jueves, 8 de marzo de 2018

EL CARNAVAL ABANQUINO (9)

EL CARNAVAL ABANQUINO EN “LOS RÍOS PROFUNDOS” DE JOSE MARIA ARGUEDAS.


José María Arguedas Altamirano,[1] escritor y antropólogo andahuaylino, publicó en el año 1958, “Los ríos profundos”,[2] novela autobiográfica, por cuyo mérito recibió el Premio Nacional de Fomento a la Cultura Ricardo Palma en el año 1959. En ella nos hace una descripción, imaginaria o real, del Abancay de los tiempos de las haciendas. Dentro de su trama aparecen descritos magistralmente los hacendados, los maestros, estudiantes, los gendarmes, las mujeres, los colonos, la policía, el vecindario abanquino y sus costumbres.

Esta novela ha sido considerada como “la síntesis más perfecta del mundo andino y el español….. su autor concibe toda su literatura alrededor de un proyecto: un país dividido entre dos culturas (la andina, de origen quechua, y la urbana, de raíces europeas) que deben integrarse en una relación armónica de carácter mestizo” y por ello es motivo de estudios literarios, antropológicos y sociológicos, siendo en una de las obras peruanas más traducidas a nivel mundial. Unos extractos de esta obra está referido al famoso “carnaval abanquino”, como expresión de danza y canto, con que las campesinas rebeldes desafiaban al vecindario de Abancay. Sobre este pasaje, Arguedas nos relata:


“Arrearon las mulas al trote. En el barrio de la Salinera, todas las calles estaban llenas de gente. Hombres del pueblo formaban una especie de barrera pasiva. No dejaban avanzar a los caballeros de corbata.

—Las mujeres te pueden degollar, señor —oí que les decían.

—¡Patibambapak! ¡Patibambapak! —gritaban las mujeres y arreaban las mulas. Les abrieron campo.

Desde algunos balcones, en las calles del centro, insultaron a las cholas.

— ¡ Ladronas! ¡Descomulgadas!

No sólo las señoras, sino los pocos caballeros que vivían en esas casas insultaban desde los balcones.

— ¡Prostitutas, cholas asquerosas!

Entonces, una de las mestizas empezó a cantar una danza de carnaval; el grupo la coreó con la voz más alta.

Así, la tropa se convirtió en una comparsa que cruzaba a carrera las calles. La voz del coro apagó todos los insultos y dio un ritmo especial, casi de ataque, a los que marchábamos a Patibamba. Las mulas tomaron el ritmo de la danza y trotaron con más alegría. Enloquecidas de entusiasmo, las mujeres cantaban cada vez más alto y más vivo:

Patibamballay                                 ¡Oh árbol de pati
Patisachachay                                de Patibamba!
sonk'oruruykik'a                             nadie sabía
k'orimantas kask'a                          que tu corazón era de oro,
sonk' ruruykik'a                               nadie sabía
k'ollk'emantas kask'a.                    que tu pecho era de plata.
K'ocha mayullay                             ¡Oh mi remanso,
k'ocha remanso                              mi remanso del río!
challwachallaykik'a                                   nadie sabía
k'orimantas kask'a                          que tus peces eran de oro,
patuchallaykik'a                              nadie sabía
k'ollk'emantas kask'a.                    que tus patitos eran de plata.

Cerca de Huanupata muchos hombres y mujeres se sumaron a la comisión. La gente salía de las casas para vernos pasar, corrían de las calles transversales para mirarnos desde las esquinas.

Así llegamos a la carretera, al ancho camino polvoriento de la hacienda. Era ya un pueblo el que iba tras de las mulas, avanzando a paso de danza. Las chicheras seguían cantando con el rostro sonriente.
(…..)

Hacendados y campesinos abanquinos en la hacienda Patibamba

Yo hubiera querido cantar, entre lágrimas de sangre, aquel carnaval de Patibamba con que avanzamos por el mismo camino, hacia la hacienda. La señora me llevaba casi abrazándome, pero su ancho brazo con que me rodeaba el cuello y que tocaba mi hombro, no lo apoyaba en mí. No sentía ningún peso, sólo el calor de su piel. Yo iba callado. El mundo nunca fue más triste; calcinado, sin esperanza, hundido en mis entrañas como un helado duelo. " ¡Dios mío! —iba diciendo—, ¡haz que encuentre a mi padre en la puerta del Colegio!"

 
Abanquinas 1935 (Foto: Martín Chambi)






[1] Nació en Andahuaylas, el 18 de enero de 1911. Cuando era muy niño aún quedó huérfano de madre. Al comenzar su adolescencia fue llevado a la costa para continuar sus estudios como alumno interno en un colegio de Ica. Al terminar sus estudios secundarios, se matriculó en la universidad Nacional Mayor de San Marcos para estudiar Literatura..
Arguedas es considerado uno de los más destacados escritores peruanos, ocupación literaria que la compartió con sus cargos de funcionario público y maestro. Trabajó varios años en el Museo Nacional y llegó a ser director de la Casa de la Cultura. Su vocación de maestro le permitió dictar cátedra en las universidades de San Marcos y La Agraria.
Se afirma que Arguedas fue criado por los sirvientes indios de su casa paterna y, prácticamente, desde que nació, se empapó de la cultura indígena propia de la región de Andahuaylas, Apurimac. Aprendió el quechua y se familiarizó con las costumbres indígenas al punto de centrar el fondo de su obra literaria en buscar la redención de los indígenas y de su cultura.
Este acercamiento no sólo se dio por haber vivido con ellos desde su niñez sino también por su dedicación consciente al estudio científico de la etnología y el folklore popular.
"Cuando llegué a la universidad leí los libros en los cuales se intentaba describir a la población indígena, me sentí tan indignado que consideré que era indispensable hacer un esfuerzo por describir al hombre andino, tal y como yo lo había conocido", dijo en una oportunidad al referirse al tema recurrente de su obra.
Arguedas inició su carrera literaria al publicar su libro de cuentos Agua que muestra la rebeldía social de los indios. En 1941 publicó su primera novela Yawar Fiesta, donde revela su constante preocupación por entender la cultura y el espíritu quechuas. Después de muchos años de silencio publicó, en 1958, "Los Ríos Profundos", considerada por muchos críticos, como su mejor novela.
Las novelas y cuentos de Arguedas son estudiados constantemente, lo que da lugar a diversas interpretaciones de sus orígenes y objetivos; sin embargo, es poco conocida su obra como antropólogo e investigador social, disciplinas que tuvieron mucho qué ver en su trabajo literario.
A menudo instituciones culturales o universitarias organizan seminario de estudio en torno a la herencia cultural y preocupación de Arguedas, en su calidad de escritor, recopilador y estudioso de la cultura andina.
Uno de los puntos importantes en la obra antropológica de José María Arguedas es el estudio de la música y su integración en la vida indígena.
La vida de Arguedas fue muy difícil y desgarrada, era una lucha perpetua contra la soledad y la incomprensión social, transcurrió en el medio capitalino hostil y mezquino, muy diferente al mundo andino que tanto amaba.
El periodista José Miguel Oviedo señala que la última década de vida y obra de Arguedas fue un periodo intensamente doloroso, angustioso y sobre todo confuso para él, pues sus conflictos personales, el agitado proceso sociopolítico del país (agudizado por el golpe militar revolucionario de 1968) y hasta la misma posición intelectual que el autor había ganado en el panorama nacional empezaron a pesar demasiado sobre sus minadas fuerzas.
Oviedo precisa que en esta etapa produjo obras de muy distinta naturaleza, como El Sexto, descarnado testimonio de sus meses de encarcelamiento por razones políticas, en 1937; el relato La agonía de Rasu Ñiti que ensambla perfectamente su investigación antropológica y su intuición estética y sobre todo sus dos últimas novelas Todas las sangres y El zorro de arriba y el zorro de abajo. Esta última obra es el testimonio desgarrador de los conflictos internos que atravesaba los últimos días de su existencia.
José María Arguedas se suicidó de un disparo de pistola cuando era profesor de la Universidad Agraria, el 28 de noviembre de 1969.
[2] ARGUEDAS, José María. LOS RIOS PROFUNDOS. Editorial: LOSADA. Edición  2004. Buenos Aires. Argentina.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario