DEL ANECDOTARIO ABANQUINO
Bueno pues, lo cierto es que la vida viene con todo,
estés donde estés. Y así se van acumulando en tu memoria un montón de historias
y anécdotas “de lo vivido” que seguramente son muy parecidas a otras que les
han sucedido a ustedes, o que por algún motivo te les han contado sus
protagonistas, o se las han narrado a sus allegados, o simplemente son hechos
que han trascendido a sus actores y se han convertido en perdurables mitos
populares o leyendas urbanas.
De modo que en forma directa o a manera de cuentos,
aquí les traigo algunas muy suculentas, sólo para hacerles conocer que la gente
de esta parte del país existe, se mueve y nos ofrecen con su vivir sus
peculiares historias, leamos alguna de muchas otras:
EL ALACRAN
Recuerda la pequeña casita que vendió su madre, para
poder pagar la garantía y todos los demás gastos que de buena gana se hacen
para tener en la familia, un cadete del ejército.
Por ese motivo sus hermanos menores Julio y Zenaida,
debieron andar con los pies en el suelo, pero con la frente muy alta. "Mi
hermano va ser oficial, puede llegar a ser General y Mariscal también, entonces
ya verán cómo nos largamos de este miserable pueblo para siempre a pasear en
automóvil", solían decir con mucha entereza y orgullo a los compañeros del
colegio que se burlaban de sus zapatos hechos a mano de aprendiz y de exclusivo
uso escolar. De su pantalón con culera o de su falda demasiado grande y gastada
por ser regalada, y mucho más aún, de sus "cochinos anticuchos de tripas y
carne de perro" que ofrecían en los paraderos de los camiones y ómnibus.
Lo malo es que de todo eso no se acuerda. Sólo tiene
ganas de volver a su pueblo para sacarle
la mierda al malandro de su hermano que se emborracha todos los días y hace
parir a su mujer cada año; que está a punto de perder su trabajo de auxiliar en
la oficina del Poder Judicial y que tiene la costumbre de chupar con los
morocos a quienes cuando le invitan un trago, les promete: "Le escribiré a
mi hermano, para que te ascienda". A veces: "Para que te
trasladen", otras "Para que te den de baja", etc., según la generosidad del patriótico servidor.
Algunos, más generosos o muy avisados, lograban en plena borrachera arrancarle
una carta, que antes de recomendar, repicaba invariablemente:
"Conchudo, nos
has dejado en la calle. Todo porque eras igualito al viejoymierda del abuelo
que vino a morirse en medio de nuestra pobreza y encima tenía la concha de
quejarse de la comida después de tragar angurrientamente y encima quería
agarrarnos a latigazos, por esa o por cualquier cosa que hacíamos o hablábamos,
porque le parecía cosa de indios”.
Luego continuaba:
"Teníamos que
soportar a ese loco de mierda porque tu ambiciosa madrinita quería que el viejo
nos saneara legalmente nuestra pobre casita que después ella misma nos compró
por una miseria, para que te lucieras con capa de Batman o igual cagada y un
gorro bien locazo que ni los payasos de estos pueblos se atreverían a
usar".
Finalmente:
"Traidor, el
portador de la presente es mi compadre Mariano Sullca Cavero, ayúdale en lo que
te pida, sirve siquiera a este buen hombre para aliviar en algo tu sucia
conciencia. Lo que es yo, no te pido nada, felizmente tengo un empleo seguro
donde hago lo que me da la gana, sin tener quien me esté ordenando, ¡Gutiérrez,
límpieme el culo!"
Y para rematarlo:
"P.D. Saluda a
tu zamba acholada".
─Tengo que
recurrir a usted comadrita por mi ignorancia y mi problema ─lamentó la anciana
de 54 años. ─Escríbamelo otra cartita a su ahijado con el encargo de decírmelo que
le vuelvo a mandar la platita que me pidió tan urgentemente y pídamelo que se
porte bien, estudie y que reciba mis bendiciones. Ya sabe usted comadrita con
que hay que remacharle. No le hago escribir al Julio porque no quiero que se
entere cuánto cuesta su profesión.
─¡Qué problema
puede ser! Un hijo inteligente, así por así nomás, no se tiene. Es una
bendición del cielo. Es cierto que es una costosa inversión, pero cuando dé el
día va a dar para todos ustedes que tanto se han sacrificado. ¡Ojala no se olviden
de mí ese día! Si no me hubiera vendido la casita que le arrancamos como
herencia a su padre, ¿acaso se hubiera podido pagar la garantía?
─Ese mi padre,
Dios lo tenga en su gloria. Un hombre indolente. A pesar de los grandes fundos
que su familia ha tenido y explotado en su pueblo, nos abandonó a mi madre y a
mis hermanos dizque para casarse con una mujer educada. Cuando lo fregó la
Reforma Agraria yo tuve que darle un plato de comida. Dónde estaba su mujer
educada que jamás le dio hijos y que hasta ahora para trasladándose de
enfermedad en enfermedad ─Se preguntó esto con mucho rencor y agregó. ─Para su
desgracia hasta los cholos que dicen ser sus hijos naturales, a pesar de llevar
su apellido, han promovido la expropiación de sus tierras alegando ser colonos
de ese “maldito gamonal”.
─Se hubiera
muerto como un perro sin dueño y de no ser por usted, ni siquiera entierro
hubiera tenido ese canalla, y de no ser por mí, no se hubiera logrado ninguna
herencia. ─Comentó la escribidora mirando al cielo.
─Será porque soy
hija de buena sangre es que me encapricho en esto de educar a mi hijo en tan
grande pretensión.
Se acuerda también de las tremendas cachitas que debió
soportar su condición de serrano pobretón. No fue jamás a las diversiones que
planeaba su promoción, para no dar a conocer que vestía un solo trapo y que
calzaba un solo cuero, lo demás seguía perteneciendo a la escuela de oficiales.
Con un: "Ya tengo un plancito con un cuerito fijo", solía
disculparse. Los que conocían su gastada respuesta lo cargaban bromeándolo:
"O sea que eres un cacherito dominguero". Pero no todo tuvo la misma
respuesta. El serrano respondió bien, respondió con respeto, estudio y
dedicación. Y sólo por ser malo su último año, casi: "Espada de
Honor".
Se acuerda también de la chiquilla pizpireta con la
que salió tres veces y que en la segunda aprendió a emborracharse y en la
tercera a acostarse. Que un día se presentó con sus padres, mejor vestidos que
antes y más serios que nunca a pesar de ser zambos, para arrancarle la promesa
de matrimonio. Con un "así es la vida" y que se ganaba una familia,
una casa y una mesa; de lo contrario, adiós a la escuela militar y cárcel por
el delito de violación en agravio de una escolar adolescente. "Tenemos la
certificación de la pérdida de su virginidad expedido por un prestigioso centro
médico", le habían hecho saber. Después de todo no estuvo mal. Del arenal
plagado de campesinos exiliados por la miseria de sus pueblos, a un barrio
proletario con agua potable, luz y calles. De la ropa sola a las ropitas
nuevas. De la mentira del plancito fijo, al sudor total en materia de carnes.
En fin, a veces así se compone la vida.
Se acuerda de la destemplada carta de su madre, donde
lo maldijo por su "casamiento a escondidas". "Habías tenido
vergüenza de tu madre, para que sepas yo soy hija de un hacendado, no como tú,
producto de un mercachifle ambulante y mentiroso" y "P.D. Saludos a
tu esposa que debe ser una niña preciosa y bondadosa que procurará en todo
momento recordarte que tienes una madre que espera mucho de ti. Dios la
bendiga". A ese descomedimiento solo atinó a juzgar: “¡Carajo no pensé que
esperaban tanto de mí! Si les doy bola sabe dios que más querrán sacarme. Ni
que fuera de su propiedad”. Acaso no había pagado todas las ayudas. Aunque sea
con un solo giro, todo estaba muy bien pagado. "Además yo no soy su único
hijo".
─Comadrita se lo
hemos dicho todo a ese sinvergüenza y vividor ─comentó la escribidora, al mismo
tiempo que pegaba la carta con su lengua larga y jugosa.
─Yo sólo quería decirle
que se acuerde de nosotros ─lamentó desfallecida.
Recuerda que se ofreció de voluntario para la Zona de
Emergencia, supuestamente para hacer quedar mal al "Espada de Honor",
pero que en realidad lo hizo por la prolongada insistencia de su mujercita que
estaba loca por aparecerse felizmente casada, controlando su casa y criando sus
hijos, aunque sea en el infierno y no escondida de los ojos de sus compañeros
de promoción.
También recuerda que primero fue la vigilia prolongada
y luego el tenaz insomnio y más tarde el cansancio sin tregua. Cansancio de alarmas
y movimientos a todas horas. Cansancio de las muertes escogidas. Cansancio de
la caída de tanto campesino cojudo que se ponía frente a las armas de un
batallador atormentado por todas las formas del miedo. Cansancio de la
indolente, brutal y estúpida conducta de los panzudos jefazos. Cansancio de las
noticias de genocidio y terrorismo de Estado que publicaban los periódicos, la
radio y la televisión de todas partes del mundo, todas ellas santificadas por
los exóticos defensores de los derechos humanos y de los pueblos indígenas y
tribales que existen en todos los países del primer mundo, donde viven felices
gracias al saqueo de los recursos naturales del tercer mundo. Cansancio de la
pobreza de la paz y de la miseria de la guerra. "Tómate esto, casi todas
las señoras del Comité de Damas lo tomamos. Se lo recetó en Lima un médico
especialista a la señora del coronel Retto, sirve exclusivamente para provocar
el sueño atrasado", le había recomendado su mujer, al tiempo que lo
condenaba a trajinar con esas coloridas pastillitas de fina presentación
plástica.
─Comadrita estoy
muy preocupada porque a su ahijado me lo han mandado a la Zona de Emergencia,
no me lo vayan a matar esos terroristas malnacidos y entrenados en Cuba, Rusia
y la China. Escríbamelo una carta recomendándole que se cuide mucho y
suplíquemelo para ver si se da un viajecito por aquí, para poner en vereda a su
cuñado que abusa demasiado de su pobre hermana que tanto se ha sacrificado por
su carrera.
─¡Ese
desagradecido! Voy a escribirle sólo porque me da pena que la Zenaida venga a
mi trabajo del hospital con fuertes golpes en la cabeza. Estoy segura que con
su carácter de militar va a poner las cosas en su sitio. ¡Sólo por eso!
─Concluyó la cartista.
Y comenzó a escribir sus letanías sobre el papel:
"Cuídate del agua mansa que de la brava me cuido yo", escribió ese
dicho para decir no se sabe qué. "Saludos a tu esposa que debe ser una
niña muy distinguida, porque todos los militares se casan con la gente de la
“jay-lay", opinó con la certeza de que la "condenada" que así la
llamaba, leería; y, porque sabía que ninguna chica decente se encama con un
hombre a los 16 años, y también porque los militares no siempre andan con la
mejor gente. Eso lo sabía con la exacta realidad de un recuerdo vivo que come,
calza y viste. "P.D. Tu madrina te saluda y pregunta qué es del capitán
Juan Pablo Chamubrio Suárez, dónde vive y que grado tiene. Ella te recuerda y
te quiere mucho, no le hagas esperar tu respuesta".
─¡Yo soy el
alacrán, cuando pico mato y cuando me quieren cagar, me mato! ¡Yo no me rindo!
─Gritaba el capitán Gutiérrez al pelotón. ─¡Cualquiera puede ser el enemigo en
esta guerra de mierda. Esos indios que con su cara de cojudos se acercan con
una tuna en la mano, pueden traer una granada en la otra. No se olviden, tienen
ganas de morir, eso quiere decir, que tienen más ganas de matar!
Finalmente recuerda que fue en esa especie de cantina
con mesitas alcahuetes que llamaban "La Diskotec"; que estaba
borracho; que quería encontrar a la "Pacharaca" para que le rasque
las cabecitas; de la gente de porquería que se divertía manoseándose rico y
quejándose del toque de queda porque les privaría de meterse otro polvo en su
sucio rincón; que vino un chiquillo huevón con la "Pacharaca"; que le
dijo que la "Pacharaca" era su amor; y que "a la mierda los
militares, yo chupo con mi plata"; y la "Pacharaca" dale con eso
de que los dos eran sus amores pero que: "esta noche nada contigo porque
eres un abusivo y sólo quieres que te haga todo lo que no te hace tu mujer y
después me dejas botada"; que ¡ ja, ja, ja, ja!; que sacó su revólver y
metió un tiro al techo; que salió corriendo de esa porquería de invento; que se
tomó todas las pastillas para dormir; que clareaba; que vomitaba; que sonaba un
avión; que vomitaba; que anochecía.
En todo momento jura y requete jura por su santa madre
que jamás había disparado, ni mucho menos había arrojado una granada en ese
tugurio, para que se murieran la “Pacharaca” junto a su huevoncito malcriado y
cinco parroquianos más con el poto al aire.
─¡Quién le
recetó ese psicofármaco! ─Le amonestó un jovencito de mandil blanco con el
pecho descubierto.
─¡El alacrán!
─Respondió bostezando desde el borde de la cama de aquel viejo hospital.
─¿Quién es el
alacrán? ─Volvió a preguntar el joven galeno de guardia con la esperanza de
derivar el caso a psiquiatría.
─¡El que mata o
se mata! ─Respondió casi gritando.
Y por la carretera bordeada de las miserables casuchas
desoladas de aquel insignificante poblado andino que olvidar no puede, sigue motivando
al pelotón que corre al paso ligero de su desbocada mente: "¡Los valientes
no se mueren!", y el pelotón que responde: "¡¡¡No se mueren!!!”
"¡¡¡No se mueren!!!"
Más tarde, luego de exhaustivas investigaciones, la
comisión a cargo del caso acabó concluyendo que la masacre de "La
Discotec”, no fue obra del capitán Gutiérrez, sino de un comando terrorista que
lo venía siguiendo por todos lados, porque en nombre de nuestro glorioso
ejército y de la patria, este valeroso soldado les venía ganando todas las batallas y por eso se la tenían jurada. Lo
cierto fue que ese oficial ya no estaba presente después de la inspección de
ese antro, pero aun así los pérfidos terroristas hicieron estallar una granada
de guerra, sin importarles que con esa su demencial acción podían causar la
muerte de varios inocentes.
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