martes, 21 de abril de 2020

LOS EJECUTIVOS

DEL ANECDOTARIO ABANQUINO
(Narraciones de la Zona de Emergencia)

Llegaron precedidos de la fama que fácilmente construye el imaginario colectivo de estos ingenuos y palurdos pueblos. Pues decían ser graduados en Europa y Norteamérica y que habían ocupado altas jefaturas en los más importantes Ministerios. Ahora venían a estos lugares del Trapecio Andino por encargo especial del señor Presidente de la República, para que con su conocimiento, experiencia e inteligencia inicien el despegue económico, social y cultural de ésta zona de extrema pobreza, que además de ser la vergüenza del Perú contemporáneo era un foco de violencia terrorista. Habían venido a derrotar la miseria, y eso harían.

“Con razón están como están y jamás podrán estar bien estos comechados. ¿Cómo querían trabajar mejor y rendir más en esa pocilga? ¿Si ésta era la casa de un hacendado, cómo sería la casa de sus empleados? Sin duda una covacha o algo así. El sol es radiante en esta tierra pero sin embargo estos serranos le tienen un pánico mortal. Huyen de sus rayos sanadores a esos cuartuchos húmedos y oscuros que le llaman sus oficinas. En esos ófricos rincones no les da ni la tos porque andan protegidos con una coraza de carca que apesta a más de diez metros. Apestar es su signo de señorío. Es increíble. ¿Cómo pretenden llamarse servidores públicos? Si el Perú fuera un país civilizado estos no serían calificados como trabajadores, serían algo así como una especie de voluntarios que el Estado mantiene para evitar que la vagancia desate sus pecados, pero empleados públicos: ¡Jamás!”

“El contador no tiene ni la pinta de un tenedor de libros; los ingenieros parecen estibadores de camiones; el abogado tiene la pìnta de un tinterillo alcohólico; el jefe de personal sería un buen huachimán en alguna obra remota, donde el esfuerzo humano es una desganada y gratuita obligación comunal. ¡Qué administrador!, despensero sería su mejor ocupación, pero lo más seguro es que a la secretaria la hago mi cocinera y en sus horas libres que son las más, la pongo a lavar mis calzoncillos. Ni que decir del manejo gerencial, en esta vital función, lo obsoleto ha sobrevivido como la ancestral invocación de un chamán andino. ¡Cómo quieren avanzar, si todo lo que hacen solo sirve para retroceder!”

Así eran, más o menos, sus irrefutables comentarios. Pero en las acciones se lanzaron directamente a la bolsa. "¿Cuánto hay?", "¿con qué presupuestos contamos?", "¿qué proyectos están habilitados?" Los sumisos empleados, más temerosos que nunca, porque les habían quebrado su ya mermado amor propio, dieron cuenta detallada de lo habido y por haber.

En primer lugar los redentores se asignaron las mejores camionetas y luego ordenaron se suspendan todas las adquisiciones en trámite. A los diez días de importantes llamadas a Lima, llegó el asesor personal del jefe, una secretaria bilingüe, porque se tenía planes para formar empresas mixtas con capital extranjero; un administrador, "Magister en Economía" con relaciones personales en el Ministerio de Economía y Finanzas, muy necesario para gestionar mayores asignaciones presupuestarias; un jefe de personal con post-grado en la especialidad, quien debía encargarse de la capacitación, actualización, modernización y civilización de los ahora muy bien bañados empleados, pero lo más importante de su quehacer era que iría a formular la documentación legal necesaria para el nombramiento de todos los contratados que pertenecían al partido y la destitución, vía moralización, de todos los sinvergüenzas y ladrones. Con esta fórmula mágica se hizo más diligentes a los contratados, más sumisos a los nombrados y paranoicos a los antiguos funcionarios y de paso se desapareció a la crispada dirigencia sindical con la monserga de: "¡Aquí no hay lugar para los terrucos!".

Completado el equipo humano se procedió a la remodelación de los ambientes. Muebles, alfombras, ventiladores, cafeteras eléctricas, dictáfonos, televisores, videograbadoras, tocacasetes para cada una de las oficinas de los modernos funcionarios. Intercomunicador para todos los demás, haciéndose conocer que con éste pequeño adminículo electrónico se controlaría desde un lugar remoto al personal: "¡Señora Teófila!”, "¡Aló señora Teófila! ", no está, entonces: ¡Abandono! De producirse dos veces más. ¡A la calle!

El personal deberá tomar refrigerio de 10.00 a 11.30 de la mañana. Con éste bello motivo se armaron verdaderas kermeses, donde se vendían los deliciosos chicharrones con papas doradas y choclo, tallarines hechos en casa, escabeche a la limeña, cuyes y picarones, un poco más y se vende cerveza y boletos para algún sorteo. No había caso, los nuevos jefes eran súper modernos, porque para ellos laborar con música y alegría hacía más productivo el trabajo. Los fines de semana salían a departir en algún local aparente. Gastaban bromas elegantes a las damas y contaban chistes groseros  con el perdón de las mismas. Cómo se quejaban del mercado local, qué mala era la comida en éste pueblo tan simpático, qué caro era un champú, un jabón, una camisa. Si estas cosas domésticas eran tan costosas, cuánto costará un foco, una calamina, una bolsa de cemento, una varilla de fierro de construcción. "Un ojo de la cara" respondían en coro los comensales nativos.

Al día siguiente pasaron por el Despacho de los jefes varios chismosos denunciando a todos los empleados de la oficina de administración como los más grandes mafiosos en eso de las compras para el Estado y que inclusive tenían montado un aparato bien aceitado para que solo salga ganancia a su favor, pues solo de ese modo se podría explicar por qué el fulano ha podido construir una casa de cinco pisos y de material noble; porqué la mengana ha podido adquirir una chacra de más de seis hectáreas; porqué el zutano anda montado en un automóvil nuevo y porqué el perencejo anda apostando y perdiendo en las peleas de gallos, si todos ganan la misma porquería de sueldo que sólo alcanzaba para llenar la olla, pagar alquiler de algún cuchitril y comprarse algunas ropitas más o menos decentes solo para venir a trabajar, porque el resto de los días se la pasaban metidos en los buzos que generosamente les había regalado la institución.

Sobre la base de estos datos se convocó a todo el personal de administración y se les conminó a que en el acto presenten una Declaración Jurada de sus Bienes e Ingresos para ser remitidos a la Contraloría General de la República a efectos de que se realicen las investigaciones que conduzcan al esclarecimiento de sus enriquecimientos sin causa. Todos suplicaron compasión manifestando que si algo tenían era gracias a una fuerte herencia, pero cuando les dijeron si estaban dispuestos a aceptar que desde esa fecha se realicen las adquisiciones en Lima u otro departamento, casi al unísono dijeron: “Claro, porque no, además ustedes son los jefes”. “Entonces pues, no hagan problemas y colaboren con el engrandecimiento de vuestra tierra”. Les conminaron al tiempo que salían de esa reunión con el “rabo entre las piernas”.

A los dos meses, luego de haberse hecho los simulacros de varios procesos de adquisición con toda la "documentación legal pertinente", ganaron la Buena Pro para la compra de calaminas  ZINGASA E.I.R.L., para cemento CEMENTOSA E.I.R.L., para fierros FERROSA E.I.R.L. La reparación, planchado y pintura de todas las unidades automotor MOTORISA E.I.R.L. La reparación de la maquinaria pesada TRACTOSA E.I.R.L., y para las compras menudas GARRASA E.I.R.L., todas ellas empresas individuales de responsabilidad limitada con domicilio fiscal en la ciudad de Lima, que además de garantizar la existencia de los bienes y servicios que ofrecían, tenían la más alta calidad y los precios más bajos del mercado nacional.

Se faccionaron las órdenes de pago y se giraron los correspondientes cheques, porque había que aprovechar que el administrador, la secretaria bilingüe, el jefe de personal y el propio gerente debían viajar a Lima para realizar algunos importantes trámites que obligaban su presencia en el Palacio de Gobierno, la Fiscalía de la Nación, el Ministerio de la Presidencia, el Congreso de la República y la Contraloría General de la República, en esta última entidad  debían presentar documentadas denuncias contra la conducta corrupta, inmoral, pervertida y hasta delincuencial de los anteriores funcionarios, y de paso enviarían en varios camiones los bienes adquiridos, pues para eso habían llevado los dineros necesarios.

Al cabo de un mes volvieron con la novedad de haber recibido autorización para la realización de un Concurso Interno de Méritos para el nombramiento del personal contratado, así como para el ascenso del personal nombrado. Se ordenó a los ingenieros para que revisen los presupuestos de las obras proyectadas, porque debían considerarse algunas mejoras para las que se encontraban en ejecución y sustanciales modificaciones para aquellas que estaban por iniciarse. Esta revisión debía hacerse con mucho cuidado, así que podían disponer del tiempo necesario. Todos se alegraron y no faltó quien propusiera un brindis por las buenas nuevas y así se hizo. La Junta Directiva del sindicato fue la oferente y no podía ser de otro modo, porque todos sus miembros tenían dos, tres y hasta cuatro parientes trabajando como personal contratado.

La moderna rutina fue girando cheques a favor de las empresas proveedoras para la adquisición de más materiales y la prestación de muchos más servicios, por dos sencillas razones: el transporte del material adicional de las nuevas adquisiciones sería gratuito porque resultaba igual traer 20,000 o 100,000 calaminas y aprovechar que las nuevas ofertas mantenían los mismos precios a pesar de la galopante inflación.

El abastecimiento barato y suficiente de todo lo requerido permitiría un avance ininterrumpido de las obras y su inauguración simultánea a cargo del propio señor Presidente de la República. Acaso no resultaba revolucionario que pueblitos como Chaya tuvieran de una sola vez y para siempre: escuela, posta médica, local comunal, agua potable, desagüe, minicentral hidroeléctrica, reservorio, canal de riego, plaza de acho, cobertizos para el ganado, vivero frutícola y forestal y una buena carretera? Esto también merecía un brindis, para matar de rabia a los desconfiados que graciosamente estaban preguntando cuándo llegarían las adquisiciones, los carros y  los tractores mandados a reparar. “¿Con qué derecho se atrevían a desconfiar esos infelices?, como si se tratara de sus dineros”.

Pero antes que cualquier adquisición, primero llegó la capacitación y en grande. La Universidad Particular del Pueblo ofrecía a cualquier persona que tuviera secundaria completa y aspiraciones profesionales varios derroteros: computación, manejo de personal, contabilidad, administración, secretariado ejecutivo-computarizado y bilingüe, topografía, dibujo técnico, arquitectura, periodismo, oratoria, derecho, enfermería y veinte profesiones más a través de su programa de Educación a Distancia. Así, al final de cada carrera se otorgaría un título "A Nombre de la Nación" y su primera bondad sería lograr la recategorización automática del telegraduado.

            El Jefe de Personal hizo circular una directiva que autorizaba a todos los empleados sin excepción para que pudieran inscribirse en los cursos de su vocación. Los 350 soles que costaba la matrícula sería asumida por el Proyecto de Desarrollo Institucional. Los trabajadores que por razones personales querían exonerarse  de ésta única oportunidad para capacitarse, no tendrían derecho a reclamos ulteriores.

El sábado 12 a las cuatro sería la exposición del plan de estudios a cargo de las autoridades de la universidad en el teatrín municipal. Ese día a las tres de la tarde hervía el auditorio, el hall y la calle se inundaba con los empleados de otras instituciones que pugnaban por hacerle un lugar a sus orejas. A las cuatro hablaron dos señores elegantemente vestidos. Con gran verbo y seriedad explicaron las facilidades que brindaba estos tiempos de satélites a la educación a distancia. Manifestaron que en la actualidad más del 70% de los profesionales de lugares tan remotos como Atunrumi habían sido educados a distancia y esperaban en el futuro desplazar a la universidad tradicional. A modo de singular anécdota contaron que el político ruso Serguei Malinosky había sido alfabetizado, educado, profesionalizado y postgraduado por el mismo sistema que ellos ofrecían, “¿Qué no sabían quién era Malinosky?”, bueno, eso también aprenderían en esta gran labor de instrucción.

El asunto sólo exigía el tiempo libre del estudiante, aquel que puede fácilmente sustraerle a la televisión o a las ociosas tertulias. "¿Tenemos tiempo o no tenemos?" , preguntaron. "¡¡¡¡Síííí!!!!", contestó el auditorio. Lo que realmente interesaba era la voluntad del estudiante, sin ese motor humano no podía hacerse nada. Voluntad, voluntad, mucha voluntad era el secreto de la educación a distancia. Si no hay voluntad para seguir solicitando los prospectos, silabus, separatas, libros y exámenes, no habría curso. Si no hay voluntad para remitir el resultado de los exámenes, no habrá educación a distancia.

Después hasta tres asistentes entregaron un cupón a cada uno de los interesados, donde debían consignar sus nombres y apellidos completos, su dirección correcta, ocupación, las profesiones que deseaban seguir y la dependencia donde laboraban. Se advirtió que los empleados de la entidad auspiciadora no tendrían la obligación de pagar los derechos correspondientes a la matrícula, porque este gasto había sido íntegramente asumido por la Oficina de Personal de esa institución, lo único que deberían regularizar era el pago correspondiente a la remisión de las primeras separatas en la Cuenta Corriente Nº 16820 del Banco Nacional.

Al día siguiente se realizaron asambleas generales extraordinarias de trabajadores en las otras instituciones, reclamando justicia y trato equitativo con los empleados de la entidad promotora. En todas se acordó que la matrícula correría a cargo de la patronal, porque si ellos también lograban una profesión a distancia, el único y directo beneficiario sería el centro de trabajo.

El curso de profesionalización a distancia matriculó a más de 1,000 alumnos. Los derechos para la remisión del primer bloque de separatas fluctuaban entre 250 a 400 soles, según el grado de dificultad académica de la profesión elegida. Todo se pagó al contado y los cursos comenzarían a partir de la primera semana de agosto. "La Universidad Popular revolucionará los signos culturales de ésta bella ciudad", manifestó con suma satisfacción el director de la Oficina de Personal de la entidad auspiciadora a través de las ondas sonoras de “Radio Sintonía, su mejor compañía”.

Después de éste alboroto cultural, los ejecutivos volvieron a viajar a Lima con el propósito de traer a sus familias para vivir y disfrutar de ésta cálida y generosa tierra y de paso apurar el envío de las compras, que en total superaban los cuarenta millones de soles. Casi a los dos meses llegó un nuevo Jefe con su asesor personal, informando que sus antecesores habían renunciado voluntariamente, porque no podían soportar las constantes amenazas a muerte recibidas de parte de la subversión y que no pocas de ellas provenían de los propios trabajadores de la institución cobardemente escondidos detrás de llamadas telefónicas, cartas anónimas y reclamos sindicales.

El nuevo mandamás les advirtió que no le tenía miedo a ningún terruco concha su madre, ni al mismísimo Satanás y que a partir de esa fecha su principal esfuerzo se centraría en instalar la Oficina de Defensa Nacional con la colaboración de las autoridades militares y si tenía que rendir su vida en el altar de la patria, ese sería el más grande honor y orgullo para él y su familia. También hizo saber que confiaba en el personal de la zona y les rogó que le ayudaran a erradicar a los renegados sociales del seno de la institución. Lo más importante, no atendería chismes, ni quejas porque su misión era trabajar y punto.

–¡Que me traigan el estado de avance presupuestal de los proyectos y los requerimientos de materiales para las obras! –Ordenó secamente. 

Cuando vio el estado de la ejecución presupuestal y los fuertes desembolsos que ya se habían hecho, pensó con una cólera mezclada de envidia: “Nunca terminaré de enjuiciar y encarcelar a esta recua de mulas que firmaron todos los documentos sin permitir que los renunciantes dejaran en ellos, siquiera una huella digital”. “Qué pendejos esos hijos de puta para meterme ese cuento de los terrucos asesinos que se habían metido hasta debajo de sus camas”. “¡Qué rico han robado esos miserables, no solo al Estado sino a todos estos pobres huevones también¡”. “Aquí ya no hay más hueso que roer, mejor será largarme antes que toda esta ratería me embarre”, pensó al momento de echar un último vistazo al modesto local del Comité de Obras Públicas de Atumrumi – COPATUN y se fue como había llegado, sin hacer el más mínimo ruido.

Vinieron a derrotar, y eso hicieron.






No hay comentarios.:

Publicar un comentario