Bueno, como les tengo ofrecido les presento en décima tercera
entrada mi ebook: SAYWITE: UN HITO EN EL ANDE, solo espero que le ofrezcan
vuestro interés, sin olvidar de poner un “ME GUSTA”, pero sobretodo “COMPARTIR” y “COMENTAR”.
8.- VIAJEROS E INVESTIGADORES:
Muchos son los viajeros, aventureros, gobernantes e
investigadores, que seguramente visitaron Saywite, pero estos son los que nos
dejaron una imagen y sus impresiones sobre este fantástico lugar.
Charles Wiener Mahler
Filósofo,
explorador y viajero, nacido en Viena (Austria) el 25 de agosto de 1851, pero
de nacionalidad francesa, y muerto en Río de Janeiro (Brasil) en 1919. Estudió
filosofía en la Universidad de Rostock, doctorándose con una tesis sobre las
instituciones políticas, religiosas, económicas y sociales del Imperio Inca en
1874.
Con
motivo de la Gran Exposición Universal de París y en mérito a su interés y
contacto con intelectuales del área andina fue comisionado por el gobierno
francés para realizar una serie de estudios geográficos y etnológicos,
específicamente en Perú y Bolivia, viajando
por esta razón entre 1875 y 1877.
Llega
a América del Sur por Brasil, pasando por Chile, desembarca finalmente en el
Callao, siendo recibido muy cordialmente por las autoridades peruanas. Luego de
visitar Lima enrumba hacia Paramonga,
Virú y otros lugares de interés arqueológico como Chanchán, llegando hasta
Cajamarca. Examinó las ruinas de Viracochapampa en la Libertad y Chavín en Ancash. Más adelante realizó
estudios en Huánuco Viejo, Ayacucho, Vilcashuamán, Concacha. Describió la
ciudad del Cusco y el pueblo de Ollantaytambo. En su recorrido por el
Urubamba fue el primero en referirse a
Machupicchu. Visitando la meseta del Collao llegó hasta Tiahuanaco en Bolivia.
Luego
de este intenso periplo por el Perú y Bolivia regresa a Francia trasladando
cerca de 4.000 piezas arqueológicas y muestras de etnografía que fueron a
enriquecer los fondos del Musée Ethnographique de la capital francesa. Por esta
hazaña y trabajos fue condecorado con la medalla de honor en la Exposición Universal de Paris de 1878.
En
1880 publica en Paris su obra “Pérou et Bolivie: Récit de voyage suivi d'études
archéologiques et etnographiques et notes sur l'écriture et les langues des
populations indiennes”, ("Perú y Bolivia: Relato de un viaje sobre los
estudios arqueológicos y etnográficos y notas sobre la escritura y las lenguas
de los pueblos indígenas", donde acopia sus observaciones, hallazgos y
levantamientos, así como las aventuras y sucesos que le tocó vivir. Obra
monumental donde exhibe 1100 grabados, además de numerosos planos. En Lima el
día 18 de diciembre del 2015 fue publicado como libro electrónico con el título
abreviado de “PERU Y BOLIVIA, Relato de
un viaje” bajo la traducción de Edgardo Rivera Martínez, por el Instituto
Francés de Estudios Andinos – IFEA (Institut français d’études andines) y la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
En
este importante libro de los inicios de la arqueología moderna, Charles Wiener
nos hace la más amplia descripción de
Saywite del siglo XIX, leamos:
“Abancay
se encuentra a unas leguas de un antiguo santuario llamado Concacha, o más
bien Quonncacha , que no está separado de la ciudad, tan bien administrada, más
que por una subida y una bajada. Teníamos prisa de dirigimos allí, y por cierto
que no nos ha tocado ver en el Perú ruinas más originales y más características
que las que se hallan entre la alquería de Quonncacha y la finca de Sayhuite,
en terrenos de ésta última. Dedicamos varios días al levantamiento de planos y
a dibujar y sacar calcos con el mayor cuidado.
Al hablar de Huánuco
Viejo pudimos descubrir la posición geográfica de un puesto militar avanzado,
de un gran centro administrativo ubicado en el cruce de vías de comunicación
naturales entre el norte y el sur, el este y el oeste.
La situación de las ruinas de Quonncacha difiere por completo de la del poderoso baluarte septentrional. En un profundo valle, rodeado por montañas elevadas, al margen de todas las grandes rutas de comunicación, estos aislados parajes parecen invitar al recogimiento. En cuanto a las ruinas, no se asemejan en nada a las de Huánuco ni a las de otros lugares de residencia reales. No hay aquí en absoluto baños termales ni vastos patios, ni laberintos que conduzcan a los disimulados palacios de vírgenes sagradas para todos pero reservadas para el señor, esto es el inca.
Tres grupos de
antiguos monumentos, esculpidos en granito, se elevan sobre tres eminencias;
los tres parecen haber estado dedicados a un mismo culto, el del agua.
El primero, el del
sur, comprende un gran muro ciclópeo, hoy desaparecido casi por entero en el
suelo pantanoso, y una serie de asientos de granito de las formas más diversas,
todos de un trabajo notablemente cuidadoso. Un inmenso bloque de roca tallado
en cinco caras fue evidentemente el centro del santuario; los indios lo llaman
Rumihuasi (casa de piedra). La cara norte del bloque fue transformada en una
especie de escalera que lleva a la plataforma dividida en campos. Cavidades que
varían entre cinco y quince centímetros de diámetro, por dos a cuatro de
profundidad, fueron trabajadas en ese plano superior con sorprendente
exactitud. Atraviesan la piedra canales colectores que van a dar a canales
terminados en dos hondas cavidades cuadrangulares en el lado oeste de la
piedra. En el lado sur una especie de garita con un asiento, y en el lado este
dos asientos enormes separados por gruesas paredes de dieciocho centímetros
completan el trabajo realizado por el escultor. Pasemos ahora al segundo grupo
de ruinas.
En lo alto de la
eminencia se halla una construcción cuadrangular muy simple en esquistos
pizarrosos recubiertos de estuco. La vertiente oeste de la colina fue
convertida en una cascada en galería. El agua caía en un delgado manto del
primer peldaño al segundo; éste, provisto de un reborde cortado por el medio,
reenviaba el agua en chorro por esta abertura a la tercera grada, donde
abriéndose en abanico iba a caer en la cuarta, y así por el estilo. Encontramos
luego, en medio de huellas desaparecidas casi por completo de un patio de
honor, y al centro de una alberca de la que no subsisten sino unas piedras, la
pieza central del tercer grupo: un bloque de granito gris recubierto casi por
entero de esculturas en alto-relieve, la fuente de Quonncacha. Cuando se
examina con atención el conjunto, a primera vista caótico, se descubren
animales de toda clase en medio de estanques, de torrentes, de casas y de muros
de sustentación. Uno se siente tentado a creer que se trata de una obra
simbólica, objeto de un culto místico; se podría incluso pensar, por un
razonamiento inverso, que se está frente a la obra sin objetivo preciso de un
escultor extravagante. Estimamos que deben desecharse ambas y contrarias
conjeturas. El bloque de granito presentaba por sí mismo contornos casi
análogos a la línea superior de esculturas que cubren su superficie; de allí
provienen las formas caprichosas del trabajo. Pero si es verdad que el artista
dibuja a lápiz con facilidad una obra de imaginación en una hoja de papel, es
inadmisible pensar que hombres que no conocían el hierro ni el acero hubiesen
llevado a cabo, sólo por entretenimiento, un trabajo tan considerable, cuya
culminación necesitaría, al decir de gente especializada y con el perfeccionado
instrumental de nuestra época, de tres a cuatro años. Ahora bien, el carácter
mismo de una obra fantasiosa está en variar de acuerdo a las mudanzas de la
inspiración; en cambio una obra de paciencia largamente madurada y
tranquilamente ejecutada excluye la creación caprichosa. Un examen detenido de
esta escultura probará, por otra parte, que pertenece a la categoría de
trabajos de observación, que se trata de una imitación de la naturaleza: el
bloque representa un terreno accidentado, una montaña de la cordillera. Cuando
se divisa a lo lejos las siluetas de las cumbres de las montañas, las rocas de
líneas extrañas ofrecen, por ilusión óptica, formas más o menos exactas de
seres animados. He ahí por qué en toda región accidentada es posible encontrar
las montañas "del León, de la Serpiente, de la Virgen", etc. El autor
de la fuente acentuó y tradujo ese fenómeno, pero en lugar de pseudo-leones o
simili-serpientes, figuraron los accidentes del terreno por medio de leones,
serpientes, batracios y toda la fauna especial de la cordillera. Los animales
que cubren en parte la fuente no tienen, en nuestra opinión, ningún otro
sentido. Entre ellos brotan manantiales y torrentes, y las cascadas surcan las
vertientes.
La constitución física de la
cordillera ha sido traducida así por un artista observador, que supo introducir
allí la obra humana: los meandros regulares de los canales de irrigación, los
diques que desvían las aguas de un torrente para fertilizar los campos, los
llanos cultivados, los estanques de retención, los de evacuación, etc. En medio
de ese espacio se levanta el templo; una escalera como las que los indios
sabían tallar también en la roca conduce a la plataforma superior. Asientos
esculpidos, semejantes a los que circundan el primer grupo de ruinas de
Quonncacha, parecen listos a recibir a los sacerdotes; las murallas recuerdan
la actividad guerrera de la raza.
He ahí una reproducción fiel de la región de los Andes y de la obra de los arquitectos e ingenieros peruanos. Se trata, de algún modo, de una síntesis topográfica, que prueba con qué lógica manera los antiguos habitantes de la región comprendían el mundo físico, del que tan admirablemente sabían sacar provecho.
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