Un viejo rasguño en la montaña te señalará el camino, pero
sólo podrás verlo cuando el sol haya quemado los últimos pastos; antes no verás
más que la gigantesca caída que ni los cóndores, amos de estos espacios, pueden
medir. Al cabo de esa funambulesca jornada llegarás a un enorme bosque de
piedras encantadas. ¡No, no temas!, ve siempre hacia adelante, el camino es para
avanzar.
Entonces gritarás “¡Huáncar!” y ese clamor se quebrará en
las miles de voces que pueblan esa ruda
peñolería, pero ese murmullo no debe asustarte, porque no son las etéreas
quejas de las almas de los que han partido, sino tan solamente la suma de las inútiles palabras que para calmar sus penurias han querido pronunciar los pocos hombres que viven en estas interminables soledades. Solo deberás mantener atento y enfocado tu oído en el lugar donde acaba el último rumor de aquella invisible multitud, hacia ahí
deberán ir tus pasos.
Si más tarde tropiezas con un precipicio o una roca insalvable, volverás a gritar: “!Huáncar¡” y ahí por donde se asome el último sonido del dilatado eco de tu voz, deberás encaminar todo el esfuerzo de tu voluntad, sino lo haces quedarás eternamente atrapado en esa pétrea maraña.
También recuerda que no debes hacer caso a los desgarradores lamentos de los que piden auxilio, pues esos son los clamores
de los muchos que andan extraviados en ese laberinto y si eso te distrae puede perderte a ti
también. Nunca olvides que para salir de ese pétreo enredo deberás seguir atentamente solo el sonido de tu voz que viaja
golpeando las paredes de aquella confusión.
Cuando por fin hayas
logrado salir de aquella maraña peñascal, llegarás al suave declive del borde
de una diáfana laguna que en su fondo te mostrará las calles, casas, iglesias y
parques de un rico pueblo que hace mucho tiempo fue el orgullo de aquella
comarca. En la plaza principal de aquel pueblo sumergido, verás una enorme
cadena de oro y miles de joyas que se te ofrecerán casi al alcance de la mano.
¡No!, no
trates de apoderarte
de las riquezas que te ofrece ese líquido espejismo, pues las almas
de las malas gentes que allí vivieron, querrán compartir contigo la carga del
castigo recibido por su orgullo y ambición.
Veas lo que veas y escuches lo que escuches, camina siempre
adelante, sin apartarte jamás del sendero que recorre el borde de ese sobrecogedor estanque. No pares a pesar de que ese andar te resulte penoso, pues aún
es más peligroso internarse en el empapado bosque que sube por las colinas hasta
perderse en la espesa bruma que se eleva desde las profundidades del más
atronador y salvaje de los ríos que lleva sobre su corriente las voces de los
dioses de antes, y en donde muchas víboras, fieras y demonios querrán atacarte
para destrozarte y devorarte; pero no les hagas ningún caso, porque esos monstruos son nuestros propios miedos que se instalan sobre las dudas que albergan nuestras mentes, para acecharnos en los
momentos más desesperados.
Recuerda, solo tú
conoces el fondo de tu corazón y por eso sabes que desde ahí nacerá la valentía que te hará invencible.
Te parecerá increíble, pero al final de esa umbría floresta, llegarás a una puna inmensamente llana, que para tratar de adivinar sus distancias tendrás que pegar una oreja al suelo, cerrar el ojo opuesto y solo así alcanzarás a ver la línea desde donde alumbra el lucero de la mañana. Dirígete hacia la lejanía sin límites de esa celestial luminosidad, respirando fuerte y avanzado, pisando firme y avanzando.
A pesar que el brillo solar haya terminado su recorrido, las tinieblas se negaran a llegar esperando de ti un descanso, un pequeño alto en esa vastedad para convertirte en la sombra de un hombre que camina. Cuando por fin encuentres la noche, la verdadera noche, la que está ahí afuera y no la que tienes dentro, duerme profundamente, duerme cuanto puedas, duerme y sueña y sigue soñando siempre, porque ese es el único pasaje para los otros mundos que seguirán a este.
La mañana se levantará dentro de un pequeño y aislado bosquecillo de cceuñas cubierto con
unos copos de
floja nieve. Pisando esas
níveas humedades llegará rodeado de su aureola de siete colores el Huáncar
cuichi, ese gato gigante de cuyos bigotes nacen los arcoíris. Este tratará de saltar
sobre ti y atraparte en su círculo mortal. Tómale distancia cubriéndote bajo la
copa de los cceuñales, corre entre sus ramas y al seguirte el Huáncar perderá
su colorido cinturón y solo a un gato enorme tendrás que enfrentar.
Tu cuerpo ha vencido los precipicios, tus oídos te han sacado de aquel trastornado roquedal, tus ojos han ahogado las acuosas imágenes de aquel pueblo castigado, el valor de tu corazón te ha sacado de aquel bosque encantado, tus nervios han caminado por el sendero de la diosa celestial, tu fuerza ha encontrado la noche, entonces ya estás preparado para acabar con el maldito Huancar cuichi, que en los puquiales de los pueblos espera a las mujeres en la forma de un arcoíris, para tomarles el vientre y hacerlas vomitar agua de siete colores hasta matarlas, y no contento con eso, en los lugares de sus tumbas hace brotar inmensos bofedales que devoran a los hombres y al ganado.
Este cuento me parece hermoso. No se donde recopilas esas historias pero son muy originales.
ResponderBorrarAlgunas me las cuentan comuneros, yo ya les doy el toque literario. Hay tanto mito y leyendas fabulosas en estas tierras que valen la pena rescatar
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