sábado, 15 de agosto de 2020

LA SOMBRA


De repente aquella extraña criatura fue asumiendo su condición de bestia. Primero comenzó a modificar grotescamente la comisura de su hocico de donde le salía una baba que rápidamente se secaba, no sabría decir si era por el contacto con el aire o por el fiero aliento que le seguía. Después sus ojos comenzaron a llenarse de aquel vidrioso brillo que muestran las alimañas antes de su mortal ataque. Sus pelos se erizaron, mientras su cuello, sus orejas y sus pómulos comenzaron a llenarse de sangre hasta mostrar un grotesco color parecido al rojo. Seguidamente su cuerpo fue hinchándose cuán gordo era hasta acomodarse a esa monstruosidad.

Con voz gutural y sin dirigirse a nadie, gritó: –¡Yo soy el Gerente! –Y casi todos los que estaban en esa oficina asintieron llenos de temor. Enseguida se dirigió al hombre que muy sorprendido lo miraba pensando. “¿Qué le pasa a este patán? De ser gerente es gerente,  porque de la noche a la mañana, un cacaseno igualito a él, de un plumazo lo ha convertido en gerente. ¿De qué duda? ¿Por qué se inquieta hasta este horrible extremo?”

Mientras el Transformers estaba metiéndose a la cabeza que era gerente y hacia todas las muecas y movimientos del caso para que sin serlo por lo menos parecerse, pero no tuvo éxito, a pesar del esfuerzo que hacía toda su comparsa para decirle con sus expresiones llenas de complicidad, que sin lugar a dudas él era el gerente, su gerente, pero no pudo lograrlo por eso de que: "nadie puede ser, lo que no es".

En ese punto se podría decir que su problema era que aún no había logrado desarrollar la suficiente autosugestión como para saber por si mismo qué era ser un gerente y lo que además debía hacer en ese cargo, y como para su desgracia eso no era así, no le quedó más remedio que exhibir una grosera prepotencia con sus subordinados para hacerles saber que era superior a todos porque era el gerente, aun cuando delante de ellos mostraba una mansa sumisión con los que estaban por encima suyo. Además estaba muy convencido que asumiendo esa falsaria conducta, todos los trabajadores, administrados, usuarios y paseantes pensarían que era el mejor gerente que jamás haya sido designado en ese gobierno regional.

El extrañado pensante se puso a recordar que en algún curso había aprendido que un Gerente era una persona que estaba encargada de la dirección, coordinación o administración de una empresa, una institución u organización, y a pesar de que esa misión varía según las características del contexto donde se actúe, eran seis las responsabilidades básicas de la esencia de su saber: (1) incrementar el estado de la tecnología de la organización; (2) perpetuar la organización; (3) darle dirección a la organización; (4) incrementar su productividad; (5) satisfacer a los empleados; y (6) contribuir con la comunidad. También se acordó que el hijo de su amigo había obtenido esa condición sólo después de haber estudiado dos años en una escuela superior de estudios y a un costó más de 60 mil dólares.

Y en medio de esos recuerdos que lo distraían de las tribulaciones de aquel megalómano, de repente sintió que dirigiéndose a él, le gritaba.

–¡Yo soy el gerente! ¡Soy el gerente de aquí, de allá y de donde usted trabaja! ¡Yo soy el gerente y todos ustedes están bajo mis órdenes! –Y el extrañado, recién pudo percatarse que por fin aquel "sietezuelas" había encontrado la esencia del gerente que según él creía que debía ser, es decir, un psicópata.

–¿Y cuál es el problema? –Le preguntó muy tranquilo el extrañado. 

–¡Yo a ti te he llamado por teléfono!, y lejos de venir inmediatamente, tú le has llamado a mi secretaria para decirle que es lo que yo quería. ¡Eso no se lo voy a permitir! –Le gritó sin mirarle a la cara. 

–Usted no me llamó, ni yo le respondí. Su secretaria llamó a la secretaria del lugar donde yo trabajo, para decirle que me diga que debía acercarme a su oficina para firmar un Acta, pero como yo no le conozco a usted, ni sabía por qué o para qué debía firmar ese acta, es que llamé a su secretaria para que me aclarara ese punto, cuando me dijo que solo se trataba de una reunión, fui el primero en venir.

–¡No!, tú has dicho que no te daba la gana de venir y eso no lo voy a permitir mientras yo sea el gerente, y porque además todos ustedes paran hablando un montón de cosas….. –Y después de decir una pila de mentiras y otros disparates más, no dijo exactamente de qué cosas se trataba, pero dio a entender que detrás de la imaginaria conducta que estaba reprochando había un montón de intrigas y conspiraciones que el empleado no alcanzaba a entender, porque no andaba metido en las sonseras en las que neciamente se perdía tiempo y dineros en esa y todas las gestiones regionales que le antecedieron y por supuesto las que vendrán.

–¡Escúcheme! –le dijo el empleado alzando la voz. –Aquí no va usted a decir mentiras, porque la mentira distorsiona la realidad y una realidad deformada destruye la lógica y sin lógica nadie jamás se va a entender y sin entendimiento no vamos a conocer nada y si no conocemos nada, todos vamos a resultar unos ignorantes.

–¡Yo soy el gerente, así que contigo no voy a discutir nada! –Gritó como para poner fin a ese asunto que no había hecho más que enredarse, y cuanto más confundido estaba, más energúmeno se ponía ser para salvar su apariencia de gerente.

Y mientras el empleado seguía alegando por su derecho a ser reconocido y tratado como una persona humana y otras cosas más, el gerente se salió de su oficina a trasladar ese lío a su secretaria, porque el que estaba adentro tenía toda la intención de hacerse respetar. Pero como los gerentes regionales no tienen ninguna obligación de respetar a nadie, porque su deber es solo mangonear sin saber porqué ni para qué, estaba demás perder su tiempo con un empleado al que además, él como gerente que era, podía despedir e incluso denunciarlo por delito contra la autoridad y esas otras fantasías jurídicas que los mandamases provinciales creen que tienen dictadas a su favor.

La estúpida reunión a la que había sido malamente convocado aquel empleado, era para tratar el traslado de ciertas funciones que debían ir de un lado para otro dentro de la misma gerencia, y que a él en absoluto le interesaba. Porque al igual que muchos otros empleados, este también ya estaba harto de cómo estos "buenos para nada y malos para todo" manejaban a su antojo o según su mediocre criterio la gestión y los dineros de estos gobiernos regionales, las más de las veces violando flagrantemente las leyes y sólo en el afán de favorecer a unos y perjudicar a todos.

Para él lo que simplemente debía hacerse en este país leguleyo, era lo que las más de 30,000 leyes, 150,000 decretos supremos, un millón de resoluciones ministeriales y otro tanto de directivas ordenaban, y punto. En ese sentido poco o nada le interesa, lo que al margen de la legalidad esos facinerosos decidan, aun cuando mucho le doliera que lo hicieran en agravio de la gente de esta pobre región que dizque gobiernan, y más aun cuando se imaginaba que por todas esas barrabasadas estos gerentes cobraban, sin la menor vergüenza, un montón de dinero.

Después de aquel trago amargo plagado de prepotencia, mentiras y confusión, buscó la forma de calmarse atendiendo lo que más le calmaba. Cuando ese estúpido incidente ya se había trasladado a la papelera de reciclaje de su mente, por la tarde se aparecieron en su oficina un grupo de trabajadores a quiénes las secretarias que provocaron esa desazón, les habían informado con pelos y señales del muy malcriado modo cómo él se había comportado en aquella gerencia, y que por eso aquel gerente que era una “mierda……” y que “.....por tu mala conducta ya no nos van a transferir las competencias…..”.

Y así, por boca de estos visitantes se fue enterando que, por ahí existían unas cuántas y agotadas competencias, que hacía más de cuatro años debieron transferirse a esa oficina por mandato de la Ley de Bases de la Descentralización, "pero que el corrupto, ratero, pendejo y conchadesumadre" que anteriormente había manejado también a su antojo esa gerencia, se las quedó en su poder, porque vio que con un cutrero manejo de esas funciones podía volverse millonario, y así lo hizo.

Y no pasó nada, porque escrito está en el "código de honor" de las mafias políticas que gobiernan esta triste y paupérrima región andina, que la cadena productiva de la corrupción jamás debía romperse, porque sino se echaría a perder para siempre ese pingüe negocio. Entonces si no hay esa ganancia para qué serviría ser político y funcionario de su Alta Dirección. Nadie va a invertir un millón de soles en una campaña electoral, para luego decirle a sus paisanos: "¡Ya soy el elegido por todos ustedes, para qué puedo ser bueno"!, y olvidarse de la millonaria inversión que tuvo que hacer para ser elegido el masmás de aquella comarca. "¡Eso sería de lo más huevón!"

Pero ahora la cosa era distinta, porque los nuevos consejeros “a caballazo”, como decían los que se oponían, habían votado un mandato que ordenaba el inmediato traslado de unas funciones que estaban en esa gerencia a otra oficina. Aunque esa orden provocó una gigantesca olla de grillos en las más altas esferas de la administración regional, en realidad no revestía un interés de primer orden, porque después de tantos años ya no era gran cosa lo que legalmente se podía hacer con esas competencias, y menos aun cuando con ese traslado se podía destapar las miles de trapacerías que se habían hecho con el uso y el abuso de esas funciones, cuando lo lógico y correcto era seguir tapando toda esa caca, para que pueda continuar con corruptela que también se hacia en las otras gerencias de ese organismo enfermo.

Después le contaron, que a pesar que ese gerente estaba haciendo hasta lo imposible para que esas funciones se quedaran ahí donde estaban, no le quedaba más remedio que trasladarlas, porque no quería ni le convenía mantenerse en permanente pleito con los consejeros, que "en realidad no son ni mierda, pero pueden ser peligrosos"

Nunca se supo si era porque sobre él nadie más debía mandar, o porque tenía miedo a ese fantasma que los políticos llaman  “la democracia” a la hora de postular a un cargo de elección popular, pero que odian a muerte cuando son elegidos, pues eso de: “¡Aquí nadie manda. Aquí manda la Ley!” Eso era muy cojudo.

Lo que más le molestaba era, porqué los anteriores gerentes habían hecho lo que les daba la gana y ahora él no, y encima tener la desgracia de enfrentarse durante todo su mandato a esos animales que a "caballazo limpio” estaban aprobando normas regionales que no le convenía a su gerencia e incluso a propio presidente regional. Así, tampoco, tampoco era la cosa.

Resulta que en ese salvaje tire y afloje entre el “ejecutivo” y el “legislativo”, como huachafamente les gustaba llamarse a ambos bandos, se metieron en un palurdo pleito todos los que querían estar metidos "para ganarse alguito", porque entre esos dos grandes "poderes" estaban discutiéndose varios asuntos importantes que nada tenían que ver con el desarrollo de la región. Así que en esas cerriles y grotescas batallas ideológicas y políticas, todo ese enjambre de polichinelas acabaron reemplazando los asuntos que debían hacerse en cumplimiento de las leyes, con el morboso afán que engendran las intrigas, las confabulaciones, las maquinaciones, los complots, los cabildeos, los enredos, los chanchullos y las falsas y malintencionadas interpretaciones de las normas que hacían los abogados al servicio de cada cual, para anotar un gol en ese partido de todos contra todos, y todos contra la población de esa región.

Al final resultó que todos esos aborrecibles y ciegos pleitos, solo producían un inmenso nubarrón de dimes y diretes y un increíble caudal de chismes que terminaron confundiendo aquellas ya de por sí embrutecidas mentes, como la del energúmeno ese que alucinándose gerente se dedicaba a atropellar sádicamente a los que no conocía, porque ya tenía por cierto que se trataba de un miembro de la contraria, de la otra provincia, del enemigo. A quien había que tratarlo sin piedad, pero sobretodo hacerle saber quién era quién, y lo malo que la podían pasar los empleados si chocaban con ellos, los jefes.

En medio de esa charla que más se parecía a la narración de una telenovela de intriga, drama, suspenso, comedia, malos amores y todos los condimentos que tienen esos culebrones, les preguntó.

–¿Dónde estamos?

–¡Cómo donde estamos!, estamos en la oficina pues. ¿Por qué nos preguntas eso? 

–¿A que venimos a la oficina? –les volvió a preguntar. 

–¡Pues a trabajar! –respondió uno de ellos.

–¡Claro!, a trabajar y por eso nos pagan, y no solo eso sino que de nuestro trabajo se espera mucho. Todos nosotros tenemos la obligación de hacer algo para que la extrema pobreza, la desnutrición crónica infantil y las enfermedades asociadas a ella, así como el alcoholismo, el analfabetismo, la minería ilegal, la contaminación  ambiental,  la miseria intelectual y todas esas otras taras que acosan y penetran nuestras pobres almas, desaparezcan aunque sea un milímetro de la faz de nuestra tierra. Sin embargo nos estamos dedicando a engañar y a engañarnos metidos en este inmenso y psicótico pleito liderado por unos pobres huevones que creen que han llegado a ser gerentes, directores o jefes de la administración pública regional para andar metidos las veinticuatro horas del día en maquinaciones, intrigas y complots, como si estuvieran en el congreso de la república, donde los congresistas provincianos van a ufanarse del poder que le han obsequiado sus ignorantes electores; mientras sus colegas limeños que viven en Estados Unidos, Europa o Japón, sacan las leyes que se cumplen desde los ministerios para saquear al país a cambio de una coima. –Mientras estaba diciendo todo esto fue interrumpido con algo más importante que todo lo que se estaba hablando.

–¿No saben la última? 

–¡No! ¿Cuál es? –Preguntó con curiosidad. 

–¡Al jefe lo van a cambiar mañana! Eso lo sé de un pata que es amigo íntimo de uno de los consejeros. Y a ese consejero se lo ha dicho un asistente de la gerencia regional porque así se lo dijo un empleado de la oficina de asesoría jurídica que ha redactado la resolución del nuevo jefe. –Lo dijo con la boca y la voz de quien nos estaba llenando con la enceguecedora luz de un feliz vaticinio que solo él había tenido la dicha de saberlo. 

–Pero si al jefe lo están echando desde el primer mes que lo designaron y hasta ahora no pasa nada. –Refutó y agregó. –Con esa amenaza de la despedida inminente, los tienen cogidos del pescuezo a todos estos jefecitos para que se porten bien y no estén haciendo lo que les dé la gana, menos aun lo que la Ley ordena, porque para estos corruptos, así no es la vaina.

–¿Y quién lo va a reemplazar? –Le preguntó lleno de curiosidad uno que estaba seguro que sabía quién era el nuevo llamado al reino de las sombras. 

–¡El perro Dantón! –Soltó la novedad esperando un aplauso. 

–¡Estás hasta las huevas! ¡No sabes ni mierda! A ese cojudo nadie lo hace jefe de nada, ni a él mismo le interesa. Está feliz con las cutras que hace mientras todos los huevones como nosotros, nos estamos preocupando de quién será quién. Ni el propio cojudo que cree que por ser gerente tiene derecho a insultar gratuitamente a los empleados sabe quién es, y tú vas a saber. –Desmintió otro que por chismoso sabía más de lo que no iba a suceder, que lo que estaba sucediendo, y agregó. –¡Quién fuera que sea!, a nosotros que nos importa, pues el nuevo jefe hará exactamente lo que ha hecho este, que dicen que se va, pero no acaba de irse nunca. 

Dicho esto y para que no se diga más, por lo menos en su delante, el trabajador ofendido se fue algún lugar donde no pudiera alcanzarle esa morbosa neblina que envolviéndolo todo, todo lo rebajaba, lo envilecía, lo pervertía.

Mientras tanto en las radios, la televisión local, en los pasillos de las oficinas, en las calles, en las cantinas, en los dormitorios, en las mesas de los comedores de todas las ciudades y pueblos de aquel departamento, la discusión de quién era quién, y dentro de todos ellos quién era el masmás, estaba enfocada a establecer, no unas categorías de poder local sino de responsabilidad, pues todos querían saber quién o quiénes eran los culpables de la catástrofe social, económica y cultural por las que infelizmente desde que funcionan estos gobiernos regionales se sufre en estas tierras cordilleranas.

Todo lo que se decía que pasaba y lo que dejaba de pasar, eran sombrías historias de sujetos corruptos, carentes de afecto hacia sus semejantes, de desvergonzados manipuladores, de egocéntricos narcisistas que no podían controlar sus rapaces impulsos. 

Pero para el colmo de todos los males, también de psicóticos gerentes, jefes,  directores y hasta descolocados empleados mandando, desgobernando y disponiendo impunemente del erario público y cometiendo groseros abusos de autoridad, tráfico de influencias,  nepotismo,  acosos  sexuales, robos descarados, opíparos banquetes, borracheras salvajes, y Trucutú: "¡Amarra a tus locas!".

La fantasía popular sobre estos temas no tenía límites, pues a medida que pasaba el tiempo iban creciendo como una bola de nieve, porque casi todos los empleados que debían hacer responsablemente sus tareas por las cuales, no los jefes, sino el Estado les pagaba, estaban metidos de lleno en esa larga, delirante, alucinante y gratuita chismografía, alimentándola como a una víbora gigantesca que amenazaba con despertar y destruirlos. Gracias a esa agobiante asfixia, la razón quedó quebrada así: "Todo lo que estaba pasando no estaba pasando, aunque pareciera que estaba sucediendo".

Las sombras de ese brutal quiebre de la racionalidad y caos moral, habían llegado a esa pobre región para quedarse eternamente, sumergiendo a toda su población en una  invisible ceguera colectiva, que no les permitía darse cuenta de la oscuridad en la que estaban metidos.

De modo que no sería nada extraño que aprovechando esas sombras, otra vez salieran del mismísimo infierno los pervertidos que justifican sus sanguinarias existencias cometiendo execrables actos de violencia terrorista, que ya habían matado a miles en estas tierras y depredado sus pobrezas, por culpa de las conductas brutalizadas de esos gerentes, jefes, directores y serviles empleados que a espaldas de todos sus gobernados, están construyéndose una sociedad donde reine el abuso del poder, la corrupción, la exclusión, la intolerancia y la supresión de la dignidad humana, y con esa canalla actitud acaben provocando a los que tienen controlados sus pensamientos, sus comportamientos y sus emociones en la ilusión de horrorosas patrias sangrientas.

Para que una vez más estos irracionales fanáticos que parecían aniquilados, un mal día de todos los que padecen estos pobres pueblos resuciten y en nombre de todos los indigentes de estas cordilleras se encarguen de acabar hasta con el más mínimo atisbo de la convivencia básica y elemental que necesita la supervivencia de los hombres que cruzando el estrecho de Bering y navegando gigantescos océanos, hace miles de años llegaron a esta parte de los andes para vivir en paz, alegría y abundancia.

1 comentario:

  1. Una mano fuerte, aunque puramente destructiva... Es pesimista idea de algunos.

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