En esta tierra de haciendas coloniales (Patibamba, Illanya,
Pachachaca, San Gabriel y Santo Tomás) esta fiesta se celebraba con gran
derroche de pompa, júbilo y dinero. Primero en las casas-hacienda y dentro de
los cerrados círculos sociales de los hacendados y sus invitados, donde se
reunían al más purísimo estilo aristocrático limeño. No en vano Abancay, desde
los tiempos de la colonia, ha sido conocido con el mote de “Lima chico”.
De esos centros de poder social, cultural y económico, a su modo, el
carnaval se extendió a los centros poblados, que durante la colonia se les
conocía como “pueblos de indios” y que con el paso de los siglos llegaron a constituirse
en las principales ciudades apurimeñas: Abancay, Andahuaylas, Chalhuanca, etc.,
pero especialmente al campo donde cobró un singular colorido.
Una emulación de esas refinadas fiestas, aun se reproducían en los
años 60’ y 70’ en el Club “Unión” de la Plaza de Armas de Abancay, con disfraces, máscaras, serpentina, pica-pica,
mixtura, chisguetes de éter, grandes orquestas y otras alegrías que la ocasión
permitía.
Ese carnaval está prácticamente extinguido en la actualidad. Pero
aquel que de las haciendas salió al campo, retornó a la ciudad convertido en
una masiva, socarrona y alegre expresión cultural, motivo de orgullo regional,
y que en la ciudad de Abancay se ha convertido en su principal atracción
cultural y turística, de tal importancia que por sus propios méritos ha sido
declarado Patrimonio Cultural de la Nación por el Ministerio de Cultura.
El carnaval abanquino que conocemos, tiene su origen en la campiña
que rodea a la ciudad. Probablemente haya evolucionado a partir del ancestral “Pukllay” andino, pero asumiendo algunos
detalles de las fiestas que se celebraban en las casas hacienda. No es difícil
considerar que a estos orígenes se sumó el hecho de que las tierras agrarias de
los valles de Abancay y Pachachaca fueron rápidamente convertidas en haciendas
cañaveleras por los primeros españoles, donde además de los panes de azúcar se
producía la chicha de caña que nosotros llamamos cambray pero que en otras
latitudes se le conoce como Guarapo; y, donde se movía tanta cantidad de esta
bebida espirituosa, era lógico que
reinara un ambiente alegre y festivo, y gracias a ello, se diera el motivo y
humor para el mantenimiento o surgimiento de este tipo de fiestas y otras
tantas diversiones populares, que aún persisten como el “cutipa” segundo cultivo del maíz; el “ccacu” en la fiesta de San Juan; la marca del ganado en la Fiesta
de San Marcos; las carreras de caballos en la fiesta de Santiago Apóstol, etc.
No está lejos de la verdad señalar, que las fiestas carnavalescas
que hoy prosperan en Abancay, han ganado su arraigo popular dentro de las
principales ciudades apurimeñas durante los años 70’, década que coincide con
la liquidación de las haciendas por el Proceso de Reforma Agraria, y con ello
el final de una ideología elitista que permaneció y dominó el valle por más de
cuatro siglos.
Desde el año 1936, la planificación, programación y desarrollo está
a cargo de la Municipalidad Provincial de Abancay, y básicamente están
referidas a las siguientes actividades:
-
Lanzamiento del Carnaval Abanquino,
para fines de propaganda nacional e internacional con el objeto de invitar a
los viajeros y turistas.
- La Fiesta de los Compadres, en
la medida que hemos señalado en la entrada Nº 3 de este trabajo.
-
La Fiesta de las Comadres,
ídem.
-
La elección de la Reina del
Carnaval Abanquino.
- La entrada del Ño Carnavalón,
con desfile de comparsas abanquinas. Podemos considerar que este es el centro
de la fiesta.
- El concurso de Comparsas
abanquinas.
-
El concurso de Comparsas
Infantiles.
-
El concurso de Timpus o
Pucheros.
-
Concurso del Carnaval
Campesino.
-
Entierro del Ño Carnavalón.
Todas estas actividades se desarrollan en los días señalados dentro
de la programación establecida por la Municipalidad Provincial de Abancay.
De aquellos pasados tiempos, falta rescatar la fiesta de gala de
disfraces con gran derroche de pica-pica, mixtura, talco y serpentinas y buena
música a cargo de una orquesta de fama nacional.
La actividad principal y masiva de estas fiestas son las comparsas, que en otros tiempos se solían llamar "pandillas", tal y como aparece en la obra de Aurelio Miro Quesada Sosa, Guillermo Viladegut Ferrufino y otras publicaciones de época.
En buen castellano una comparsa es un grupo de personas que ataviadas de forma similar, que con intención jocosa o sarcástica, participan en una fiesta popular, como es el caso de los carnavales abanquinos, donde la población sale a las calles a interpretar su música, sus bailes y jugar con chisguetes de espuma y agua.
En buen castellano una comparsa es un grupo de personas que ataviadas de forma similar, que con intención jocosa o sarcástica, participan en una fiesta popular, como es el caso de los carnavales abanquinos, donde la población sale a las calles a interpretar su música, sus bailes y jugar con chisguetes de espuma y agua.
En el carnaval abanquino las comparsas tienen tres componentes bien
diferenciados y muy especializados, aunque todos usen el traje típico de los
abanquinos y las abanquinas:
- El conjunto musical con guitarras, mandolinas, charangos, quenas, tinyas, bordón y cascabeles que aporta la música y las letras de los “carnavales” que son unas canciones muy alegres y bailables con letras que hacen sátira mordaz a las instituciones, las personas, las personalidades o a los acontecimientos especiales como enamorarse, casarse, tener los hijos, en fin: la vida misma. Las más de las veces los músicos también cantan.
- Los cantantes, un grupo de hombres y mujeres, que dentro de la comparsa reciben el nombre de “las voces”. Pero en el desfile de comparsas todos cantan por toda la vía pública para que los escuchen.
- El cuerpo de baile que desarrolla las coreografías preparadas por la comparsa, pero que cuando se da la ocasión hacen el coro a “las voces”.
En sus últimas versiones, los desfiles de las comparsas abanquinas han puesto en escena a más de 2,000 personas, de las cuales la gran mayoría han estado formadas por los empleados de las instituciones
públicas y privadas, entidades financieras, instituciones de educación superior, entre otras; y, la otra parte fue formada por las abaceras de los mercados
locales y por las delegaciones de algunos barrios populares o de la campiña
abanquina.
No podemos olvidar que en este desfile de comparsas también están
presentes los abanquinos, que de otras partes del Perú y el mundo, llegan exclusivamente para festejar sus carnavales, sin faltar algunos turistas que
año a año van incrementándose, porque esta fiesta: “vale la pena vivirla desde el
centro de su alegría”, como alguna vez me dijo una gringa que no se resignó a ser una simple espectadora, y bien vestida a la abanquina se metió de lleno en la fiesta.
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