miércoles, 5 de abril de 2017

SAYWITE: UN HITO EN EL ANDE (XVI) ebook

Bueno, como les tengo ofrecido les presento en décima sexta entrada mi ebook: SAYWITE: UN HITO EN EL ANDE, solo espero que le ofrezcan vuestro interés, sin olvidar de poner un  “ME GUSTA”, pero sobretodo “COMPARTIR” y “COMENTAR”.

8.- VIAJEROS E INVESTIGADORES:

            Muchos son los viajeros, aventureros, gobernantes e investigadores, que seguramente visitaron Saywite, pero estos son los que nos dejaron una imagen y sus impresiones sobre este fantástico lugar.

LUIS ALAYZA Y PAZ SOLDÁN


Nació en Lima el 30 de noviembre de 1883 y murió en esta ciudad capital el 15 de noviembre del 1976, fue bisnieto de Hipólito Unanue. Diplomático abogado, economista y escritor. Estudió y fue catedrático en la Universidad San Marcos.

Se caracterizó por escribir sobre el Perú y los peruanos y por eso fue el creador del vocablo "peruanidad". En 1930 inició la publicación de su obra "Mi País", que es la recopilación de sus artículos periodísticos que fueron apareciendo en la prensa limeña diaria. Más tarde, reunido en 10 volúmenes, se ha convertido en una amplia lección de geografía, historia y de costumbres de su amada patria, que la recorrió con diligencia y afán de investigador.


Aunque en el su obra él denominó Salhuite, ya no se trataba del antiguo nombre de  Concacha. Estas son las palabras que sobre Saywite señala en su obra:

“SALHUITE
WIENER, que dejando Ayacucho pasó por Andahuaylas y Abancay para visitar Concacha, ─hacienda del distrito de Curahuasi, provincia de Abancay, a una jornada de la capital de Apurímac─ se extiende en admirativas descripciones de los monolitos de Salhuite.

"El emplazamiento de las ruinas de Quoncacha (concacha) ─dice hablando del poderoso boulevard, (centro arquitectónico) septentrional─, es un valle profundo rodeado de montañas altas, lejos de todo camino y a 40 kms. m. o. m. de la ciudad de este nombre, aquellos parajes desolados parecen invitar al recogimiento. En cuanto a sus ruinas no se parecen en nada a las de Huánuco ni de otras residencias reales. Sin termas, sin vastos corredores, sin laberintos que conduzcan a ocultos palacios de vírgenes consagradas al Inca". Habla luego de los tres grandes grupos de monumentos de piedra, el primero de los cuales el de Rumimachay, inmenso bloque de forma que se aproxima a cúbica, con un asiento tallado, uno de aquellos que se conocen con el nombre de sillón del Inca, que en su lado principal contiene canales que conducen el agua a sendos caños"; y después de trazar un hábil dibujo de aquel monumento, continúa así:

"Bien está que el artista dibuje fácilmente una obra de imaginación sobre una hoja de papel; pero parece "inadmisible" que hombres que no conocían el acero ni el hierro, hayan hecho por distracción trabajo tan considerable, cuyo acabado necesitaría, al decir de los especialistas en la materia, tres años con el instrumental perfeccionado de nuestra época…… Un serio examen de esta escultura probará que pertenece a la categoría de los trabajos de observación, que es una imitación de la naturaleza: el bloc representa un terreno accidentado, una montaña de la Cordillera".

Y aludiendo a las figuras esculpidas, agrega:

"El autor de esa fuente ha acentuado y traducido el fenómeno, y en lugar de seudoleones y de similiserpientes ha figurado los accidentes del terreno mediante leones, serpientes, batracios y toda la fauna especial de la Cordillera. Los animales que cubren la piedra no tienen, a juicio nuestro, otro sentido. Entre ellos aparecen fuentes, torrentes y cascadas que descienden por sus flancos".

Más adelante, fantástico y entusiasmado, agrega:

"Es la fiel reproducción de los Andes y de la obra de los arquitectos e ingenieros. Es, en cierto modo, una síntesis topográfica que prueba, de lógica manera, que los antiguos habitantes del lugar comprendían el mundo físico, del que tan admirablemente sabían sacar provecho”.

Pero esta interpretación, forzada y asaz materialista, no resiste la más leve crítica, a pesar de que muchos escritores de indiscutible mérito la reproducen en sus obras, a falta de otra.

También Riva Agüero reflexionando, sin duda bajo la impresión de las palabras de Wiener, dice:

"Ocupan éstas el poniente de un prado muy verde, blando y jugoso por las ciénagas que lo alimentan. Entre malezas y arboledas de alisos hay dos monolitos labrados. El primero es una de aquellas peñas talladas en asientos y escalerillas, que el vulgo denomina tronos del Inca o Incamisanas, (altares en que imaginan que el Inca oficiaba). Por sus cavidades y conductos secretos, debe de haber sido una ara sacrificatoria, destinada probablemente a inmolaciones humanas. La otra piedra es mucho más rara y curiosa. Es una roca redondeada, con huequecillos en los bordes de sus lisas superficies laterales, y cuya mesa o cara superior está toda ella esculpida en profusos altorrelieves, que representan serpientes, monos, lagunas y ríos. Las figuras se hallan muy maltratadas, muchas descabezadas y rotas, intencionalmente al parecer. Recuerdan con bastante exactitud las toscas esculturas de animales en las iglesias de la primitiva Edad Media europea. No representa su agrupación la simetría escrupulosa de casi todo el arte incaico. La porción eminente de la peña no está en el centro sino arrimada a uno de los lados. Simboliza un lago,10 del cual descienden canalillos que simulan ríos y cataratas. Esta distribución de cursos de agua y montañas que bajan de un elevado mar interior, situado hacia el oriente de la esferoide irregular, no puede ser sino la imagen del mundo (Tahuantinsuyu), como lo hubieron de concebir los antiguos peruanos: en forma oval imperfecta, cuya excéntrica cima, origen de los ríos, la constituían el Titicaca y la circundante llanura del Collao. La interpretación más verosímil de este monolito es, en consecuencia, la de una pachamama, ídolo representativo del Universo, de la Tierra Madre. Su importancia para el estudio de la civilización indígena es considerable en lo religioso y artístico, y apenas inferior a los vestigios del Tiahuanaco y Chavín de Huántar".

Luis Alayza Y Paz Soldán

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“LA PIEDRA DE SALHUITE

Entre las maravillas del Perú, ya sean las obras de la naturaleza o de la edad precolombina ─que bien pueden asimilarse a los accidentes geográficos para los efectos de su protección─ figura la Piedra de Salhuite, que está siendo objeto de rápida destrucción por obra de ignaros e irresponsables pastores de la localidad.

El 23 de Mayo del año en curso, viajando de Cuzco a Abancay por el camino accidentado pero en buenas condiciones de conservación, al pasar frente a la Hacienda Salhuite, a 42 kilómetros de la Capital de Apurímac, me desvié a la izquierda y tomé un sendero pendiente, estrecho y sembrado de pedruscos. A los pocos minutos encontré a la señorita Consuelo Valer, hija de los propietarios de la hacienda, quien amablemente nos condujo hasta una eminencia que se alza en el centro de un vasto círculo de elevadas cumbres cubiertas de verdor, y me encontré frente al famoso monolito, que a primera vista tiene el aspecto de un huevo gigantesco caído de las nubes, en cuya parte cimera aparecen en alto relieve animales en raro hacinamiento, canales, grietas y escalinatas practicadas manifiestamente para que las aguas pluviales desciendan hasta los bordes del peñón, donde se abren pequeños orificios para que el líquido vital se vierta a chorros en todo su contorno. Esta Piedra ha sido estudiada por arqueólogos y viajeros que han tratado de descifrar su contenido.

Desde mi salida del Cuzco venía yo pensando en el misterio de la Piedra de Salhuite; y ocurríaseme a menudo implorar de las viejas divinidades del Tahuantinsuyo que me revelasen su secreto, y casi puedo decir que lo conseguí, porque apenas me hallé frente al pétreo jeroglífico tuve la impresión de que se trataba de un monumento dedicado a la Luna, divinidad máxima en las teogonías del antiguo Oriente y en la costa norte del Perú precolombino, materia de la que he tratado en "Las Islas del Perú y la Tierra Yunga" (Serie V de "MI PAIS"), como se ve estudiando los ceramios y tejidos de los mochicas y chimúes y las reliquias encontradas en las islas o islotes de esa región, que se extienden como un rosario a no gran distancia del litoral.


Hay concomitancias en las representaciones de la diosa Lunar de Babilonia y Nínive, Grecia, Roma y las Islas del Mediterráneo, y las de los ceramios y tejidos viejos peruanos; en unas y otras teogonías la Luna es la diosa del mar, de los ríos y lagunas, de las lluvias y, de modo general, de la humedad, así como de la fecundación y reproducción de los seres; en contraposición al Sol, divinidad que con su fuego destruye la vida. De ahí que la presencia de los pequeños orificios del borde de la Piedra, que esparcen el agua pluvial uniformemente sobre la madre tierra en la que yace el monolito y el grupo de animales tallados en él, me sugirieron una interpretación.

Julio C. Tello hablando del Sol y de la Luna dice que son: "Hijos del Dragón (hermanos y esposos entre sí), el primero personificado en la figura de un varón zoomorfo, cuyo principal atributo es la producción de la simiente primera: célula germinal, elemento masculino generador, fundamento de la vida vegetal y humana y fuente primera del calor y de la luz. El segundo, personificación en una mujer ornitomorfa, cuyo principal atributo es la producción del huevo cósmico o del óvulo destinado a ser fecundado por el Sol. En los mitos del Oriente clásico la Luna se representa por una mujer acompañada de un par de niños gemelos o perros, y en el Egipto por una pareja de ibis: todos estos son emblemas de la fecundidad. La Diosa Luna preside el movimiento de las mareas y reina sobre las aguas. Igual cosa existió en nuestro litoral del norte donde peces, sopas y ranas eran animales lunares y la Diosa es presentada a veces acompañada de una pareja de perros, tierra adentro, o de aves guaneras en el litoral.

Observando la lámina I se contemplan los animales, casi todos ellos decapitados en los meses del presente año por los pastores de la Hacienda, canales y grietas, que se pueden localizar fácilmente contemplando el esquema (lámina IV) donde figura en la parte baja de la Piedra (No. 1) la cabeza del puma o jaguar, gran divinidad del Tahuantinsuyo; en el borde, con el No. 2 aparecen los orificios para derramar las aguas sobre la tierra; con el No. 3, un mono saltando sobre otro; con el No. 4, una rana; el No. 5 y el No. 6 corresponden a unos dibujos de difícil interpretación. En la lámina fragmentaria II un enorme simio, y en la III, fragmentaria también, el extremo de la izquierda de la Piedra con un simio que se inclina como para beber agua, y al extremo derecho del fragmento un pequeño cuadrúpedo encerrado en un cerco abierto por uno de sus lados.

Queda siempre una incógnita: la cantidad de monos, animales abundantes en las montañas no lejos de Salhuite, que sin duda tiene un significado especial. Dije que la Piedra de Salhuite tiene la forma de la mitad de un huevo que hubiese sido cortado en el sentido de su eje más largo. Como es sabido en la mitología de Grecia y Roma el huevo es emblema del origen de la vida, y se le encuentra constantemente alternando con el dardo, símbolo de la muerte, como motivo ornamental. La Luna representaba la fecundidad, la humedad y la vida, en contraposición al Sol que todo lo seca y destruye.

Hagamos un experimento: tomemos entre el pulgar y el índice, con ambas manos, una nuez de palma, imprimámosle con cuidado un movimiento de torsión para separar las dos mitades de la cáscara, y aparecerá el contenido del fruto. Pues bien, si hacemos esto ─imaginariamente─ con un huevo, ocurrirá lo mismo. Aplicando este experimento a la Piedra de Salhuite encontramos que es un huevo cortado por un plano de contorno oval en cuyos bordes se abren los orificios, de que antes hablé, para el escurrimiento de las aguas de lluvia; y sobre el plano un hacinamiento de animales, canales, escalas, grietas, etc., que estarían cubiertos antes por la mitad superior de la cáscara del misterioso huevo de piedra.

Esa es pues la ignota y enorme concepción del filósofo viejo peruano que le concibió, para dejar a las generaciones venideras, una representación de la Diosa Luna asentada en una eminencia de los Andes de Abancay.

Cualquier retardo en la conservación de esta Piedra sería fatal, y no estaría demás que se hiciese tomar un vaciado en yeso de ella, lo cual permitiría, con ayuda de las fotografías de otras épocas, una interpretación más acertada que lo que modestamente formulo en estas líneas.”

                   27 de Setiembre de 1956.
                     Luiz Alayza y Paz-Soldán

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