viernes, 24 de enero de 2020

EL ENCUENTRO DE DOS MUNDOS

DEL ANECDOTARIO ABANQUINO
(Narraciones de la Zona de Emergencia)

─¿Qué podíamos haber hecho señor Fiscal Supremo? Si los gringos venían con mucha plata y poco tiempo. Además las monjitas del orfelinato, que son de casi todos los paises de Europa, hacían sus contactos con los adoptantes allá por esas tierras, y seguramente por eso los gringos venían casi a la fija y no querían saber nada de que esto es así o aquello es asá. Qué podían saber ellos de procedimientos de adopción, cuando ni siquiera sabían ni jota del castellano. ─Respondió el Secretario del Juzgado de Menores de Atunrumi involucrado en la investigación sobre trámites irregulares en la adopción de los niños del orfelinato de la localidad.

"Atunruminos: la suerte de los niños campesinos refugiados en el orfelinato, porque sus padres han muerto por culpa de la miseria y la violencia subversiva que asola estas tierras, puede cambiar dramáticamente por obra y gracia de un envidioso vocal de la Corte de Justicia, que se dio maña para formular una descomedida y calumniosa denuncia ante la Fiscalía de la Nación, sobre la supuesta existencia en nuestra ciudad de una red de tráfico de niños con destino al extranjero. Lo curioso es que las víctimas de ese presunto negociado, resultan sacándose la lotería de la vida, porque de una muerte cierta o un doloroso destino, se van al exterior  y no a cualquier parte del exterior, porque Bolivia, Chile o Ecuador, también es el extranjero, sino a Europa: Francia, Holanda, España, Italia, Alemania, Suiza, Inglaterra, Dinamarca. ¡Lo mejor del primer mundo! Solo los ignorantes e imbéciles que no saben de qué modo se vive en esos países, los estúpidos de siempre, resultan quejándose de la buena suerte de esos niños que ni siquiera les pertenecen. Es por envidia, y porque así es la verdadera envidia. En mi opinión de comunicador social limpio y objetivo debo decirles: ¡Qué importa que se hayan violado algunas leyes y  procedimientos injustos,  si es que con estas misericordiosas acciones, se han salvado las tiernas vidas de nuestros niños comuneros! ¡Qué importa que no se haya hecho esto o no se haya hecho aquello! No por esos insignificantes  papeluchos esas pobres criaturas, no deben tener la oportunidad de cambiar su suerte. ¿Hay que esperar que se mueran de hambre en las calles o en las puertas de nuestras casas? Entonces pues, a última hora, qué importa que los adoptantes hayan abonado unos cuántos dolarillos a los notarios, jueces, fiscales y escribanos, cuando todos sabemos  que solo la muerte es gratis en estas tierras. Por último qué interesa que hayan obsequiado cinco mil dólares por cada niño al orfelinato, para que ese centro de bondad y amor pueda seguir acogiendo a los muertecitos de hambre que esta guerra sucia ha expulsado de sus pueblos, para que con la gracia de Dios y de bondadosos cristianos puedan acceder a un futuro diferente….....".

            Eran dos. Los dos de Toroccocha y no sólo eso, sino que además eran primos. Uno era el  hijo menor de don Fermín Orcco Castillo que murió en la incursión del 14 de enero, quedando desamparada la madre con cuatro hijos más, y del otro ya no se tiene memoria de cómo se apareció en Atunrumi, porque sus padres aun figuran en la lista de los desaparecidos. Solo se sabe que los dos llegaron al hospital presas de las fiebres del sarampión y se quedaron internados por casi dos meses debido a la gravedad de su mal. Más tarde, ya recuperados y porque nadie los reclamaba pasaron al orfelinato. Al cabo de seis meses se presentaron los  familiares del Ambrosio y el Casiano, que así se llamaron por algún tiempo, no para rescatarlos, sino para entregarlos en cuerpo y alma a ese paraíso de ladrillos con agua potable, luz eléctrica, cama, ropa, comida, escuela, jardines y juegos infantiles.

"¡Ni locos para sacarlos de allí!", les había aconsejado doña Alberta, la madrina urbana de toda la familia. Al décimo mes de su nueva vida y novedosos zapatos, llegaron los "B" y los "H", dos familias alemanas que durante más de un mes debieron hacer visitas al orfelinato, al juzgado, a la fiscalía, a la Notaría y también a Toroccocha. En primer lugar prometieron ser buenos padres y recordarles a los niños el origen de sus vidas. Con la alegría que obsequian las esperanzas y con las tristezas que dejan las despedidas. El Ambrosio y el Casiano partieron como Karl "B" y Martin "H", allá lejos…...al olvido.

─¡Oiga señor Secretario, no sea usted tan descarado o es que acaso no conoce la magnitud del lío en el que está usted metido! Todavía no se ha dado cuenta que debo informar a la señora Fiscal de la Nación: quiénes, en qué procesos y a cuánto ascienden las coimas materia de los delitos continuados  que por función, cargo y competencia investigo! Debo recordarle que es su obligación darme exacta razón sobre lo que le pregunto y no estar andándose por las ramas, ¿o es que desea que todo el peso de la ley recaiga única y exclusivamente sobre su persona? ─Le preguntó con indignación el Fiscal Supremo, haciéndole saber por el tono de su voz, que no estaba dispuesto a recibir las respuestas evasivas de un badulaque leguleyo de provincias.

─Si señor ─contestó el interrogado, haciéndole conocer, también por el tono de su voz, que además de asustado y humillado estaba dispuesto a simplificarle cualquier esfuerzo. ─El doctor Antúnez y el Fiscal Mujica cobraban mil dólares por cada demanda que resolvían a favor de los interesados y los notarios de la ciudad cobraban a razón de quinientos dólares por cada paquete de documentos falsos que legalizaban......... ─Su voz, sus palabras, sus recuerdos y sus rencores fueron envolviendo en la investigación a vivos y muertos, a justos y pecadores. ─Yo nunca supe señor Fiscal Supremo que esos niños eran llevados al extranjero para sacarles sus tripitas, sus hígados, sus riñones y sus corazoncitos, para que esos gringos cochinos pudieran vivir más.

─Esos son comentarios sensacionalistas de la prensa amarilla. ¡Limítese a los términos de la investigación! ─Ordenó el instructor.

─Después con el doctor Vaca Llanos fueron casi 587 expedientes. En esos casos no recibíamos ni siquiera una propina, porque todo era para él solito. "Estos ccoritos son el único producto de exportación no tradicional que tenemos en Atunrumi" decía frotándose las manos.

            Y siguió inculpando con su envilecida lengua de tinterillo. ─Usted sabe señor Fiscal Supremo que aquí en la Sierra apenas conocemos la primaria, el resto ha sido gracias a nuestros esfuerzos: la mecanografía, la ortografía, la caligrafía, la organización y cocido de los expedientes. Usted conoce más que todos nosotros.

─Todavía conozco muy poco y usted va a enseñarme todo lo demás. ¡Prosiga!

"....Si fuéramos realistas, haríamos leyes realistas y sólo así sería posible la justicia. Pero lo cierto es que el Perú crece a razón de un millón de personas por año, sin contar con los que mueren sin nacer o sin registrarse. También es cierto que el Ministro de Salud se siente inmensamente feliz cuando las campañas de vacunación han alcanzado al 90% de la población infantil, pero no le interesa que esos niños rescatados de la difteria, la tos convulsiva, el tétanos, el sarampión, la poliomielitis y otros males que se pueden prevenir, terminen muriéndose de hambre. A la justicia no le interesa un comino que esos desamparados puedan acceder a un hogar digno. Sin embargo a pesar del estado calamitoso en que se encuentra el país, se van a los grandes foros internacionales con cara de "Dejad que los niños vengan a mí" a firmar todos los convenios y tratados que supuestamente protegen a los menores. Y ahora con base a esos fracasos muy bonitamente  escritos en tratados internacionales, en códigos y otras leyes están tratando de ajusticiar a los magistrados  que alguna vez, inconscientemente, y solo en su afán de ganarse un puñado de dólares, se  hicieron de la “vista gorda” con la ley, para proteger siquiera por única vez y quizá sin saberlo a esos inocentes huerfanitos. ¡Seamos realistas!, si nos sobra gente que no podemos mantener y en otros lugares quieren acogerlos, simplemente hay que regalarla, sin mediar tanta tinterilla, leguleya y envilecida burocracia judicial. Hay que ofrecerlos generosamente sin hipócritas penas, pues el dolor que causa la muerte de esas pobres criaturas es más criminal, porque no admite esperanzas.....".

El olvido borra los recuerdos, pero sin embargo hay recuerdos que entre las nieblas que arroja el tiempo se niegan al extravío. La verdad era que desde siempre, esos dos alemanes andinos tenían la sensación de no ser del lugar donde ahora se encontraban, sino de otro sitio, pues de varios modos supieron que les sobraba color en la piel, los ojos y los cabellos, y que tenían todas las del inga, pero nada de la gringa. Las muestras de cariño y hasta de excitación que recibieron sus exóticas cabecitas de nada sirvieron, cuando al llegar a los ocho años preguntaron a sus padres, por qué no se parecían a ellos y ellos mismos a los demás, les contestaron: "Porque eres distinto hijo, mejor que los demás". Más adelante cuando despertaron a la pubertad les dieron la secreta noticia que ya bastante conocían, y era que habían nacido en otro lugar y de otros padres. En un pueblo de los andes allá por Sudamérica, y que ambos no sólo eran primos por adopción, sino de sangre.

─¿Entonces por lo que usted me refiere, debo entender que de esta provincia han salido más de 2850 niños al extranjero y todo con el pleno conocimiento y consentimiento de los jueces y fiscales ricamente estimulados? ─Preguntó el alto funcionario visitante, mostrando la mueca del que tropieza con un buen negocio, que con los gestos de indignación del que se sorprende al descubrir un grave delito.

─Más o menos señor ─respondió el preguntado. ─Pero señor Fiscal Supremo yo nada tengo que ver con esos tejemanejes. Si alguien tiene que pagar, que paguen los verdaderos culpables pues, pero no los pobres auxiliares de justicia.

─¿Usted, quiere seguir siendo un auxiliar de la justicia? ─Y como fue respondido con un sí de cabeza, continuó interrogando. ─¿Quiénes son los "peces gordos"? ¡Dígamelo por tallas! ─Puntualizó con la suficiente arrogancia y autoridad para que la respuesta, aunque locuaz sea sustanciosa.

"....Tratar de rascarse donde no hay sarna, qué estúpidos somos los cholos, con razón somos descendientes de los españoles. De esa asquerosa raza de ignorantes y rateros, y por eso nos interesa más el tinterillaje, la leguleyada y el pleito. Como nos interesa sólo eso, ahora estamos tratando de hacer pedazos los derechos humanos de algunos niños que para salvar sus vidas tuvieron que viajar al extranjero,  y de paso educarse para ser profesionales y continuar con el desarrollo de la humanidad. ¡Bestias!, es que la estupidez puede ser la única insignia de nuestras mentes. No se dan cuenta que de no ir esos niños a los lugares donde los llevan, lo único que pueden esperar esas criaturas es morirse de hambre o convertirse en víctimas inocentes de esta guerra sucia. Pero si por azares del destino tienen la suerte de sobrevivir, lo máximo que podrían esperar es acabar siendo unos miserables chacareros o pastores en su comunidad, pero si llegan a las ciudades, lo más seguro es que muchos de ellos terminen siendo peligrosos delincuentes y hasta asesinos. Ni los políticos, ni sus partidos podrán mejorar esta podredumbre, porque lo único que saben es limpiarse el trasero con las leyes que con tanto afán abortan. Leyes para todo y para todos. Sobre todo leyes para mandar al diablo lo que puede estar bien o que mejora por su cuenta. Estos inútiles piensan que con los podridos frutos de sus ociosas vidas, algún día un niño comunero podrá viajar al espacio exterior, solo para demostrar que los corazones andinos son más fuertes que de los hombres de otras latitudes. ¡Váyanse al carajo, demagogos infelices!.....".

A la edad en que ya no se pregunta, ni se cree en las respuestas evasivas, ni mucho menos en las charlas y consejos. Secuestrando casi todo el tiempo a sus diversiones, los primos se reunían para documentarse sobre los increíbles paisajes, historias y vida de la República del Perú. Que a pesar de ser un país subdesarrollado y de tercer mundo, con una crisis económica desastrosa, terrorismo, cólera y sin porvenir, era el país de los Incas, de aquella raza fuerte que forjó una de las civilizaciones más grandes del mundo. Estirpe poderosa que dominó la piedra, la arquitectura y la agricultura, que hicieron su morada en la cresta de los andes, al borde del infinito. Del Koricancha, Saccsayhuamán, Machupicchu, Pisac y Ollantaytambo, la imaginación se les fue a las alienígenas líneas de Nazca, al reino del Chimur, los tesoros del señor de Sipán, la Jerusalén de Chavín, los baños y jardines de Cajamarca, el fabuloso camino inca, el Huascarán, las playas del sur y del norte, sin dejar de interesarse por el  fabuloso bosque lluvioso por donde transita el Amazonas,  el río más largo y caudaloso del mundo y donde aún está perdido el mítico y dorado  Paititi, en fin todos los sueños que puede ofrecer un milenario país tropical.

            Los primos fueron madurando proyectos. Sumaron a sus lecturas de magazín y folletería turística, un pequeño curso sobre montañismo y aprendieron a patear el castellano que les ofreció un inmigrante valenciano que compartía sus vidas en aquella comarca alemana. Fueron dóciles a las órdenes de sus padres y con esta actitud pudieron reunir algunos dineros. Cuando acabaron sus estudios secundarios manifestaron abiertamente su vivo deseo de conocer su ayllu, su panaca y su tótem.

Como a nadie se le puede negar el derecho a vivir en paz con su conciencia, se habló y planificó un económico viaje al estilo de aventura europea: cheques de viajero, algunos dólares en duro, mochila, carpa, bolsa de dormir y ropa para estaciones cálido/frio. "Hombres tienen el signo de dos mundos, alas y buen viento", les habían dicho en aquel congelado aeropuerto. No quisieron interrumpir su anhelada travesía, pues no deseaban fomentar la rebelión que ofrece la discusión de tan delicado asunto, y que algún día les arrojen en la cara las terribles preguntas que pueden resumirlo todo: "¿Por cuánto me has comprado?" o "¿Quién fue el que te regaló mi vida?". No, no había la más mínima razón para oponerse. Total, no fueron razones las que trajeron a esos chicos a Europa, sino amor y otros buenos sentimientos. Si con ellos vinieron, con ellos debían ser despedidos.

─Por último señor secretario, deseo que usted en forma personal y directa notifique a los involucrados en este crimen. ─Le ordenó al tiempo que le alcanzaba un pedazo de papel escrito.

─Si señor Fiscal Supremo, se hará lo que usted ordene, pero quiero hacerle una pequeña preguntita, si no le molesta. ─Suplicó el empleado con los gestos del que hace constar que inmediatamente después cesarían sus impertinencias.

─¡Pregunte usted y acabe de una vez! ─Ordenó seriamente.

─Señor, mi abuelo vivió 113 años, mi padre tiene casi cien años y se mueve alegremente por las chicherías del pueblo. ¿Será por esto que los gringos prefieren nuestros órganos para sus trasplantes?, por lo menos eso cuentan los paisanos que les dicen los "cholos sin fronteras", porque se van a las europas a limpiarle el poto a unos viejitos que no tienen fuerzas, pero si una buena jubilación.

─No sé si contestarle o reírme, pero mejor me callo. Vea usted eso por su cuenta. Aprenda la realidad, es su deber sobretodo en estos momentos. ─Sonrió y se fue haciéndole los gestos que se les hacen a los tontos.

─¡Somos pobres pero fuertes todavía! ─Le hizo escuchar a ese funcionario de alta jerarquía que saber esa verdad no quería.

Por allí vinieron. Llegaron a Bogotá directamente a la casa recomendada. De acuerdo con el cronograma programado por el Centro de Lengua y Comunicación Colombiano (CELCO). Al tercer día se dieron íntegramente al aprendizaje del español. Para su sazón en la lengua de Cervantes requerían de tres intensivos meses de estudios al cabo de los cuales, según les prometieron, llegarían a dominar un castellano de sobrio nivel y capaz de comunicarlos con cualquier habitante de este vasto continente latinoamericano. "Desde Nueva York hasta la Patagonia" les aseguraron. Tan pronto como terminaran, partirían a Lima. De Lima en avión al Cusco, de esa ciudad por vía terrestre a la ruta del valle de Atunrumi. De ese poblado enrumbarían hacia Toroccocha por el camino de acceso que empezaba a la altura del kilómetro 55 de la carretera Atunrumi-Puquio-Nazca. Esa tierra era el origen de sus pieles y sus pelos, de una parte de sus seres y de alguna de las palabras que desde hace años mantienen en la punta de sus lenguas.

─No tengo que darles detalles sobre los motivos de mi permanencia en esta Zona de Emergencia. Usted es un abogado a quien se le ha encomendado la sagrada potestad de administrar la justicia que emana del pueblo. ─Cuando percibió el asentimiento del juez, prosiguió. ─He recibido la más incondicional confianza de la señora Fiscal de la Nación, para llevar la presente investigación hasta sus últimas consecuencias. Dijo esto, como si estuviera en el mismísimo pellejo de tan alta autoridad. ─Quiero su absoluta cooperación si es sincera, de otro modo me veré obligado a remitirme a las denuncias y a mis investigaciones que felizmente se encuentran bastante avanzadas. ─La gran suficiencia con que le requirió su cooperación, no admitía objeción alguna.

─¿Cuánto considera que han sido sus ganancias en moneda extranjera por la comisión de los delitos de secuestro de menores, trata de personas y prevaricato? ─Lanzó ese rayo del modo más cruel posible.

─No he ganado ni un solo céntimo señor Fiscal Supremo. ─Le respondió con tanto odio que estuvo a punto de perder la cabeza y estallar. ─Lo que he ganado con este maldito encargo de administrar justicia en estos parajes sin Dios y sin orden, es que más de cincuenta subversivos hayan prometido matarme. Así que con tamaña espada de Damocles sobre mi cabeza, usted más no podrá intimidarme con eso de ser representante de la Fiscal de la Nación. También he ganado la soledad, al verme obligado a tener que mantener a mi familia en algún lugar ajeno a este infierno.

─Bueno, su espectacular respuesta me tiene sin cuidado. Su negativa no afecta en absoluto la solidez de las pruebas que he recaudado. Pero por lo menos podrá decirme, ¿por qué los expedientes sobre adopción de menores por ciudadanos extranjeros, no contienen los requisitos y no se ajustan a los procedimientos legales de la materia? ─Esta pregunta la hizo con tono de burlona súplica.

─De esto último si respondo, pero solo por aquellos expedientes donde he participado en forma significativa que no deben pasar de seis, considerando la cantidad de expedientes que ya han sido revisados. ─Respondió con el empacho de quien tiene la suerte echada. 

─¡Yo sabré de que tiene usted que responder! ─Advirtió el Fiscal instructor y culminó. ─Finalmente, deseo conocer, ¿por qué razón ustedes los jueces de estos pueblos en sus resoluciones, introducen términos tan extraños como A-quo, Cognocitor, Actore non probante, reus absolvitur,  ab uno disce omnes, ad litem, audi alteram partem, dura lex, sed lex, etc., acaso saben hablar latín? ─Preguntó el visitante aparentando sufrir las sensaciones de angustia que ataca a los ignorantes.

─No señor Fiscal Supremo, utilizamos estos términos porque es de suma importancia para los hombres de derecho y para los fines de la buena presentación de las sentencias. ─Contestó con la certeza de que estaba respetando una tradición jurídica digna de emularse.

─Así que, no solamente venden, sino que saben presentar con buena envoltura su mercancía, en otras palabras: ¡Calidad total! ─Y lo despidió con una mueca de asco y desprecio.

Llegados al valle de Atunrumi, los extranjeros de esta parte del Perú causaron gran asombro y muchos comentarios, no sólo por mostrar pasaportes alemanes en los puestos de la policía de carreteras, sino por el verdadero acento foráneo de su hablar, la tersura de su piel y los finos modales contenidos en aquellas facciones andinas. Valgan verdades, caían bien y además de admirados eran gentilmente tratados. No eran extranjeros, aquí jamás podrían serlo. A pesar de tener el aire flemático de los nórdicos, estos eran de aquí, de estas sierras y de estos andes, así que estaba muy lejos de ellos la actitud indiferente y hasta hostil que se mantiene a los verdaderos extraños. En cambio estos eran como la papa y el maíz, frutos de estas tierras, y por eso todos se comedían a hablarles, contarles, hacerles hablar y pedir que les cuenten sus vidas como si se tratará de cualquier paisano. Grandiosa resultaba la vuelta a casa de estos otrora niños comuneros.

Como su presencia superaba grandemente los estrechos límites de los sentimientos atunruminos, fueron tomados como los próceres de algún buen signo que se asoma cuando los siglos cambian. Así que todos se comidieron a brindarles las mejores atenciones en el viejo ómnibus que cubría la ruta de Cusco a Atunrumi. Una señora les dio a probar turrón de doña Pepa; otros viajeros les recomendaban los buenos chicharrones del pueblo, otros la buena chicha con cañazo de bajamar. Algún bromista, los sabrosos e incomparables rocotos rellenos y finalmente uno, los sabrosos tallarines hechos en casa con gallina y japchi de chuño. Nadie les dijo donde debían hospedarse, porque todos dieron por descontado que lo harían en el Hotel de Turistas.

─En efecto señor Fiscal Supremo, vengo atendiendo completamente solo el indicado Juzgado, que en realidad son como tener cuatro, haciéndome cargo en no pocas oportunidades del Juzgado Penal, de reemplazar a los vocales licenciados o de vacaciones y en muy escasas oportunidades, solo para efectos de mera tramitación, los asuntos de los Juzgados de Ejecución Penal y de Menores. ─Contestó con la convicción de quien se merece una felicitación.

─No he venido hasta esta provincia para averiguar cuán útil es usted al Poder Judicial, sino para investigar las serias irregularidades dentro de los procesos de adopción de menores por ciudadanos extranjeros. En sus respuestas a mis preguntas quiero puntualidad.

─Lo haré señor Fiscal Supremo, tenga por descontado que lo haré. ─Prometió con resignada humillación.

─¿Por qué en más de 1,400 expedientes revisados no se han cumplido con los requisitos y procedimientos de ley? ─Preguntó amablemente.

─Señor Fiscal Supremo, se hizo así porque contaban con el dictamen favorable del Fiscal Provincial. ─Cualquier respuesta tenía ese bendito sello.

─¿Señor Juez, qué cree usted que debo pensar, si de las manifestaciones de la administradora del orfelinato, me he enterado que usted ganaba a razón de 1,500 dólares por cada caso que resolvía? ─Preguntó con la malicia de un incrédulo.

─Señor Fiscal Supremo, yo creo que usted es un funcionario de la más alta jerarquía y que por eso mismo se encuentra más allá de las intrigas provincianas, que casi siempre son fruto de las envidias que trajinan por las mentes de las personas de escaso bagaje cultural. Personalmente estoy convencido que desde su alto criterio y profesionalidad, desechará estos infundios.

─De desecharlos los desecharía, pero no puedo, porque la Interpol ha preguntado a unos cuantos adoptantes allá por Italia y todos han declarado ante los Consulados del Perú, que tanto usted como los representantes del Ministerio Público les han cobrado la suma que indico y lastimosamente todo eso consta en documentos oficiales que como usted conoce tienen la calidad de prueba plena. ¿Cómo cree usted que puedo desecharlos? ─Los gestos de burla llenaban sus ojos, la comisura de sus labios y hasta su nariz y orejas.

─Me quita argumentos señor, pero déjeme explicarle. ─Y comenzó a exponer una serie de argumentos que iban desde la extrema pobreza hasta confesarse simpatizante de los movimientos políticos alzados en armas con el objeto de intimidarlo. ─Señor Fiscal Supremo, la vida en estas provincias no es fácil. ─Concluyó.

"¿Toroccocha? ¡Sabe Dios donde quedará ese paraje!", les dijo el administrador del hotel, prometiéndoles comunicarse con el capitán comisario para tener más datos. Al cabo de un tiempo les informó: "Deben tomar un camión de pasajeros en las afueras de la ciudad y apearse a la altura del kilómetro 53 de la carretera hacia Puquio, cruzar el río por un puente oroya y seguir la senda que allí empieza hasta el pueblo. Mañana les acompañará el conserje del hotel para indicarles qué camión deben abordar". Luego de despedirse, pensó: "Huevonazos. Venir desde Alemania para subir hasta ese pueblo, de seguro lleno de terrucos y tan cojudo como éste. Total estos patitas tienen cara de indios".

            Los muchachos hicieron el viaje montados en un destartalado camión, mesclados y sacudidos junto a cubas repletas de alcohol, pollos BB de doble pechuga, un gato sucio, galoneras de kerosene y aguardiente, bateas de plástico, bolsas de pan y los innumerables bultos de las más de cuarenta personas harapientas y malolientes que los acompañaba.

En éstas travesías no falta algún quebradeño criollo, que para olvidar el polvo y el viento que azota a los viajeros, se pone a bromear a las mozas o a conversar con los extraños. No sabiendo si decir mister o hermanos a esos raros extranjeros, les dio los buenos días y les preguntó por su destino, los muchachos respondieron con detalle a esa gentil pregunta, recibiendo a cambio mayor información sobre Toroccocha. Que era un pueblo de altura, ni frio ni caliente, bien pobre, escaso de tierras y agua; que en tiempos de los españoles tenía minas de oro y plata; que había una iglesia colonial y una gran fiesta el 12 de agosto. "Buenas gentes los paisanos de ese lugar, pero muy pobres también". Les decía esto entre los muchos sucesos de sus aventuras por esos sitios. La charla hubiera continuado indefinidamente sino fuera porque el narrador que se encontraba a la mitad de una  interesante historia sobre guerra sucia, destrucción y muerte, silbó aguda y prolongadamente hasta lograr que el camión se detuviera. "Aquí es su paradero compadres, pasando esa oroya toman el camino de la derecha hasta llegar a Toroccocha, ¡Saluden a don Aquilino de parte del ccorilazo!", concluyó riéndose de buena gana.

Siempre subiendo por la ruta indicada, paso a paso conocieron un paisaje insólito, agresivo, estéril, grande, fantástico, de gigantescos cerros azules, de árboles y arbustos extraños, de rara maleza, tierra y roquedales con senderos rasgados al borde de barrancos y precipicios. Cuando pensaban que al final de aquel cerro podrían descubrir el paisaje de la comunidad, se les presentaba una profunda quebrada que debían salvar sobre escalones de resbaladizas piedras y cruzar un riachuelo del grosor de una lágrima, para nuevamente volver a subir.

Seis o siete veces hicieron el mismo esfuerzo, sobre sitios cada vez más altos y más fríos. Cuando sintieron que esos esfuerzos se repetirían una vez más, hacia la quinta hora, toparon con los muros de un alto andén que  sostenía un campo de fútbol al borde de un barranco. Más allá, más o menos cuarenta casuchas de barro con techos de paja que se arremolinaban en torno a un cuadrilátero de treinta metros de lado que en uno de sus ángulos mostraba una antigua iglesia casi derruida con fachada de columnas, dinteles y urnas de arcos lanceolados de piedra, y al costado derecho de su destartalada puerta, una cruz de madera enchalinada en sucias túnicas de blanco tocuyo y adornos de metal en cada una de sus extremidades.

A pesar que toda la aldea se percató de su llegada, sólo cuatro niños descalzos con la ropa improvisada de los harapos de lo que alguna vez fuera ropa de adultos, se acercaron para conversarles con aquel lenguaje extraño que los visitantes alguna vez conocieron, pero que olvidaron para siempre. "Este es el lenguaje de los incas" pensaron. Sus caritas sucias de barro y de mocos, alumbradas por unos ojos vivarachos e inocentes conmovieron a los viajeros. Karl saco de uno de los bolsillos de su mochila un puñado de caramelos para regalarles a los rapazuelos. Todos recibieron ese aguinaldo con esta pregunta: "¿Conoces a Fermín Orcco Castillo?", la única respuesta de los niños era saltar sobre el caramelo y salir corriendo radiantes de alegría.

Casi al final de ese reparto, cruzó la explanada un mocito de unos diez años de edad, bien resuelto no solo a obtener el obsequio, sino a lograr algo más. "¡Hola!", dijo y "¡Hola!" le respondieron. "¿Ustedes son de Lima? Yo soy de Lima, pero hace un año que vivo aquí, porque mi padrastro se fue al penal de Lurigancho por ratero y tuvieron que traerme, porque no querían recibirme en la casa  de los petisos". "¿Conoces a Fermín Orcco Castillo?". "No, pero los Orccos, viven en esa casa", contestó señalando una muy pobre casucha de barro con techo de paja. '"Ahora vive su cuñada, la esposa de Segundino Poma. Los Orccos se largaron a la costa, dicen que porque fueron autoridades aquí, sus vidas no valen nada". Al oír el nombre de Segundino Poma, Martin se estremeció. Aquel podría ser su padre y aquella mujer, "la cuñada", su madre biológica.
 
─¡Señor Fiscal Supremo, el juez Baca ya está llegando con sus maletas y yo aquí estoy tapando las botellas de cañazo  y el  hidromiel que le ofrecimos con mis compañeros de trabajo! ─Le  aseguró casi gritando el secretario.

─¡Deje eso en algún lugar y déjame sólo con los señores jueces ─ordenó visiblemente indignado. El auxiliar de la justicia se retiró haciendo venias de perdón, de agradecimiento y de humillación.

─!Señores! ─dijo el viajero. ─Que hayamos zanjado nuestras diferencias no les da derecho a seguir haciendo los cobros ilegales que he detectado y que ustedes han aceptado haberlos  hecho. ¡Adiós! ─El juez, el fiscal y el Notario Público fiscalizados, expresaron su adiós de mala gana y con los bolsillos vacíos.

".....Como ustedes habrán podido notar, he sido muy fuerte en mis palabras y quizá hasta grosero, es decir lo  suficientemente grueso como para entrar en los oídos de la señora Fiscal de la Nación, que de la noche a la mañana mandó a uno de sus adjuntos, dizque para investigar a nuestros rectos y probos jueces y fiscales sólo porque una oveja negra, un quintacolumnista envidioso se atrevió a suponer que nuestras caritativas madres religiosas estaban involucradas en un supuesto tráfico de niños, que de delito no tiene nada, pero si mucho de compasión, conmiseración y caridad cristianas. ¿Pero qué resultó de esa impecable y minuciosa investigación?: ¡Nada! Lo que más nos emociona es que el Fiscal Supremo se fue sorprendido de la calidad de nuestros jueces y fiscales a quienes extendió su felicitación a nombre del Presidente de la Corte Suprema de Justicia de la República, la Fiscal de la Nación y del propio Presidente del Perú a quien conoce personalmente por razones sociales y de función. Ya con el corazón quieto y la mente despejada se despide de ustedes amables radioescuchas, Lamberto Sonaja Mosjo su periodista amigo para volver a encontrarnos mañana a la misma hora y en el mismo punto del dial de esta su emisora amiga: Radio Sintonía, su mejor compañía. ¡Hasta entonces!"
 
Un antiguo cerco de piedras coronado por una hilera de tunales y otras malezas punzantes y arañantes, se interrumpía en una abertura de aproximadamente un metro de ancho, donde a manera de una puerta se había instalado una vieja calamina mal clavada a un marco de palos que giraba gracias a unos improvisados goznes de alambrón. Allí se acercaron los visitantes conducidos por el limaquito, que bien hubiera cruzado aquella portezuela, sino fuera por el ladrido pertinaz y dispuesto al ataque de un chusco, petiso, lanudo, flaco y pulgoso perro. A la señal de ese animal acudió la sombra encarnada de una mujer sin rostro, sin mirada, sin tiempo y sin apuro de vivir o de morir. Al ver a  los extraños se limpió las legañas y los mocos con la manga de lo que pudiera haber sido una chompa. Se acercó temblando pero dispuesta a defenderse y salvar su pellejo del inminente ataque de aquellos extraños: ¿soldados o compañeros?

El limeño le puso al corriente de las intenciones de los extranjeros, de su deseo de conocerle y preguntarle por su salud y los otros detalles de la familia, a lo que respondió con un ahogado grito de agonía. Solamente gracias a la entereza del presentador la mujer fue recobrando el equilibrio de su cuerpo y súbitamente se llenó de una emoción hostil cuando escuchó: "Son visitantes que han venido desde Alemania". ¡Alemania!,  alguna parte de su alma y de sus días tenían que ver con ese lugar. El pasado le recorrió por la mente como una taruca que perseguida a balazos trepa colinas escarpadas, se avienta a los barrancos profundos, atraviesa muros de cactus... como ese animal que se mata por la vida.

Lo de los niños y Alemania había sido una ¿buena jugada o una mala pasada? ya no recordaba. Solo sabía que aquel lejano día tomaron “una decisión de valor” moralmente justificada por las madrecitas del orfelinato y que en su momento tuvo sus penas y remordimientos, pero también sus consuelos al ver cómo se fueron muriendo, como hasta ahora, los otros niños de aquel poblado comunal. Pero eso de que se aparecieran preguntando por sus antepasados y por ella misma, no le pareció agradable, ni oportuno, ni nada de nada. "¿A que habrán venido?" "¿Qué querrán?" "Seguro que los gringos que se los llevaron se habrán cansado de ellos y nos los están devolviendo con una carta, sin saber que el único que leía las cartas en Toroccocha era el maestro de la escuela que ahora está preso, dicen que por colaborar con los compañeros". "Solo a morir pueden haber venido porque en estos lugares o bien te reclutan o te aniquilan los de este bando o te desaparecen los del otro bando".

Los pensamientos de la mujer giraban como un remolino por toda su mente hasta hacerla contorsionar en extraños gestos y muecas de confusión y desasosiego. ¿Por qué a pesar de ser gigantes y bien fornidos no han podido conseguirse un trabajo en el sitio donde los criaron? ¿Porqué tenían que venir a ese pueblo miserable donde ni siquiera ella tenía para comer? "Seguramente confiándose en los dos topos de esta pobre chacra que a duras penas y una vez al año hacemos producir unas cuantas cargas de maíz”.

            En ese clima de absoluta sequía afectiva, de preguntas con respuestas monosilábicas y evasivas. En esa profusión de la nada, los alemanes andinos comenzaron a extrañar su lejano hogar. Después se miraron sorprendidos y con los ojos se preguntaron que si huyendo velozmente de esa pesadilla podrían llegar a tiempo a la carretera, para tomar ese camión que viniendo de retorno podría alojarlos en aquel viejo hotel de turistas.

El  cruce de esa mirada fue lo único inteligente que sucedió en Toroccocha desde que salió el último que se fue a otras tierras. Esa chispa sutil les convenció que desde allí podrían partir a conocer las maravillas de ese pais milenario y después retornar a su querida comarca alemana y abrazar amorosamente a quienes habían decidido ofrecerles un mejor destino.

Corrieron de ese lugar, como corrieron sus antepasados desde hace casi quinientos años, y por eso no pudieron escuchar, ese despedazado llanto que se raspaba contra las ásperas paredes de aquellas montañas, que a desgarradores gritos suplicaba: ¡¡¡Ambrosio, Casiano no se vayan, llévenme!!!




viernes, 17 de enero de 2020

18/01/1572 - 18/01/2020: 448 AÑOS DE LA FUNDACION ESPAÑOLA DE ABANCAY


   El día el 23 de octubre de 1570, Francisco de Toledo, el quinto virrey del Perú, inició junto a más de 60 personalidades de su administración colonial, entre las que se encontraba el Licenciado Nicolás Ruiz de Estrada, su histórica Visita General del Perú, que duró cinco años (1570-1575), recorriendo personalmente las provincias de Huarochirí, Huancayo, Guamanga, Abancay, Yucay, Cusco, La Paz, Potosí, La Plata y Arequipa; recomendando a sus comisionados que los indios fueran reducidos en el menor número de pueblos posible, así como establecer nuevas tasas tributarias a favor de la corona española.

           Francisco Álvarez de Toledo, (1515-1582) conocido también como el Solón virreynal, fue quien estableció las bases del sistema colonial en el Perú a través de las llamadas Disposiciones del virrey Toledo, redactadas por los juristas Juan de Matienzo y Juan Polo de Ondegardo y Zárate. Este ultimo combatió contra el rebelde Francisco Hernández Girón en Chuquinga (Chalhuanca) y Pucará en 1554 y  posteriormente fue nombrado corregidor del Cusco (1558-1561) y en esta su condición ordenó  la construcción del puente colonial sobre el río Pachachaca en Abancay.

            Como producto de esta visita, el día 18 de enero del 1572, fue fundada la reducción de indios de Abancay por el Licenciado Nicolás Ruiz de Estrada, Visitador General de Condesuyo y Chinchaysuyo, “por virtud de la comisión y poder que tiene del Excelentísimo señor don Francisco de Toledo, visorrey destos reinos, en que se le comete, entre otros repartimientos, los deste valle de Abancay hasta lo alto de Curamba de Nuño de Mendoza, e ingenio de Pedro Alonso de Carrasco  (Karqueque) como se declara en la provisión que se le dio…”, y lo hizo con el nombre de “VILLA DE LOS REYES DE SANTIAGO DE ABANCAY”.

            
   Nicolás Ruiz de Estrada, nació en la Ciudad de los Reyes que era el nombre oficial de Lima y fue regidor vitalicio de esa ciudad, además fue Licenciado en Derecho. Hijo Martín Yáñez de Estrada y Marina Roldan y nieto de Bartolomé Ruiz de Andrade quien fue piloto experto de Cristóbal Colón, y pasó a la historia por formar parte de la expedición de los Trece de la Fama o los Trece del Gallo y por ser el primer español en avistar costas ecuatorianas y desembarcar en ellas.

Antes de tocar el tema principal de esta entrada, resulta conveniente señalar unos párrafos parte de la obra: "Francisco de Toeldo: 1569-1574”, escrito por el propio virrey Toledo y compilado por  Guillermo Lohmann Villena y  María Justina Sarabia Viejo, que sobre la designación de los visitadores de su Visita General del Perú, señala:

“ (,,,) Por haber entendido las muchas y muy importantes cosas que estaban remitidas para la visita general, con acuerdo y parecer que tuvo de lo que importaba que se hiciese, de las personas  más  graves  de  este  reino, que  para ello mandó juntar, ansí para la mejor ejecución de los dichos poderes y comisiones  que  S. E. trajo  de  Su   Majestad, como  para la  determinación  y  resolución de lo que para la dicha visita general estaba remitido, nombró los comisarios y personas, eclesiásticos  y seglares, que se pudieron hallar de más autoridad, confianza y experiencia en las cosas de esta  tierra,  y  más celosos del bien de los naturales para  que en  los repartimientos y  provincias  que se les señalaron hiciesen la dicha visita general, que son los que se siguen:

VISITADORES

(….)

Para la provincia del Cuzco

Al licenciado [rey Pedro Gutiérrez Flores, de la orden y caballería de Alcántara ; y por salir del Cuzco en compañía de S. E. se nombró en su lugar a Diego Barrantes Perero.

(…..)

El Licenciado Nicolás Ruiz de Estrada, y en su compañía, por visitador eclesiástico, a fray Juan  de Vivero, predicador de la orden de Santo Agustín.

(….)”

Sobre la reducción de los indios del valle de Amancay, que fue la concentración forzada de las poblaciones indígenas dispersas en centros urbanos principalmente para: 01) Saber con cuánta mano de obra nativa contaba la administración virreinal; 02) Cuántos indígenas debían pagar tributos a la corona española de conformidad con el procedimiento ordenado por el Virrey Toledo bajo el título de “Glosas a la Instrucción General a los Visitadores para Determinar las Tasas”; y, 03) Para los fines convertir a los indígenas paganos a la religión cristiana, Waldemar Espinoza,[1] nos señala lo siguiente:

 “Ruiz de Estrada efectuó todas las reducciones en el área de los quichuas y otras colindantes. La de Abancay fue realizada con el nombre de La Villa de Los Reyes de Santiago de Abancay, y tuvo lugar en 1572. El pueblo fue trazado igual que el de las villas y ciudades de españoles: calles derechas, plazas y manzanas cuadrilongas. Otra reducción aledaña planificada por el visitador en referencia fue la de Condebamba, al pie de un cerro que actualmente existe con el mismo nombre. Abancay fue fundada en un sitio llano y profundo, en la margen derecha del río Pachachaca, de cuyas orillas dista poco más de cinco kilómetros, y en un ambiente muy caluroso a pesar de tener un nevado cercano, dominando el paisaje.”

         La fundación española como reducción de indios de Abancay con el nombre de “VILLA DE LOS REYES DE SANTIAGO DE ABANCAY”, se hizo el día 18 de enero de 1572, y su nombre se debe a dos circunstancias, a saber:

         Porque fue el día 18 de enero de 1535, Francisco Pizarro fundó la “Ciudad de los Reyes” en honor del emperador Carlos V de Austria y primero de España y de las Indias y de su madre, la reina Juana, la que hoy conocemos como la Lima. La ciudad fue establecida en el valle del río Rímac en una área poblada por el señorío de Ichma. Como la reducción de Abancay se fundó el día 18 de enero se le antepuso a su nombre de “Villa de los Reyes” porque se estaba fundando el mismo día en que se fundó la “Ciudad de los Reyes”.

        Este hecho lo confirma un documento de 1578 denominado “Relación de los Corregimientos y otros officios que se proveen en los Reynos é provincias del Perú, en el distrito y gobernación del Vissorroy dallos”, donde se da cuenta de la existencia de una encomienda en el repartimiento de Abancay, así: “El rrepartimiento de abancay encomendado en Antonio Sotelo tiene 390 yndios tributarios y 2156 personas reducidos en vn pueblo llamado la villa de los rreyes”. Quizá sea por esta razón que durante la colonia y hasta mediados del siglo XX, el mote secular de la ciudad de Abancay haya sido “Lima chico”.

              
  La otra razón es porque los antiguos pobladores de los valles de Abancay y Pachachaca fueron adoradores de Illapa, la deidad nativa del rayo, que para ellos "era un hombre que estaba en el cielo con una honda y una porra y que tenía el poder de hacer llover, granizar, y tronar" (Rostorowsky), y que en tiempos precolombinos tenía su santuario en la desaparecida huaca de Illanya.

            En esta parte cabe aclarar que los primeros españoles acostumbraban no contrariar abiertamente las creencias religiosas de los nativos, sino trasladar estas devociones a favor de las deidades católicas. De modo que donde los indígenas adoraban a la Madre Luna (Mamaquilla), la reducción que de ellos se hacía y al pueblo español que ellos fundaban en ese lugar lo sujetaban bajo la advocación de una Virgen o una Santa Católica. En la América española esta mudanza de las creencias originarias no se debió a un sincretismo religioso,[2] sino a una aculturación.[3]

        Así pues, los hijos (devotos) del rayo del valle de Amancay fueron puestos bajo la advocación de Santiago Apóstol, Patrón de España, porque los españoles del siglo XVI creían que cuando sonaban los truenos era porque el caballo de Santiago Apóstol galopaba en los cielos. Otro elemento que vinculaba a Santiago con el rayo y el trueno fue la invocación que hacían los españoles al apóstol antes de disparar sus arcabuces: “¡Santiago y cierra España!”. Para los indígenas esos extraños artefactos que los españoles llamaban “Santiago” lanzaban rayos y truenos, como lo hacía Illapa, arriba en los cielos.

            
  De allí fue que la reducción de los indios del valle de Amancay, llamada Villa de los Reyes de Santiago de Abancay, que hoy día 18 de enero del 2020 está cumpliendo 448 años de su fundación española, y que el día 03 de noviembre del 2020 celebró el 146° aniversario de su elevación de Villa de Abancay al rango de ciudad de Abancay,  por mandato de la Ley del 03 de noviembre de 1874, que en su artículo único señalaba: "Artículo único.─ Elévase al rango de ciudad la villa de Abancay.", la razón fue porque al crearse el nuevo departamento de Apurímac por Ley del 28 de abril de 1873, en su artículo 2° se consignó: "Art. 2. ° Este Departamento se compondrá de las Provincias de Andahuaylas, Abancay, Aymaraes, Antabamba y Cotabamba, y tendrá por capital la villa de Abancay.", pero después de más de un año los legisladores de aquellos tiempos repararon en que por mandato constitucional una "villa" no podía ser capital de un departamento y corrigiendo ese error, elevaron legalmente la "Villa de Abancay" a la categoría de "Ciudad de Abancay".



[1] ESPINOZA SORIANO, Waldemar. COLONIAS DE MITMAS MULTIPLES EN ABANCAY SIGLOS XV Y XVI, Revista del Museo Nacional, Tomo XXXIX. Lima. 1973.
[2] El sincretismo religioso es un proceso, generalmente espontáneo, consecuencia de los intercambios culturales acaecidos entre los diversos pueblos.
[3] La aculturación se considera muchas veces como la pérdida de los rasgos culturales propios por parte del grupo dominado y la adopción de los rasgos culturales del dominador, una suerte de amnesia de lo propio, para adoptar lo ajeno. En términos negativos significa la pérdida de la identidad originaria para volverse otro, es una enajenación.



jueves, 2 de enero de 2020

EL JEFE

DEL ANECDOTARIO ABANQUINO

EL JEFE

El Jefe es el que habla más fuerte. Es el que da las órdenes gritando. Es el que se sienta al lado del chofer y saca la mano derecha por la ventanilla de la puerta de la camioneta y toma con la punta de sus dedos el bisel del techo, formando un ángulo recto con su codo y espera que le saluden todos los peatones.

Ha viajado hasta Huacracucho a realizar una inspección ocular para determinar si este anexo comunal, reúne los requisitos mínimos para lograr su independencia de la Comunidad Campesina de Yanaccocha. La petición se basa en que los directivos de la Comunidad Madre han viajado al Cusco para asistir a un conversatorio con el señor Presidente de la República y aun cuando este no se apareció, porque estaba combatiendo en todas las cárceles a los terrucos crecidos, mandó a su Ministro de Agricultura, un "zorrito" medio calvo con cara grande, que se encargó de regalar dinero a los  asistentes.

Los directivos de Uspaccocha han asistido a esa reunión, han cobrado y se han gastado toda la plata solo entre ellos. Por eso es importante para los miembros del anexo de Huacracucho conseguir su independencia, para poder asistir a estas reuniones donde regalan dinero. Y por eso mismo es de vital importancia quedar bien con el Jefe, para que resuelva favorablemente la solicitud de su desmembramiento comunal.

La camioneta ha llegado hasta la punta de carretera y con ella se quedará el chofer hasta que el Jefe vuelva de la comisión. De allí hasta el centro poblado hay tres horas de camino a caballo. En esta parte se ha instalado la comisión de bienvenida y viaje. "Un vasito de cerveza para matar el calor. Mejor un par de botellitas". El caballo más brioso del distrito, alquilado a don Lázaro Calvo Ramos, lujosamente enjaezado es ofrecido al Jefe. Este lo mira con asombrado respeto y lo cabalga con infantil orgullo.

El encargado de la comisión de recepción que camina a su costado, le va explicando con lujo de detalles pero sin ninguna precisión, los linderos del anexo, su población, sus principales cultivos y crianzas, la variedad de sus recursos naturales y sus viejos mitos y leyendas que quieren ser entendidos como la auténtica historia del lugar. El paisaje serrano se va mostrando como siempre: una quebrada profunda, un caminito al borde de los barrancos, un relicto boscoso y al fondo un frígido riachuelo cortando como un bisturí la cordillera.

El pueblo va apareciendo lentamente. Cercos, chacras, chozas, corrales distribuidos entre cuatro calles, dos paralelas a un barranco y dos transversales que suben una cuesta que terminan entre dos muros de piedras hasta unirse con el camino que enrumba hacia la puna. A medida que avanza la comitiva las casas de piedra y techos de paja, son reemplazadas por otras de adobe y techos de teja con pequeños huertos cercados de eucaliptos.

Precisamente cuando se está disfrutando de esos verdes y bucólicos paisajes, el guía indica un recodo tras del cual se aparece un rústico templo de barro y un espacio cuadrado con un árbol añoso al centro rodeado de casas con pequeños patios traseros repletos de árboles frutales y verduras. Ahí termina el viaje, esa es la Plaza de Armas. Han llegado. El amplio espacio que aparece en aquel andén es el campo deportivo y más allá una larga construcción de adobe y sin techo que muy pronto será la escuela.

De los cuatro costados de la plaza y de casi todas las viviendas se movilizan los comuneros, porque una campana de latoso tañer está indicando que es la hora de empezar la Asamblea General Extraordinaria para acordar lo que ya todos saben. La reunión queda instalada con más de 50 pobladores. Mientras el secretario del anexo pasa la lista y el Teniente Gobernador ordena el protocolo de su funcionamiento, el Presidente del anexo se desvive para que  el Jefe se sirva "una botellita más de cerveza" como gesto de bienvenida.

¿Todo en orden? ¡Sí! Se iza la bandera peruana y se canta el himno nacional.

Después toma la palabra el mandamás de los recurrentes y en menos de tres minutos logra expresar claramente los motivos y la justificación de su petición. Los otros veinte los invierte en las fervorosas súplicas, halagos desmedidos y quejas seculares aprendidas por todos los pueblos andinos desde hace casi quinientos años. A su turno hablan los que jamás dejarán de hablar en esas reuniones, porque si no hablan les reprocharán su silencio y porque además están convencidos de que hablan bonito y por eso se dejan entender.

No extraña al pueblo que don Segundino Cachay Miranda increpe a los asambleístas su afán de convertirse en una comunidad independiente, cuando todos ellos saben que el anexo de Huacracucho es su hacienda, herencia de su abuelo materno Pedro Pablo Miranda Farfán de los Godos. Tampoco les extraña que Bernabé Caytuiro Machicao, natural de Puno y yerno de la comunidad, señale lo inútil de esta majadera independización, cuando lo que corresponde es pedirle al Jefe para que les haga el favor de otorgarles títulos de propiedad de los terrenos que conducen en forma individual: "Si no somos dueños de la tierra que trabajamos, entonces para qué nos desvivimos por hacerle una casa decente, cercos, acequias y corrales, si todo siempre va a ser comunal. ¡Para qué nos sirve, si las tierras comunales son de todos y de nadie!". Mientras tanto el Jefe va apurando otra cerveza, porque el sol quema y porque además es gratis. "¿Alguien más"? Mejor nadie más, porque algún imbécil con un discurso extraviado puede arruinar el trámite.

Luego el Jefe se levanta y sin contestar los buenos días que el pueblo le está deseando, pide al Presidente Gestor para que le indique la localización del cementerio, la posta sanitaria, la escuela, el canal de irrigación, el local del juzgado y de la gobernación, el trazo de la carretera, el local comunal y los linderos de las tierras que posee el anexo de Huacracucho. Todos callan.

Un domado silencio va apagando los ánimos y sólo cuando los vencidos están a punto de sacrificar con sus miradas a los inventores de aquella costosa aventura, el Jefe se compadece y los exhorta a procurarse lo más pronto posible de éstos servicios básicos. Los corazones recuperan su compás, las miradas su serenidad y las almas espantadas retornan a sus cuerpos. "¡Viva el Jefe!", que viva y que beba, pero que coma también. Cinco gallinas asadas, diez kilos de lechón, diez cuyes al palo, una arroba de cancha y una batea de mote es el humilde convido. Se acabó la cervecita, pero menos mal que el Jefe le entra a la chicha con su aguardiente de bajamar.

Durante el convido, los comuneros han expuesto ante el Jefe sus quejas personales. "La chacra de Amaruyoc es mi herencia, hágame justicia Jefecito". "Yo le suplico que a mi hijo Amadeo no se lo lleven al cuartel, tengo miedo que lo manden a luchar contra los terrucos, si se muere sería bueno, pero cojo o manco y sin educación va a ser mi cruz para toda la vida". "Jefe yo quisiera que les advierta a todos que los ganados cerreros de Pampapuna son de los Abarca"..... El Jefe contesta: "Has valer tu testamento pues". Salud. "Hay que esconderlo en Lima". Salud. "Presenta un escrito al Ministerio". Salud. "Porque no". Salud. "No te preocupes". Salud con todos.

Al final de la tarde le dice salud a su alma y se aleja del pueblo montado en un humilde pero decente borrico, jalado por un muchacho que maldice el tener que tirar a viva fuerza un enorme carnero negro, regalo de la comunidad para la familia del Jefe, además de cargar con los manjares del convido.

La camioneta está sola. El Jefe borracho ha rendido su punto de apoyo contra la llanta delantera, a su lado una manta con comida y más allá en el parachoques trasero, el carnero amarrado. El chico grita y silba por más de diez minutos para llamar la atención del chofer y como nadie acude se regresa al pueblo, porque la noche será de luna llena y los terrucos podrían sorprenderlo en medio camino y llevárselo "a las filas".

A las doce de la noche su mujer lo recibe con escandalosos reproches, mientras el Jefe ordena amenazante al chofer para que guarde la camioneta en el garaje de la oficina y no en otra parte. “No vayas estar dedicando el carro a traer los tomates de tu chacra, suficiente ha sido que en mi delante hayas cobrado pasajes a la gente que recogiste en la carretera. ¡Déjate de huevadas o te vas a la mierda!” 

Dos semanas después, llegó a la oficina el Presidente del anexo con el propósito de lograr la materialización de las ofertas del Jefe. Este lo recibió con gran curiosidad porque quería enterarse de los detalles de su retorno de Huacracucho. “¿Cómo me subí al caballo?” "¿Cómo pasé el derrumbe?” "¿Cómo pasé el río?" Las respuestas fueron invariables: "Pasando nomás Jefecito". Luego ordenó al empleado encargado de los asuntos comunales, para que preparara un informe normal con opinión favorable sobre la independización del anexo de Huacracucho, respecto de la Comunidad Madre de Yanacocha.

El técnico señaló que no podría hacerlo, porque no había participado en la Inspección Ocular. El Jefe le recordó la vez que desde una cantina del pueblo y totalmente borracho había hecho una inspección ocular de un lugar que distaba a más de 160 kilómetros, de donde resultó que su anfitrión, un limaco recién llegado, era poseedor de más de 60 hectáreas de pastos naturales donde pacían felices 40 cabezas de ganado con lo que logró un jugoso préstamo del Banco Agrario y con las mismas se volvió para Lima.

De dónde pues sacaba esa altanería, sería acaso porque todavía no se le había ocurrido hacer conocer ese delito al señor Ministro, para que ordenara la apertura de un proceso disciplinario en su contra, y ¡zúas! a la calle. “Yo estoy tratando de ayudar a nuestra pobre gente, pero tú sin embargo has ayudado a un sinvergüenza a robar a un banco del Estado. ¿Cuánto te ha caído por esa trafería?” El empleado lo miró con odio y dirigiéndose al gestor comunal le dijo casi gritando: "¡Vuelve la próxima semana!".

Al momento de despedirse el campesino le hizo una señal cómplice para decirle algo fuera de la oficina. Cuando la conversación se hizo privada el tramitador, muy avergonzado le rogó al Jefe para que le devolviera la manta que envolvió el convido y la soga que ataba al carnero porque no eran suyos, sino de doña Simona que era una vieja muertadehambre.

El Jefe le preguntó de qué le estaba hablando y porqué le pedía esas cosas. El comunero más confundido aún, le refirió las razones de su reclamo, más con la esperanza de que le perdone su atrevida petición, que con el propósito de recuperar las prendas. "Sólo queríamos saber si había disfrutado del carnerito", le dijo finalmente. Por su parte el Jefe agradeció la bondad del anexo de Huacracucho y le aseguró que para cuando vuelva le devolvería la manta y la soga.

Para el próximo fin de semana ordenó al chofer preparar la camioneta para una inspección ocular en el distrito de Huancarvilca. El chofer se alegró porque ese lugar tenía carretera hasta el mismo pueblo, allí podría comprar maíz, trigo, carneros, chanchos, gallinas, cuyes o cualquier otro producto barato, para que su mujer lo vendiera en la feria dominical.

La llegada del Jefe a Huancarvilca causó asombro por su prontitud y sobre todo por su sorpresa. A la media hora se apareció el encargado de los negocios del lugar, agitado y sudoroso, manifestando que no contaba con tan grata visita y que apenas tuvo noticias de su llegada había corrido desde su chacra que dista a media  legua. El visitador le explicó que así era el trabajo ahora, y que de inmediato le hiciera conocer los terrenos materia de su queja.

El presidente le suplicó un poquito de paciencia porque debía llamar a las demás autoridades y hacer comparecer al usurpador para poder arreglar ese problema de una vez por todas. Por su parte el chófer pidió permiso para meterse chacras adentro y ver con qué negocio podría beneficiarse. El Jefe, contra su costumbre, accedió al favor solicitado. Cuando el conductor desapareció de aquel lugar, pidió al presidente le prestara una talega. Así se hizo y el Jefe la llenó con dos espejos retrovisores, una llave de ruedas, una gata, un inflador de llantas y otras pequeñas herramientas más. Cuando llegó uno de los citados por el notificador, le preguntó quién era, este le respondió con su nombre y cargo. A ese paisano le suplicó le guardara la talega y cuando tuviera oportunidad de bajar a la ciudad le hiciera el favor de llevársela a su casa. Así se haría.

Al poco rato se completó la comparsa. Se fueron los denunciantes y denunciados a inspeccionar el terreno invadido. En ese lugar el Jefe dio a cada quien el tiempo necesario para reclamar, explicar y replicar, de modo que la diligencia terminó pasada la media tarde. Concluyendo que los terrenos invadidos eran de propiedad comunal y que el usurpador debía desocuparlo después de las cosechas.

Con las últimas luces del día llegaron hasta la plaza de la parcialidad. El chofer muy agitado le comunicó sobre el robo de los documentos, las herramientas y repuestos de la camioneta. Lejos de escucharlo, el Jefe le ordenó que pusiera en marcha el vehículo sin hacer más comentarios, porque le habían avisado que elementos subversivos estaban rodeando la comunidad, seguramente para hacer una incursión nocturna.

Al finalizar el mes y al día siguiente del pago de los sueldos, el Jefe ordenó al chofer dar unas vueltas por la ciudad. Al tiempo que iban paseando le preguntaba si era cierto que por el robo sufrido en Huancarvilca, a partir de ese mes y hasta diciembre le iban a descontar casi la mitad de su salario, él se quejó en sentido afirmativo; entonces el Jefe con aire despreocupado le propuso:

─Conozco a alguien que nos puede devolver la tarjeta de propiedad de la camioneta y las herramientas a cambio de dos grandes carneros negros, dos sogas y una manta llena de comida.

─Jefecito la verdad es que de hambre me fui a ver si por algún lugar de esos parajes podía encontrar algunas tunas. Cuando volví usté estaba tendido y vomitado en plena carretera rodeado por más de cinco perros que lo habían lamido antes, y que estaban esperando que volviera a vomitar para seguir comiendo. Si yo no llegaba a tiempo hasta se hubieran atrevido a devorarlo. Le juro por mi santa madre que yo no sabía que esas cosas eran para usté ingeniero, si no había nadie para advertirme. Si usté quiere yo le puedo reparar pero solo un carnero, la soga y la manta ─suplicó con una mezcla de mala sorpresa y de súbita alegría por la paga recuperada.

─Eso no te lo creo ni por la santa concha de tu madre. ¿Por qué me iban a devorar cinco perros si había una manta con suficiente comida como para reventarles la panza a más de diez? Escúchame con atención ─señaló con voz de sabio. ─Yo soy el Jefe, porque me he preparado en una de las mejores universidades del Perú, donde he logrado obtener un título profesional y por eso quiero que te metas muy dentro de tu aychauma, huevón de mierda, que soy tu Jefe: sano o borracho. ¡Llévame a la oficina carajo y no te olvides que son dos carneros!   

─¡Gracias ingeniero!