincia de Abancay. Mercurio Peruano XII, Nº 595-601. Biblioteca Nacional del Perú. 1792. Lima.
[2] Lliclla es una manta tejida que llevan las mujeres en los Andes peruanos con múltiples usos. Suele ser muy colorida con motivos, patrones, tamaños y colores que varían de acuerdo a la región, etnia o nación del artesano.
Se han encontrado llicllas Huaca Prieta (entre 4000 y 2500 años antes de Cristo) y tiene grandes hitos en las culturas Paracas y Nazca. Los cronistas españoles hablan de la difusión de la lliclla en el incanato. Cieza de León es el primero en mencionarla y la describe como "manta delgada que les cae (a las mujeres) por encima de los hombros".
[3] El término albayalde (del árabe al-bayūd, 'blancura') designa al carbonato básico de plomo (II), un pigmento empleado tradicionalmente en pintura artística, y, por extensión, también al color de ese pigmento.

miércoles, 14 de marzo de 2018

EL CARNAVAL ABANQUINO (10)

LA YUNSA DEL CARNAVAL ABANQUINO


El carnaval abanquino, reproduce la fiesta de la “yunsa”, “mallqui” o “cortamonte” que se remonta a una costumbre instalada en los departamentos serranos del país que cuentan con ceja de selva o selva alta, donde desde tiempos pioneros, sus colonizadores debían desboscar para la construcción de sus viviendas, la instalación de un huerto de frutales, de campos de cultivo, de pastos para la crianza del ganado y de sus corrales.

Culminada esa ardua tarea e introducidos los cultivos, durante el mes de febrero o marzo que son cuando ven el fruto de sus esfuerzos, lo festejan con canciones, danzas y abundante comida y chicha, representando en un árbol festivo, todos los árboles que debieron talar para construir su hogar y su sustento en medio en medio de los bosques.

Más adelante se llevó esta tradición chacarera, a los escenarios de pequeños centros poblados,  y en la actualidad ya se encuentra instalada en todas nuestras ciudades apurimeñas. Viladegut[1] nos refiere que esta costumbre empezó a celebrarse en Abancay a partir del año 1936, leamos:

“Por el año de 1936 se estableció en Abancay la «yunsa» de mucha popularidad en los pueblos del centro, llamada también «cortamonte». Consiste en plantar un gran árbol, cargado de adornos y regalos; luego, bailando, cantando y cortando a golpe de hacha alrededor del árbol se tumbaba el mismo, momento cuando todos los espectadores tienen que recoger al quitarse los regalos y adornos del árbol caído. Después los participantes se disponen a pasear por las calles de la ciudad haciendo gala de sus disfraces de campesinas y campesinos y evocando las canciones de carnavales.”

           
Sobre los afanes de la yunsa abanquina de la segunda mitad del siglo XX, Viladegut[2] nos relata:

La Yunsa

Es una costumbre de carnavales relativamente nueva, pues en Abancay se introdujo en 1936. Desde entonces se la practica en todos los distritos, barrios y comunidades con especial entusiasmo.

Desde varios días antes de carnavales se organizan grupos de familias de 20 o más personas, entre hombres y mujeres, primando a juventud, comprometiéndose a tomar parte en el juego y a contribuir en los gastos Un día antes del señalado para la fiesta que puede ser el domingo o miércoles de carnaval, se lleva un árbol al sitió designado para realizar la reunión; árbol frondoso, ato de ronco un poco grueso, generalmente el pacae. Se adorna al árbol con serpentinas, globos inflados, botellitas de cognac, juguetes, paquetes de dulces, panes, frutas; si el grupo es más entusiasta, se ponen otras cosas de más valor y atracción, se planta el árbol en un hueco en medio de gran algarabía, y se le complementa sus adornos con otras cosas más que están llegando en último momento.

Para el momento de la fiesta, todos los participantes van con trajes especiales de carnaval; las mujeres llegan ataviadas con sombrero de paja, chamarra, lliqllita y su pollera de vivos colores de pana debe ir una banda de músicos, una orquesta o una estudiantina Se cantan versos de carnaval: / Verde tumbo/verde tumbo / a las mejores me las tumbo /. /Aunque nos critiquen/ poco nos importa/por los carnavales / todo se soporta /.... Se baila y se da vueltas en torno al árbol, por parejas; y, una pareja por turno tanto el hombre como la mujer dan dos, tres y más hachazos al árbol, en medio de una alegría general, una y otra pareja hacen lo mismo, hasta que por fin, después de tanto porfiar, se corta el árbol y cae El público se abalanza sobre el árbol caído para coger alguno de los adornos en medio de un gran barullo. Los participantes felicitan a la pareja que ha cortado el árbol, y les desean éxitos para que al año entrante se encarguen de hace, similar o mejor actuad, de hecho resulta con el cargo encima.

La comparsa recorre algunas calles cantando y danzando carnavales. /El anillo que me diste/oro puro me dijiste / tutallamanta qawaykuqtiyqa/de hojalata había sido././Cielo abanquino / deja que me vaya / maypi kasqaipipas / yuyarimusqaykin /  y se va a la casa que es del “carguyoc”para rematar y seguir cantando y bailando:…../Tarukatapas, vikuñatapas / tropanmantas taqaqmi kam/chaichus mana, taqaykimanchu / yanaykipa brasunmanta/, tengo derecho / mayor derecho / para decirte, te quiero mucho/.


En la actualidad el desarrollo de esta fiesta comienza con la “hurk'a”[3] que es el pedido que hacen la pareja  encargada de realizar la yunsa, que se les llama los “carguyoc” (estar a cargo), para afrontar los gastos de la fiesta, consistente en comestibles, bebidas, regalos para adornar el árbol, músicos, o lo que buenamente quieran obsequiarles los “jurcados” (comprometidos).

El árbol, que puede ser un viejo pacae, un capulí o un palto fuera de producción, o un molle. Su tala. Su traslado. Su “parado” en el lugar señalado. Su adorno con globos, serpentinas, regalos, mantas, ropas, licllas, sombreros, canastas, obsequios y todo con lo que pueda darle apariencia de riqueza, corre a cuenta de los “carguyoc” y sus "jurcados"

               La bondad de la yunsa se mide por la cantidad de niños que esperan a que caiga el mallqui. Si el árbol es rico la chiquillada será abundante, si no es gran cosa, su ausencia será evidente.

A esta fiesta asisten los invitados vestidos con los trajes típicos abanquinos, aunque eso no es obligatorio, pero a veces la calidad de la fiesta a la que uno ha sido invitado, obliga. La fiesta empieza con la entrada de las parejas invitadas presidido por los “carguyoc” que llevan una muy ornada hacha, luego todos forman una ronda alrededor del árbol. 

        Si la fiesta tiene un conjunto musical, entonces tomados de la mano, todos bailarán cantando los que los músicos están interpretando, pero si no, sólo bailarán al compás de los carnavales abanquinos que  les llegará desde unos altavoces. Para que no falten las ganas, y más aún, para que no pare la fiesta, una chomba de chicha y varias cajas de cerveza estarán al pie del árbol, para los sedientos que deseen refrescarse o para los tímidos que necesiten despabilarse.

De rato en rato y desprendiéndose de la ronda, una pareja sale a bailar con mucho donaire delante de la yunsa. Realizando unos curiosos pasitos o una chacota que en ese momento se inventan, dan algunos hachazos al árbol, luego de ello alcanzando el hacha invitan a otra pareja. Y así toda la tarde continuará la fiesta sin tregua ni descanso, hasta que en el momento jamás convenido, pero que todos presienten, surge la pareja qué ─porque así lo desean o l han prometido─ acaban derribando el árbol, y entonces en carga montón los invitados, el público y toda la palomillada asistente se lanzan al árbol caído para ganarse el regalo, la ropa o el juguete que está al alcance de sus manos, y si es más de uno: ¡Mejor!


Finalmente se arranca una pequeña rama de lo que fue la yunsa y se le alcanza a los que propiciaron su caída. Con ese símbolo la pareja queda formalmente comprometida para organizar el año entrante una más grande y mejor fiesta, para que así se perpetué la costumbre. Luego en la casa de los cumplidos ex “carguyoc” o el local que señalen estos, la fiesta continúa con abundante comida y bebida, donde los nuevos “carguyoc” el centro de las más finas atenciones.
 
No importa si la fiesta es rica o es pobre, si es multitudinaria o privada. Lo que hace la fiesta es la alegría. Las ganas de divertirse y tirar las preocupaciones y las angustias por la borda, y dejar salir eso que nos viene desde dentro como una bendición de los dioses del carnaval. Como aquel canto que le debemos a la maravilla de estar vivos, y gracias a ese milagro, gozar de estos alborozados momentos.

            En estos tiempos las yunsas abanquinas se planifican, organizan y realizan a nivel de barrios, familias, gremios (mercados, obreros, sindicatos) instituciones públicas y privadas. Así tenemos que las más famosas y hasta decanas son las yunsas del barrio La Victoria, de El Olivo, de Condebamba, de Villa Gloria, de Pueblo Libre, del Pueblo Jivén Centenario, del Mercado Central, del Mercado de Huanupata, del Mercado de la Victoria, del Mercado de Las Américas, del Hospital de Abancay, del Gobierno Regional de Apurímac, de la familia Palomino, y la lista es interminable, pues suelen pararse y tumbarse casi 200 yunsas.

Esta costumbre se ha traslado a Lima, Cusco, Arequipa, Tacna y otros ciudades donde viven y se reúnen las familias abanquinas.












[1] VILADEGUT FERRUFINO, Guillermo. Alma y rostro de Abancay. Imprenta IRAL E.I.R.L. Abancay. 1997 Pág. 122.
[2] VILADEGUT FERRUFINO, Guillermo. Ob. Cit. Págs. 125 y 126.
[3] hurk'a. s. Antrop. Pedido de colaboración para realizar un cargo, fundamentalmente religioso, consistente en comestibles, bebidas, ciriones, banda de músicos, fuegos artificiales, etc. Dicho compromiso lo hacen con meses de anticipación, mediante un presente que el carguyoq entrega a sus amistades solicitando, precisamente, la colaboración. Es una costumbre tradicional que viene desde la época del coloniaje, con cargo de retribución en casos análogos.