sábado, 16 de noviembre de 2019

LOS “PISTACOS OFICIALES”


EL ANECDOTARIO ABANQUINO

            Bueno pues, lo cierto es que la vida viene con todo, estés donde estés. Y así se van acumulando en tu memoria un montón de historias y anécdotas de la VIDA REAL que seguramente son muy parecidas a otras que te han sucedido personalmente, o por algún motivo te la han contado a ti sus protagonistas o se las han narrado a sus allegados, o simplemente son hechos que han trascendido a sus actores y se han convertido en mitos populares o leyendas urbanas.

De modo que en forma directa o a manera de cuentos, aquí les traigo algunas muy sabrosas, solo para hacerles conocer que la gente de esta parte del país existe, se mueve y nos ofrecen con su vivir sus peculiares historias, leamos la primera de muchas otras:

 LOS “PISTACOS OFICIALES”
(Narración de la Zona de Emergencia)

─Entonces, crees tú que todo se debe a los pistacos. ¿Qué es un pistaco para ti, es decir, un pistaco de estos tiempos?- preguntó con la curiosidad de un incrédulo.

─Doctor, los pistacos son hombres que no tienen nombre, no tienen casa, no tienen cara. Tienen más o menos los años de una persona que sabe entrar en negocios para ganar. Visten un "ccarasaco" (saco de cuero)  y se ganan la vida con un cuchillo grande y filudo. Nadie sabe de qué lugar son, pero todos dicen que vienen de la costa. Después de trabajar en un sitio se van a otros lugares. Se aparecen en los pueblos donde ha fallado el nacimiento de una wawita  y desde algún lugar oculto del cementerio esperan a que termine su entierro y cuando llega la noche se roba al angelito, dejando su tumba igualito nomas como estaba. En las grandes cuevas de las alturas donde tiene su escondite, macera al "sulluscca" (abortado)  con aguardiente, hojas de coca y otros menjunjes más, después lo hace secar al sol y la nieve de esos parajes, hasta que todo se convierte en una bola del tamaño de un puñete.

─¿Cómo se llama eso? ─Volvió a preguntar zalameramente con el ánimo de hacerse contar toda esa fantástica historia.

─¿Cómo se llamará pues doctor?, para saberlo hay que ser un pistaco. Pero la cosa es que con esa poderosa “laicca” (brujería)  metida en una bolsa de lana de llama, el pistaco espera a las gentes solitarias a la orilla de los caminos donde casi no pasa nadies. Por eso cuando una gente se encuentra con el pistaco debe taparse la nariz, voltearse rapidito y correr como un venado donde se encuentren otras personas, gritando: ¡Pistaco!, ¡Pistaco!, para que los cristianos se reúnan y se defiendan. Pero cuando ya le has visto y quieres cruzártele haciéndote el disimulado o el machito, saca su "laicca" de la bolsa, lo sopla hacia tu dirección y con su olor nomas te quedas dominado. No te puedes mover, ni aun cuando quieras. Ni siquiera puedes gritar y en mirándolo nomas, te mata. Te descuartiza. Te corta tus brazos, tus piernas y tu cabeza. Te abre la barriga y bota toditas tus tripas y carnecita nomas te lleva a su cueva. Allí cuelga tus partes de un tronco a la altura de una gruesa vela que está pegada al fondo de una palangana grande de aluminio. Cuando prende la vela, ya te fregaste, pues tu carne comienza a soltar su aceite poquito a poco. Aceite de gente que se vende en el extranjero por un montón de dólares, porque sirve para fundir campanas y fabricar máquinas muy finas como los relojes.

─¿Quién podría comprar ese aceite en el Perú? ─Preguntó el abogado.

─Los gringos pues, en el Cusco están como cancha. Dicen que también compran en Lima.

─Escucha Bernardino ─dijo gravemente y añadió. ─Tú no eres un analfabeto y precisamente por eso has sido directivo de tu comunidad durante varios periodos, de modo que muy bien puedes entender que los pistacos no existen. ¿Has visto alguna vez algún pistaco? ¿Acaso no conoces que para fabricar las máquinas, por muy finas que sean, se usan otros tipos de aceites derivados del petróleo?

─Yo doctor digo lo que la gente dice que ha visto, que parece que no son mentiras, sino: ¿dónde está el Crescencio, la Eulalia, el Apolinario, el Segundino, la Santusa y otros tantos que faltan en todas partes?

─Claro, evidentemente hay desaparecidos, pero eso hay que denunciarlo a las autoridades y tarde o temprano se conocerá su paradero o si algo malo les ha sucedido. Pero ahora que estamos en una Zona de Emergencia Político Social por esto de la subversión, guerra sucia, terrorismo, o qué sé yo, es muy peligroso materializar viejos mitos del tiempo de las grandes haciendas, donde los gamonales se tomaban impunemente la vida de los colonos rebeldes, y después solían responder ante las autoridades y familiares con ese cuento de los pistacos, que encierra algo de verdad, pero para explicar otro fenómeno.

─Entonces no son tan mentiras esos pistacos, a más que ahora son muchos.

─Digo en sentido figurado. Esto significa que muchas veces el pueblo crea fantasías en torno a sus dificultades y padecimientos para poder soportar la siempre difícil situación que les agobia. Ser muerto en la imaginación para poder seguir viviendo dentro de una dura realidad. En este caso sería así: Los pistacos son hombres sin nombre, sin rostro y de origen costeño, estos sin duda son los capitalistas. La víctima de los pistacos sería un campesino desamparado, cualquiera de los millones que existen en el país que ofrecen su trabajo, su sudor, su "aceite" a cambio de un mísero salario. Al emplearse, este campesino es prácticamente atado a una máquina o una herramienta en un lugar cerrado, una fábrica o una mina por ejemplo, donde no solamente tiene que sudar sino morirse de inanición. Por eso es que los patrones para despreciar la necesidad de alimentarse de sus trabajadores los quisieran sin tripas, porque conocen que el hambre fomenta las rebeliones y por eso los pistacos desechan las vísceras de sus víctimas. Eso de que los gringos compran el “aceite humano” que extraen los pistacos, significa que todo el esfuerzo de los trabajadores, en otras palabras "su aceite" que sería su sudor su trabajo, se va al extranjero. En lo concerniente a que el campesino para no ser presa fácil de los pistacos, debe gritar  y agruparse para defenderse, explica porque el pueblo explotado tiene necesidad de organizarse en sindicatos, partidos de clase o persistir en la supervivencia de la comunidad. De otra parte, aquello del aborto mágico explica la necesidad que tienen los capitalistas de contar con los campesinos, no solamente con los nacidos sino con los que están por nacer, para la preeminencia de su clase social. Esto explica fácilmente porqué la iglesia católica y otras instituciones de su entorno se niegan a colaborar con la planificación familiar.

─¿Usted cree en esas cojudeces doctor? ─preguntó el campesino con gesto de sorpresa.

─No, claro que no, solamente es una especulación teórica. ─Respondió bastante confundido el abogado socialista. "Pendejo, tu sabes perfectamente cómo están sucediendo las desapariciones", pensó para defenderse.

─La verdad doctor es que todos los señores que hace mucho pero mucho tiempo nos gobiernan se han prestado la deuda externa de los gringos. Después de habérselo gastado en sus carros, sus casas, sus tiendas, sus mujeres y sus fábricas, ahora no pueden pagarles porque esos conchudos nunca han trabajado para ganar honradamente algo, entonces esos gringos muertos de hambre les quieren quitar todo, pero como los ricachones del Perú no quieren perder lo que no les ha costado nada, han contratado a miles de pistacos para matar a los campesinos de las alturas, sacarles sus carnes y pagarle a los gringos con muchas arrobas de aceite humano.

─¿Tú crees en esas cojudeces? ─Preguntó el abogado para "sacarse el clavo".

─Eso dicen pues doctor ─respondió el campesino.

─La verdad es que tú crees en eso que dice que dicen, que en definitiva se reducen a simples rumores. ¡Puras bolas! No existe aún el hombre que diga valientemente: "¡Yo sé, yo he visto!" ─Exclamó el Letrado, súbitamente enfadado.

─Ahora pues doctor ─dijo el campesino con ánimo de cambiar la conversación. ─En mi comunidad ya no hay autoridades y no puede pues haber comunidad sin presidente, sin secretario, sin juez, sin nada. ¿Será que ya no quieren comunidad?

─¿Quién crees tú, que ya no quiera la existencia legal de las Comunidades Campesinas? ─Preguntó descomedidamente.

─No sé doctor ─respondió. "Pendejo doctor no te hagas que no sabes quién", pensó el campesino, resuelto a poner fin a esa consulta jurídica.



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