miércoles, 29 de abril de 2020

EL VENGADOR

 DEL ANECDOTORIO ABANQUINO¡

(Narraciones de la Zona de Emergencia)

          Como hacía dos meses que no lo veía por los lugares que reúne a nuestras amistades, fui a su casa para averiguar los motivos de su desaparición. Temí que hubiera enfermado y que a estas alturas esté maldiciendo a los amigos que en las desventuras, no lo son. Para ganar indulgencias, no bien me abrió su puerta le pregunté cuándo había llegado. Me dijo que había ido más allá de los lugares donde ningún viaje nos podría llevar, para hacer cosas que ni las aventuras consentían. A mis reclamos sobre los detalles de lo que me estaba diciendo, me hizo pasar a su cuarto y manteniendo la misma agitación que lo afectaba, después de ofrecerme un vaso de cañazo, me contó más o menos esto.

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           No es necesario advertirte que estamos pasando por unos momentos realmente difíciles y peligrosos. Aquí el que sabe mucho se va al cielo a decirle a San Pedro los motivos de su prematura llegada. Lo que voy a contarte tiene mucho que ver con esto de la Zona de Emergencia. Creo que conoces tanto como yo que tener noticias sobre su movida puede acarrearte un grave riesgo. ¿Recuerdas lo de aquellos cuatro muchachos que murieron tratando de desarmar a unos policías? Bueno, todos eran estudiantes, menores de edad y sin antecedentes policiales. Por lo general cuando la gente se entera de quién ha muerto en esas acciones, casi de inmediato le inventan un pasado malvado, asegurando que ese malandrín, un perro sin dueño, un ladronzuelo, un borrachín, un pandillero que había golpeado a su madre antes de su desgracia. "Lo que se hace se paga",

Como yo sabía perfectamente que al menos uno de ellos no tenía nada que ver con la torcida vida que le obsequiaban las malas lenguas, decidí visitar a su madre para hacerle conocer mis opiniones sobre el muchacho y consolarla de las grandes penas que la muerte de un hijo acarrea. Después de escuchar mi discurso con la congelada atención que se presta a alguien que con mesuradas palabras te recuerda una desgracia, me vi obligado a retirarme no sin antes repetirle mis condolencias y hasta confesarle que por favor no se imaginara que yo tuviera algo que ver con las investigaciones.

Cuando estaba preparando mi apresurada despedida, después de un fugaz gesto de disculpa, la mujer rompió a llorar tomándose el rostro con las manos para recibir sus copiosas lágrimas, lamentándose con palabras que se ahogaban entre aquellos amargos sollozos. Más confundido aún, volví a disculparme y asegurarle que no había sido mi intención traerle malos recuerdos. Felizmente al cabo de un rato la sufrida madre se recuperó, hecho que facilitó un punto final a éste mi atropellado comedimiento.

Cuando como cualquier visita que camina por delante, escuché un puñado de palabras, como aquellas que lanzamos al aire cuando las cosas nos salen inesperadamente mal y no hay a quien culpar, que decían: "Si yo fuera varón o mi marido más hombre hace tiempo que hubiera matado a ese perro que ríe tras el mostrador de su librería sin importarle el terrible dolor que siembran los niños que manda a la muerte".

¡Te imaginas! O sea que detrás de todo estaba el fulano que tú, yo y cualquiera de este pueblo conoce de qué pata cojea. No contento con haber malgastado la herencia de sus padres en desmedro de los derechos de sus hermanos menores, sofocar al sindicato hasta hacerlo desaparecer con la intensidad de sus negociaciones políticas; dejar en el abandono a tres mujeres llenas de hijos y haber trajinado por todas las ideologías y credos; cuando todo el mundo se había acostumbrado a su amable resignación de librero, aparece manipulando adolescentes que la pobreza de sus padres los obliga a apostar por la quimera de sanguinarias esperanzas. ¡Por qué no toma la carne de sus hijos y lo entrega al fanatismo de un detonador, a la fría mesa de una morgue o a un entierro anónimo!

La idea de que aquella vez fueran cuatro y que más tarde fueran más. La idea de que con algunos golpes a su favor pudiera manejar muchos más adolescentes y por todo el tiempo que necesitara su abominable quehacer, me revolvía las tripas y me trastornó por completo el liviano sueño que me compadece. Tenía que hacer algo que fuera más allá de los procedimientos policiales, que lejos de resolver algo, terminarían comprometiendo a esa humilde madre y quizás a mí mismo.

Después de algunos días resolví recetar a ese maldito su propia medicina. Le hice llegar una carta donde lo felicitaba por su nuevo oficio y la brillante idea de terminar con la pobreza acabando con los pobres. Le dije que lo teníamos cercado y que el nudo de su horca se iba cerrando lento pero seguro, porque éramos los verdugos de los que fracasan con las vidas ajenas, en fin, le dije muchas cosas más, que si te detallo podría pasarte cientos de descargas eléctricas bajo la piel. Finalmente firmé la carta con el seudónimo de "Anónimo", para que el criminal no tuviera ni el consuelo de las sospechas. Al día siguiente pasé por la calle de su negocio y éste permaneció cerrado durante tres días.

A la semana siguiente me lo encontré en la puerta de la pensión donde comíamos, con un portaviandas en la mano. Ya no compartiría con nosotros las mesas de la fonda. Comería en su casa porque así le parecía más provechoso. A los quince días de la primera carta le hice llegar otra ofreciéndole cinco maneras de morir, ninguna de ellas proponía una ejecución expeditiva. Todas debían producirse dolorosa y brutalmente y con el toque de no darle la menor oportunidad de conocer a su aniquilador. Pero todo podía resolverse a su favor, si el día domingo a las cuatro de la tarde acudía  al cementerio para dejar al pie de la tumba de don Rogelio Marañón Urrutia, una lista con los nombres de la gente que comandaba cubierta con un ramo de azucenas amarrados con un lazo negro.

El siguiente domingo después de aquel, propuse a mi hermana una visita al camposanto porque había conseguido un buen ramo de flores que valía la pena ofrecerlo a nuestros ausentes. Luego de rezar por los que partieron antes, pasamos por la tumba de la beata del pueblo para encender la vela de sus devotos, entonces fue cuando vi en un rincón de aquel altar tumba, un ramo de marchitas azucenas enlazados con un crespón negro. Rogelio Marañón Urrutia no murió jamás porque no había nacido nunca. Lo hice así para que ese canalla en su afán de buscar la tumba de un no-muerto, se presentara ante todos los muertos como él pronto lo sería. Cuando se dieron las condiciones que fue diez días más tarde, le escribí una nota que decía: "Rogelio Marañón Urrutia, eres tú"!

A media semana se apareció en la pensión para hacernos saber que le habían propuesto un magnífico trabajo en Puno, en una empresa minera que pagaba en dólares y que por eso la librería estaba en realización. Anunció que los precios de los libros estaban por los suelos, pero si alguien se decidía a comprar al por mayor, le saldrían casi de regalo. A los dos días llegué a la librería y adquirí cuatro libros que en verdad estaban tan rebajados como su vendedor. Al despedirme le recomendé se hiciera un chequeo médico porque lo notaba bastante desmejorado. Agradeció mi preocupación y comentó que probablemente se trataba de una antigua úlcera resucitada.

A modo de despedida le hice llegar una última esquela donde le decía: "Ya estás muerto. ¿A dónde vas alma en pena?"! Con lo que concluí mi íntima promesa de reparar el dolor de aquella humilde mujer.

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            Cuando terminó de hablar. Cómo quería que aquel vaso vacío que tenía en la mano, fuera la botella llena. Como no era posible, decidí reparar en la existencia  de mi reloj con el propósito de presentarle mi señal de despedida. Al levantarme para alcanzar la puerta, le pregunté si había probado que el librero estaba realmente involucrado en el asunto de la subversión y que además era el jefe de algunos rebeldes. Muy suelto de huesos con la convicción de quien merece una felicitación y espera se la cicateen, me respondió: "No lo sé, pero si era inocente por qué no acudió a la policía".

            Llegué a mi casa mareado por la pesadez de aquella torcida historia. Agarré la botella de pisco que tenía guardada para la visita de mi querida compañera y completé mi borrachera.



sábado, 25 de abril de 2020

LA TRAMPA


DEL ANECDOTARIO ABANQUINO

(Narraciones de la Zona de Emergencia)


–El Director de la Oficina de Antayauyos está llamando desesperadamente para que viaje una comisión a esa provincia a solucionar el problema de tierras de la cooperativa agraria de Pacopampa. –Ordenó secamente,

–Señor Director, pero ese asunto muy bien lo puede solucionar el ingeniero Avilio Malpartida Quispecahuana, jefe de esa oficina sin necesidad que vayamos en un viaje peligroso hasta ese lugar, porque desde que usted ha prestado las camionetas de la institución al Comando Militar para que realicen operativos contra elementos subversivos en las comunidades, se nos ha hecho saber que esos vehículos y sus ocupantes pueden ser atacados. –Aclaró uno de los empleados.

–Vamos a hablar por partes. En primer lugar si les ordeno que vayan a ese destino es porque ustedes trabajan a mi lado y de sus propias investigaciones quiero conocer la magnitud de ese problema, para tomar la mejor decisión que resuelva esa cuestión y como ustedes saben el jefe de Antayauyos no está en condiciones de informar algo que tenga sustento técnico y jurídico, porque ese inútil ocupa ese cargo por ser cuñado del Presidente del Comité de Obras Públicas. Además  ese asunto no solo es preocupación mía, sino del Jefe del Comando Político Militar y de los diputados del departamento. Finalmente quiero que me aclare, de dónde conoce que los terroristas van a atacar nuestras camionetas ¿acaso es usted  terrorista o anda metido en esa vaina?

            Cuando terminaron de repostar gasolina, sacar papeletas, reparar llantas y superar otros percances que se presentan a última hora, por fin partieron a eso del mediodía. El viaje de seis horas se produjo con varios sobresaltos, porque la carretera estaba plagada de trapos rojos izados en magueyes y árboles y en algunas partes quedaban filas de grandes piedras que decían que en ese lugar se había producido una “cuadrada”. Después de viajar más alertas que un animal en acecho, por fin llegaron a su destino al filo del toque de queda, así que tuvieron que irse a dormir sin almorzar ni comer siquiera un pan.

            Al día siguiente en la oficina les comunicaron que los campesinos de Pacopampa querían convertirse en una comunidad campesina y liquidando la cooperativa agraria prexistente, parcelarse las tierras adjudicadas por la Reforma Agraria.

–Como en el tiempo de los incas pues ingeniero, dos topos para los hombres y un topo para las mujeres. –Dijo el jefe de la Oficina de Antayauyos.

–Y para esa huevada teníamos que venir desde Atunrumi por una carretera hasta el culo, plagada de terrucos con sus banderas y sus cuadradas, para llegar hasta este pueblo de mierda que muy bonito sabe hacerle el juego a los subversivos.

–Ingeniero Castro cómo puede decir semejante barbaridad, si más bien es todo lo contrario. Porque hace décadas los Antayauyinos tiene un cuartel militar donde por varias generaciones han servido fielmente a la patria.

–¡Claro. A punta de leva y a los indios nomas. Ingeniero Malpartida si usted quiere ser un héroe de la lucha contrasubversiva, por qué no deja que lo maten y nada más, en vez de estar disparando cartas, oficios, escritos, memoriales y solicitudes a todas las autoridades del departamento y a los ministros y diputados de Lima, sobre una supuesta situación delicada, para enterarme después de un penoso viaje, que los ex feudatarios de la hacienda Pacopampa no quieren ser más cooperativistas y que simplemente, como hace miles de años, desean volver al ayllu de donde los sacaron los españoles y sus haciendas. –Replicó malhumorado el ingeniero Castro.

            Después de esta acalorada reunión, se dispusieron a salir a lugar de la comisión y en el preciso momento que la camioneta se echaba a andar, de la ventana del segundo piso de la oficina llamó la secretaria muy desesperada gritándole a su jefe que tenía una llamada telefónica muy importante.

            Luego de algunos minutos regresó diciendo que lo necesitaban urgentemente en el Comando Político Militar de la Zona de Emergencia de esa provincia.

–Ingeniero Castro, seguramente es para un asunto muy puntual, no se preocupe, en media hora yo le doy alcance con la camioneta de la oficina.

–¡Y porque mejor no esperamos hasta que haya terminado su cita y nos vamos todos juntos sin necesidad de usar dos camionetas y malgastar combustible.

–Ingeniero no desconfiemos ni tampoco seamos muy austeros. No se preocupe, yo les voy a alcanzar en menos de lo que canta un gallo. –Y se fue sin dar mayores explicaciones.

            La bella campiña de esos lugares los distrajo. Sus ojos se iban llenando con las chacras muy bien cultivadas, los encantadores bosques nativos, las grandes plantaciones de eucaliptos y pinos, los inmensos verdes pastos salpicados de coloridos pueblitos, casitas remotas y ganado por todo sitio, y muy cerca o muy lejos, la interminable cordillera de los andes por todos lados, mostrando sus cucuruchos nevados y sus enormes montañas azules que, una tras otra, se perdían en la lontananza de esas alturas, y casi sin darse cuenta se encontraban ingresando a Pacopampa por una pequeña trocha hasta tropezar con sus casitas de adobe pintadas de blanco y techadas con vistosas tejas rojas.

            Los cooperativistas ya estaban esperando en un lado del estadio, que es una explanada que remata en una ligera  pendiente, así que cuando vieron la camioneta alguien ordenó tocar la pequeña campana que coronaba la torre de la capilla para que acudieran los otros. Cuando se hizo el quórum y las presentaciones, comenzó la reunión con la intervención del abogado de la oficina de Atunrumi, quien del modo más simple iba explicando los trámites que debían hacerse para la reestructuración de la empresa asociativa y su conversión en una comunidad campesina. Cuando estaba rematando su intervención señalando: ".....son papeles nada más. ¡Eso es todo!", desde la loma donde comienza el estadio se apareció un grupo de hasta veinte cooperativistas retrasados para sumarse a la asamblea.

            Cuando por fin llegaron al ruedo que había formado la asamblea, gran parte de los socios los saludaron con mucho respeto y les abrieron espacio con el objeto de que los recién llegados asuman un puesto de honor en la reunión, al tiempo que el abogado presentaba al ingeniero Castro, jefe de la Reforma Agraria de Atunrumi.

–Doctor son diecisiete y todos vienen armados. –Le dijo el chofer con susurrante voz.

“¡Puta madre donde he venido a morirme y de la forma más cojuda!”, pensó en una primera instancia el abogado y muy disimuladamente hizo un recuento de aquel grupo de famélicos combatientes envueltos en abigarradas chalinas y raídos ponchos, escondidos en coloridos chullos y envejecidos sombreros y calzando muy gastadas  zapatillas; con el rostro y las manos ennegrecidas por el frio de las punas, viendo a todas partes con una perdida y vidriosa mirada y oliendo fuertemente a toda la malsana vida que se lleva en esas correrías.

Muy discretamente como si tuviera necesidad de soltar los huesos comenzó a pasear por el estadio y para disimular más se sentó al borde de la pendiente donde terminaba la cancha y se prometió: “Aquí no me voy a morir suplicando a estos patas, para que me maten igual nomás. Si vienen por mí voy a salvar ésta pendiente y correr todo lo que pueda por ese caminito que se dibuja entre aquellas yerbas por donde seguramente van a rescatar las pelotas perdidas, pero morirme de una pedrada en la cabeza, después de sufrir la parodia de un juicio, sin juez, sin cargo y sin pruebas. ¡Jamás!” Después de esto su mente saltó a un torbellino de imágenes lejanas, nuevas, próximas, reales, soñadas, alucinadas, imaginadas de todo lo que había vivido y por todo lo que seguía viviendo.

–La conversión que piden es fácil, solo tienen que presentar una solicitud tipo memorial con la firma de todos ustedes y como ya hemos venido a este lugar y nos hemos enterado de la necesidad que tienen ustedes para convertir la cooperativa en comunidad, no hay problema. Como ha dicho el doctor, sacamos la resolución de reestructuración de la empresa asociativa y otra de reconocimiento oficial de la comunidad y punto. –En su quechua perfecto el ingeniero Castro les ofreció el oro y el moro. La cosa era decir, ¿quieren el cielo, la luna, las estrellas y todas las tierras del departamento? son de ustedes. Todo lo que quieran está al alcance de sus manos. Solo es cuestión de pedirlo y nada más.

–A nombre del Partido que marcha por la senda refulgente hacia una nueva democracia los comuneros quieren repartirse la tierra en forma equitativa, ¿pueden o no? –Preguntó refunfuñando el  jefe del grupo armado.

–No solo eso, pueden hacer lo que quieran, porque por mandato constitucional las comunidades campesinas son autónomas y eso quiere decir que pueden repartirse lo que quieran y como quieran, siempre que sea para el bien de todos por igual.

–Los comuneros no se van a repartir la tierra porque lo ordena una ley burguesa. Se van a repartir porque lo quiere el partido y si ustedes están por aquí con sus papeles y sus resoluciones sólo es para garantizar que, mañana o más tarde, no se los quite el ejército.

–Lo bueno es que se van a repartir y si eso lo quiere hacer el Partido, en buena hora, que lo haga ahora mismo. Total la cosa es tomar una soga e ir definiendo las parcelas familia por familia, ya más tarde nosotros nos encargaremos de sanear legalmente esta decisión mediante los actos administrativos correspondientes. –Dijo esto con el objeto de hacerle conocer que para eso se necesitaría que nosotros siguiéramos trabajando.
  
–La gente aplaudió este anuncio y casi a coro dijeron: “Si ahorita mismo y mejor que sea delante de los compañeros para que todo quede bien claro”,

            El ingeniero Castro aplaudió la moción, luego fue desarrollando su participación con la sutileza más grande del mundo, sin contradecir en lo más mínimo al jefe del grupo, hasta que éste se cansó de tener toda la razón y le pidió que se retirara porque la asamblea deseaba sesionar sobre sus asuntos internos.

–Ya creo que hemos terminado señores comuneros, los dejo sesionar para que decidan lo que mejor les convenga. –El ingeniero se fue caminando lentamente  hacia la camioneta donde estaban esperándolo el chofer y el abogado, después de un atónito cambio de miradas, tácitamente convinieron esperar unos minutos y muy disimuladamente subirse al vehículo para intentar largarse de aquel lugar.

            Pasados unos cuarenta minutos el Presidente salió del ruedo de la asamblea para dirigirse a los visitantes con un libro de actas.

–Ingeniero firme pues el acta, suplicó –el ingeniero firmó sin leer su contenido, además en esas circunstancias qué necesidad tenía –¿Y el doctor? –preguntó.

–Está tomando una gaseosa en tu tienda. –Contestó muy amablemente. –¿Ya terminó la Asamblea? –Preguntó como si tuviera todo el tiempo del mundo para estar en ese lugar.

–Si ingeniero, ahora mismo nos vamos a repartir las tierras. Mejor lo hacemos con nuestros visitantes para que nadie se niegue después. –Comentó muy alegre el directivo.

–¡Ah, muy bien los felicito! ¿Entonces si es así, ya podemos irnos? –preguntó como si no le interesará.

–Si ingeniero, pueden irse nomás. –En ese momento salieron del interior de la tienda, el abogado junto a la mujer del comunero. Esta se adelantó para alcanzarle al ingeniero un pequeño, caliente y oloroso  bulto, envuelto en un pedazo de tela de los sacos de harina. 
  
–¡Muchas gracias señora! –Y luego lentamente y uno por uno comenzaron a subirse al vehículo. Cuando estuvieron todos, el ingeniero ordenó al chofer. –Ni tan rápido que esta carcocha se quede votada, ni tan lento que nos alcancen.  
    
            Cuando ya estaban partiendo, el presidente corrió tras la camioneta suplicando: “¡Doctor, fírmeme usted también el acta¡” a lo que el abogado replicó: “En Atunrumi lo voy a firmar con mi sello y todo”. Tras esto recién pudieron salir de Pacopampa mirando paranoicamente a todos lados. No vaya a ser que otro grupo los estuviera esperando para emboscarlos. A diez kilómetros del lugar seguían viajando muy temerosos de sufrir una “cuadrada”, pero gracias a Dios siguieron avanzando a pesar de sentir que el tiempo no avanzaba. Hasta que a falta de escasos minutos para la hora del toque de queda, por fin llegaron a Antayauyos. Llegados al hotel, sin hablar, cada uno se metió a su cuarto para tumbarse en su cama y ponerse a pensar temblando en todo lo que les sucedió, en lo que quizá haya podido ser el último día de sus vidas. Al cabo de una hora, como si lo habrían convenido comenzaron a buscarse para comentar esta mala pasada.

            En medio de la conversación el chofer dijo que el bulto que la esposa del presidente les había alcanzado era una pierna de cordero asado y que sería bueno que comieran algo, a lo que el ingeniero preguntó: “¿Tienes todavía hambre después de esa cagada?” “No ingeniero lo que tengo ganas es de tomarme un trago para irme a dormir tranquilo”. Todos dijeron que esa era también su necesidad, pero desgraciadamente ya se encontraban en pleno toque de queda y ese antojo debía esperar, pero el chofer se dio maña para que a cambio del asado el conserje del hotel les comprara, sabe Dios cómo, una caja de cerveza. A las dos botellas y media y casi completamente borrachos cada uno se fue a su cuarto a terminar aquel maldito día.

–¡Terruco de mierda! ¡Si querías repartir las tierras de la cooperativa junto a tus compañeros, porque carajo no lo has hecho tú mismo! –Grito el ingeniero Castro al entrar en la oficina del Jefe.

–¡Qué le pasa ingeniero, de qué me está hablando! –inquirió el aludido.

–¡No te hagas el cojudo! No me quieras decir que no sabías que en Pacopampa se iban a reunir los cooperativistas con los terrucos para matarnos. ¡Terruco de mierda, ahora mismo me voy al Cuartel para denunciarte! ¡Maricón de mierda!

–¡Ingeniero Castro, cómo puede decir eso! Cómo se atreve siquiera a insinuar que yo pueda ser un subversivo, si todo el mundo sabe que soy el cuñado del Presidente del Comité de Obras Públicas del departamento y por eso soy el funcionario más amenazado y pedido de esta provincia. ¿Cómo ingeniero? ¿Cómo? –se defendió casi llorando.

Luego se dirigió a la Secretaria y le conminó a que sin mentir nos dijera, si el día de ayer por la mañana su jefe había tenido una reunión en el Comando Político Militar. La empleada que tenía cara de pizpireta en vez de hablar se puso a llorar. –¡Vámonos! –Dijo furiosamente el ingeniero Castro y salieron.

            Ya en la calle y dentro de la camioneta se pusieron a charlar sobre el asunto de la denuncia y como todo lo que sucedía en la zona de emergencia, la conversación terminó en esta conclusión: 1. Que Malpartida era miembro de la organización subversiva, no había duda. 2. Qué sacaban denunciando a ese hijo de puta y encima cuñado del Presidente, si no tenían pruebas. 3. Si iban a denunciar a un terruco de verdad, este no tardaría en vengarse mandándolos matar. Finalmente convinieron que mejor sería  desayunar, luego ir a visitar la iglesia del patrono del lugar y con su bendición salir de ese infierno.

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            A las dos semanas se dio cuenta por las radios y diarios nacionales que doce delincuentes terroristas habían caído en un duro combate con las fuerzas armadas en el paraje denominado Pacopampa de la provincia de Antayauyos. Un mes después, el ingeniero Castro fue despedido de la Dirección de Reforma Agraria por haber participado activamente junto a delincuentes terroristas en el reparto de las tierras de la cooperativa agraria de ese lugar, conforme era de verse del acta del día 22 de marzo donde aparecía su firma. En su lugar se designó al ingeniero Avilio Malpartida Quispecahuana.

            Al cabo de seis meses, solo el personal de la oficina de Atunrumi y algunos familiares, después de velarlo muy discretamente, trasladaron los restos del que en vida fue el  ingeniero Malpartida al cementerio local. Durante la borrachera en la que acabó ese funeral, sus colegas especulaban sobre las causas de su muerte, así: 1. Que había sido “pepeado” por las putas de la tragoteca “Luna de miel”. 2. Que el ingeniero Castro, que tenía un carácter de mierda, lo mandó matar con unos sicarios por haberlo hecho caer en la trampa que este le había tendido junto con los terroristas para ser el nuevo Director de Reforma Agraria. 3. Que fue aniquilado en su cuarto de la calle Puno por haber conducido al ejército en el operativo de Pacopampa, donde él personalmente leía los nombres de los campesinos que habían firmado el Acta del 22 de marzo, fecha en que conjuntamente con miembros de la subversión se habían parcelado las tierras de esa cooperativa.

Desde hace ya un buen tiempo, la madre del único  hijo que dejó el ingeniero Malpartida, viene infructuosamente solicitando se incluya a su vástago en la lista de las víctimas de la violencia político social, pero no tiene modo de probar lo que reclama, porque su cuñado que por ese entonces era la máxima autoridad administrativa del departamento, había ordenado esconder la causa real de su muerte y quemado las fotos, su ropa ensangrentada, sus documentos e incluso el cartel que cubría su cuerpo y que rezaba: "¡ASÍ MUEREN LOS SOPLONES!"


martes, 21 de abril de 2020

LOS EJECUTIVOS

DEL ANECDOTARIO ABANQUINO
(Narraciones de la Zona de Emergencia)

Llegaron precedidos de la fama que fácilmente construye el imaginario colectivo de estos ingenuos y palurdos pueblos. Pues decían ser graduados en Europa y Norteamérica y que habían ocupado altas jefaturas en los más importantes Ministerios. Ahora venían a estos lugares del Trapecio Andino por encargo especial del señor Presidente de la República, para que con su conocimiento, experiencia e inteligencia inicien el despegue económico, social y cultural de ésta zona de extrema pobreza, que además de ser la vergüenza del Perú contemporáneo era un foco de violencia terrorista. Habían venido a derrotar la miseria, y eso harían.

“Con razón están como están y jamás podrán estar bien estos comechados. ¿Cómo querían trabajar mejor y rendir más en esa pocilga? ¿Si ésta era la casa de un hacendado, cómo sería la casa de sus empleados? Sin duda una covacha o algo así. El sol es radiante en esta tierra pero sin embargo estos serranos le tienen un pánico mortal. Huyen de sus rayos sanadores a esos cuartuchos húmedos y oscuros que le llaman sus oficinas. En esos ófricos rincones no les da ni la tos porque andan protegidos con una coraza de carca que apesta a más de diez metros. Apestar es su signo de señorío. Es increíble. ¿Cómo pretenden llamarse servidores públicos? Si el Perú fuera un país civilizado estos no serían calificados como trabajadores, serían algo así como una especie de voluntarios que el Estado mantiene para evitar que la vagancia desate sus pecados, pero empleados públicos: ¡Jamás!”

“El contador no tiene ni la pinta de un tenedor de libros; los ingenieros parecen estibadores de camiones; el abogado tiene la pìnta de un tinterillo alcohólico; el jefe de personal sería un buen huachimán en alguna obra remota, donde el esfuerzo humano es una desganada y gratuita obligación comunal. ¡Qué administrador!, despensero sería su mejor ocupación, pero lo más seguro es que a la secretaria la hago mi cocinera y en sus horas libres que son las más, la pongo a lavar mis calzoncillos. Ni que decir del manejo gerencial, en esta vital función, lo obsoleto ha sobrevivido como la ancestral invocación de un chamán andino. ¡Cómo quieren avanzar, si todo lo que hacen solo sirve para retroceder!”

Así eran, más o menos, sus irrefutables comentarios. Pero en las acciones se lanzaron directamente a la bolsa. "¿Cuánto hay?", "¿con qué presupuestos contamos?", "¿qué proyectos están habilitados?" Los sumisos empleados, más temerosos que nunca, porque les habían quebrado su ya mermado amor propio, dieron cuenta detallada de lo habido y por haber.

En primer lugar los redentores se asignaron las mejores camionetas y luego ordenaron se suspendan todas las adquisiciones en trámite. A los diez días de importantes llamadas a Lima, llegó el asesor personal del jefe, una secretaria bilingüe, porque se tenía planes para formar empresas mixtas con capital extranjero; un administrador, "Magister en Economía" con relaciones personales en el Ministerio de Economía y Finanzas, muy necesario para gestionar mayores asignaciones presupuestarias; un jefe de personal con post-grado en la especialidad, quien debía encargarse de la capacitación, actualización, modernización y civilización de los ahora muy bien bañados empleados, pero lo más importante de su quehacer era que iría a formular la documentación legal necesaria para el nombramiento de todos los contratados que pertenecían al partido y la destitución, vía moralización, de todos los sinvergüenzas y ladrones. Con esta fórmula mágica se hizo más diligentes a los contratados, más sumisos a los nombrados y paranoicos a los antiguos funcionarios y de paso se desapareció a la crispada dirigencia sindical con la monserga de: "¡Aquí no hay lugar para los terrucos!".

Completado el equipo humano se procedió a la remodelación de los ambientes. Muebles, alfombras, ventiladores, cafeteras eléctricas, dictáfonos, televisores, videograbadoras, tocacasetes para cada una de las oficinas de los modernos funcionarios. Intercomunicador para todos los demás, haciéndose conocer que con éste pequeño adminículo electrónico se controlaría desde un lugar remoto al personal: "¡Señora Teófila!”, "¡Aló señora Teófila! ", no está, entonces: ¡Abandono! De producirse dos veces más. ¡A la calle!

El personal deberá tomar refrigerio de 10.00 a 11.30 de la mañana. Con éste bello motivo se armaron verdaderas kermeses, donde se vendían los deliciosos chicharrones con papas doradas y choclo, tallarines hechos en casa, escabeche a la limeña, cuyes y picarones, un poco más y se vende cerveza y boletos para algún sorteo. No había caso, los nuevos jefes eran súper modernos, porque para ellos laborar con música y alegría hacía más productivo el trabajo. Los fines de semana salían a departir en algún local aparente. Gastaban bromas elegantes a las damas y contaban chistes groseros  con el perdón de las mismas. Cómo se quejaban del mercado local, qué mala era la comida en éste pueblo tan simpático, qué caro era un champú, un jabón, una camisa. Si estas cosas domésticas eran tan costosas, cuánto costará un foco, una calamina, una bolsa de cemento, una varilla de fierro de construcción. "Un ojo de la cara" respondían en coro los comensales nativos.

Al día siguiente pasaron por el Despacho de los jefes varios chismosos denunciando a todos los empleados de la oficina de administración como los más grandes mafiosos en eso de las compras para el Estado y que inclusive tenían montado un aparato bien aceitado para que solo salga ganancia a su favor, pues solo de ese modo se podría explicar por qué el fulano ha podido construir una casa de cinco pisos y de material noble; porqué la mengana ha podido adquirir una chacra de más de seis hectáreas; porqué el zutano anda montado en un automóvil nuevo y porqué el perencejo anda apostando y perdiendo en las peleas de gallos, si todos ganan la misma porquería de sueldo que sólo alcanzaba para llenar la olla, pagar alquiler de algún cuchitril y comprarse algunas ropitas más o menos decentes solo para venir a trabajar, porque el resto de los días se la pasaban metidos en los buzos que generosamente les había regalado la institución.

Sobre la base de estos datos se convocó a todo el personal de administración y se les conminó a que en el acto presenten una Declaración Jurada de sus Bienes e Ingresos para ser remitidos a la Contraloría General de la República a efectos de que se realicen las investigaciones que conduzcan al esclarecimiento de sus enriquecimientos sin causa. Todos suplicaron compasión manifestando que si algo tenían era gracias a una fuerte herencia, pero cuando les dijeron si estaban dispuestos a aceptar que desde esa fecha se realicen las adquisiciones en Lima u otro departamento, casi al unísono dijeron: “Claro, porque no, además ustedes son los jefes”. “Entonces pues, no hagan problemas y colaboren con el engrandecimiento de vuestra tierra”. Les conminaron al tiempo que salían de esa reunión con el “rabo entre las piernas”.

A los dos meses, luego de haberse hecho los simulacros de varios procesos de adquisición con toda la "documentación legal pertinente", ganaron la Buena Pro para la compra de calaminas  ZINGASA E.I.R.L., para cemento CEMENTOSA E.I.R.L., para fierros FERROSA E.I.R.L. La reparación, planchado y pintura de todas las unidades automotor MOTORISA E.I.R.L. La reparación de la maquinaria pesada TRACTOSA E.I.R.L., y para las compras menudas GARRASA E.I.R.L., todas ellas empresas individuales de responsabilidad limitada con domicilio fiscal en la ciudad de Lima, que además de garantizar la existencia de los bienes y servicios que ofrecían, tenían la más alta calidad y los precios más bajos del mercado nacional.

Se faccionaron las órdenes de pago y se giraron los correspondientes cheques, porque había que aprovechar que el administrador, la secretaria bilingüe, el jefe de personal y el propio gerente debían viajar a Lima para realizar algunos importantes trámites que obligaban su presencia en el Palacio de Gobierno, la Fiscalía de la Nación, el Ministerio de la Presidencia, el Congreso de la República y la Contraloría General de la República, en esta última entidad  debían presentar documentadas denuncias contra la conducta corrupta, inmoral, pervertida y hasta delincuencial de los anteriores funcionarios, y de paso enviarían en varios camiones los bienes adquiridos, pues para eso habían llevado los dineros necesarios.

Al cabo de un mes volvieron con la novedad de haber recibido autorización para la realización de un Concurso Interno de Méritos para el nombramiento del personal contratado, así como para el ascenso del personal nombrado. Se ordenó a los ingenieros para que revisen los presupuestos de las obras proyectadas, porque debían considerarse algunas mejoras para las que se encontraban en ejecución y sustanciales modificaciones para aquellas que estaban por iniciarse. Esta revisión debía hacerse con mucho cuidado, así que podían disponer del tiempo necesario. Todos se alegraron y no faltó quien propusiera un brindis por las buenas nuevas y así se hizo. La Junta Directiva del sindicato fue la oferente y no podía ser de otro modo, porque todos sus miembros tenían dos, tres y hasta cuatro parientes trabajando como personal contratado.

La moderna rutina fue girando cheques a favor de las empresas proveedoras para la adquisición de más materiales y la prestación de muchos más servicios, por dos sencillas razones: el transporte del material adicional de las nuevas adquisiciones sería gratuito porque resultaba igual traer 20,000 o 100,000 calaminas y aprovechar que las nuevas ofertas mantenían los mismos precios a pesar de la galopante inflación.

El abastecimiento barato y suficiente de todo lo requerido permitiría un avance ininterrumpido de las obras y su inauguración simultánea a cargo del propio señor Presidente de la República. Acaso no resultaba revolucionario que pueblitos como Chaya tuvieran de una sola vez y para siempre: escuela, posta médica, local comunal, agua potable, desagüe, minicentral hidroeléctrica, reservorio, canal de riego, plaza de acho, cobertizos para el ganado, vivero frutícola y forestal y una buena carretera? Esto también merecía un brindis, para matar de rabia a los desconfiados que graciosamente estaban preguntando cuándo llegarían las adquisiciones, los carros y  los tractores mandados a reparar. “¿Con qué derecho se atrevían a desconfiar esos infelices?, como si se tratara de sus dineros”.

Pero antes que cualquier adquisición, primero llegó la capacitación y en grande. La Universidad Particular del Pueblo ofrecía a cualquier persona que tuviera secundaria completa y aspiraciones profesionales varios derroteros: computación, manejo de personal, contabilidad, administración, secretariado ejecutivo-computarizado y bilingüe, topografía, dibujo técnico, arquitectura, periodismo, oratoria, derecho, enfermería y veinte profesiones más a través de su programa de Educación a Distancia. Así, al final de cada carrera se otorgaría un título "A Nombre de la Nación" y su primera bondad sería lograr la recategorización automática del telegraduado.

            El Jefe de Personal hizo circular una directiva que autorizaba a todos los empleados sin excepción para que pudieran inscribirse en los cursos de su vocación. Los 350 soles que costaba la matrícula sería asumida por el Proyecto de Desarrollo Institucional. Los trabajadores que por razones personales querían exonerarse  de ésta única oportunidad para capacitarse, no tendrían derecho a reclamos ulteriores.

El sábado 12 a las cuatro sería la exposición del plan de estudios a cargo de las autoridades de la universidad en el teatrín municipal. Ese día a las tres de la tarde hervía el auditorio, el hall y la calle se inundaba con los empleados de otras instituciones que pugnaban por hacerle un lugar a sus orejas. A las cuatro hablaron dos señores elegantemente vestidos. Con gran verbo y seriedad explicaron las facilidades que brindaba estos tiempos de satélites a la educación a distancia. Manifestaron que en la actualidad más del 70% de los profesionales de lugares tan remotos como Atunrumi habían sido educados a distancia y esperaban en el futuro desplazar a la universidad tradicional. A modo de singular anécdota contaron que el político ruso Serguei Malinosky había sido alfabetizado, educado, profesionalizado y postgraduado por el mismo sistema que ellos ofrecían, “¿Qué no sabían quién era Malinosky?”, bueno, eso también aprenderían en esta gran labor de instrucción.

El asunto sólo exigía el tiempo libre del estudiante, aquel que puede fácilmente sustraerle a la televisión o a las ociosas tertulias. "¿Tenemos tiempo o no tenemos?" , preguntaron. "¡¡¡¡Síííí!!!!", contestó el auditorio. Lo que realmente interesaba era la voluntad del estudiante, sin ese motor humano no podía hacerse nada. Voluntad, voluntad, mucha voluntad era el secreto de la educación a distancia. Si no hay voluntad para seguir solicitando los prospectos, silabus, separatas, libros y exámenes, no habría curso. Si no hay voluntad para remitir el resultado de los exámenes, no habrá educación a distancia.

Después hasta tres asistentes entregaron un cupón a cada uno de los interesados, donde debían consignar sus nombres y apellidos completos, su dirección correcta, ocupación, las profesiones que deseaban seguir y la dependencia donde laboraban. Se advirtió que los empleados de la entidad auspiciadora no tendrían la obligación de pagar los derechos correspondientes a la matrícula, porque este gasto había sido íntegramente asumido por la Oficina de Personal de esa institución, lo único que deberían regularizar era el pago correspondiente a la remisión de las primeras separatas en la Cuenta Corriente Nº 16820 del Banco Nacional.

Al día siguiente se realizaron asambleas generales extraordinarias de trabajadores en las otras instituciones, reclamando justicia y trato equitativo con los empleados de la entidad promotora. En todas se acordó que la matrícula correría a cargo de la patronal, porque si ellos también lograban una profesión a distancia, el único y directo beneficiario sería el centro de trabajo.

El curso de profesionalización a distancia matriculó a más de 1,000 alumnos. Los derechos para la remisión del primer bloque de separatas fluctuaban entre 250 a 400 soles, según el grado de dificultad académica de la profesión elegida. Todo se pagó al contado y los cursos comenzarían a partir de la primera semana de agosto. "La Universidad Popular revolucionará los signos culturales de ésta bella ciudad", manifestó con suma satisfacción el director de la Oficina de Personal de la entidad auspiciadora a través de las ondas sonoras de “Radio Sintonía, su mejor compañía”.

Después de éste alboroto cultural, los ejecutivos volvieron a viajar a Lima con el propósito de traer a sus familias para vivir y disfrutar de ésta cálida y generosa tierra y de paso apurar el envío de las compras, que en total superaban los cuarenta millones de soles. Casi a los dos meses llegó un nuevo Jefe con su asesor personal, informando que sus antecesores habían renunciado voluntariamente, porque no podían soportar las constantes amenazas a muerte recibidas de parte de la subversión y que no pocas de ellas provenían de los propios trabajadores de la institución cobardemente escondidos detrás de llamadas telefónicas, cartas anónimas y reclamos sindicales.

El nuevo mandamás les advirtió que no le tenía miedo a ningún terruco concha su madre, ni al mismísimo Satanás y que a partir de esa fecha su principal esfuerzo se centraría en instalar la Oficina de Defensa Nacional con la colaboración de las autoridades militares y si tenía que rendir su vida en el altar de la patria, ese sería el más grande honor y orgullo para él y su familia. También hizo saber que confiaba en el personal de la zona y les rogó que le ayudaran a erradicar a los renegados sociales del seno de la institución. Lo más importante, no atendería chismes, ni quejas porque su misión era trabajar y punto.

–¡Que me traigan el estado de avance presupuestal de los proyectos y los requerimientos de materiales para las obras! –Ordenó secamente. 

Cuando vio el estado de la ejecución presupuestal y los fuertes desembolsos que ya se habían hecho, pensó con una cólera mezclada de envidia: “Nunca terminaré de enjuiciar y encarcelar a esta recua de mulas que firmaron todos los documentos sin permitir que los renunciantes dejaran en ellos, siquiera una huella digital”. “Qué pendejos esos hijos de puta para meterme ese cuento de los terrucos asesinos que se habían metido hasta debajo de sus camas”. “¡Qué rico han robado esos miserables, no solo al Estado sino a todos estos pobres huevones también¡”. “Aquí ya no hay más hueso que roer, mejor será largarme antes que toda esta ratería me embarre”, pensó al momento de echar un último vistazo al modesto local del Comité de Obras Públicas de Atumrumi – COPATUN y se fue como había llegado, sin hacer el más mínimo ruido.

Vinieron a derrotar, y eso hicieron.






sábado, 18 de abril de 2020

EL VICEMINISTRO

DEL ANECDOTARIO ABANQUINO
(Narraciones de la Zona de Emergencia)

Subió pues, y tan arriba como anhelaba. Hizo todo lo posible y lo imposible y lo logró. A unos se los tomó con un vaso de cerveza, a otros se los comió con un plato de chicharrones y a los demás simplemente los compró por unas cuántas monedas. Muy rápidamente aprendió a servir para ganar. Sirvió de todos los modos que exige la servidumbre, de quien quiere llegar a la cima sobre los hombros de los que lo desprecian. Ganó el gesto de éste, la lengua de aquel y con un poco de los modos de todos, acabó siendo don Antonio.

Qué lejos quedó aquel Antonino. Hombre de paz, buen campesino. Más atrás quedó el fogón cuyero, el eucalipto que daba sombra a la casa peñascal y el manso rebaño comunal. Muy rápido pasó el orden de las cosas que cambian frente a nuestros ojos. Muy rápido llegó hasta esas alturas desde donde se cae. Muy rápido.

–Yo soy hijo de las mismas entrañas de esta bendita tierra y por tanto hecho para el trabajo. No tengo estudios, porque soy de humilde cuna, pero eso no quiere decir que sea un ignorante. –Le decía a los periodistas que se habían reunido con motivo del almuerzo-trabajo convocado en el Club de la Sociedad, que tenía todas las trazas de un banquete, porque además de la opípara comida, abundaban los licores y la cerveza.

–Yo soy honrado y leal. –Trataba de convencerlos a pesar que todos conocían que había viajado a la ciudad capital de las ambiciones burocráticas en comisión partidaria, pero lejos de hacer lo que se le había encargado, regresó trayendo como única información de su gestión, su designación como Presidente del Comité de Obras Públicas de Atunrumi (COPATUN).

Y como nadie le preguntó algo más, siguió hablando. –Señores mi designación como primera autoridad administrativa del departamento consta en la Resolución Suprema firmada por el Ministro del Ramo y rubricada nada menos que por el propio Presidente de la República y cuya copia pueden pedírsela al Secretario General del COPATUN aquí presente.

Y luego, con aires de gran importancia, se puso a contar las peripecias y anécdotas que abundan cuando se hacen trámites en Lima: "Si no tienes plata, no sale nada porque los limeños tienen metido en la cabeza que los provincianos que andamos detrás de algún trámite, somos unos ricachones dispuestos a gastar nuestros dineros con ellos. Lo bueno es que cuando te rajas sin ser tacaño, te cumplen, pero para asegurar su lealtad en ulteriores gestiones, de cuando en cuando hay que hacerles una encomienda con los productos propios de la región. Imagínense que no ha faltado alguien que me ha pedido que le envíe un pequeño girito para atender la salud de su madre. ¡Lima es bravo!". Aprovechando que los periodistas solo callan cuando comen y beben, y como la comida y la bebida era abundante, aquella audiencia era enteramente suya.

Que humilde resultaba un trono real cuando se le veía sentado en aquel sillón pulman giratorio y reclinado con pata de gallo cromada. Debió de serle cómodo de verdad, pero no tanto como el honor, orgullo y gobierno que otorga la Presidencia del COPATUN, que tiene rango de Viceministro de Estado.

–¿Quién es Antonio Suárez Pillaca? –Le preguntó un oficioso periodista que al parecer ya no tenía estómago, buche, ni molleja para tanta comida, imitando a los reporteros analistas de la televisión.

–Un servidor –contestó el presidente. –Un hombre hecho al fragor de las fuerzas telúricas que sacuden y vivifican estos andes y que confía que todos los atunruminos han de cumplir con su deber patriótico de apoyar al régimen que encabeza nuestro joven y visionario líder.

–¿Qué obras piensa ejecutar durante su gestión? –Preguntó otro, mientras clavaba sus gigantescos caninos en el exquisito pedacito de carne que se escondía en la hendidura de un hueso.

–Hay mucho que hacer. He dado instrucciones a mis técnicos, para que desvíen la carretera hacia el Cusco a la altura del kilómetro 48, de modo que esta en vez de pasar por Riobamba pasará por Antaccocha. Si bien a de prolongarse en unos kilómetros más, permitirá que los mejores pilotos desarrollen velocidades de hasta 100 kilómetros por hora. ¿Se imagina Ud. a qué velocidad pasarán los bólidos de los "Caminos del Inca"? –Respondió con tono de primicia y aires de inteligencia.

No fue el mejor piloto de esa carretera, porque apenas tomó la curva en ese desvió y desvarío, desde Lima le obligaron a desistirse de ese y otros chiflados propósitos más, que ya habían costado dos años de pre-estudios y pre-proyectos, advirtiéndole además que su Despacho no estaba facultado para modificar el trazo original del Ministerio de Transportes. De otro lado se le aclaraba que esas ocurrencias y otras megalomanías, solo estaban reservadas al mismísimo Presidente de la República. Sin embargo el  presidente del COPATUN siguió insistiendo en ese pueril juego de proponer, como si estuviera en campaña electoral, una andanada de megaproyectos y varias obras fantásticas con el vivo deseo de pasar a la historia como el más grande visionario de Atunrumi, sin darse cuenta que esas necedades le estaban restando credibilidad  en los ministerios del nivel central y en los decisorios centros burocráticos limeños, desde donde se ejerce el poder real en el Perú, y donde ya se escuchaba decir de él: “¡Qué espeso es ese serrano!”.

–¿Qué medidas ha de tomar para implementar la moralización que impulsa el Gobierno Central? –Preguntó otro con la boca llena de comida, pero con la sorprendente capacidad para hablar y engullir al mismo tiempo.

–La confianza que me ha extendido el excelentísimo señor Presidente Constitucional de la República y a la que no he de defraudar aún a costa de ganarme enemigos, ha sido precisamente para moralizar. Dentro de muy poco tendrán ustedes grandes noticias sobre este delicado asunto. –Contestó con cara de verdugo al comunicador que apuraba un vaso de cerveza cepillado y al seco y volteado.

Y sin que la mano le temblara, así lo hizo. Moralizó al Jefe de aquí y al Director de allá, al encargado de esto y al responsable de aquello, colocando en sus cargos a todos los compañeros y por supuesto a sus ayayeros, que según dio cuenta, eran gente pobre pero honrada. Si bien con algunas limitaciones para el cargo, pero sí ansiosa de aprender y aprovechar las oportunidades democráticas del régimen. Ahora ya no hay duda que aprendieron más de la cuenta,  y aunque juren y perjuren ante jueces y tribunales, afirmando que todos los manejos presupuestarios se hicieron por orden del Presidente Antonio Suarez Pillaca, a través del mecanismo de hacerles firmar papeles en blanco, tendrán que seguir durmiendo en la cárcel y seguir gastando en las coimas y otras ventajas que desde el Poder Judicial se exige a los "reos en cárcel", los pocos dinerillos que en sus efímeros cargos habían "sudado".

–¿Qué va hacer usted, para disminuir la burocracia? –Preguntó otro como desafiándolo a equivocarse.

–En este punto apelaré a la meritocracia y al justo merecimiento. Con esta medida voy a disminuir a gran parte del personal excedente; después reubicaré a la otra en las diferentes provincias y distritos carentes de servicios públicos.

Y desburocratizó, haciendo nombrar y reasignar a todos sus hermanos, cuñados y demás allegados en plazas de carrera y de confianza, para los cuales no reunían ni los más mínimos requisitos, sin mediar concurso ni que ocho cuartos. Aquellos que quedaban fuera de su reino acabarían en el infierno de los envidiosos o en la cárcel por delincuentes subversivos: "Ningún terruco asesino me asusta", decía cuando quería desacreditar a las víctimas de sus atropellos. “Y menos aún las putas engreídas”, cuando se trataba de mujeres.

–Señor Presidente, qué se va hacer desde su Despacho para combatir la subversión? –Preguntó alguno de los periodistas y cuando se dio cuenta que había metido la pata con esta delicada pregunta, se zambulló en su plato sin esperar respuesta.

–En primer lugar señor periodista, le deseo muy buen provecho, sin que eso quiera decir que no le voy a contestar a su pregunta. Ud. conoce que desde mi Despacho no se puede combatir la violencia terrorista, porque eso es el supremo deber de las fuerzas armadas. Lo que si vamos a implementar es una política agresiva para desarticular a esos traidores y malnacidos que aprovechando las garantías ciudadanas y políticas que la Constitución y otras leyes amparan a todos los peruanos, andan metidos en esos nidos de terrucos que se llaman Organizaciones No Gubernamentales y desde allí se están infiltrando dentro del campesinado, la universidad y los institutos de educación superior organizando talleres, cursos, fórums, seminarios, charlas, eventos de capacitación, etc., para inculcarles a través de un lenguaje sibilino una ideología que se ha inventado en el extranjero y desde donde reciben millones y millones de dólares para realizar sus traidoras acciones. A esos hay que aniquilarlos sin ninguna contemplación si no queremos que desaparezca la peruanidad con todos los peruanos. –Contestó con la satisfacción de haber hecho conocer a toda la reunión que así como conocía los problemas de la realidad nacional también conocía el acontecer de la actualidad internacional. 

–¿Señor Presidente, cómo ha de implementarse el programa de austeridad en el gasto público? –Preguntó otro con cara de tacaño, al tiempo que se limpiaba la boca con un sucio y mocoso pañuelo.

–¿Se refiere a que no hay que gastar más de la cuenta? –Indagó algo confundido y prosiguió después de haber recibido el asentimiento del comensal que volvía ávidamente a su plato. –Se hará exactamente lo que disponen las normas legales vigentes sobre la materia, haciendo el gasto donde las necesidades de ésta Zona de Emergencia deprimida por el hambre y la miseria, así lo ordenen.

Y ordenó mucho más de la cuenta. Viajó a todas las capitales de los departamentos de donde recibía un oficio múltiple invitándolo a éste u otro evento, aunque se tratara del entierro de la suegra del colega anfitrión. Rebautizó a todos los mártires del santoral en las personas de sus ahijados, los nuevos hijos de sus más compadres que nunca, porque también hizo casar a los casaderos, convirtiendo el agua en vino, que como el agua, nada le costaba.

Al término de ésta "prueba de fuego", el almuerzo de trabajo acabó cerca de las diez de la noche, no porque haya llegado a su fin la extenuante jornada, sino que había llegado el maldito toque de queda que acababa con todo. Al salir el Presidente se acercó al periodista con cara de tacaño y le expresó su preocupación por la poca seguridad con que había contestado a su pregunta. Este lo calmó asegurándole que así también se contestaba y que no todo debía ser perfecto, sino se podía notar que la conferencia de prensa había sido previamente ensayada. “Pero lo que más me sorprendió fue lo que usted acertadamente dijo: “pero para asegurar su lealtad en ulteriores gestiones”. Esos términos no los usa cualquiera señor Presidente”

–¿Hasta mañana don Antonio! -Se despidió al escape. –Mañana escuchará por la radio cómo yo arreglo cualquier imperfección con la introducción que escribiré más tarde. ¡Gracias por todo!

¡Qué no había pasado! ¡Pasó de todo! Entró con el furor exhibicionista de los mayordomos y cargontes de las fiestas patronales de los pueblos comuneros. Ordenó 50,000 cosas a la vez, entre las que se destaca hasta ahora, una que por ser materia de un interminable proceso judicial, no se olvida.

Ordenó que la Oficina de Administración le proveyera semanalmente una considerable cantidad de dinero para sus gastos de representación y por supuesto un empleado a dedicación exclusiva, para que rindiera cuenta de esos gastos abusivos. Ese hombre de su confianza compró todos los talonarios de facturas que tenían las tres librerías del lugar y acabó convirtiéndose en un falsificador profesional, porque hasta logró imitarle su firma para hacerse pagar algunas pequeñas cuentas para sus bolsillos.

Otra de sus bellacas majaderías fue aquella orden que cursó a la Mesa de Partes para que se rechacen todas las solicitudes que no consignaran en la parte superior de la petición y con letras mayúsculas: EXCELENTISIMO SEÑOR ANTONIO SUAREZ PILLACA. PRESIDENTE DEL COMITE DE OBRAS PUBLICAS DE ATUNRUMI. "¡Carajo, sino para qué mierda tiene mi cargo rango de Viceministro de Estado!", y ni huevón: "¡Que me hagan 10,000 tarjetas, papel y sobres con las mismas letras!".

Casi todas sus decisiones violaban la legalidad administrativa  y no pocas constituían la flagrante comisión de varios delitos contra la administración publica y el patrimonio. Muchos documentos fueron a parar al pie de su escritorio, porque según él, los necesitaba para "estudiarlos". Con esta manía hizo grandes favores y graves perjuicios. Al cabo de algún tiempo comenzó a lamentarse a través del "valiente y objetivo" periodismo local, que dentro del COPATUN se habían concertado fuerzas extrañas y malignas manipuladas por la subversión con el único propósito de boicotear su deseo permanente de transformar la miseria de este olvidado departamento.

–Que no puedo hacer eso, porque dicen que es ilegal, ¿entonces para que soy el Presidente? ¡Señorita secretaria, inmediatamente prepáreme un memorándum de cese para el administrador, el inspector y el tesorero y en sus lugares que se designen a los señores Zarate, Calderón y Pacheco, éstos no serán conocedores de esos pequeños puestos, pero tienen gran vocación de servicio y muchas ganas de hacer algo por esta bendita tierra. –Así fue combatiendo a brazo partido a esas fuerzas extrañas hasta que su chofer acabó siendo inspector; un secretario de juzgado, su asesor legal; administrador el conserje y un vecino suyo, tesorero.

–¡Dígale a esa sarta de delincuentes terroristas que no los voy a atender! ¡Que tengo una comunicación urgente con el mismísimo señor Presidente Constitucional de la República, a quien deberé instruir sobre la realidad de ésta parte del Perú! Si voy a ocuparme en atender a todos los extremistas que vengan, ¿a qué hora voy a trabajar? ¡El tiempo es oro! –Así evitaba las reuniones que le pedían los representantes de las organizaciones populares, asociaciones, comunidades, etc.

A veces disponía que pasaran a su Despacho las personas que él indicaba que vendrían. Conversaba animadamente y ordenaba a su adjunto que anotara el día, hora y lugar del banquete. En esas reuniones ofrecía el oro y el moro, jurando su promesa por la santa cruz de su madre, la gloria del partido y el honor del Presidente Constitucional de la República. Dicen que en una de esas comilonas llegó a ofrecer a una comunidad quechua hablante, ubicada a más de 4,000 metros de altura que no conocía la electricidad, la sana distracción de la televisión, y para que no existan envidias a la comunidad vecina 150 cabezas de ganado cebuino. Luego de su discurso tomaba y comía como un condenado y bailando alegremente gritaba a voz en cuello: "¡Arriba los corazones!", "¡Ama waccaspalla!".

¡Ay!, pero en el Comité Departamental del Partido, donde empiezan todos los males, los propios y los ajenos, se fueron cocinando las habas hasta el extremo de comisionar a Lima al compañero consecuente y combativo para presentar una denuncia ante el Secretario General Nacional con la firma del Prefecto, del Jefe del Comando Político Militar, del Presidente de la Corte Superior de Justicia, del Fiscal Superior y de todos los ciudadanos que tienen sellos e interés en servir al partido político que gobierna, expresándole los agravios que a diario infligía a los más leales partidarios; quienes habían sido ignorados por el Presidente del COPATUN, para nombrar en su lugar a elementos ajenos al partido y vinculados a las más aristocráticas familias del departamento, es decir, a lo más putrefacto de la reacción criolla.

No sólo eso, sino que el denunciado había ordenado que solamente provean bienes y servicios al COPATUN las familias Ochoa, Romero, Campos y Pando en perjuicio de los compañeros Torres, Pérez y Cabas. Todo esto sin prestar la debida atención al anhelado proyecto de construcción de la fábrica de aguardiente envasado que beneficiaría a los agricultores del valle y olvidándose de la inmensa falta que hace la construcción del Centro Turístico de  Tawaccocha, que es mejor sitio que Antibamba, donde el presidente tiene pensado iniciar esta obra por estar en los terrenos de su suegro; y así, toda una retahíla de quejas por el estilo.

Como a los dos meses de haber recibido el encargo de viajar a la capital de la República se apareció el comisionado exhibiendo una descomunal sonrisa de mazorca que hacía juego con su airado pecho, donde latía un corazón satisfecho, casi loco.

–Señor periodista –comunicó el comisionado. –Adjunto a mi persona he traído de la ciudad capital de la República mi designación como Presidente del Comité de Obras Públicas de Atunrumi, hecho que se ha producido después de mi fructífera entrevista con el compañero Presidente del Perú.

Luego presentó a las más de 40 personas que lo acompañaban, señalando que ese era su equipo de trabajo, integrado por los más selectos y leales militantes del partido del pueblo.

No hubo ceremonia con despilfarro de dinero público, ni los botarates almuerzos de trabajo. No era necesario porque el periodista con cara de tacaño era parte del equipo y eso era más que suficiente, además muchas voces hacen ruido. La mañana del día siguiente a su proclamación pública, el nuevo equipo se presentó en las oficinas del  COPATUN; allí recibieron el tímido y agachado saludo de todos los trabajadores que contrastó grandemente con la infraterna actitud del presidente cesado, quien se negó a recibirlos y menos aún a entregarles el cargo, porque el supuesto nombramiento que le hicieron llegar en fotocopia, no había sido publicado en el Diario Oficial "El Peruano" y por lo tanto no tenía ningún valor legal el papelucho que le mostraban. “¡Me importa un carajo que vengan a amenazarme con denunciarme por usurpación de autoridad!”.  

Después de diez días se aparecieron con una fotocopia de un recorte del periódico oficial. A éste nuevo emplazamiento, contestó que no podía entregar el cargo hasta tanto el malnacido que funge de Presidente del Perú, le diera alguna explicación, toda vez que él jamás había renunciado a la Presidencia del COPATUN, como para que el pichón se diera la libertad de señalar en esa resolución que se "aceptaba su renuncia"; que está bien que sea el Jefe del Estado, pero eso no le daba ningún derecho a expresar negativamente la voluntad de otros, y menos aún la de él, que había contribuido con sus dineros y desvelos a su elección. Finalmente dijo que era de la generación de los fundadores, de los mártires y los perseguidos del partido, aun cuando todos conocían que su militancia, como la de todos los que se benefician con los logros de la política,  no tenía ni tres años de antigüedad.

Sólo cuando se percató que el Coronel de la Policía había ordenado retirarle la custodia que resguardaba su casa se asustó grandemente y se marchó recogiendo su cama, su radio-casete-televisor portátil, sus sellos de post firma y las miles de tarjetas y papeles impresos con su nombre, para que no lo usaran aprovechando su buen nombre y la valía de su persona, un atado con toda su ropa envuelta en la bandera del COPATUN, su bacinica y otros trastos más, y salió con la cara de quien pierde todo por la culpa de un huayco. En la puerta insultó a su reemplazante. Le dijo de todo. Le gritó: "¡traidor!" y el traidor le contestó: "¡Acaso tú nomás tenías derecho!"

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–Señor Suarez, qué sensación le produce el haber sido relevado del cargo de Presidente del COPATUN? –se escuchó que le preguntaba por la radio el periodista de su equipo.

–Una sensación de alivio– contestó con fingida indiferencia. –Mire Ud. señor periodista, los altos cargos públicos son sacrificios que se le piden a las personas desinteresadas y con vocación de servicio a la sociedad. Por mi parte y a petición de mi señora esposa y mis hijos quienes se han sentido abandonados por mi dedicación exclusiva a los deberes de esa presidencia, no he tenido otra alternativa que presentar mi renuncia irrevocable a esa obligación, tal como consta en la resolución de nombramiento de mí no menos brillante sucesor, mejor amigo e insuperable compañero, gracias al cual se han escrito las mejores páginas de la historia del partido en Atunrumi. –Le hizo estos halagos y otros mayores comedimientos más, hasta el día en que cesó su reemplazante, para que no fuera a denunciarlo por todos los delitos que había cometido durante su gestión, aunque luego lo siguió llamando “el traidor”.

–¿Eso quiere decir que ha renunciado a sus aspiraciones políticas? 

–¡De ninguna manera! Cómo me voy a sustraerme al clamor de las masas que están reclamando por calles y plazas para que inscriba mi candidatura para ser diputado de Atunrumi en las elecciones generales que se avecinan.

–Pasando a otro tema. ¿Por qué se le acusa de haber administrado el Comité como si se tratara de su hacienda? –Preguntó el periodista con tono inquisidor.

–Señor periodista, tal como me ve estoy con la conciencia limpia y la frente alta. Si alguien dice que he manejado el Comité como mi hacienda, tengo la obligación de hacerle saber que los hacendados han sido los mejores administradores de la riqueza de éste país, sino señáleme otros.

Mientras decía esta y otras mentiras más, "el compañero traidor" se limitaba a cambiar a todos los funcionarios, pero de ningún modo a los proveedores porque esos mañosos ya sabían cuál era su "precio", sino qué gracia tenía eso de andar metido en la política, tanto más cuando ni el Presidente de la República, ni el Jefe del Comando Político Militar, ni el propio partido del pueblo podían borrarlo de la lista negra de los subversivos, ni mucho menos del malvado quehacer de los jueces, fiscales y abogados que más adelante se encargarán de exprimirle hasta el último céntimo con los miles de escritos, proveídos, autos y resoluciones  con que se aniquila el alma y la fortuna de los ex presidentes del COPATUN, que por las huevas tiene rango de Viceministro de Estado.