lunes, 13 de marzo de 2017

SAYWITE: UN HITO EN EL ANDE (XIII) ebook

Bueno, como les tengo ofrecido les presento en décima tercera entrada mi ebook: SAYWITE: UN HITO EN EL ANDE, solo espero que le ofrezcan vuestro interés, sin olvidar de poner un “ME GUSTA”, pero sobretodo  “COMPARTIR” y “COMENTAR”.

8.- VIAJEROS E INVESTIGADORES:

                Muchos son los viajeros, aventureros, gobernantes e investigadores, que seguramente visitaron Saywite, pero estos son los que nos dejaron una imagen y sus impresiones sobre este fantástico lugar.

Charles Wiener Mahler


Filósofo, explorador y viajero, nacido en Viena (Austria) el 25 de agosto de 1851, pero de nacionalidad francesa, y muerto en Río de Janeiro (Brasil) en 1919. Estudió filosofía en la Universidad de Rostock, doctorándose con una tesis sobre las instituciones políticas, religiosas, económicas y sociales del Imperio Inca en 1874. 

Con motivo de la Gran Exposición Universal de París y en mérito a su interés y contacto con intelectuales del área andina fue comisionado por el gobierno francés para realizar una serie de estudios geográficos y etnológicos, específicamente en Perú y Bolivia,  viajando por esta razón entre 1875 y 1877.

Llega a América del Sur por Brasil, pasando por Chile, desembarca finalmente en el Callao, siendo recibido muy cordialmente por las autoridades peruanas. Luego de visitar  Lima enrumba hacia Paramonga, Virú y otros lugares de interés arqueológico como Chanchán, llegando hasta Cajamarca. Examinó las ruinas de Viracochapampa en la Libertad  y Chavín en Ancash. Más adelante realizó estudios en Huánuco Viejo, Ayacucho, Vilcashuamán, Concacha. Describió la ciudad del Cusco y el pueblo de Ollantaytambo. En su recorrido por el Urubamba  fue el primero en referirse a Machupicchu. Visitando la meseta del Collao llegó hasta Tiahuanaco en Bolivia.

Luego de este intenso periplo por el Perú y Bolivia regresa a Francia trasladando cerca de 4.000 piezas arqueológicas y muestras de etnografía que fueron a enriquecer los fondos del Musée Ethnographique de la capital francesa. Por esta hazaña y trabajos fue condecorado con la medalla de honor  en la Exposición Universal de Paris de 1878.

En 1880 publica en Paris su obra “Pérou et Bolivie: Récit de voyage suivi d'études archéologiques et etnographiques et notes sur l'écriture et les langues des populations indiennes”, ("Perú y Bolivia: Relato de un viaje sobre los estudios arqueológicos y etnográficos y notas sobre la escritura y las lenguas de los pueblos indígenas", donde acopia sus observaciones, hallazgos y levantamientos, así como las aventuras y sucesos que le tocó vivir. Obra monumental donde exhibe 1100 grabados, además de numerosos planos. En Lima el día 18 de diciembre del 2015 fue publicado como libro electrónico con el título abreviado de “PERU Y BOLIVIA, Relato de un viaje” bajo la traducción de Edgardo Rivera Martínez, por el Instituto Francés de Estudios Andinos – IFEA (Institut français d’études andines) y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.


En este importante libro de los inicios de la arqueología moderna, Charles Wiener nos  hace la más amplia descripción de Saywite del siglo XIX, leamos:

 “Abancay  se encuentra a unas leguas de un antiguo santuario llamado Concacha, o más bien Quonncacha , que no está separado de la ciudad, tan bien administrada, más que por una subida y una bajada. Teníamos prisa de dirigimos allí, y por cierto que no nos ha tocado ver en el Perú ruinas más originales y más características que las que se hallan entre la alquería de Quonncacha y la finca de Sayhuite, en terrenos de ésta última. Dedicamos varios días al levantamiento de planos y a dibujar y sacar calcos con el mayor cuidado.


Al hablar de Huánuco Viejo pudimos descubrir la posición geográfica de un puesto militar avanzado, de un gran centro administrativo ubicado en el cruce de vías de comunicación naturales entre el norte y el sur, el este y el oeste.



      La situación de las ruinas de Quonncacha difiere por completo de la del poderoso baluarte septentrional. En un profundo valle, rodeado por montañas elevadas, al margen de todas las grandes rutas de comunicación, estos aislados parajes parecen invitar al recogimiento. En cuanto a las ruinas, no se asemejan en nada a las de Huánuco ni a las de otros lugares de residencia reales. No hay aquí en absoluto baños termales ni vastos patios, ni laberintos que conduzcan a los disimulados palacios de vírgenes sagradas para todos pero reservadas para el señor, esto es el inca.


Tres grupos de antiguos monumentos, esculpidos en granito, se elevan sobre tres eminencias; los tres parecen haber estado dedicados a un mismo culto, el del agua.

El primero, el del sur, comprende un gran muro ciclópeo, hoy desaparecido casi por entero en el suelo pantanoso, y una serie de asientos de granito de las formas más diversas, todos de un trabajo notablemente cuidadoso. Un inmenso bloque de roca tallado en cinco caras fue evidentemente el centro del santuario; los indios lo llaman Rumihuasi (casa de piedra). La cara norte del bloque fue transformada en una especie de escalera que lleva a la plataforma dividida en campos. Cavidades que varían entre cinco y quince centímetros de diámetro, por dos a cuatro de profundidad, fueron trabajadas en ese plano superior con sorprendente exactitud. Atraviesan la piedra canales colectores que van a dar a canales terminados en dos hondas cavidades cuadrangulares en el lado oeste de la piedra. En el lado sur una especie de garita con un asiento, y en el lado este dos asientos enormes separados por gruesas paredes de dieciocho centímetros completan el trabajo realizado por el escultor. Pasemos ahora al segundo grupo de ruinas.


En lo alto de la eminencia se halla una construcción cuadrangular muy simple en esquistos pizarrosos recubiertos de estuco. La vertiente oeste de la colina fue convertida en una cascada en galería. El agua caía en un delgado manto del primer peldaño al segundo; éste, provisto de un reborde cortado por el medio, reenviaba el agua en chorro por esta abertura a la tercera grada, donde abriéndose en abanico iba a caer en la cuarta, y así por el estilo. Encontramos luego, en medio de huellas desaparecidas casi por completo de un patio de honor, y al centro de una alberca de la que no subsisten sino unas piedras, la pieza central del tercer grupo: un bloque de granito gris recubierto casi por entero de esculturas en alto-relieve, la fuente de Quonncacha. Cuando se examina con atención el conjunto, a primera vista caótico, se descubren animales de toda clase en medio de estanques, de torrentes, de casas y de muros de sustentación. Uno se siente tentado a creer que se trata de una obra simbólica, objeto de un culto místico; se podría incluso pensar, por un razonamiento inverso, que se está frente a la obra sin objetivo preciso de un escultor extravagante. Estimamos que deben desecharse ambas y contrarias conjeturas. El bloque de granito presentaba por sí mismo contornos casi análogos a la línea superior de esculturas que cubren su superficie; de allí provienen las formas caprichosas del trabajo. Pero si es verdad que el artista dibuja a lápiz con facilidad una obra de imaginación en una hoja de papel, es inadmisible pensar que hombres que no conocían el hierro ni el acero hubiesen llevado a cabo, sólo por entretenimiento, un trabajo tan considerable, cuya culminación necesitaría, al decir de gente especializada y con el perfeccionado instrumental de nuestra época, de tres a cuatro años. Ahora bien, el carácter mismo de una obra fantasiosa está en variar de acuerdo a las mudanzas de la inspiración; en cambio una obra de paciencia largamente madurada y tranquilamente ejecutada excluye la creación caprichosa. Un examen detenido de esta escultura probará, por otra parte, que pertenece a la categoría de trabajos de observación, que se trata de una imitación de la naturaleza: el bloque representa un terreno accidentado, una montaña de la cordillera. Cuando se divisa a lo lejos las siluetas de las cumbres de las montañas, las rocas de líneas extrañas ofrecen, por ilusión óptica, formas más o menos exactas de seres animados. He ahí por qué en toda región accidentada es posible encontrar las montañas "del León, de la Serpiente, de la Virgen", etc. El autor de la fuente acentuó y tradujo ese fenómeno, pero en lugar de pseudo-leones o simili-serpientes, figuraron los accidentes del terreno por medio de leones, serpientes, batracios y toda la fauna especial de la cordillera. Los animales que cubren en parte la fuente no tienen, en nuestra opinión, ningún otro sentido. Entre ellos brotan manantiales y torrentes, y las cascadas surcan las vertientes.


            La constitución física de la cordillera ha sido traducida así por un artista observador, que supo introducir allí la obra humana: los meandros regulares de los canales de irrigación, los diques que desvían las aguas de un torrente para fertilizar los campos, los llanos cultivados, los estanques de retención, los de evacuación, etc. En medio de ese espacio se levanta el templo; una escalera como las que los indios sabían tallar también en la roca conduce a la plataforma superior. Asientos esculpidos, semejantes a los que circundan el primer grupo de ruinas de Quonncacha, parecen listos a recibir a los sacerdotes; las murallas recuerdan la actividad guerrera de la raza.



He ahí una reproducción fiel de la región de los Andes y de la obra de los arquitectos e ingenieros peruanos. Se trata, de algún modo, de una síntesis topográfica, que prueba con qué lógica manera los antiguos habitantes de la región comprendían el mundo físico, del que tan admirablemente sabían sacar provecho.




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