miércoles, 31 de mayo de 2017

PUENTE COLONIAL SOBRE EL RIO PACHACHACA (IV)

EL PUENTE PACHACHACA EN LA RUTA DE LOS CONQUISTADORES.

En los primeros años de la colonia, mediante la Ordenanza de tambos. Distancias de unos a otros. Modo cargar a los indios y obligaciones de las justicias respectivas[1] dictada en la ciudad de Cusco por el gobernador Cristóbal Vaca de Castro,[2] en mayo de 1543, se restableció el servicio de los tambos,[3] vigente en la época de Huayna Cápac, donde se menciona uno a uno todos los puntos de descanso de esta ruta. El camino inca al Chinchaysuyo que partía del Cusco pasando por Jaquijahuana (nombre antiguo de la actual pampa de Anta), Limatambo, Huaynarimac (Mollepata), Curahuasi para llegar a Abancay y continuar por el resto de la ruta, fue transitada por los españoles, pero en los primeros años de la colonia fue rediseñado para ser recorrida por caballos, mulas, asnos y para el tráfico de ganado vacuno. Para la atención y descanso de los viajeros, en lugar de los tambos incaicos, se establecieron postas al estilo de las ventas[4] españolas. Veamos algunos términos de esta Ordenanza a su paso por la antigua provincia de Abancay:


“Y del dicho Tambo de Limatambo se tiene que ir al Tambo de Guarina en el cual an de servir los indios y Pueblos siguientes, Pitocalla o Cacho o Tila que son de Antonio Ruiz de Guebara. Cotormalca o Ayaranga o Bambate que son de Setiel y todos los Pueblos aldeas y lugares el fator lllan Suárez de Carbajal en la Província de Cotabamba que es de la otra parte del Río de Apurima.

Y del dicho tambo de Apurima se tiene de ir al Tambo de Curaguasi en el qual han de servir los indios de los Pueblos de Chotopoca, Carpeta, Camacanche que son de Orbaneja con todos los otros indios que sirven a Orbaneja y los Pueblos de Curaguasi. o Hurco Aymara o Lava y las ingas que son todos de Pedro de León y los pueblos Chuquitambo o Urcos que son de Hernando Pizarro.

Y del dicho Pueblo da Curaguasi se tiene de ir al Tambo de Abancay en el cual an de servir los Pueblos Coya y Curac o Víchuica o Tasmara o Surco o Tamaran que son de Peralonso Carrasco o Caramba o Guayllabamba o huchuri que son de Juan Rodríguez con todas las otras de Peralonso o Juan Rodríguez o Pancorvo y todos los Pueblos aldeas y lugares que tiene el Capitán Garcilaso de la otra parte del Río que fueron del Obispo que haya gloria.

Y del dicho Tambo de Cabana se ha de ir a Cochacajas en el qua an de servir el poblezuelo que está en Cochacajas o Mayo y todos los otros Pueblos del Repartimiento de Candia que es ahora del Capitán Peranzures,”


EL CAMINO REAL DE BUENOS AIRES A LIMA

Se conoce como Camino Real[5] de Buenos Aires a Lima, a la ruta que durante el virreinato del Perú y del Río de la Plata enlazaba el puerto de Buenos Aires con el Alto Perú (actual Bolivia), hasta la Ciudad de los Reyes (Lima). Gran parte de este camino recorría el Ccapacñan incaico, según lo reseñó en 1567,  Juan Matienzo, miembro de la Audiencia de Charcas.


En un inicio su objetivo fue poblar desde el Perú -con españoles o sus descendientes- la provincia de Tucumán y las miras eran lograr una interconexión con el océano Atlántico. En ese afán en 1573 quedó conectado el Alto Perú (Bolivia) con la provincia de Córdoba, y posteriormente se llegó a Buenos Aires, que en 1778 sería la sede administrativa del Virreinato del Río de La Plata fundado por Carlos III[6].

En el año de 1663, este camino fue elevado al rango de Camino Real por orden del gobernador José Martínez de Salazar y a fines de ese siglo ya se encontraba consolidado y era de enorme utilidad para las comunicaciones, posibilitando a través del comercio el crecimiento de las localidades que a lo largo de los más de 4,000 kilómetros que separaban Buenos Aires y Lima.

Esta ruta fue descrita en diversas crónicas, como las de Acarette du Biscay[7], Alonso Carrión de la Vandera[8], alías “Concolocorvo” y el Capitán Andrews, entre otras que enriquecen con sus comentarios este camino que a lo largo de los siglos fue el tránsito de personas (pobladores, gobernantes, emigrantes, religiosos, militares, comerciantes, educadores, estudiosos, aventureros, etc.), bienes muebles, noticias, arte, cultura y de las ideas libertarias de las que surgieron las repúblicas de Argentina, Bolivia y Perú.


Más adelante se creó un servicio postal a lo largo de la ruta, pero a pesar de que las ordenanzas sobre postas exigían una serie de comodidades para el viajero, éstas eran por lo general, bastante precarias, a tal punto que, de acuerdo al relato de algunos viajeros de la época, en muchas de ellas debían conseguirse hasta la leña para el fuego. Estas postas llegaron a ser verdaderas posadas y algunas hasta contaban con una tienda de abarrotes. Este viaje de postas no permitía a ningún  viajero llevar caballos propios, debiendo tomarlos en cada posta del camino, pagando los derechos de acuerdo a la tarifa establecida que variaba de posta a posta.

En la época colonial las distancias se medían en leguas[9]. Existían variantes sobre la extensión de una legua pero en general se considera que la legua equivalía aproximadamente  5 km. Según esta métrica, la distancia que separaba Buenos Aires de Lima, era la siguiente:

-          LIMA a POTOSÍ                   : 410 leguas = 2,050 Kilómetros.
-          POTOSÍ a SALTA                : 125 leguas = 625 kilómetros.
-          SALTA a TUCUMÁN          : 92 leguas = 460 kilómetros.
-          TUCUMÁN a CÓRDOBA  : 130 leguas = 650 kilómetros.
-           CÓRDOBA a BUENOS AIRES: 160 leguas = 800 kilómetros


¿En cuánto tiempo se podía recorrer ese prolongadísimo trayecto? Las cifras variaban de acuerdo con las condiciones climáticas y el medio de transporte. Marchando a caballo la distancia promedio que podía recorrer un jinete era de seis leguas por día, entonces este necesitaba 152 días de viaje, sin parar un solo día, es decir, más de 5 meses.

En esta parte reproducimos algunas notas de la obra: “El Lazarillo de los ciegos caminantes”[10] de Concolorcorvo a su paso por Abancay y el puente colonial de Pachachaca.

“En Andaguaylas y Abancay, que son los dos únicos pueblos grandes, desde Guamanga al Cuzco, se ven de alguna cosa. El visitador es de dictamen que no se entre al Cuzco con rezagos sino con el fin de sacrificarlos a un ínfimo precio. Tiene por más acertado que se pase con ellos a la feria de Cocharcas, sobre que tomarán sus medidas los pequeños comerciantes, a quienes se previene que no pierdan venta desde el primer día que se abra la feria, porque ha observado que todos los días van en decadencia los precios. Estas advertencias son inútiles, y aun pudieran ser perjudiciales a los mercaderes gruesos que pasan con destino al Cuzco, Paz, Oruro o Potosí, a donde se hacen dependencias crecidas y quieren surtimentos completos; pero siempre sería conveniente que estos comerciantes entregasen toda la carga gruesa de lanas, lienzos y mercerías a los arrieros comunes y que llevasen consigo por las postas los tejidos de oro y plata, sedas y de mayor valor, que no ocupen más de diez mulas, que con corta detención pueden habilitar los maestros de postas.

(…..)

        Todo el país restante, hasta Guamanga, se compone de cuestas y barrancos, quebradas y algunos llanos, en que están los cañaverales y trapiches de la provincia de Abancay y Andaguaylas. La primera tiene una cuesta formidable, porque se forman en tiempo de aguas unos camellones o figura de camellos, que apenas tienen las mulas en donde fijar sus pies.

Tránsito verdaderamente contemplativo, y en que los correos se atrasan, como asimismo en las sartenejas anteriores, que se forman de unos hoyos que hacen las mulas de carga en territorio barroso y flojo, en donde no se puede picar o acelerar el paso sin riesgo de una notable caída. Al fin de la bajada se presenta el gran Puente de Abancay, o Pachachaca con impropiedad.

Este es el tercero de arquitectura que hay desde Chuquisaca, de un sólo arco, que estriba sobre dos peñas de la una y la otra banda, que dividen la provincia de Abancay de la de Andaguaylas. Este puente es de los primeros o acaso el primero que se fabricó a los principios de la conquista, para dar tránsito al Cuzco, y de esta ciudad a las demás provincias posteriores, por atravesarle un gran río que la dividía. El puente fue fabricado con todas las reglas del arte, como lo manifiesta actualmente. Se ha hecho más célebre, y lo será de perpetua memoria, por las dos célebres batallas que cerca de él ganaron los realistas, pero es [344] digno de admiración que un puente tan célebre se haya abandonado y casi puesto en estado de arruinarse, si se desprecia el remedio. El observantísimo don Luis de Lorenzana, actual gobernador de la provincia de Jauja, que hizo viaje a esta capital desde Buenos Aires, por el Tucumán y Potosí, presentó a este superior gobierno una relación o informe muy conciso, pero discreto y acertado en sus reparos. Algunos son irreparables, por falta de gente y de posibles. Los ridículos cercados, que llaman pilcas, para defensa de sus sembrados, son providencia para poco más de medio año en las tierras de poco migajón, o estériles y pedregosas, que no dan fruto anual. Los montones de piedra que vio este caballero en las heredades, son el mayor fruto de ellas, y se tiene por más conveniente amontonarlas y perder un corto terreno, que sacarlas al camino. La excavación que hicieron las aguas y el continuo trajín de caballerías de la banda de Pachachaca al gran puente, es digna de lamentarse, no solamente por la molesta y riesgo de su subida y bajada, sino porque se puede recelar que creciendo la excavación hasta el sitio adonde estriba el extremo del arco, se puede caer el puente con un gran terremoto, o imposibilitarse el ascenso o bajada a las mulas cargadas. Lo cierto es que al presente se transita con riesgo, y que es fácil el remedio a costa de la mucha piedra que hay cercana y pocas hanegas de [345] cal y arena para unirla bien, asegurar el puente y dar un tránsito correspondiente a su grandeza, que todo se puede hacer con un tenue gravamen de los provincianos y si fuere necesario, se impone algún derecho corto a los transeúntes, como sucede hasta en las reales calzadas que necesitan continuos reparos por el mucho trajín de coches, calesas, carromatos y galeras, cuyos bagajes fueron los más beneficiados y que hacen más destrozos.

Pasando el puente se entra en la provincia de Andaguaylas, que toda se compone de eminencias, barrancos y quebradas calientes, a donde están los cañaverales y trapiches que aprovechan algunas lomadas. Parece que los dueños de estas haciendas son personas de poca economía, o que las haciendas, en la realidad, no se costean, porque a los cañaverales llaman engañaverales y a los trapiches trampiches. Todo este país, como el de Abancay, a excepción de algunos altos, es muy caliente y frondoso……”






[1] Ordenanzas de tambos. Distancias de unos a otros. Modo cargar a los indios y obligaciones de las justicias respectivas. Hecho en la ciudad del Cusco el 31 de mayo de 1543. Vaca de Castro.
[2] Cristóbal Vaca de Castro (Izagre, León, c. 1492 - Valladolid, 1566) fue un administrador colonial español en Perú. Oidor de la audiencia de Valladolid (1536), fue enviado como juez pesquisidor por Carlos I de España a Perú en 1540 para restaurar el orden entre las facciones de Gonzalo Pizarro y Diego de Almagro, y con la facultad de, en caso de fallecimiento de Francisco Pizarro, hacerse cargo de su gobernación.
[3] Los tambos eran los albergues de los emisarios, chasquis, gobernadores o incluso del propio Inca, cuando éste recorría su territorio. Se repartían en los caminos, cada 20 o 30 kilómetros (una jornada de camino a pie). También eran centros de acopio de alimentos, lana, leña u otros materiales básicos para la supervivencia. De este modo, en épocas de penurias climáticas o desastres naturales, los tambos alimentaban y proveían de algunos materiales para la supervivencia de los pueblos y aldeas afectados.
[4] Venta.- Casa establecida en los caminos o despoblados para hospedaje de los pasajeros.
[5] Camino real era aquel construido por el Estado, más ancho de lo común y que unía ciudades importantes
[6] Carlos III de España, llamado «el Político»b o «el Mejor Alcalde de Madrid» (Madrid, 20 de enero de 1716-ibídem, 14 de diciembre de 1788), fue duque de Parma y Plasencia —como Carlos I— entre 1731 y 1735, rey de Nápoles —como Carlos VII— y rey de Sicilia —como Carlos V— de 1734 a 1759 y de España desde 1759 hasta su muerte en 1788.
[7] Acarette du Biscay fue un francés, posiblemente de origen vasco, del que se conoce muy poco. En diciembre de 1657 se embarcó en Cádiz, España, hacia la región del Río de la Plata en Sudamérica, haciéndose pasar por el sobrino de un caballero español para eludir la prohibición española de recibir visitantes extranjeros en sus posesiones en el Nuevo Mundo. En 1658, viajó por tierra a través de la pampa argentina hasta las minas de plata de Potosí, situadas en la actual Bolivia. En 1672, Acarete publicó un relato de este viaje en su francés natal. Una versión posterior de la obra se publicó en París en 1696 bajo el título `Relation des voyages dans la rivière de la Plate`. Esta traducción al inglés de una edición posterior fue publicada en Londres en 1698. Forma parte de una obra mayor titulada `Viajes y descubrimientos en Sudamérica`, que contiene relatos de tres de sus primeros viajes al continente. Acarete hizo observaciones detalladas sobre los lugares que visitaba y la gente que encontraba, y su obra es una fuente importante para la historia de Argentina y Perú durante los primeros años del asentamiento español.
[8] Alonso Carrió de la Vandera (Gijón, 17151 - Lima, 1783), también conocido como La Vandera, fue un alto funcionario, escritor, comerciante, viajero y cronista de Indias español, que pasó la mayor parte de su vida en el Virreinato del Perú, donde fue durante varios años administrador del Correo Real. Utilizó el seudónimo de Concolorcorvo como autor del Lazarillo de ciegos caminantes, en que hizo aparecer como autor a su propio amanuense, Calixto Bustamante Carlos Inca.
[9] La legua castellana legal (antigua) era una medida de longitud utilizada para establecer las dimensiones de predios y que se conoció como legal porque era utilizada en los tribunales. Se fijó originalmente en 5000 varas castellanas de Burgos, es decir, unas 2,6 millas romanas, 15 000 pies castellanos o 4190 metros. Siguió usándose de forma profusa mucho después que la aboliera Felipe II en 1568 ordenando que se la sustituyese por la legua común o vulgar.
La legua común que era una unidad itineraria que se utilizaba en las crónicas de las exploraciones y viajes terrestres. Era una medida muy imprecisa ya que variaba con las circunstancias que rodeaban al viajero, tales como si iba a pie, a caballo, en mula, o en carruaje, si iba en grupo o con carga, así como también del tipo de terreno, los obstáculos y el clima. Quedó establecida por el uso en el siglo XVI en 20 000 pies castellanos; es decir, 5572,7 metros o 6666,66 varas castellanas
[10] El lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos Aires, hasta Lima con sus itinerarios según la más puntual observación, con algunas noticias útiles a los Nuevos Comerciantes que tratan en Mulas ; y otras históricas sacado de las memorias que hizo Don Alonso Carrió de la Vandera en este dilatado viaje ...

miércoles, 24 de mayo de 2017

PUENTE COLONIAL SOBRE EL RIO PACHACHACA (III)

EL PUENTE PACHACHACA Y LA BATALLA DE ABANCAY.

Algunos años después del viaje de Francisco Pizarro por la ruta de Andahuaylas y Abancay al Cusco que culminó a mediados de noviembre de 1533, los españoles comenzaron a asentarse paulatinamente en los valles de Abancay y Pachachaca.

Pero no todo fue fácil conquista y libre apropiación de tierras por parte de los primeros invasores españoles, pues estuvo de por medio la Capitulación[1] de Toledo del 25 de abril de 1529, contenido en un decreto real expedido en Toledo[2] por la Corona de Castilla, mediante la cual se otorgaba un adelantamiento, es decir, un mandato de servicio, por cuenta y bajo designio real a Francisco Pizarro, dentro de la hazaña de la conquista y colonización española de América.

Francisco Pizarro en la Capitulación de Toledo

Este documento fue firmado por la reina consorte Isabel de Portugal[3] (con poderes delegados por mandato de su esposo, el rey Carlos I de España,[4] que se hallaba ausente en Cortes), García Fernández Manrique, conde de Osorno en su calidad de Presidente del Consejo de Indias, y el doctor Diego Beltrán. De este modo quedó legitimada por los socios de la conquista y a favor de la Corona española la conquista del Perú y con ello la destrucción de la civilización incaica.

Isabel de Portugal. Reina consorte de España, Nápoles, Sicilia, Cerdeña,
duquesa consorte de Milán, duquesa titular consorte de Borgoña y
emperatriz consorte del Sacro Imperio Romano Germánico

Resulta pertinente transcribir un fragmento de esta Capitulación, veamos:

“Por cuanto vos el capitán Francisco Pizarro, vecino de Tierra-Firme, llamada Castilla del Oro, por vos y en nombre del venerable padre don Fernando de Luque, maestreescuela y provisor dé la iglesia de Darien, sede vacante, que es en la dicha Castilla del Oro, y el capitán Diego de Almagro, vecino de la ciudad de Panamá, nos hicisteis relación que vos é los dichos vuestros compañeros, con desseo de nos servir e del bien e acrescentamiento de nuestra Corona real, puede aver cinco años, poco mas o menos, que con licencia e paresçer de Pedrarias Dávila, nuestro governador e capitán general que fué de la dicha Tierra Firme, tomastes cargo de ir a conquistar, descobrir e paçificar e poblar por la costa de la mar del Sur de la dicha Tierra, a la parte de levante, (...) Yo La Reina.”

Por medio de esta capitulación, Pizarro logró enormes beneficios en desmedro de sus socios Diego de Almagro y Hernando de Luque. Más tarde estas diferencias se irían ahondando hasta hacerse irreconciliables, y agravando más aun cuando sus partidarios las hicieron suyas.

Recordemos que por este documento Francisco Pizarro recibió la Gobernación de Nueva Castilla[5] y Diego de Almagro la Gobernación de Nueva Toledo,[6]  y que este último realizó un viaje de conquista a Chile, que comenzó en julio de 1535 y terminó en Arequipa en febrero de 1537. Esa aventura le resultó dura y penosa, pues no encontró nada de valor en aquellas tierras, a pesar de haber llegado hasta la altura de Valparaíso.


Desalentado por los resultados de su infructuoso viaje a Chile, y en la certeza que el Cusco era parte de su Gobernación, en abril de 1537 decidió tomarlo como parte de su dominio, y lo hace en los delicados momentos en que los españoles luchaban contra las tropas de Manco Inca Yupanqui (Manco II). Después de derrotar a la resistencia incaica que acabó retirándose a Vilcabamba, tomó presos a Gonzalo Pizarro[7] y a Hernando Pizarro[8] y se proclamó gobernador del Cusco. Para resolver este problema hubo negociaciones entre ambos socios, pero estas no prosperaron y acabaron en lo que conocemos como La guerra entre Francisco Pizarro y Diego de Almagro el Viejo de 1537 y1538.

Gonzalo Pizarro Alonso y Hernando Pizarro y de Vargas

Como parte del inicio militar de esa contienda se produjo la Batalla de Abancay, librada el 12 de julio de 1537 a orillas del río que los españoles llamaron Abancay, y en las inmediaciones del puente incaico tendido por los incas sobre este rio que ellos llamaban Aucapanamayo y que hoy conocemos como río Pachachaca, entre las fuerzas de Francisco Pizarro, encabezadas por Alonso de Alvarado,[9] y las de Diego de Almagro.

Sobre los mismos pedrones en que se levanta este puente colonial, se construyó el puente incaico,
donde se libró la famoso batalla de Abancay que dio inicio a la guerra civil de los conquistadores del Perú

Almagro venció ayudado por Pedro de Lerma, que se pasó a su bando en plena batalla. De todo lo que me ha caído a las manos sobre la Batalla de Abancay, considero que la narrada por  Guillermo Prescott,[10] en su “Historia de la conquista del Perú”,[11] es la más objetiva y sucinta, sin dejar de admitir que para algunos puedan ser otras o la combinación de muchas; pero leamos:

“El primer acto de Almagro después de la toma de la capital, fue enviar un mensaje á Alonso de Alvarado anunciándole su entrada en el Cuzco y exigiendo de él obediencia como legítimo señor. Alvarado estaba acampado con quinientos hombres entre infantería y caballería en Xauxa á unas trece leguas de la capital. Había sido enviado algunos meses antes para socorrer al Cuzco, pero inmotivada, y según se vio desgraciadamente para la capital del Perú, se detuvo en Xauxa con el pretexto de proteger aquel establecimiento y sus inmediaciones contra los insurgentes. En aquella ocasión se manifestó leal á su jefe, y cuando los enviados de Almagro llegaron al campamento, les hizo prender y dio aviso de lo que pasaba al gobernador de Lima.

Ofendido Almagro de la prisión de sus emisarios, se preparó á marchar contra Alonso de Alvarado y á adoptar medidas más eficaces para conseguir su sumisión. Su segundo Orgoñez[12] le instó fuertemente antes de su partida para que hiciese cortar la cabeza á los Pizarros, alegando que mientras existiesen nunca estará la suya segura, y concluyendo con el proverbio español de que «el muerto no mordía.» Pero el mariscal, aunque detestaba á Hernando, se opuso á tan violenta medida. Además de estas consideraciones tenia presente el afecto que todavía conservaba á su antiguo socio Francisco Pizarro y no quería romper para siempre los lazos que les unían. Contentándose, pues, con poner á los presos bajo la custodia de una fuerte guardia en uno de los edificios pertenecientes á la casa del Sol, salió á la cabeza de sus fuerzas en busca de Alvarado.

Había tomado posesión del otro lado del río de Abancay, colocándose con el grueso de su pequeño ejército en frente de un puente que atravesaba sus rápidas aguas, mientras un fuerte destacamento de sus tropas ocupaba una eminencia que dominaba un vado á cierta distancia en dirección de la corriente. Pero en este destacamento había un caballero de gran consideración en el ejército, llamado Pedro de Lerma, el cual por cierto pique con su comandante, resuelto á hacerle traición, había entrado en correspondencia con el opuesto bando. Por su consejo Almagro al llegar á la orilla del rio estableció sus fuerzas junto al puente frente de las de Alvarado como preparándose á forzar el paso, y concentrando de este modo sobre aquel punto la atención de su adversario. Pero cuando ya estuvo bien entrada la noche destacó una gran fuerza á las órdenes de Orgoñez para pasar el vado y operar de acuerdo con Lerma. Orgoñez ejecutó su comisión con su acostumbrada prontitud: cruzó el vado, aunque la corriente era tan rápida que muchos de sus soldados fueron arrebatados por ella y perecieron en las aguas. El mismo recibió una grave herida en la boca al saltar á la opuesta orilla, pero sin arredrarse por este contratiempo, animó á su gente y cayó con furia sobre el enemigo. Pronto se le unieron Lerma y los soldados que este había sobornado, y entonces los de Alvarado, no pudiendo distinguir los amigos de los adversarios, se vieron en confusión completa.

Entre tanto Alvarado alarmado con el ruido del ataque por aquel punto, se apresuró á ir en auxilio de su tropa; pero Almagro, aprovechando la ocasión forzó el paso del puente, dispersó el pequeño cuerpo de tropas que había quedado defendiéndole, y cayendo después sobre la retaguardia de Alvarado logró cerrarle por todas partes. No duró mucho la pelea, porque el desgraciado jefe, no sabiendo de quién liarse, hubo de rendirse con las fuerzas que le habían permanecido fieles. Tal fue la batalla de Abancay, llamada así por el rio en cuyas márgenes se dio el 12 de julio de 1537. Nunca se ha conseguido á menos costa victoria más completa; y Almagro volvió en triunfo al Cuzco con una cuerda de prisioneros apenas inferior en número á su propio ejército.”





[1] Capitulación.- Acuerdo firmado entre dos partes sobre un negocio o asunto, generalmente importante o grave.
[2] Toledo es un municipio y ciudad de España, capital de la provincia homónima, de la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha y antigua sede de la Corte de Castilla. Es conocida como «La ciudad Imperial» por haber sido la sede principal de la corte de Carlos I y también como «la ciudad de las tres culturas», por haber estado poblada durante siglos por cristianos, judíos y musulmanes.
[3] Isabel de Portugal (¿?, 1428–Arévalo, 15 de agosto de 1496), reina consorte de Castilla por su matrimonio con el rey Juan II, fue hija del infante Juan de Portugal y de Isabel de Barcelos (de la Dinastía de Braganza) y nieta del rey Juan I de Portugal (de la dinastía de Avís).
[4] Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, llamado «el César» (Gante, 24 de febrero de 1500-Cuacos de Yuste, 21 de septiembre de 1558), reinó —junto con Juana I de Castilla, su madre, (esta última de forma solamente nominal)— en todo el Imperio español como Carlos I, desde 1516 hasta 1556, reuniendo así por primera vez en una misma persona a la Corona de Castilla (el Reino de Navarra inclusive) y a la Corona de Aragón. Asimismo fue emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, como Carlos V, desde 1520 hasta 1558.
[5] Se llamó Nueva Castilla a una de las dos gobernaciones que en 1529, la reina de España, dividió parte del territorio sudamericano. Adjudicada a Francisco Pizarro, fue constituida por territorios incas incorporados a Castilla en la conquista de Perú. Fue creada el 26 de julio de 1529 mediante la Capitulación de Toledo. Abarcaba la sección de Sudamérica comprendiendo 200 leguas hacia el sur (en ese momento cada grado de longitud equivalía a 17,5 leguas españolas) medidas por y desde el meridiano que pasaba por el pueblo de Teninpuya (También Teninpulla, Tenumpuela o Santiago), ubicado en la desembocadura del río Santiago (hoy en Ecuador) a los 1º20'N. La capitulación era imprecisa y señalaba dos límites al sur que no coincidían: las 200 leguas que llegaban hasta los 9º57'S y el pueblo de Chincha que se hallaba a 13°29'S, habiendo más de 60 leguas entre un punto y el otro. Al oeste el límite quedaba también impreciso ya que España y Portugal no se ponían de acuerdo sobre cúal era el meridiano de Tordesillas, que según la primera debía ser el 46º 37’O.
[6] La Gobernación de Nueva Toledo fue una de las cuatro divisiones administrativas creadas en América del Sur por el emperador Carlos V en 1534, en reemplazo de las gobernaciones creadas en 1529 para Francisco Pizarro y Simón de Alcazaba y Sotomayor. La Gobernación de nueva Toledo fue creada para Diego de Almagro, quien no había resultado favorecido en el anterior reparto. La real cédula fue firmada el 21 de mayo de 1534 y otorgaba a Diego de Almagro una franja de 200 leguas en dirección norte-sur que comenzaban en el paralelo 25° 31' 26''S, cerca de Pisco, que correspondía al límite sur de la Gobernación de Nueva Castilla otorgada a Pizarro, la cual comenzaba a los 1° 20'N en la boca del río Santiago y se extendía por 270 leguas hacia el sur por el meridiano de ese lugar. La gobernación tenía como límite oriental a la línea del Tratado de Tordesillas, la cual para los españoles se hallaba a los 46º 37’O, por lo que se le otorgaba un pequeño trecho de costa en el océano Atlántico. Confinaba por el sur con la Gobernación de Nueva Andalucía, otorgada a Pedro de Mendoza, un poco al sur de Taltal a los 25° 31' 26''S. Al occidente se hallaba el océano Pacífico.
[7] Gonzalo Pizarro o bien Gonzalo Pizarro Alonso (Trujillo, España, ca. 1510 - Cuzco, Virreinato del Perú, 10 de abril de 1548) fue un conquistador español, hermano paterno menor de Francisco Pizarro y uno de los principales actores de la Conquista del Perú y de las guerras civiles entre los conquistadores. Encabezó la Gran Rebelión de Encomenderos de 1544 contra la corona española, en protesta por la dación de las Leyes Nuevas. Fue nombrado Gobernador del Perú (1544-1548). Derrotado por Pedro de la Gasca, en la batalla de Jaquijahuana (9 de abril de 1548), fue apresado, enjuiciado, condenado a muerte y decapitado.
[8] Hernando Pizarro o bien Hernando Pizarro y de Vargas (Trujillo de Extremadura, España, 1504 - ib., 1580), fue un descubridor y conquistador español. Era uno de los hermanos de Francisco Pizarro con quien pasó al Perú y tomó parte de las primeras acciones de la conquista del Imperio incaico.
[9] Alonso de Alvarado Montaya González de Cevallos y Miranda (* Secadura, Voto, 1500 - † Lima, 1556) fue un explorador y conquistador español. Después de servir una temporada en Guatemala bajo las órdenes de su tío el Adelantado Pedro de Alvarado, acompañó a éste al Perú en 1534. Tras el retorno de Pedro a Guatemala, se incorporó a las fuerzas de Francisco Pizarro. En poco tiempo se convirtió en su hombre de confianza de Pizarro y se le encargaron diversas campañas de exploración, conquista y fundación de ciudades.
[10] PRESCOTT, Guillermo. Historia de la Conquista del Perú, con observaciones preliminares sobre la Civilización de los Incas. Imprenta y Librería de Gaspar Roig, Editores. Madrid. 1851, Pág. 151
[11] William Hickling Prescott, nació en Salem, Massachusetts 4 de mayo 1796 y murió en Boston el  29 de enero 1859) fue un historiador e hispanista norteamericano.
[12] Este pie de página es nuestro. Rodrigo Ordóñez (Oropesa, 1490 - Batalla de las Salinas, 26 de abril de 1538) fue un militar y explorador español. Participó en la conquista del Imperio Inca. Tras varias incursiones infructuosas en el Istmo y en Honduras, llegó a Cajamarca con Diego de Almagro y ascendió hasta llegar a ser el segundo de más confianza como mariscal en la marcha hacia el Cuzco, la expedición de Chile, la captura de Hernando Pizarro y la batalla de Abancay.

martes, 16 de mayo de 2017

PUENTE COLONIAL SOBRE EL RIO PACHACHACA (II)

EL CCAPACÑAN O CAMINO INCA


Para los intereses de los regnícolas cusqueños era de vital importancia construir y mantener una red de caminos que saliendo del Cusco uniera el Tawantinsuyo, que por esos tiempos se llamó  Ccapacñan (Gran Camino). Sobre este sistema vial Rostworowki[1] nos dice:

“Con el surgimiento del Tahuantinsuyo se incrementó el número de caminos hasta alcanzar una extraordinaria magnitud. Según las estimaciones de Hyslop (1984) el sistema vial comprendía de 30,000 a 50,000 Km. en su totalidad. El mérito incaico consistió en su profundo espíritu organizativo y en la planificación de la fuerza de trabajo disponible, que le permitió ejecutar un conjunto vial que sería la base de la infraestructura estatal.

Para el gobierno inca, las rutas eran indispensables para los fines del Estado: desde la movilización de sus ejércitos, el masivo traslado de poblaciones enviadas en calidad de lugares de origen, hasta el transporte de los productos comitmaq con frecuencia a parajes distantes de sus sechados en tierras estatales y enviados a los depósitos en los centros administrativos. La organización inca necesitaba de rutas para enviar a sus dignatarios: administradores, visitadores, jueces, quipocamayo, entre otros, sin contar con las facilidades requeridas para los corredores, portadores de noticias y mensajes. Se trataba de todo un mundo que giraba en torno a las necesidades del Estado. Por lo tanto, el objetivo de la red vial obedecía a los fines exclusivos del gobierno central y no de las etnias o de los particulares. Ese es el punto básico que distingue al sistema incaico de las vías de comunicación modernas.

Existieron dos vías troncales principales, la una se extendía por la sierra de sur a norte, mientras la segunda unía los valles yungas entre sí. Entre ambas regiones, numerosos caminos se dirigían de la costa a la sierra y se prolongaban a la selva.”


El cronista Pedro Cieza de León[2], en su tiempo y con admiración describió este fabuloso camino inca, así:

“... Una de las cosas de que yo más me admire contemplando y notando las cosas deste reyno fue pensar cómo y de qué manera se pudieron hazer caminos tan grandes y soberbios como por él vemos y qué fuerzas de hombres bastaron a lo poder hazer y con qué herramientas y instrumento pudieron allanar los montes y quebrantar las peñas para hazerlos tan anchos y buenos como están; porque me parece que si el Emperador quisiese mandar hazer otro camino real como el que va del Quito al Cuzco sale del Cuzco para ir a Chile, ciertamente creo con todo su poder para ello no fuese poderoso ni fuerzas de hombres lo pudieran hazer, si no fuese con la orden tan grande que para ello los Yngas mandaron que hubiese, porque si fuera camino de cincuenta leguas o de ciento o de doscientas es de creer que aunque la tierra fuera más áspera no se tuviera en mucho con buena diligencia hazerlo; mas éstos eran tan largos que avía alguno que tenía más de mil y cien leguas, todo echado por sierras tan agras y espantosas que por algunas partes mirando abajo se quita la vista y algunas destas sierras derechas y llenas de pedreras, tanto que era menester cavar por las laderas en peña viva para hazer el camino ancho y llano: todo lo cual hazían con fuego y con sus picos. Por otros lugares había subidas tan altas y ásperas que hazían desde lo bajo escalones  para poder subir por ellos a lo más alto, haziendo entre medias dellos algunos descansos anchos para el reposo de la gente. En otros lugares avía montones de nieve que era más de temer y esto no en un lugar sino en muchas partes, y no así como quera, sino que no va ponderado ni encarecido como ello es ni como lo vemos; y por estas nieves y por donde avía montañas de árboles y céspedes lo hazían llano y empedrado, si menester fuese….”


Duffait[3], además de un estudio de sus características técnicas, nos ofrece un análisis de los estrechos vínculos de estos caminos con el paisaje sagrado y sus elementos atados a la memoria colectiva y al culto ancestral de los pueblos precolombinos. Leamos:

“Por supuesto, fuera del aspecto administrativo y político las vías tenían otras funciones: militares, económico-religiosas y ceremoniales. Como lo subraya Hyslop (1984:340-343) en las últimas páginas de su obra sobre la red vial inca, los caminos tenían una función simbólica e ideológica. Expresaban la geografía cultural y estaban investidos de un importante significado ritual y es este aspecto en particular el que nos interesa en el presente artículo. En esta perspectiva y cualquiera que sea el aspecto de las vías (tramos pavimentados o simples senderos de tierra), se necesita tomar en cuenta todos los elementos del paisaje (cerros, nevados, volcanes, rocas, cuevas, ríos, lagunas, fuentes, árboles...) asociados o visibles desde los caminos. Efectivamente, estos elementos tenían una función ceremonial y simbólica importante ligada a la memoria colectiva y los orígenes –reales o míticos– de las diversas comunidades andinas, como bien se sabe (Duviols 1967:20, 1971:255).”


Viladegut[4] nos refiere la trayectoria de este maravilloso camino a su paso por los valles de Abancay y Pachachaca:

“Camino del Inka:

Por Abancay, pasaba el camino del Inka. De Saywite subía a la cumbre de Socllaqasa, descendía por Negrowarkuna hacia Tamburco, hasta llegar al punto denominado Osnomocco, lugar apropiado donde existían dos tambos o garitas que era el observatorio a ambos bandos del camino. Desde este lugar se dirigía hacia el sur, por la rinconada, encima y detrás de su pequeña iglesia, existen todavía trechos de ocho metros de ancho para este camino; continuaba por debajo de Tinyarumi a Chinchichaka, cortando para entonces una pampa larga por encima del actual estadio del Olivo y seguía por Chakiqmayopata hasta encontrar la cuchilla de Castillomoqo, bajando luego, buscando el rio Pachachaka.

Sobre este río había un puente colgante, hecho de mimbres y sogas de cabuya, en el lugar denominado Moyoq, a un kilómetro aguas abajo del fundo Santo Tomas, existe un manante de aguas calientes y una piedra en forma de batea, de ese puente finalmente se ascendía por una cuchilla, hasta Tambo, para continuar por encima de Huancarama. Por este camino que serpenteaba rojizo en la tupida vegetación de tunales, gigantescos huarangos, patis, pisonaes y chamisas, pasaron los primeros españoles. Pero, por el año de 1645, los viajeros ya no utilizaban los Caminos del Inka, sino lo nuevos de herradura para los caballos de los españoles. Los antiguos caminos pasaron a ser los “runañan”.

Para viajar del Cuzco a Huamanga, se pasaba por la actual población de Abancay, por dos caminos: uno que bajaba de Tamburco por Tarakallejón y otro que venía de Condebamba hasta Chuspipata y este se proyectaba hasta la ciudad por la calle Miskabamba. De Condebamba se bifurcaban dos caminos. Uno hacia Markahuasi y otro hacia Aymas, éste para los viajeros de Cotabambas.”

El ccapacñan o camino inca a su paso por la ciudad de Abancay, capital del departamento de Apurímac

EL PUENTE INCAICO SOBRE EL RÍO AUCAPANAMAYO
   
Sobre el antiguo puente inca del río Aucapanamayo, que en tiempo de los españoles se llamó río Abancay y que hoy llamamos río Pachachachaca, tenemos la descripción más antigua y sucinta que nos hace el cronista Pedro Cieza de León[5] hacia 1553:

“De esta provincia de Andahuaylas (que los españoles comúnmente llaman Andaguaylas) se allega al río de Abancay, que está nueve leguas más adelante hacia el Cuzco, y tiene este río sus padrones o pilares de piedra bien fuertes adonde está puente como en los demás ríos. Por donde éste pasa hacen las sierras un valle pequeño, adonde hay arboledas, y se crían frutas y otros mantenimientos abundantemente. En este río fue donde el adelantado don Diego de Almagro desbarató y prendió al capitán Alonso de Alvarado general de gobernador don Francisco Pizarro, como diré en la guerra de las Salinas.

No muy lejos de este río estaban aposentos y depósitos como los que había en los demás pueblos, pequeños y no de mucha importancia.”

Sobre otras descripciones de este puente incaico, Regal[6] nos ilustra:

“Cristóbal de Molina, llamado por los historiadores "el almagrista", menciona el puente de Abancay, en uno de los episodios a que nos referimos anteriormente, y que corresponde al año de 1537: "y si no era por el camino de Huayna Cápac, no se podría andar y el río no se podía pasar sino por una puente de criznejas de mimbres".

Según Guaman Poma, el puente de "Abancay", era uno de los grandes puentes colgantes incaicos, de acuerdo con la lista que inserta en su Crónica (1587-1615) y de conformidad también con la relación de los puentes dobles de Gutiérrez de Santa Clara, en su Historia de 1603”.



[1] ROSTWOROWKI DE DIAZ CANSECO, María. Historia del Tawantinsuyo. 2da. Ed. Instituto de Estudios Peruanos. Lima. 1999. Págs. 97 y 98.
[2]CIEZA DE LEON, Pedro. Crónica del Perú. Segunda parte. Pág. 153.
[3] DUFFAIT, Erwan. Vías prehispánicas y culto de los muertos en el norte chileno (Arica-Tarapacá) durante el periodo intermedio tardío y el horizonte tardío (ca. 1.000-1.532 d.C.) Revista de Antropología Chilena. Volumen 44, Nº 4, 2012. Páginas 621-635.
[4] VILADEGUT FERRUFINO, Guillermo. Alma y rostro de Abancay (Monografía social e histórica). Imprenta IRAL. Abancay. 1997. Págs. 151y 152.
[5] CIEZA DE LEÓN, Pedro. Crónica del Perú El Señorío de los Incas. Selección, prólogo, notas, modernización del texto, cronología y bibliografía Franklin Pease G.Y. Fundación Biblioteca Ayacucho, 2005, Caracas Venezuela.
[6] REGAL, Alberto. Los puentes del Inca en el antiguo Perú. Imprenta Gráfica Industrial. Lima. 1972.