EL CARNAVAL ABANQUINO EN “LOS
RÍOS PROFUNDOS” DE JOSE MARIA ARGUEDAS.
José María Arguedas Altamirano,[1]
escritor y antropólogo andahuaylino, publicó en el año 1958, “Los ríos
profundos”,[2]
novela autobiográfica, por cuyo mérito recibió el Premio Nacional de Fomento a
la Cultura Ricardo Palma en el año 1959. En ella nos hace una descripción,
imaginaria o real, del Abancay de los tiempos de las haciendas. Dentro de su
trama aparecen descritos magistralmente los hacendados, los maestros, estudiantes,
los gendarmes, las mujeres, los colonos, la policía, el vecindario abanquino y sus
costumbres.
Esta novela ha sido considerada como “la
síntesis más perfecta del mundo andino y el español….. su autor concibe toda su
literatura alrededor de un proyecto: un país dividido entre dos culturas (la
andina, de origen quechua, y la urbana, de raíces europeas) que deben
integrarse en una relación armónica de carácter mestizo” y por ello es
motivo de estudios literarios, antropológicos y
sociológicos, siendo en una de las obras peruanas más traducidas a nivel mundial.
Unos extractos de esta obra está referido al famoso “carnaval abanquino”, como expresión
de danza y canto, con que las campesinas rebeldes desafiaban al vecindario de
Abancay. Sobre este pasaje, Arguedas nos relata:
“Arrearon las
mulas al trote. En el barrio de la Salinera, todas las calles estaban llenas de
gente. Hombres del pueblo formaban una especie de barrera pasiva. No dejaban
avanzar a los caballeros de corbata.
—Las mujeres te pueden
degollar, señor —oí que les decían.
—¡Patibambapak!
¡Patibambapak! —gritaban las mujeres y arreaban las mulas. Les abrieron campo.
Desde algunos
balcones, en las calles del centro, insultaron a las cholas.
— ¡ Ladronas! ¡Descomulgadas!
No sólo las
señoras, sino los pocos caballeros que vivían en esas casas insultaban desde
los balcones.
— ¡Prostitutas, cholas
asquerosas!
Entonces, una
de las mestizas empezó a cantar una danza de carnaval; el grupo la coreó con la
voz más alta.
Así, la tropa
se convirtió en una comparsa que cruzaba a carrera las calles. La voz del coro
apagó todos los insultos y dio un ritmo especial, casi de ataque, a los que
marchábamos a Patibamba. Las mulas tomaron el ritmo de la danza y trotaron con
más alegría. Enloquecidas de entusiasmo, las mujeres cantaban cada vez más alto
y más vivo:
Patibamballay
¡Oh árbol
de pati
Patisachachay de Patibamba!
sonk'oruruykik'a nadie sabía
k'orimantas
kask'a que tu
corazón era de oro,
sonk'
ruruykik'a nadie
sabía
k'ollk'emantas
kask'a. que tu pecho
era de plata.
K'ocha
mayullay ¡Oh
mi remanso,
k'ocha
remanso mi
remanso del río!
challwachallaykik'a nadie sabía
k'orimantas
kask'a que tus
peces eran de oro,
patuchallaykik'a nadie sabía
k'ollk'emantas
kask'a. que tus patitos
eran de plata.
Cerca de Huanupata muchos hombres y mujeres se sumaron a la
comisión. La gente salía de las casas para vernos pasar, corrían de las calles
transversales para mirarnos desde las esquinas.
Así llegamos a
la carretera, al ancho camino polvoriento de la hacienda. Era ya un pueblo el
que iba tras de las mulas, avanzando a paso de danza. Las chicheras seguían
cantando con el rostro sonriente.
(…..)
Hacendados y campesinos abanquinos en la hacienda Patibamba |
Yo hubiera
querido cantar, entre lágrimas de sangre, aquel carnaval de Patibamba con que
avanzamos por el mismo camino, hacia la hacienda. La señora me llevaba casi
abrazándome, pero su ancho brazo con que me rodeaba el cuello y que tocaba mi
hombro, no lo apoyaba en mí. No sentía ningún peso, sólo el calor de su piel.
Yo iba callado. El mundo nunca fue más triste; calcinado, sin esperanza,
hundido en mis entrañas como un helado duelo. " ¡Dios mío! —iba diciendo—,
¡haz que encuentre a mi padre en la puerta del Colegio!"
Abanquinas 1935 (Foto: Martín Chambi)
[1] Nació en Andahuaylas, el 18 de enero de 1911. Cuando era muy niño
aún quedó huérfano de madre. Al comenzar su adolescencia fue llevado a la costa
para continuar sus estudios como alumno interno en un colegio de Ica. Al
terminar sus estudios secundarios, se matriculó en la universidad Nacional
Mayor de San Marcos para estudiar Literatura..
Arguedas es considerado uno de los más destacados escritores
peruanos, ocupación literaria que la compartió con sus cargos de funcionario
público y maestro. Trabajó varios años en el Museo Nacional y llegó a ser
director de la Casa de la Cultura. Su vocación de maestro le permitió dictar
cátedra en las universidades de San Marcos y La Agraria.
Se afirma que Arguedas fue criado por los sirvientes indios de su
casa paterna y, prácticamente, desde que nació, se empapó de la cultura
indígena propia de la región de Andahuaylas, Apurimac. Aprendió el quechua y se
familiarizó con las costumbres indígenas al punto de centrar el fondo de su
obra literaria en buscar la redención de los indígenas y de su cultura.
Este acercamiento no sólo se dio por haber vivido con ellos desde su
niñez sino también por su dedicación consciente al estudio científico de la
etnología y el folklore popular.
"Cuando llegué a la
universidad leí los libros en los cuales se intentaba describir a la población
indígena, me sentí tan indignado que consideré que era indispensable hacer un
esfuerzo por describir al hombre andino, tal y como yo lo había conocido", dijo en una oportunidad al referirse al tema recurrente de su
obra.
Arguedas inició su carrera literaria al publicar su libro de cuentos
Agua que muestra la rebeldía social de los indios. En 1941 publicó su primera
novela Yawar Fiesta, donde revela su constante preocupación por entender la
cultura y el espíritu quechuas. Después de muchos años de silencio publicó, en
1958, "Los Ríos Profundos", considerada por muchos críticos, como su
mejor novela.
Las novelas y cuentos de Arguedas son estudiados constantemente, lo
que da lugar a diversas interpretaciones de sus orígenes y objetivos; sin embargo,
es poco conocida su obra como antropólogo e investigador social, disciplinas
que tuvieron mucho qué ver en su trabajo literario.
A menudo instituciones culturales o universitarias organizan
seminario de estudio en torno a la herencia cultural y preocupación de
Arguedas, en su calidad de escritor, recopilador y estudioso de la cultura
andina.
Uno de los
puntos importantes en la obra antropológica de José María Arguedas es el
estudio de la música y su integración en la vida indígena.
La vida de Arguedas fue muy difícil y desgarrada, era una lucha
perpetua contra la soledad y la incomprensión social, transcurrió en el medio
capitalino hostil y mezquino, muy diferente al mundo andino que tanto amaba.
El periodista José Miguel Oviedo señala que la última década de vida
y obra de Arguedas fue un periodo intensamente doloroso, angustioso y sobre
todo confuso para él, pues sus conflictos personales, el agitado proceso
sociopolítico del país (agudizado por el golpe militar revolucionario de 1968)
y hasta la misma posición intelectual que el autor había ganado en el panorama
nacional empezaron a pesar demasiado sobre sus minadas fuerzas.
Oviedo precisa que en esta etapa produjo obras de muy distinta
naturaleza, como El Sexto, descarnado testimonio de sus meses de
encarcelamiento por razones políticas, en 1937; el relato La agonía de Rasu
Ñiti que ensambla perfectamente su investigación antropológica y su intuición
estética y sobre todo sus dos últimas novelas Todas las sangres y El zorro de
arriba y el zorro de abajo. Esta última obra es el testimonio desgarrador de
los conflictos internos que atravesaba los últimos días de su existencia.
José María Arguedas se suicidó de un disparo de pistola cuando era
profesor de la Universidad Agraria, el 28 de noviembre de 1969.
[2] ARGUEDAS, José María. LOS RIOS PROFUNDOS. Editorial: LOSADA. Edición
2004. Buenos Aires. Argentina.
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