miércoles, 31 de mayo de 2017

PUENTE COLONIAL SOBRE EL RIO PACHACHACA (IV)

EL PUENTE PACHACHACA EN LA RUTA DE LOS CONQUISTADORES.

En los primeros años de la colonia, mediante la Ordenanza de tambos. Distancias de unos a otros. Modo cargar a los indios y obligaciones de las justicias respectivas[1] dictada en la ciudad de Cusco por el gobernador Cristóbal Vaca de Castro,[2] en mayo de 1543, se restableció el servicio de los tambos,[3] vigente en la época de Huayna Cápac, donde se menciona uno a uno todos los puntos de descanso de esta ruta. El camino inca al Chinchaysuyo que partía del Cusco pasando por Jaquijahuana (nombre antiguo de la actual pampa de Anta), Limatambo, Huaynarimac (Mollepata), Curahuasi para llegar a Abancay y continuar por el resto de la ruta, fue transitada por los españoles, pero en los primeros años de la colonia fue rediseñado para ser recorrida por caballos, mulas, asnos y para el tráfico de ganado vacuno. Para la atención y descanso de los viajeros, en lugar de los tambos incaicos, se establecieron postas al estilo de las ventas[4] españolas. Veamos algunos términos de esta Ordenanza a su paso por la antigua provincia de Abancay:


“Y del dicho Tambo de Limatambo se tiene que ir al Tambo de Guarina en el cual an de servir los indios y Pueblos siguientes, Pitocalla o Cacho o Tila que son de Antonio Ruiz de Guebara. Cotormalca o Ayaranga o Bambate que son de Setiel y todos los Pueblos aldeas y lugares el fator lllan Suárez de Carbajal en la Província de Cotabamba que es de la otra parte del Río de Apurima.

Y del dicho tambo de Apurima se tiene de ir al Tambo de Curaguasi en el qual han de servir los indios de los Pueblos de Chotopoca, Carpeta, Camacanche que son de Orbaneja con todos los otros indios que sirven a Orbaneja y los Pueblos de Curaguasi. o Hurco Aymara o Lava y las ingas que son todos de Pedro de León y los pueblos Chuquitambo o Urcos que son de Hernando Pizarro.

Y del dicho Pueblo da Curaguasi se tiene de ir al Tambo de Abancay en el cual an de servir los Pueblos Coya y Curac o Víchuica o Tasmara o Surco o Tamaran que son de Peralonso Carrasco o Caramba o Guayllabamba o huchuri que son de Juan Rodríguez con todas las otras de Peralonso o Juan Rodríguez o Pancorvo y todos los Pueblos aldeas y lugares que tiene el Capitán Garcilaso de la otra parte del Río que fueron del Obispo que haya gloria.

Y del dicho Tambo de Cabana se ha de ir a Cochacajas en el qua an de servir el poblezuelo que está en Cochacajas o Mayo y todos los otros Pueblos del Repartimiento de Candia que es ahora del Capitán Peranzures,”


EL CAMINO REAL DE BUENOS AIRES A LIMA

Se conoce como Camino Real[5] de Buenos Aires a Lima, a la ruta que durante el virreinato del Perú y del Río de la Plata enlazaba el puerto de Buenos Aires con el Alto Perú (actual Bolivia), hasta la Ciudad de los Reyes (Lima). Gran parte de este camino recorría el Ccapacñan incaico, según lo reseñó en 1567,  Juan Matienzo, miembro de la Audiencia de Charcas.


En un inicio su objetivo fue poblar desde el Perú -con españoles o sus descendientes- la provincia de Tucumán y las miras eran lograr una interconexión con el océano Atlántico. En ese afán en 1573 quedó conectado el Alto Perú (Bolivia) con la provincia de Córdoba, y posteriormente se llegó a Buenos Aires, que en 1778 sería la sede administrativa del Virreinato del Río de La Plata fundado por Carlos III[6].

En el año de 1663, este camino fue elevado al rango de Camino Real por orden del gobernador José Martínez de Salazar y a fines de ese siglo ya se encontraba consolidado y era de enorme utilidad para las comunicaciones, posibilitando a través del comercio el crecimiento de las localidades que a lo largo de los más de 4,000 kilómetros que separaban Buenos Aires y Lima.

Esta ruta fue descrita en diversas crónicas, como las de Acarette du Biscay[7], Alonso Carrión de la Vandera[8], alías “Concolocorvo” y el Capitán Andrews, entre otras que enriquecen con sus comentarios este camino que a lo largo de los siglos fue el tránsito de personas (pobladores, gobernantes, emigrantes, religiosos, militares, comerciantes, educadores, estudiosos, aventureros, etc.), bienes muebles, noticias, arte, cultura y de las ideas libertarias de las que surgieron las repúblicas de Argentina, Bolivia y Perú.


Más adelante se creó un servicio postal a lo largo de la ruta, pero a pesar de que las ordenanzas sobre postas exigían una serie de comodidades para el viajero, éstas eran por lo general, bastante precarias, a tal punto que, de acuerdo al relato de algunos viajeros de la época, en muchas de ellas debían conseguirse hasta la leña para el fuego. Estas postas llegaron a ser verdaderas posadas y algunas hasta contaban con una tienda de abarrotes. Este viaje de postas no permitía a ningún  viajero llevar caballos propios, debiendo tomarlos en cada posta del camino, pagando los derechos de acuerdo a la tarifa establecida que variaba de posta a posta.

En la época colonial las distancias se medían en leguas[9]. Existían variantes sobre la extensión de una legua pero en general se considera que la legua equivalía aproximadamente  5 km. Según esta métrica, la distancia que separaba Buenos Aires de Lima, era la siguiente:

-          LIMA a POTOSÍ                   : 410 leguas = 2,050 Kilómetros.
-          POTOSÍ a SALTA                : 125 leguas = 625 kilómetros.
-          SALTA a TUCUMÁN          : 92 leguas = 460 kilómetros.
-          TUCUMÁN a CÓRDOBA  : 130 leguas = 650 kilómetros.
-           CÓRDOBA a BUENOS AIRES: 160 leguas = 800 kilómetros


¿En cuánto tiempo se podía recorrer ese prolongadísimo trayecto? Las cifras variaban de acuerdo con las condiciones climáticas y el medio de transporte. Marchando a caballo la distancia promedio que podía recorrer un jinete era de seis leguas por día, entonces este necesitaba 152 días de viaje, sin parar un solo día, es decir, más de 5 meses.

En esta parte reproducimos algunas notas de la obra: “El Lazarillo de los ciegos caminantes”[10] de Concolorcorvo a su paso por Abancay y el puente colonial de Pachachaca.

“En Andaguaylas y Abancay, que son los dos únicos pueblos grandes, desde Guamanga al Cuzco, se ven de alguna cosa. El visitador es de dictamen que no se entre al Cuzco con rezagos sino con el fin de sacrificarlos a un ínfimo precio. Tiene por más acertado que se pase con ellos a la feria de Cocharcas, sobre que tomarán sus medidas los pequeños comerciantes, a quienes se previene que no pierdan venta desde el primer día que se abra la feria, porque ha observado que todos los días van en decadencia los precios. Estas advertencias son inútiles, y aun pudieran ser perjudiciales a los mercaderes gruesos que pasan con destino al Cuzco, Paz, Oruro o Potosí, a donde se hacen dependencias crecidas y quieren surtimentos completos; pero siempre sería conveniente que estos comerciantes entregasen toda la carga gruesa de lanas, lienzos y mercerías a los arrieros comunes y que llevasen consigo por las postas los tejidos de oro y plata, sedas y de mayor valor, que no ocupen más de diez mulas, que con corta detención pueden habilitar los maestros de postas.

(…..)

        Todo el país restante, hasta Guamanga, se compone de cuestas y barrancos, quebradas y algunos llanos, en que están los cañaverales y trapiches de la provincia de Abancay y Andaguaylas. La primera tiene una cuesta formidable, porque se forman en tiempo de aguas unos camellones o figura de camellos, que apenas tienen las mulas en donde fijar sus pies.

Tránsito verdaderamente contemplativo, y en que los correos se atrasan, como asimismo en las sartenejas anteriores, que se forman de unos hoyos que hacen las mulas de carga en territorio barroso y flojo, en donde no se puede picar o acelerar el paso sin riesgo de una notable caída. Al fin de la bajada se presenta el gran Puente de Abancay, o Pachachaca con impropiedad.

Este es el tercero de arquitectura que hay desde Chuquisaca, de un sólo arco, que estriba sobre dos peñas de la una y la otra banda, que dividen la provincia de Abancay de la de Andaguaylas. Este puente es de los primeros o acaso el primero que se fabricó a los principios de la conquista, para dar tránsito al Cuzco, y de esta ciudad a las demás provincias posteriores, por atravesarle un gran río que la dividía. El puente fue fabricado con todas las reglas del arte, como lo manifiesta actualmente. Se ha hecho más célebre, y lo será de perpetua memoria, por las dos célebres batallas que cerca de él ganaron los realistas, pero es [344] digno de admiración que un puente tan célebre se haya abandonado y casi puesto en estado de arruinarse, si se desprecia el remedio. El observantísimo don Luis de Lorenzana, actual gobernador de la provincia de Jauja, que hizo viaje a esta capital desde Buenos Aires, por el Tucumán y Potosí, presentó a este superior gobierno una relación o informe muy conciso, pero discreto y acertado en sus reparos. Algunos son irreparables, por falta de gente y de posibles. Los ridículos cercados, que llaman pilcas, para defensa de sus sembrados, son providencia para poco más de medio año en las tierras de poco migajón, o estériles y pedregosas, que no dan fruto anual. Los montones de piedra que vio este caballero en las heredades, son el mayor fruto de ellas, y se tiene por más conveniente amontonarlas y perder un corto terreno, que sacarlas al camino. La excavación que hicieron las aguas y el continuo trajín de caballerías de la banda de Pachachaca al gran puente, es digna de lamentarse, no solamente por la molesta y riesgo de su subida y bajada, sino porque se puede recelar que creciendo la excavación hasta el sitio adonde estriba el extremo del arco, se puede caer el puente con un gran terremoto, o imposibilitarse el ascenso o bajada a las mulas cargadas. Lo cierto es que al presente se transita con riesgo, y que es fácil el remedio a costa de la mucha piedra que hay cercana y pocas hanegas de [345] cal y arena para unirla bien, asegurar el puente y dar un tránsito correspondiente a su grandeza, que todo se puede hacer con un tenue gravamen de los provincianos y si fuere necesario, se impone algún derecho corto a los transeúntes, como sucede hasta en las reales calzadas que necesitan continuos reparos por el mucho trajín de coches, calesas, carromatos y galeras, cuyos bagajes fueron los más beneficiados y que hacen más destrozos.

Pasando el puente se entra en la provincia de Andaguaylas, que toda se compone de eminencias, barrancos y quebradas calientes, a donde están los cañaverales y trapiches que aprovechan algunas lomadas. Parece que los dueños de estas haciendas son personas de poca economía, o que las haciendas, en la realidad, no se costean, porque a los cañaverales llaman engañaverales y a los trapiches trampiches. Todo este país, como el de Abancay, a excepción de algunos altos, es muy caliente y frondoso……”






[1] Ordenanzas de tambos. Distancias de unos a otros. Modo cargar a los indios y obligaciones de las justicias respectivas. Hecho en la ciudad del Cusco el 31 de mayo de 1543. Vaca de Castro.
[2] Cristóbal Vaca de Castro (Izagre, León, c. 1492 - Valladolid, 1566) fue un administrador colonial español en Perú. Oidor de la audiencia de Valladolid (1536), fue enviado como juez pesquisidor por Carlos I de España a Perú en 1540 para restaurar el orden entre las facciones de Gonzalo Pizarro y Diego de Almagro, y con la facultad de, en caso de fallecimiento de Francisco Pizarro, hacerse cargo de su gobernación.
[3] Los tambos eran los albergues de los emisarios, chasquis, gobernadores o incluso del propio Inca, cuando éste recorría su territorio. Se repartían en los caminos, cada 20 o 30 kilómetros (una jornada de camino a pie). También eran centros de acopio de alimentos, lana, leña u otros materiales básicos para la supervivencia. De este modo, en épocas de penurias climáticas o desastres naturales, los tambos alimentaban y proveían de algunos materiales para la supervivencia de los pueblos y aldeas afectados.
[4] Venta.- Casa establecida en los caminos o despoblados para hospedaje de los pasajeros.
[5] Camino real era aquel construido por el Estado, más ancho de lo común y que unía ciudades importantes
[6] Carlos III de España, llamado «el Político»b o «el Mejor Alcalde de Madrid» (Madrid, 20 de enero de 1716-ibídem, 14 de diciembre de 1788), fue duque de Parma y Plasencia —como Carlos I— entre 1731 y 1735, rey de Nápoles —como Carlos VII— y rey de Sicilia —como Carlos V— de 1734 a 1759 y de España desde 1759 hasta su muerte en 1788.
[7] Acarette du Biscay fue un francés, posiblemente de origen vasco, del que se conoce muy poco. En diciembre de 1657 se embarcó en Cádiz, España, hacia la región del Río de la Plata en Sudamérica, haciéndose pasar por el sobrino de un caballero español para eludir la prohibición española de recibir visitantes extranjeros en sus posesiones en el Nuevo Mundo. En 1658, viajó por tierra a través de la pampa argentina hasta las minas de plata de Potosí, situadas en la actual Bolivia. En 1672, Acarete publicó un relato de este viaje en su francés natal. Una versión posterior de la obra se publicó en París en 1696 bajo el título `Relation des voyages dans la rivière de la Plate`. Esta traducción al inglés de una edición posterior fue publicada en Londres en 1698. Forma parte de una obra mayor titulada `Viajes y descubrimientos en Sudamérica`, que contiene relatos de tres de sus primeros viajes al continente. Acarete hizo observaciones detalladas sobre los lugares que visitaba y la gente que encontraba, y su obra es una fuente importante para la historia de Argentina y Perú durante los primeros años del asentamiento español.
[8] Alonso Carrió de la Vandera (Gijón, 17151 - Lima, 1783), también conocido como La Vandera, fue un alto funcionario, escritor, comerciante, viajero y cronista de Indias español, que pasó la mayor parte de su vida en el Virreinato del Perú, donde fue durante varios años administrador del Correo Real. Utilizó el seudónimo de Concolorcorvo como autor del Lazarillo de ciegos caminantes, en que hizo aparecer como autor a su propio amanuense, Calixto Bustamante Carlos Inca.
[9] La legua castellana legal (antigua) era una medida de longitud utilizada para establecer las dimensiones de predios y que se conoció como legal porque era utilizada en los tribunales. Se fijó originalmente en 5000 varas castellanas de Burgos, es decir, unas 2,6 millas romanas, 15 000 pies castellanos o 4190 metros. Siguió usándose de forma profusa mucho después que la aboliera Felipe II en 1568 ordenando que se la sustituyese por la legua común o vulgar.
La legua común que era una unidad itineraria que se utilizaba en las crónicas de las exploraciones y viajes terrestres. Era una medida muy imprecisa ya que variaba con las circunstancias que rodeaban al viajero, tales como si iba a pie, a caballo, en mula, o en carruaje, si iba en grupo o con carga, así como también del tipo de terreno, los obstáculos y el clima. Quedó establecida por el uso en el siglo XVI en 20 000 pies castellanos; es decir, 5572,7 metros o 6666,66 varas castellanas
[10] El lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos Aires, hasta Lima con sus itinerarios según la más puntual observación, con algunas noticias útiles a los Nuevos Comerciantes que tratan en Mulas ; y otras históricas sacado de las memorias que hizo Don Alonso Carrió de la Vandera en este dilatado viaje ...

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