domingo, 9 de agosto de 2020

LA FIESTA FAMILIAR

–¿Vas a ir a la fiesta de los Maldonado? 

–Tengo que ir pues. Si mi mujer, que nada tiene que ver con esa majadería, ya ha puesto la cuota para el almuerzo solo porque le encantan esas sonseras. 

–Yo también tendré que ir, porque ya me han jurcado para recordarme que en mi borrachera del año pasado, me había ofrecido diez cajas de cerveza. Voy a cumplir pues, para que ninguno de esos huevones que se creen ejemplares empleados públicos, empresarios y hasta líderes políticos, vayan diciendo por ahí que no tengo plata y menos palabra de hombre. 

    Esa conversación se repetía, con más o menos el mismo tenor, en muchas partes del pueblo y en la comunidad de Samanapata. “Yo debo un torete”. “Yo cuatro carneros”. “Yo dos chanchos”. “Yo un castillo de fuegos artificiales”. “Yo seis bombardas de tres tiempos”. “Yo el equipo profesional de sonido”. “Yo a la cantante Florecita de Sicuna”. “Yo un ciento de gaseosas para los chicos”. Aunque todos de buena gana no querían ir, pero mal que les pese tenían que ir para no quedar mal con los “pulgosos”, “piojosos”, “abigeos”, "ccalasiquis", “ccarcatacas” y también con “los funcionarios cutreros”, “los empresarios coqueros”, “los mineros ilegales” y todos los demás distinguidos miembros de esa familia, comunidad, aldea y distrito. 

    Sea como fuera. De buena o mala gana. Por compromiso o simplemente para no quedarse atrás, tenían que ir a la “Fiesta de los Maldonados” y de la santísima virgen de la Natividad, patrona de Samanapata. Y aun cuando algunos habían decidido que jamás irían, después de haberse tomado dos o tres cervezas en cualquier cantina se aparecían en la fiesta. “¡Porque tenemos derecho pues!”, y bien que lo tenían, porque sin que les costara un solo céntimo, podían comer y beber como vikingos, y hasta bailar como Cantinflas. 

–¡Ta’ madre, por tu culpa casi no venimos! –Le endilgó Crisóstomo al otro. 

–¡Cuál por mi culpa! ¡Es por nuestra culpa!, porque los dos estamos tan misios que no podíamos pagarnos una botella más en esa chingana. –Se defendió Remigio. 

–No importa que ese huevón del Hilario o ese cojudo del Panchucha se crean de otro lote como para venir a esta fiesta a tirarse los discursos que les da la gana, en honor de su mujer, sus hijos, sus viejos y toda la gente que le parece importante, porque según él son sus parientes, aunque los otros lo nieguen. Con tal que no falte el combo y el trago, todo se puede soportar. ¡Ahorita mismo me voy a sacar a bailar a esa chinita coqueta que está más rica y jugosa que una tuna! –E hizo el ademán de levantarse frotándose las manos. 

–¿Y si resulta siendo tu pariente? –Sembró la duda Remigio. –Mejor pues. “A la prima sobre la tarima. A la tía con mayor garantía” 

–¡Ccarccacha! –Gritó bastante entusiasmado. 

–¡Ja, ja, ja, ja! –Se rieron de buena gana. 

    A pesar que estas reuniones están organizadas para unir a los paisanos, nadie quiere recordar que desde su comunidad han llegado a este pueblo huyendo de la "guerra sucia" que los terrucos y los cachacos habían sembrado en estas cordilleras sólo para matar a los comuneros y campesinos más humildes, y también para vanagloriarse que estaban aplastando al enemigo en esa batalla. Porque los que debían morir en esa revuelta ya habían sido despojados de sus haciendas, sus fundos y sus querencias todavía en los tiempos del chino Velasco. 

    Pero lo que empezó como la mesiánica ilusión de unos cuántos, esta se hizo cada vez más grave cuando comenzaron a matar autoridades, dirigentes comunales y atacar e incendiar comisarías y municipalidades, y reventó cuando el gobierno declaró en Estado de Emergencia estas provincias. Fue entonces cuando comenzó el infierno de los aniquilamientos, el reclutamiento forzado de niños, la violación de las mujeres de cualquier edad, las prisiones clandestinas, las torturas, las desapariciones forzadas y las muertes cotidianas. Cuando las cosas se pusieron así de graves, miles de campesinos salieron en estampida de sus pueblos a lugares como estos, donde se había instalado un Comando Político Militar. 

    Como ese alboroto demoró más de quince años, los fugitivos terminaron avecinándose en el pueblo donde acabó su huida. Casi de inmediato, apelando al ancestral ayni construyeron sus viviendas en sus contornos. Luego empezaron a trajinar entre este refugio y la comunidad para procurarse lo que proveía la pachamama. Los que emigraron con dinero criaron y educaron a sus hijos, y cuando de la noche a la mañana acabó esa salvaje locura que los marcaba como terrucos, empezaron a hacer notar lo buena gente que eran o que podían ser, siendo vecinos de ese lugar. Los demás volvieron a Samanapata a seguir siendo lo que siempre fueron: comuneros. 

    Con los años los hijos de unos pocos llegaron a ser profesionales, empresarios y hasta políticos. Fue entonces cuando comenzaron a buscarse, a encontrarse y a reunirse, no como lo hicieron sus padres para compartir las lamentaciones de sus destinos fieramente arrancados de sus escenarios, sino para presumir, al menos entre ellos, el nuevo status que habían alcanzado. 

    No pudieron hacerlo frente al pueblo entero porque sus moradores originarios, que se creían descendientes de los blancos españoles y por eso hacendados, se habían mudado a Lima el día que llegó la carretera, de eso hacía más de cincuenta años atrás. De modo que ahora el "pueblo nuevo" está habitado por todos los mestizos que se diferencian en hatajos formados por los ex colonos de las haciendas que se devoró la Reforma Agraria, por todos los refugiados que había expulsado aquella violenta y banal "guerra sucia" y por los que desde algún buen tiempo habían llegado a sus calles con el deseo de hacer fortuna en el comercio, y sumados a todos estos, gobernando y disponiendo del pueblo entero, los infaltables funcionarios públicos. 

    Como lo hicieron los refugiados de las otras comunidades, no tuvieron más remedio que juntarse entre sí, y una buena manera de hacerlo para diferenciarse los unos de los otros, era festejar el día de la familia o del santo patrono de su pacarina. Quizá algún día los hijos de estos avecinados, llegarán a mezclarse para entre todos transformar este babélico pueblo en algo así que pudiera llamarse ciudad con sus raleas políticas, económicas e intelectuales, mientras tanto seguirán conviviendo solo entre ellos y a su modo pueblerino. 

–¡Mira que huachafo ha llegado ese huevón!, con terno negro común y corriente, pero para diferenciarse de todos con corbata michi. –Exclamó Crisóstomo. 

–Y su mujer no se queda atrás. ¿Dónde mierda se ha visto que se deba llegar a un almuerzo con un vestido de noche y un paraguas para hacerse sombra? Entonces si lloviera esa mamacona se vendría con una sombrilla. –Observó Remigio. 

–Como son hijos cariñosos y responsables se han traído en esa vetusta y destartalada silla de ruedas, al machula Mamerto que hace rato debe haber pasado los cien años. No es que sean cariñosos, sino que tienen miedo que el viejito se les muera de susto en su casa pensando que lo han abandonado y sin que les diga donde tiene escondido sus libras esterlinas y sus macuquinas de oro y plata. 

–¡Carajo! –Interrumpió abruptamente. 

–Habiendo tanto cojudo en quien fijarse, lo haces con el pobre anciano. ¡Qué te ha hecho el viejito? Más bien fíjate si al machula le alcanzan una cerveza para que disimuladamente te lo traigas a la mesa. 

    De un momento a otro se escuchó a todo volumen una voz impersonal que lentamente decía por unos poderosos altavoces: “Uno, dos, tres, probando, probando”…… “Uno, dos, tres, probando, probando”, hasta que por fin el manipulador pudo decir “Okey”, y tomó la posta un animador para anunciar. 

–¡Señoras y señores, con el calor de este hermoso día y la luminosa alegría de todos los niños que nos rodean, les damos la bienvenida a los integrantes de la familia Maldonado, ¡¡Un aplauso para todos ellos!! –Reclamó a viva voz y continuó. –Como todos los años nos encontramos reunidos en este grandioso evento, esta vez gracias a los cargontes don Anastasio Vilca Camero, su esposa Raymunda Maldonado Checcalla y las dignísimas familias de ambos, para quienes pido un caluroso aplauso! –Luego siguió anunciando la grata presencia de todas las personas que le habían favorecido con el alquiler del equipo y de sus servicios como maestro de ceremonias. “Un fuerte aplauso para el señor Leopoldo Sánchez Lucero”. “Un cariñoso aplauso para nuestro estimado Paulino Chalco Villavicencio”........ 

–Mira al cholo Pilco. Un poco más y ese abigeo se alucina magistrado del Tribunal Constitucional, porque anda con terno. Cree que porque está estudiando derecho en la universidad que le da alas a todo el mundo, ya es abogado. ¿Por qué andará siempre flaco ese huevón? 

–Porque así flaquito y descalcificado nomás, le convine a su mujer. 

–¡Claro!, como no tienen plata, tiene que andar a dieta si es que quiere educarse en una universidad privada y andar día y noche con el único vestido que tiene. 

–No es por eso. Si es que su mujer le hiciera comer carne, leche, huevos, pescado, al cholo le crecerían los cachos hasta el cielo, que hasta los tombos cazadores lo seguirían con sus AK–47 para meterle un balazo. 

–¡Ja, ja, ja, ja! 

–¡Mira allá está el indio Montesinos!, que cree que es un CPC o sea Conchudo, Pendejo y Corrupto. Ese indio tiene la mala costumbre de tirarse como una alfombra a los pies de los jefes que ganan las elecciones, para agarrar algún carguito de confianza y seguir robando a sus anchas, y lejos de las oficinas donde todos saben que es un cutrero avezado, alucinarse un gran funcionario. 

–¡Y no será! Si hasta a su jefe ha traído, aprovechando que esta fiesta no le cuesta ni un solo céntimo. Pero sin embargo seguro que ahorita mismo le está diciendo que esta reunión le cuesta el sudor de la mismísima frente con que se rebaja hasta hacerla chocar con el piso, desde donde pide la limosna de un puestecito. ¡Lluncu de mierda! 

–¡Un saludo para el CPC Emmanuel Montesinos Chalco, Jefe del Área de Abastecimientos de la Gerencia Regional de la Producción y al distinguido funcionario que lo acompaña! –Se escuchó por los altavoces y ahí nomás casi se les revienta el hígado al Crisóstomo y al Remigio. 

    Después de tantos saludos y el pedido de miles de aplausos, que no fueron los únicos y que se repitieron a lo largo de la tarde y bien entrada la noche, a eso del mediodía se anunció las palabras del cargonte, quien bastante sudoroso y haciendo de tripas corazón, se limitó a agradecer la bondad que habían tenido para él y su familia por haberles confiado el cargo para seguir festejando el día de la familia Maldonado en la fiesta jubilar de la Virgen de la Natividad patrona de la comunidad de Samanapata. Luego les dio la bienvenida a esa reunión y finalmente les agradeció de todo corazón que le hayan cumplido a la virgencita con sus promesas. 

    A los airados reclamos de su esposa y sólo quitándole el micrófono al animador, porque en este país las mujeres todavía no tienen derecho para hablar en público, tomó la palabra para decir lo mismo que su marido y para recordarles a todos los conchudos que aún no habían cumplido con su ofrecimiento a la santísima virgen, que ese era el momento para hacerlo, y acabar diciendo desafiante. 

–¡A ver compadre Paulino Amézquita Maldonado!, quiero ver si usted cumple con su palabra de ser el cargonte para el próximo año! –Con la mirada cargada de sorpresa y de infinita rabia porque nunca se habían ofrecido para nada, los Amézquita recibieron el más grande aplauso de toda la fiesta. 

    Después a exigencia de hasta cuatro presentes en el escenario, el animador se vio obligado a anunciar las palabras de todos los oradores espontáneos, que dijeron todo lo que hay que decir en estas reuniones y que podía resumirse en estas palabras: “Unión, “Amor”, "Solidaridad", “Esfuerzo”, “Lucha”, “Generosidad”, “Ama sua, ama llulla y ama ccella” y “Yo, y yo, y yo.…… y más yo”, para decir que después de todo, ellos también eran. 

    Cuando todos esperaban que el último orador iba a decir más de lo mismo, les salió con la narración de una particular historia de la familia Maldonado que todos escucharon con desconfianza, porque quizá se trataba de la historia de otra familia, pero de la que festejaban, jamás. Como la memoria de ese antiguo ayllu y reducción de indios se había perdido en la oscuridad de la dominación española, todos convinieron en aceptarla como cierta, siempre y cuando se le diera igual crédito a los orígenes hispanos de la suya propia. 

    Que en la historia del virreinato peruano se registra el nombre de Diego Maldonado de las Trinitarias, del antiguo y noble linaje gallego de Aldana que procede de Teodorico, rey de los ostrogodos. Un buen cristiano, natural de Santiago de Compostela que se había embarcado del puerto de Palos en España; que había llegado a una isla americana que los europeos llamaron La Española y que hoy es la república Dominicana; que de allí viajó a Panamá, donde fue reclutado por Francisco Pizarro para participar en el descubrimiento y la conquista del Perú; que había conocido personalmente al Inca Atahualpa antes de su muerte; que había viajado con Pizarro al Cusco; que había peleado en las batallas de Abancay y Chuquinga donde por su valor fue ascendido a capitán de la corona española; que como pago a sus esfuerzos en la conquista del imperio de los incas recibió la encomienda de Samanapata donde fundó el pueblo de sus amores; que trajo desde España la sagrada imagen de la Virgen de la Natividad, y que finalmente procreo y crió con mucho amor a sus diecinueve hijos en los ciento diecisiete años que Dios y la virgen le dieron de vida, y de los cuales todos ellos eran sus descendientes directos. 

–¡Ese tío está más loco que una cabra! Un poco más y nos dice que, como ese tal Diego Maldonado era de sangre real, todos los cholos que estamos reunidos aquí también somos de sangre azul. La verdad es que todos los machulas de Samanapata conocen que ese lugar pertenecía al ayllu de Ccocharima por la laguna que existe encima del pueblo, que cuando corre el viento levanta unas pequeñas olas que se golpean contra las piedras de sus orillas produciendo un alegre murmullo y que por eso se llama "la laguna que habla"; que lo de Maldonado les viene del empleado de un hacendado que en sociedad con el Prefecto de los tiempos de Ramón Castilla explotaban unas minas de oro que existen en sus punas, y que ahora ambicionan los gringos. ¡Pero no todos somos hijos de ese Maldonado. Ni que este hubiera sido un poderoso cututo capaz de preñar a todas las mujeres de la comunidad. Todos somos hijos de todas las sangres como decía el maestro José María Arguedas. 

–¡Carajo Remigio, ahora me sales con que tú también eres historiador! –Se burló su acompañante. 

–¡Eso lo sabemos todo el pueblo! Lo que pasa es que no queremos saberlo cuando nos conviene. Lo que más me ha gustado es que la mujer del Anastasio, le haya ensartado la fiesta al Amézquita, porque ese cholo ratero se quiere hacer el misio, cuando todos saben que como presidente de la comunidad nos ha "metido la yuca" con el dineral que los gringos nos han pagado por las perforaciones diamantinas que han hecho en las orillas de la laguna Ccocharima y lo que pagó el Estado, para que en el territorio comunal se instalaran hasta dieciseis torres electricas de alta tensión. 

–En ese lugar hay grandes yacimientos de oro, pero para explotarlo se necesita vaciar la laguna y entonces de qué viviría el pueblo. 

–De su monárquico apellido Maldonado y de fiestas como esta, pues. 

–Y como siempre también de las lluvias. A ver, ¿quién utiliza el agua del nuevo canal de riego y del reservorio? ¡Nadie! Todos siembran solo en tiempo de lluvias y después todos se regresan a los lugares dónde viven, y el resto del año la comunidad sigue desolada. 

–¿Y quién ahora vive de la agricultura nomás? Si sembramos es para celebrar la fiesta de la patrona del pueblo y si algo cosechamos es para la marca y para que en nuestras casas no nos falte la rica cancha y nuestro mote. Ahora se vive de otra cosa. 

    Después repasaron que la primera fiesta la hicieron cuatro verdaderos Maldonados. Uno que está enterrado en la comunidad, dos de Lima y uno del Cusco que tuvieron el acierto de traerse la sagrada imagen de la Virgen de la Natividad, para que tuviera su misa en este pueblo, porque la pequeña iglesita de Samanapata no conoce cura desde hace más de un siglo. Además de tener la amabilidad de invitar a los demás integrantes de la comunidad que se habían refugiado por aquí y en el Cusco, que de buena gana asistieron con toda su familia para rendirle culto a la santísima patrona. En esa reunión se festejó a lo grande sin necesidad de pedir tanta jurca como se hace ahora, porque cuando se tiene verdadera devoción y amor a la familia, la virgen nunca falla como no les falló a esos cuatro que los hizo ricos, después que huyeron de la comunidad. Luego de esa primera fiesta se hicieron cargo los que tenían el apellido Maldonado, sea por su padre o por su madre, pues el desafío fue que no muriese esa tradición que además de alegrarlos, los reunía para que nunca se olvidaran de donde habían venido. 

–Seguro que cuando todos los Maldonados hayan pasado este cargo, seguirán celebrando esta fiesta, ya no por ellos, sino en honor a la Virgen de la Natividad, entonces podrán ser cargontes los Ccocharimas, los Ancahuaman, los Allcas, los Huamancanis, los Pocco y todos los paisanos de nuestro pueblo, que no por ser Maldonados son unos pobres diablos, y porque además entre los Ticahuancas hay un montón de millonarios, que ni siquiera conocen este pueblo, pero sí la comunidad y la bondad de su patrona. 

    A toda esa pesada ceremonia le siguió un suculento almuerzo amenizado por el cuarteto criollo “La flor de la canela”, que con el aire achorado que supuestamente deben tener todos los criollos, urgían a beber a los invitados la cerveza que los auspiciaba. Después de está animada presentación le quitó el micrófono al animador, un paisano al que todos conocían con el apelativo de “lacla Campana”, para hacer memoria de los tiempos en que se llegaba a caballo o a pie a Samanapata y recordar que su tío Mariano era el que tenía los mejores caballos de toda la comarca, y esas otras cosas referidas a los antiguos sufrimientos que padecían los paisanos para conectarse con el mundo exterior.  

    Seguidamente se anunció a la orquesta tropical “Copacabana Show” del maestro Mauricio Ccopa Ccahuana con su cantante estrella Sonia Sandra “La amapola del sabor” que acompañada de dos bien despachadas bailarinas que exhibían casi todas sus carnes, interpretaba las cumbias del momento, sin dejar de exigir que siguieran bebiendo la cerveza de su sponsor. Luego anunciaron la presentación de “Florecita de Sicuna”, una gorda más parecida a un zapallo, que cantó los más achorados huaynos del momento que matizaba con graciosas y groseras ocurrencias para el deleite de todos. “¡A esa parejita de la mesa de allá!: Si tú no te sirves, ni a ella le sirves, entonces, ¿para qué mierda sirves”. 

    Esta vez también se comidió a intervenir el "lacla Campana", quién aprovechando las groserías de la folklorista se mandó una andanada de las suyas en quechua y castellano: “¿Saben cómo le dicen en quechua al bigote del Fabio? ¡¡¡No!!!! ¡Chupipichana”. “¿Que le dicen a Cipriano Maldonado? ¡¡¡Que le dicen!!! Zancudo. “¿Porqueee?! Porque tienes que meterle un lapo para que deje de chupar”. “¿Que le dicen a la Maruja Chipana?¡¡¡Que le dicen!!! Boomerang. “¿Porqueee?! Si la tiras bien, regresa”. Saben cómo se dice orgía en quechua” ¡¡¡No!!!, Chupiraymi”, hasta que tuvieron que quitarle el micrófono para que no siga derramando tanta lisura. 

    Cuando el animador se convenció que todos los invitados ya estaban más que alegres por las cervezas que circulaban sin medida porque ya estaban pagadas. Después de más de media hora volvió al escenario, para anunciar que tal como lo había vaticinado, don Paulino Amézquita Maldonado y su digna esposa Margarita Pocco de Amézquita, habían aceptado ser los cargontes de la fiesta del año entrante. Entonces se produjo un alboroto de aplausos, vivas, hurras y todo el jolgorio que se hace cuando las cosas buenas se repiten. 

    El comprometido hizo uso de la palabra diciendo que había aceptado ese reto porque él era un Amézquita Maldonado de pura cepa y como todos los maldonados no se chupan, él tampoco se chupaba, y agradecía de todo corazón a su compadre Rómulo Aychahuacso por los dos toros, a su primo Pelayo por los cuatro chanchos, a su tío Gerónimo por el torete, a su hermano Zacarías por la vaquillona, a doña Agripina por los 50 cuyes, al doctor Cahuantico por las 10 cajas de cerveza, al ingeniero Pacheco por la orquesta, y así fue leyendo una lista que se parecía al inventario de una granja y de un almacén. 

–¡Carajo! Si la cosa es así de fácil, el próximo año asumo el cargo y me hago rico. –Prorrumpió Remigio. 

    Terminada la ceremonia de entrega y recepción del guion de la Virgen de la Natividad, a todo lo largo de la fiesta se fue corriendo un Libro de Actas donde los invitados se comprometían hacer una donación, ya sea en animales, productos agrarios, cerveza, chicha, presentaciones artísticas, adornos, fuegos artificiales, petardos, etc. etc., que cuando eran grandes y valiosos se anunciaban a través de los altavoces. “Un aplauso para el Licenciado Jacinto Huaraca Pereira que se ha comprometido a traer a los danzantes de tijeras de Puquio”. “Atención el catedrático Gualberto Matute se ha comprometido con traer un ajuar completo para la mamacha natividad”. "Un caluroso aplauso al ingeniero Américo Pocohuanca Villena que pagará el cura, el coro y la misa que se celebrará en este mismo local", y así anuncios como estos se fueron repitiendo casi hasta el aburrimiento. 

–¡Escucha pues huevón! Todo el mundo está ofreciendo lo que buenamente puede y estamos seguros que lo van a cumplir porque son buenas gentes, pero esa mierda de la Rosalbina Maldonado, a pesar de tener una cadena de hoteles y puticlubes no ha cumplido con poner las dos cajas de cerveza que miserablemente se ofreció, y como no quiere gastar ni la suela de sus zapatos no ha venido ahora. ¡Tacaña de mierda!, seguro que se va a morir sobre su dinero igual que todos esos mercachifles millonarios que han amasado fortunas enteras en este pueblo y nunca han obsequiado ni siquiera un cuaderno para una escuela comunera, pero sin embargo se han muerto sin haber vivido, ni gozado jamás. 

    Más tarde según avanzaba la fiesta, llegaron al local los “Amaru's” a interpretar los lacrimosos huaynos de moda. Al final de su participación una vez más el "lacla Campana" quería irrumpir en el estrado hasta que un comedido guardián le metió un feroz puñetazo en el pecho que le hizo perder todo el fuelle y se estuvo tranquilo de músculos, pero inquieto de venganza. Por fin y después de tanto ruego tuvieron la amabilidad de cederle el micrófono a la señora Hortensia Morón, quien muy emocionada agradeció que la hayan invitado a esa importante reunión, y luego con nombres y apellidos completos se dirigió a todos los paisanos que con su gran inteligencia habían logrado labrarse un nombre en ese pueblo y acumular una muy bien merecida fortuna; después de esto la mujer se quebró y con los ojos llenos de lágrimas y con adolorida voz pidió a los que todavía podían escucharla, para que así como tenían tanta plata para festejar ese gran día, la ayuden a superar una grave dificultad económica que atravesaba y que solo sumaba mil soles. 

–¡Qué conchuda es esa perra! Después de haberse metido con casi todos nuestros maridos para sangrarles a su gusto, ahora tiene la desvergüenza de pedir plata públicamente. –Comentó una ebria mujer al tiempo que se reía. 

–¿Pero cómo es no comadre?, los años también pasan por todos como una maldición. En sus buenos tiempos esta Hortensia, con el cuerpazo y la carita que se manejaba, marcaba la hora donde se aparecía. Ahora que no ha sabido aprovechar su juventud está pidiendo limosna. ¡Pobrecita! 

    Como vio que sólo las mujeres hacían comentarios mirándola a ella, y como sintió que ninguno de los nombrados la llamó para nada, la pobre mujer se alejó para siempre de aquel local y de todos esos “indios de mierda” que festejaban su vanidad poniendo a la Virgen de la Natividad como testigo. Después dijeron que se mató arrojándose al río grande, aunque otros dicen que se fue a la selva, sin que falte alguno que asegura que se marchó para Estados Unidos donde tiene un montón de parientes. 

    Como a la medianoche se lanzaron las bombardas que se lucieron como solo ellas pueden hacerlo en un cielo oscuro, a la par que se prendieron los dos inmensos castillos de fuegos artificiales y junto con ellos todos los jaraneros sintieron que sus almas llegaban al cielo de los Samampatinos, y de allí solo se bajarían para volver a subir el próximo año. 

    Al final de la fiesta los hermanos Ancahuamán, hicieron llorar a su arpa y gemir a su violín, y a su son todos los paisanos cantaron a lágrima viva las dolorosas letras de esas jamás grabadas trovas que se entonan desde siempre en Samanapata. Al final de cada canción todos gritaban al unísono: “¡¡¡Otro!!!, ¡¡¡Otro!!!, ¡¡¡Otro!!!”, y cuando la mayor parte repararon en que se habían canturreado casi todo el repertorio del pueblo, los que tenían carros en la puerta del local comenzaron a marcharse, luego le siguieron los que tenían negocio que atender al día siguiente, después salieron los que tenían empleo y solo quedaron los finalistas, esos a los que no les gusta desperdiciar el trago, menos aún si era gratis. 

    Como faltaba la música para distraer el alma, los últimos parroquianos se dieron al afán de hacer oír más que sus palabras, sus gritos: “¡Vete a la mierda!, la fiesta del año pasado fue mejor”. “¡Huevón chupa tranquilo nomas que nada de todo lo que has comido o lo que estás tomando, te cuesta!”. Mientras que otro grupo ajeno al malcriado bullicio se dedicaba a cantar al son de una vieja guitarra que tocaba el omnipresente bohemio de Samanapata, hasta que alguien dijo: “A mí que mierda me importa que tu hermano sea para ti un doctor, y menos cuando todo el mundo sabe que es solo un tinterillo ratero como cualquier otro”, y ahí nomás se armó una bronca donde salieron a ventilarse las envidias, los rencores, las angustias, las depresiones y todas las malditas yerbas malas que tenemos creciéndonos en el alma, y a su orden llovieron los puñetes, las patadas, los botellazos, los gritos, los ayees de las cobardes huidas, y por poco habrían matado a más de uno si el dueño del local no apagaba todas las luces, lo que confundió a los peliches. Hasta que en medio de ese osco silencio peleantero, se escuchó el doloroso quejido del guitarrero que lloraba con el mástil de su guitarra en la mano, maldiciendo desde el fondo de su llorosa alma trovera, el día en que nació y esa noche en que murió su vihuela. 

    Después de las denuncias policiales que puntualmente saben hacer estos paisanos. Al día siguiente se supo que los únicos agraviados de seriedad fueron el Remigio con el ojo izquierdo completamente tapado y la muñeca derecha dislocada. El Crisóstomo con tres dientes menos y algunas fisuras en las costillas y el "lacla Campana" con el brazo izquierdo roto y una herida de doce puntos en la cabeza producto de un botellazo bien colocado. 

–¡Huevón, yo no quería ir a esa fiesta de indios salvajes!, pero tú dale que dale con estar en ese lugar. –Le recriminaba el Remigio al Crisóstomo. 

–Ni tú, ni yo tenemos la culpa de haber llegado a ese infierno, donde todos esos cholos figuretis se han tirado más pana que un distinguido intelectual o un connotado industrial. Eso fue culpa del destino y como todavía no me quiero morir, nunca más voy a ir a esas fiestas cojudas. 

 –¡Y que en ese chongo de mierda, sólo se maten esos malditos indios ostentosos!


2 comentarios:

  1. Allin qillqasqam kachkan wawqilláy. Yachayninchikqa sunqunchikpi takyasqam kanqa qamhina qillqaqnin kaptinqa. Qamña allinlla.

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