martes, 27 de octubre de 2020

LANGOSTAS - DE "CUENTOS PARA CCOROS" - 01

 LANGOSTAS

Cuentan los abuelos que cuando recién caminaba el siglo pasado sobre estas tierras, llegó una desoladora plaga de langostas que devoraron todos los verdes del campo, y hasta masticaron como si nada las fuertes cabuyas.[1]

A la salida del sol todas las piedras tomaban el color dorado de sus alas. Luego de calentarse para recuperar su movilidad se desayunaban con todo lo que encontraban a su paso. Después del mediodía a la hora que se eleva hasta los cielos el caliente viento de las quebradas, alzaban su rumoroso vuelo cubriendo el sol hasta el ocaso y solo cuando en el firmamento se adivinaban las estrellas, se podía saber que aquella oscuridad era la noche.

Dicen que la tierra hervía de sus pariciones, más abundantes que todas las arenas del río Pachachaca. A su sazón se multiplicaron las ratas y los ratones y una miríada de rapaces voladores asistieron a ese hervidero salvaje, donde la comida fácil estaba servida en un plato de cien kilómetros de largo por diez de ancho.

El miedo hizo sus desbordes en las mentes y los corazones de las gentes de los pueblos y comunidades donde atacó la plaga. Así doña Alejandrina dejó comer todas sus sementeras a cuanta langosta visitó su chacra: “Hay que dejar que estas criaturas de Dios cumplan con su bíblico deber de anunciar el fin del mundo y la hora del juicio final donde todos pagaremos nuestros pecados ante la presencia de Dios". Los comuneros de Ccocha desesperaron grandemente, cuando luego de haber dado de comer y beber a trece langostas en una representación de la ultima cena, les suplicaron para que se mudaran a otros lugares, estas se limitaron a responder que ellas se iban muy agradecidas, pero no se hacían responsables de la voracidad de sus incontables compañeras que no habían sido invitadas a ese banquete.

“Los males de esta laya, como vienen pueden irse”, dijo a la temerosa asamblea don Eulogio, el viejo conocedor del poder de los Apus.[2]  A las cinco de la mañana del día siguiente, viendo con acuciosos ojos y moviéndose de un sitio para otro, tomó una por una, un puñado de estas voraces langostas, que debían ser las más grandes, fuertes y algo diferentes a las demás por ser los capitanes. Siguiendo sus instrucciones las elegidas fueron conducidas en reverente procesión hasta la cumbre del Apu Yanaorcco.

        En ese lugar, luego que los centenares de peregrinos hicieron un despliegue de coloridas banderas, quemaron los más perfumados inciensos, echaron a los cuatro vientos de aquella sagrada prominencia puñados y puñados de hojas de coca, sin dejar de tocar  la más solemne música de esta parte de los andes, para que los presentes entonen los más antiguos cánticos de súplica a las montañas. Y sólo cuando el chamán consideró que se había cumplido plenamente todo los actos de aquel ritual, las langostas elegidas fueron liberadas de sus jaulas en una ceremonia de “cacharpari”. [3]  

Cuando las langostas veneradas alzaron el vuelo, se produjo un gran prodigio, pues detrás de ellas se fue toda la plaga por el lugar donde nace el sol para estas tierras, en una partida que duró cinco días. A lo lejos se podía ver su vuelo como una inmensa alfombra dorada navegando por el cielo azul de aquel estío, y cómo el devastador enjambre lentamente se sumergía tras las cumbres de aquella sierra nevada.

Cuando la asombrada asamblea le suplicó una explicación de porqué había llegado hasta sus tierras aquella multiplicada maldicion, les respondió porque que ellos mismos lo estaban pidiendo a través de sus malas acciones como su desmedida ambición por usurpar las chacras de los más pobres y débiles, por querer acaparar el uso de los pastos naturales, por estar provocando incendios forestales por todas partes y por muchas otras cosas que de mala conciencia les hacen en secreto a su familia y a sus vecinos. En fin por todos los muchos modos en que se habían vuelto perversos y ambiciosos, aún sabiendo desde sus antepasados que estamos alojados en este mundo solo por un rato y que si después de esta vida queremos vivir en el mundo donde están esperándonos nuestros antepasados, debemos ser justos con los hombres y con la naturaleza que sólo sabe darnos todo lo que necesitamos.

Cuando le preguntaron cómo es que se produjo aquel portentoso prodigio, el machu[4] Eulogio les respondió a modo de enseñanza: “Nosotros los runas,[5] recién ayer nomás hemos comenzado a caminar por estas tierras, en cambio estas almitas han nacido junto con los dioses, todavía cuando las sombras gobernaban sobre las luces y las tierras no eran más altas que el mar, y por eso han conocido desde los primeros días del "punchau"[6] a nuestro generoso dador de vida el Apu Yanaorcco. Ellos se conocen y son amigos desde muy lejos, desde muy antes, desde el comienzo”.

Castigo fue el hambre que sobrevino a la visita de aquel voraz desastre, pues como la plaga destruyó las sementeras, los frutales y las despensas, para no morir de hambre, las gentes de aquellos lugares tuvieron que comerse a las ratas y los ratones que engordaron las langostas, pero castigo mayor será su pronto retorno, ahora que codiciosos mineros, venidos desde todas partes del mundo como si se tratara de otra maldita plaga, están despedazando con dinamita, máquinas infernales, sudor y sangre el corazón de oro del más leal de los dioses ancestrales: el Apu Yanaorcco.




[1] Plantas suculentas pertenecientes a una extensa familia botánica del mismo nombre: Agavaceae, conocidas con varios nombres comunes: agave, pita, maguey, cabuya, fique, mezcal.

[2] Deidad andina que habita los cerros.

[3] Ceremonia de despedida.

[4] Viejo.

[5] Hombres, humanos.

[6] Las horas de sol del día. En el antiguo Perú (Tahuantinsuyo) se llamó así a una imagen del sol que cubría la rotonda exterior del Coricancha, templo sagrado de la realeza incaica.

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