EL CCAPACÑAN O CAMINO INCA
Para los intereses de los regnícolas
cusqueños era de vital importancia construir y mantener una red de caminos que
saliendo del Cusco uniera el Tawantinsuyo, que por esos tiempos se llamó Ccapacñan (Gran Camino). Sobre este sistema
vial Rostworowki[1] nos dice:
“Con el surgimiento del
Tahuantinsuyo se incrementó el número de caminos hasta alcanzar una
extraordinaria magnitud. Según las estimaciones de Hyslop (1984) el sistema
vial comprendía de 30,000 a 50,000 Km. en su totalidad. El mérito incaico
consistió en su profundo espíritu organizativo y en la planificación de la
fuerza de trabajo disponible, que le permitió ejecutar un conjunto vial que
sería la base de la infraestructura estatal.
Para el gobierno inca,
las rutas eran indispensables para los fines del Estado: desde la movilización
de sus ejércitos, el masivo traslado de poblaciones enviadas en calidad de
lugares de origen, hasta el transporte de los productos comitmaq con frecuencia a parajes distantes de sus sechados en tierras
estatales y enviados a los depósitos en los centros administrativos. La
organización inca necesitaba de rutas para enviar a sus dignatarios:
administradores, visitadores, jueces, quipocamayo, entre otros, sin contar con
las facilidades requeridas para los corredores, portadores de noticias y
mensajes. Se trataba de todo un mundo que giraba en torno a las necesidades del
Estado. Por lo tanto, el objetivo de la red vial obedecía a los fines
exclusivos del gobierno central y no de las etnias o de los particulares. Ese
es el punto básico que distingue al sistema incaico de las vías de comunicación
modernas.
Existieron dos vías
troncales principales, la una se extendía por la sierra de sur a norte,
mientras la segunda unía los valles yungas entre sí. Entre ambas regiones,
numerosos caminos se dirigían de la costa a la sierra y se prolongaban a la
selva.”
El cronista
Pedro Cieza de León[2],
en su tiempo y con admiración describió este fabuloso camino inca, así:
“... Una de las cosas de que yo más me
admire contemplando y notando las cosas deste reyno fue pensar cómo y de qué
manera se pudieron hazer caminos tan grandes y soberbios como por él vemos y
qué fuerzas de hombres bastaron a lo poder hazer y con qué herramientas y
instrumento pudieron allanar los montes y quebrantar las peñas para hazerlos
tan anchos y buenos como están; porque me parece que si el Emperador quisiese
mandar hazer otro camino real como el que va del Quito al Cuzco sale del Cuzco
para ir a Chile, ciertamente creo con todo su poder para ello no fuese poderoso
ni fuerzas de hombres lo pudieran hazer, si no fuese con la orden tan grande
que para ello los Yngas mandaron que hubiese, porque si fuera camino de
cincuenta leguas o de ciento o de doscientas es de creer que aunque la tierra
fuera más áspera no se tuviera en mucho con buena diligencia hazerlo; mas éstos
eran tan largos que avía alguno que tenía más de mil y cien leguas, todo echado
por sierras tan agras y espantosas que por algunas partes mirando abajo se
quita la vista y algunas destas sierras derechas y llenas de pedreras, tanto
que era menester cavar por las laderas en peña viva para hazer el camino ancho
y llano: todo lo cual hazían con fuego y con sus picos. Por otros lugares había
subidas tan altas y ásperas que hazían desde lo bajo escalones para poder subir por ellos a lo más alto,
haziendo entre medias dellos algunos descansos anchos para el reposo de la
gente. En otros lugares avía montones de nieve que era más de temer y esto no
en un lugar sino en muchas partes, y no así como quera, sino que no va
ponderado ni encarecido como ello es ni como lo vemos; y por estas nieves y por
donde avía montañas de árboles y céspedes lo hazían llano y empedrado, si
menester fuese….”
Duffait[3], además de un estudio de
sus características técnicas, nos ofrece un análisis de los estrechos vínculos
de estos caminos con el paisaje sagrado y sus elementos atados a la memoria
colectiva y al culto ancestral de los pueblos precolombinos. Leamos:
“Por supuesto, fuera del aspecto
administrativo y político las vías tenían otras funciones: militares,
económico-religiosas y ceremoniales. Como lo subraya Hyslop (1984:340-343) en
las últimas páginas de su obra sobre la red vial inca, los caminos tenían una
función simbólica e ideológica. Expresaban la geografía cultural y estaban
investidos de un importante significado ritual y es este aspecto en particular
el que nos interesa en el presente artículo. En esta perspectiva y cualquiera
que sea el aspecto de las vías (tramos pavimentados o simples senderos de
tierra), se necesita tomar en cuenta todos los elementos del paisaje (cerros,
nevados, volcanes, rocas, cuevas, ríos, lagunas, fuentes, árboles...) asociados
o visibles desde los caminos. Efectivamente, estos elementos tenían una función
ceremonial y simbólica importante ligada a la memoria colectiva y los orígenes
–reales o míticos– de las diversas comunidades andinas, como bien se sabe
(Duviols 1967:20, 1971:255).”
Viladegut[4] nos refiere la trayectoria
de este maravilloso camino a su paso por los valles de Abancay y Pachachaca:
“Camino del
Inka:
Por Abancay, pasaba el
camino del Inka. De Saywite subía a la cumbre de Socllaqasa, descendía por
Negrowarkuna hacia Tamburco, hasta llegar al punto denominado Osnomocco, lugar
apropiado donde existían dos tambos o garitas que era el observatorio a ambos
bandos del camino. Desde este lugar se dirigía hacia el sur, por la rinconada,
encima y detrás de su pequeña iglesia, existen todavía trechos de ocho metros
de ancho para este camino; continuaba por debajo de Tinyarumi a Chinchichaka,
cortando para entonces una pampa larga por encima del actual estadio del Olivo
y seguía por Chakiqmayopata hasta encontrar la cuchilla de Castillomoqo,
bajando luego, buscando el rio Pachachaka.
Sobre este río había un
puente colgante, hecho de mimbres y sogas de cabuya, en el lugar denominado
Moyoq, a un kilómetro aguas abajo del fundo Santo Tomas, existe un manante de
aguas calientes y una piedra en forma de batea, de ese puente finalmente se
ascendía por una cuchilla, hasta Tambo, para continuar por encima de
Huancarama. Por este camino que serpenteaba rojizo en la tupida vegetación de
tunales, gigantescos huarangos, patis, pisonaes y chamisas, pasaron los
primeros españoles. Pero, por el año de 1645, los viajeros ya no utilizaban los
Caminos del Inka, sino lo nuevos de herradura para los caballos de los
españoles. Los antiguos caminos pasaron a ser los “runañan”.
Para viajar del Cuzco a
Huamanga, se pasaba por la actual población de Abancay, por dos caminos: uno
que bajaba de Tamburco por Tarakallejón y otro que venía de Condebamba hasta
Chuspipata y este se proyectaba hasta la ciudad por la calle Miskabamba. De
Condebamba se bifurcaban dos caminos. Uno hacia Markahuasi y otro hacia Aymas,
éste para los viajeros de Cotabambas.”
El ccapacñan o camino inca a su paso por la ciudad de Abancay, capital del departamento de Apurímac |
EL PUENTE INCAICO SOBRE EL RÍO AUCAPANAMAYO
Sobre el antiguo puente inca del
río Aucapanamayo, que en tiempo de
los españoles se llamó río Abancay y que hoy llamamos río Pachachachaca, tenemos
la descripción más antigua y sucinta que nos hace el cronista Pedro Cieza de León[5]
hacia 1553:
“De
esta provincia de Andahuaylas (que los españoles comúnmente llaman Andaguaylas)
se allega al río de Abancay, que está nueve leguas más adelante hacia el Cuzco,
y tiene este río sus padrones o pilares de piedra bien fuertes adonde está puente
como en los demás ríos. Por donde éste pasa hacen las sierras un valle pequeño,
adonde hay arboledas, y se crían frutas y otros mantenimientos abundantemente.
En este río fue donde el adelantado don Diego de Almagro desbarató y prendió al
capitán Alonso de Alvarado general de gobernador don Francisco Pizarro, como
diré en la guerra de las Salinas.
No
muy lejos de este río estaban aposentos y depósitos como los que había en los
demás pueblos, pequeños y no de mucha importancia.”
Sobre otras descripciones de este puente
incaico, Regal[6]
nos ilustra:
“Cristóbal
de Molina, llamado por los historiadores "el almagrista", menciona el
puente de Abancay, en uno de los episodios a que nos referimos anteriormente, y
que corresponde al año de 1537: "y si no era por el camino de Huayna Cápac, no se podría andar y el río
no se podía pasar sino por una puente de criznejas de mimbres".
Según Guaman
Poma, el puente de "Abancay", era uno de los grandes puentes
colgantes incaicos, de acuerdo con la lista que inserta en su Crónica
(1587-1615) y de conformidad también con la relación de los puentes dobles de
Gutiérrez de Santa Clara, en su Historia de 1603”.
[1] ROSTWOROWKI DE DIAZ CANSECO, María. Historia del Tawantinsuyo.
2da. Ed. Instituto de Estudios Peruanos. Lima. 1999. Págs. 97 y 98.
[3] DUFFAIT, Erwan. Vías prehispánicas y culto de los muertos en el
norte chileno (Arica-Tarapacá) durante el periodo intermedio tardío y el
horizonte tardío (ca. 1.000-1.532 d.C.) Revista de Antropología Chilena.
Volumen 44, Nº 4, 2012. Páginas 621-635.
[4] VILADEGUT FERRUFINO, Guillermo. Alma y rostro de Abancay (Monografía
social e histórica). Imprenta IRAL. Abancay. 1997. Págs. 151y 152.
[5] CIEZA DE LEÓN, Pedro. Crónica del Perú El Señorío de los Incas.
Selección, prólogo, notas, modernización del texto, cronología y bibliografía
Franklin Pease G.Y. Fundación Biblioteca Ayacucho, 2005, Caracas Venezuela.
[6] REGAL, Alberto. Los puentes del Inca en el antiguo Perú. Imprenta
Gráfica Industrial. Lima. 1972.
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