lunes, 23 de marzo de 2020

LOS VOLUNTARIOS

DEL ANECDOTARIO ABANQUINO
                                                      (Narraciones de la Zona de Emergencia)     


–Si no hubiera sido por tu angurrienta ambición, hoy estaríamos en Atunrumi, visitando a esas dos arrechas primitas, sin tener que estar acorralados en este pueblo de mierda, donde no se ve más que casas derruidas.
 
–Seguramente yo tengo la culpa de haber vuelto a ver aquella vieja, que desde sus ojos de chiririnca, ya nos había más que fotografiado.

–¡A callarse carajo! Durante la guardia está prohibido hacer ruido y fumar. Acaso no saben que el enemigo está a solo treinta pasos de estas paredes, esperando hacer puntería a cualquier blanco que se mueva, que ilumine o que haga bulla. –Calló esa conversación la voz del técnico que trataba de dormir en el cuarto contiguo a los muros que rodeaban el "Fuerte Apache".

            “Fuerte Apache”, era el nombre que le habían dado los jefes al morrito que se levantaba en el centro de aquel poblado comunal que desde antiguo sus habitantes habían respetado, porque bajo sus tierras se escondía una huaca sagrada. Aunque otros decían que no se trataba de ningún altar andino, sino que era el sitio donde desde el tiempo de su fundación como reducción de indios, debía construirse un gran templo de piedra, pero que por falta de gente y de dinero, no se hizo nada.

En su lugar los bravos jefes de la quinta compañía, imponiendo faenas forzadas a los habitantes de los cuatro pueblos vecinos, hicieron desatar desde sus cimientos las casas que habían dejado abandonadas los vecinos que despavoridos huyeron de las incursiones subversivas, y que al cabo de tan sólo dos meses acabaron por construir esa famosa fortaleza para ser una prisión militar y todas sus otras mayores notoriedades. Dicen que allí llevaban a los sospechosos de ser "delincuentes terroristas", para urgirles a hablar, a la buena o a la mala, todas las cosas que "inteligencia" deseaba saber. Y que allí también acababan los castigados por su “achoramiento” al reglamento militar y algunos más que valientes voluntarios.

►☼◄

–¿Usted es la señora Rosaura López Contreras? –Le preguntó con buenas maneras un extraño con aspecto de limaco acompañado por otro de igual catadura.

–Si señor que desea. –respondió la dama.

–Señora, lo primero que le vamos a decir es que no pasa nada, ni tampoco pasará nada si usted colabora. La verdad es que somos hermanos, usted ya sabe.

–¿Qué cosa voy a saber señor? ¡Exprésese con corrección! –Dijo la mujer al tiempo que intuía que algo malo le iría a suceder después del encuentro con esos intrusos.

–¡Carajo, vieja concha tu madre. No te hagas la huevona! Acaso no sabes que somos compañeros y que has tenido la suerte de que el partido te escoja como colaboradora de la revolución! Mañana en cualquier momento que nosotros decidamos, nos entregarás veinte mil soles, sino vaya despidiéndote de la vida! – Irrumpió el otro compañero para poner las cosas en su sitio.

–¡Dios mío cómo voy a tener veinte mil para regalar, si jamás he contado tanta plata! 
–Se lamentó la mujer.

–¡Y cuánto puedes tener para mañana? –Preguntó muy molesto el extorsionador.

–Mil soles, eso es todo lo que podría reunir para mañana. –Suplicó más que asustada, la pálida mujer.

–¿Mil soles? ¡Ya te cagaste vieja de mierda!, quédate con tus mil solecitos para comprarte tu cajón. Tú crees que el partido te ha escogido porque tienes mala suerte o porque Dios te ha castigado. ¡No carajo!, todo el mundo sabe que tienes cuarenta casas, más de treinta chacras y una buena fortuna en los bancos, por eso te estamos pidiendo una modesta colaboración, pero lejos de hacer lo que te conviene para salvar tu pellejo, te haces la pobretona.

–¡Ay, papacitos, no sean tan malos conmigo! Eso es la herencia de mis hijos.

–Mañana volveremos, y si no hay toda la plata vaya despidiéndote de tus huerfanitos, a lo mejor con ellos nos entendemos. Tampoco te ilusiones en ir a llamar a la policía o al comando, porque el partido tiene diez mil ojos que todo lo ven  y veinte mil orejas que lo escuchan todo. Si mañana encuentras muerto en este lugar a un policía o a un soldado, tú le seguirás sin ninguna duda. –Para despedirse el más avezado le dijo sarcásticamente. –¡Nos vemos en tu velorio!

            Cuando dejaron atrás a la temblorosa mujer, los dos se reprocharon mutuamente por haber demorado más de la cuenta en esa entrevista, cuando la cosa era dejar al vuelo el mensaje y punto. Cómo le vas a decir, “señora no pasa nada” y “tú qué necesidad tenías de insultarla tanto como si fueras un hampón y despedirte cachacientamente”. “Era para que la vieja se asuste hasta cagarse en sus calzones  y nos suelte el billete. Tú crees que los ricos son ricos porque sueltan el dinero. Esos se mueren por la plata y esta vieja es capaz de morirse en su cama esta misma noche, solo pensando en que tiene que darnos algo a cambio de nada. Se ve que no conoces a esas mierdas” “¡Fuera cojudo, ahora te crees psicólogo!” “¡Calla cagón de mierda!” Finalmente la discusión terminó en que el asunto de la vieja se quedaba como un ensayo, para probar con el ferretero que se las pega de millonario en las fiestas que ofrecen las autoridades y los jefes después del saludo a la bandera.  
         
            Al día siguiente pasaron disimuladamente por el frente de la casa visitada y como las cosas estaban como el día anterior, cruzaron sus miradas y sin decirse nada se fueron a tocar la puerta. Aun cuando había varias personas en su interior, la mujer se apareció sola y ambos irrumpieron violentamente en el pequeño patio que daba entrada a una moderna casa de cuatro pisos.

–Papacitos he hecho todo lo que he podido, por eso ahora tengo para ustedes mil quinientos soles. –les comunicó a modo de súplica con la cara desencajada y con signos de no haber dormido.

–¡Mil quinientos! ¡Métetelo al culo vieja tacaña, ahora sí que te jodiste por insultar al partido! No te matamos ahorita porque detrás de esa puerta hay alguna gente más, pero si no colaboras generosamente: ¡Todos esos hijos de puta van a morir por tu culpa! –gritó y sintió cómo la gente del interior de la casa se movió desesperadamente como buscando refugio.

–Por favor señores no me hagan daño, voy a ver si alguna de las personas que han venido a visitarme pueden prestarme alguito más.

–¡Si no vuelves en dos minutos te cagas vieja y mierda! ¡Se cagan todos los que están metidos ahí! –Amenazó furiosamente.

            Al cabo de cinco minutos la mujer volvió, diciendo que gracias a sus amigos había conseguido mil quinientos soles más y con la misma rudeza y ofuscación los malandrines le dijeron que haber si esa gente que andaba metida ahí adentro cagándose de miedo porque saben quiénes eran ellos, podían prestarle dos mil soles más, y si fuera así, el partido le agradecería olvidándose de ella para siempre. Al cabo de dos minutos la mujer apareció diciendo que tenían suerte, porque entre ellos estaba un ahijado que había llegado de los Estados Unidos y le prestó dos mil soles más.

–¡Chau tía! Tienes suerte que solo gente con plata venga a visitarte. Si de aquí vas a quejarte a la comisaria o al comando, le decimos a los compañeros que están detenidos que declaren ante la fiscalía que eres una colaboradora del partido y tus miserables cinco mil soles serán nuestro mejor testigo.

            A esa fructífera bravuconada le siguieron muchas borracheras y ardorosas noches de amor al contado, y cuando el dinero se les iba acabando, comenzaron a planear la próxima “colaboración”.

            Al cabo de tres meses cuando el batallón de infantería marchaba gallardamente por las tribunas del sentimiento patrio, doña Rosaura vio desfilando entre aquellos valientes a uno de los que se llevaron sus cinco mil soles. “Con razón se morían de miedo estos miserables. Los verdaderos “tucos” no vienen por plata nomás, vienen por todo y tu vida también, dejando un cartel junto al charco de tu sangre”. Luego miró acuciosamente al resto del pelotón y no distinguió a nadie más.

            Al día siguiente se fue al comando y  ante el técnico que estaba a cargo de la puerta, presentó su denuncia con lujo de detalles y con una descripción casi fotográfica de sus autores. Este no permitió que la mujer  se entrevistara con ningún oficial, pero para demostrarle que era con él con quien tenía que arreglarse ese asunto, mandó llamar a cinco de los más achorados del improvisado cuartel y se los presentó. Luego la mujer señalando con el índice, le dijo: “Esos dos son los malditos que me sacaron los veinte mil soles haciéndose pasar por terrucos. ¡Tengo testigos señor!”

–Déjeme arreglar a mí esta lisura. Sé quién es usted y dónde vive. No se preocupe. Pronto tendrá noticias de su dinero y de la maldecida suerte de estos desgraciados. Prometió el técnico.

–La señora que vive por la panadería dice que le devuelvan los veinte mil soles que ustedes le han pedido como colaboración para la causa del  partido de los terroristas. ¡Huevones de mierda, cómo se han atrevido a semejante pendejada sabiendo que estamos en el ojo de los cojudos de este pueblo infestado de subversivos! Mañana esto estará en manos del coronel y pasado mañana los dos estarán en manos de su triste destino, porque la vieja tiene testigos. –Un profundo silencio siguió a esta revelación y luego continuó. –No, no quiero que me vengan con chanchullos y otras pendejadas más. La cosa esta clara para mí, para la señora, para sus testigos, y seguro lo estará  para el jefe y para el tribunal militar. ¿Qué quieren decir?

–Nada mi técnico. Nada. –Respondió bastante asustado uno de ellos.

–Pero yo seguiré hablando y quiero que escuchen que su suerte puede cambiar si ustedes comparten, digamos unos diez mil soles conmigo, y después le piden al coronel para que los trasladen al "Fuerte Apache",  donde siempre hace falta refuerzos y donde además los aplaudirán por ser uno de los pocos valientes voluntarios.

–Mi técnico. Cómo usted puede creer que esa señora haya podido darnos veinte mil soles. La verdad es que la semana pasada nosotros hemos detectado a varios presuntos elementos subversivos que entraban y salían de su casa y cuando fuimos a averiguar qué estaba pasando, esa misma señora nos regañó diciendo que el Estado de Emergencia no era para tanto y que vendría a quejarse con el coronel, porque ella era una ejemplar ciudadana que cumplía con la ley y que pagaba sus impuestos. Lo cierto es que al parecer la señora no es terruca, pero sí que es víctima de una extorsión por parte de los subversivos, y como justo nos encontrábamos por las inmediaciones de su casa, ha supuesto que nosotros también somos parte de la gente que la viene fastidiando. Eso es todo mi técnico, mañana pasaremos este dato a inteligencia para que haga las averiguaciones del caso y con eso se aclara todo.

–¡Huevones de mierda, quiero esos diez mil soles y punto! –Concluyó el técnico.

            Al día siguiente los dos valientes soldados presentaron ante el coronel una queja contra el técnico, quien sin respetar el mando se comide a atender las quejas de algunos ciudadanos, que sin prueba alguna levantan graves calumnias contra los defensores de la patria, para que luego este malvado a espaldas del comando, y suponiendo ser ciertas esas calumnias exigirles una parte de un botín que no existe.
–Señor coronel, cómo podemos atrevernos a asaltar a ninguna persona, más aún cuando el técnico conoce que por órdenes del comando supremo, ningún soldado vestido de civil puede pasearse con armas dentro de la ciudad. ¿O acaso se puede robar de pura boca? –Y que para librarse de todas esas patrañas se ofrecían como voluntarios para ser transferidos al "Fuerte Apache".

–¡Esa es la actitud que a mí me gusta! –Exclamó el coronel y luego ordenó: –¡Comandante para que dejen de joder a estos valientes soldados remítalos hoy mismo a su nuevo destino. A propósito de este incidente, quiero que todo el mundo sepa que jamás voy a permitir que mis soldados sean confrontados con ningún civil por ninguno de ustedes, porque yo tampoco lo voy hacer. Si creen que alguno de nuestros bravos guerreros están cometiendo delitos comunes, que presenten su denuncia ante el Ministerio Público, pero no ante los pendejos de mierda que por andar uniformados se creen jefes para todo.

–Sí señor, pero qué vamos a hacer con el técnico García.

–A ese insolente transfiéralo a “la oreja de lobo”, donde podrá atender personalmente a todos los que visitan ese destacamento, sea de día o de noche, armados o desarmados, sin tener que rendir cuenta a nadie. 

"Cómo le van a creer a esos miserables todo lo que dicen. Acaso el coronel no sabe que en este pueblo todos se mueren de susto y solo falta que los sepas amenazar para que se chupen completitos y te den todo lo que les pides y hasta lo que no tienen. No se necesita ningún arma para lograr todo lo que quieres si sabes trabajar su miedo". Pensó lleno de rabia el técnico, pero en seguida se consoló. "Menos mal que a donde voy, no tengo que rendir cuenta a nadie y dicen que por esos caminos recorren los dólares de los quesitos de valle."

El miedo es la clave para todo en una Zona de Emergencia. Miedo que se construye solito a punta de tanto tableteo de fusiles y ametralladoras por todos lados. Bombas explotando día y noche. Helicópteros que vienen y van mostrando sus amenazadoras panzas por encima de las cabezas de los asustados mirones. Muertos que llegan de todas partes. Noticias y bolas sobre incursiones y grandes matanzas en varios sitios. "Cuadradas" con muertos y carros volados en todas las carreteras. Sirenas ululando nerviosamente por todas las calles. Detenidos nacidos en todas partes. Prepotencia por todo lado. Soldados y policías correteando por las calles gritando como bestias con las caras manchadas de sangre y a veces con las tripas de los perros enroscados a sus cuellos. Los deudos más asustados que consolados trasladando en silencio sus muertos a los cementerios donde los sepultaran junto con todas sus lágrimas. Allanamiento de sus viviendas a medianoche para encontrar alguna prueba que pudiera incriminarlos. Varios sospechosos, muchos sospechosos, todos sospechosos. Prohibido festejar los cumpleaños, las fiestas patronales y los carnavales: agüita nomás. Toque de queda de seis a seis y para remate una inmensa desconfianza que el miedo va creando hasta meterse en todos los escenarios de la conciencia, en todos los sentimientos, junto a un omnipresente silencio que lentamente va paralizando la alegría que significa estar vivo. Todo se vuelve malo porque lo bueno no sirve para sobrevivir. ¡Qué fea es la guerra! 

            Casi inmediatamente de haberse recibido ese importante dato detectado por los valientes que se fueron al "Fuerte Apache". En las inmediaciones de la casa de doña Rosaura se ha instalado un equipo de inteligencia para detectar durante las veinticuatro horas del día algún movimiento sospechoso, porque en esta zona de emergencia no se puede confiar en nadie, y menos aún en esos ricachones que jamás se han identificado con las preocupaciones del gobierno para combatir la subversión y creen, como si se tratara de una religión, que si la patria libra una guerra contra sus enemigos es para proteger sus mezquinos intereses.

            Mientras tanto la denunciante, se arrepiente en el alma, haber ido a quejarse contra las  ratas uniformadas, y siempre recuerda como si se lo habrían dicho solo hace un instante: “Si de aquí vas a quejarte a la comisaria o al comando, le decimos a los compañeros que están detenidos que declaren ante la fiscalía que eres una colaboradora del partido y tus miserables cinco mil soles serán nuestro mejor testigo.”

“Dios mío de repente para los que se mueven por los alrededores de mi casa, yo soy una terruca. Mejor me voy a mi casa de Lima por unos meses, pero tampoco eso puedo porque tengo que atender los juicios que he iniciado para defenderme de los conchudos que no quieren pagarme los alquileres”. “Y si esos morocos son de verdad terrucos infiltrados  en el comando militar y vienen a buscarme para matarme por soplona, y porque jamás les he dado veinte mil soles” “…..y líbranos señor de todo mal. Amén" Y siguió pasando las cuentas de su rosario.

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