DEL ANECDOTARIO ABANQUINO
(Narraciones de la Zona de Emergencia)
–Si no hubiera
sido por tu angurrienta ambición, hoy estaríamos en Atunrumi, visitando a esas
dos arrechas primitas, sin tener que estar acorralados en este pueblo de
mierda, donde no se ve más que casas derruidas.
–Seguramente yo
tengo la culpa de haber vuelto a ver aquella vieja, que desde sus ojos de chiririnca, ya nos había más que
fotografiado.
–¡A callarse
carajo! Durante la guardia está prohibido hacer ruido y fumar. Acaso no saben
que el enemigo está a solo treinta pasos de estas paredes, esperando hacer
puntería a cualquier blanco que se mueva, que ilumine o que haga bulla. –Calló
esa conversación la voz del técnico que trataba de dormir en el cuarto contiguo
a los muros que rodeaban el "Fuerte Apache".
“Fuerte Apache”, era el nombre que
le habían dado los jefes al morrito que se levantaba en el centro de aquel
poblado comunal que desde antiguo sus habitantes habían respetado, porque bajo
sus tierras se escondía una huaca sagrada. Aunque otros decían que no se
trataba de ningún altar andino, sino que era el sitio donde desde el tiempo de
su fundación como reducción de indios, debía construirse un gran templo de
piedra, pero que por falta de gente y de dinero, no se hizo nada.
En su lugar los bravos jefes de la quinta compañía,
imponiendo faenas forzadas a los habitantes de los cuatro pueblos vecinos,
hicieron desatar desde sus cimientos las casas que habían dejado abandonadas
los vecinos que despavoridos huyeron de las incursiones subversivas, y que al
cabo de tan sólo dos meses acabaron por construir esa famosa fortaleza para ser
una prisión militar y todas sus otras mayores notoriedades. Dicen que allí
llevaban a los sospechosos de ser "delincuentes terroristas", para
urgirles a hablar, a la buena o a la mala, todas las cosas que "inteligencia"
deseaba saber. Y que allí también acababan los castigados por su “achoramiento”
al reglamento militar y algunos más que valientes voluntarios.
►☼◄
–¿Usted es la
señora Rosaura López Contreras? –Le preguntó con buenas maneras un extraño con
aspecto de limaco acompañado por otro de igual catadura.
–Si señor que
desea. –respondió la dama.
–Señora, lo
primero que le vamos a decir es que no pasa nada, ni tampoco pasará nada si
usted colabora. La verdad es que somos hermanos, usted ya sabe.
–¿Qué cosa voy a
saber señor? ¡Exprésese con corrección! –Dijo la mujer al tiempo que intuía que
algo malo le iría a suceder después del encuentro con esos intrusos.
–¡Carajo, vieja
concha tu madre. No te hagas la huevona! Acaso no sabes que somos compañeros y
que has tenido la suerte de que el partido te escoja como colaboradora de la
revolución! Mañana en cualquier momento que nosotros decidamos, nos entregarás
veinte mil soles, sino vaya despidiéndote de la vida! – Irrumpió el otro
compañero para poner las cosas en su sitio.
–¡Dios mío cómo
voy a tener veinte mil para regalar, si jamás he contado tanta plata!
–Se
lamentó la mujer.
–¡Y cuánto
puedes tener para mañana? –Preguntó muy molesto el extorsionador.
–Mil soles, eso
es todo lo que podría reunir para mañana. –Suplicó más que asustada, la pálida
mujer.
–¿Mil soles? ¡Ya
te cagaste vieja de mierda!, quédate con tus mil solecitos para comprarte tu
cajón. Tú crees que el partido te ha escogido porque tienes mala suerte o
porque Dios te ha castigado. ¡No carajo!, todo el mundo sabe que tienes
cuarenta casas, más de treinta chacras y una buena fortuna en los bancos, por
eso te estamos pidiendo una modesta colaboración, pero lejos de hacer lo que te
conviene para salvar tu pellejo, te haces la pobretona.
–¡Ay, papacitos,
no sean tan malos conmigo! Eso es la herencia de mis hijos.
–Mañana
volveremos, y si no hay toda la plata vaya despidiéndote de tus huerfanitos, a
lo mejor con ellos nos entendemos. Tampoco te ilusiones en ir a llamar a la
policía o al comando, porque el partido tiene diez mil ojos que todo lo
ven y veinte mil orejas que lo escuchan
todo. Si mañana encuentras muerto en este lugar a un policía o a un soldado, tú
le seguirás sin ninguna duda. –Para despedirse el más avezado le dijo
sarcásticamente. –¡Nos vemos en tu velorio!
Cuando dejaron atrás a la temblorosa
mujer, los dos se reprocharon mutuamente por haber demorado más de la cuenta en
esa entrevista, cuando la cosa era dejar al vuelo el mensaje y punto. Cómo le
vas a decir, “señora no pasa nada” y “tú qué necesidad tenías de insultarla
tanto como si fueras un hampón y despedirte cachacientamente”. “Era para que la
vieja se asuste hasta cagarse en sus calzones
y nos suelte el billete. Tú crees que los ricos son ricos porque sueltan
el dinero. Esos se mueren por la plata y esta vieja es capaz de morirse en su
cama esta misma noche, solo pensando en que tiene que darnos algo a cambio de
nada. Se ve que no conoces a esas mierdas” “¡Fuera cojudo, ahora te crees
psicólogo!” “¡Calla cagón de mierda!” Finalmente la discusión terminó en que el
asunto de la vieja se quedaba como un ensayo, para probar con el ferretero que
se las pega de millonario en las fiestas que ofrecen las autoridades y los
jefes después del saludo a la bandera.
Al
día siguiente pasaron disimuladamente por el frente de la casa visitada y como
las cosas estaban como el día anterior, cruzaron sus miradas y sin decirse nada
se fueron a tocar la puerta. Aun cuando había varias personas en su interior,
la mujer se apareció sola y ambos irrumpieron violentamente en el pequeño patio
que daba entrada a una moderna casa de cuatro pisos.
–Papacitos he
hecho todo lo que he podido, por eso ahora tengo para ustedes mil quinientos
soles. –les comunicó a modo de súplica con la cara desencajada y con signos de
no haber dormido.
–¡Mil
quinientos! ¡Métetelo al culo vieja tacaña, ahora sí que te jodiste por
insultar al partido! No te matamos ahorita porque detrás de esa puerta hay
alguna gente más, pero si no colaboras generosamente: ¡Todos esos hijos de puta
van a morir por tu culpa! –gritó y sintió cómo la gente del interior de la casa
se movió desesperadamente como buscando refugio.
–Por favor
señores no me hagan daño, voy a ver si alguna de las personas que han venido a
visitarme pueden prestarme alguito más.
–¡Si no vuelves
en dos minutos te cagas vieja y mierda! ¡Se cagan todos los que están metidos
ahí! –Amenazó furiosamente.
Al cabo de cinco minutos la mujer
volvió, diciendo que gracias a sus amigos había conseguido mil quinientos soles
más y con la misma rudeza y ofuscación los malandrines le dijeron que haber si
esa gente que andaba metida ahí adentro cagándose de miedo porque saben quiénes
eran ellos, podían prestarle dos mil soles más, y si fuera así, el partido le
agradecería olvidándose de ella para siempre. Al cabo de dos minutos la mujer
apareció diciendo que tenían suerte, porque entre ellos estaba un ahijado que
había llegado de los Estados Unidos y le prestó dos mil soles más.
–¡Chau tía!
Tienes suerte que solo gente con plata venga a visitarte. Si de aquí vas a
quejarte a la comisaria o al comando, le decimos a los compañeros que están
detenidos que declaren ante la fiscalía que eres una colaboradora del partido y
tus miserables cinco mil soles serán nuestro mejor testigo.
A esa fructífera bravuconada le
siguieron muchas borracheras y ardorosas noches de amor al contado, y cuando el
dinero se les iba acabando, comenzaron a planear la próxima “colaboración”.
Al cabo de tres meses cuando el
batallón de infantería marchaba gallardamente por las tribunas del sentimiento
patrio, doña Rosaura vio desfilando entre aquellos valientes a uno de los que
se llevaron sus cinco mil soles. “Con razón se morían de miedo estos
miserables. Los verdaderos “tucos” no vienen por plata nomás, vienen por todo y
tu vida también, dejando un cartel junto al charco de tu sangre”. Luego miró
acuciosamente al resto del pelotón y no distinguió a nadie más.
Al día siguiente se fue al comando
y ante el técnico que estaba a cargo de
la puerta, presentó su denuncia con lujo de detalles y con una descripción casi
fotográfica de sus autores. Este no permitió que la mujer se entrevistara con ningún oficial, pero para
demostrarle que era con él con quien tenía que arreglarse ese asunto, mandó
llamar a cinco de los más achorados del
improvisado cuartel y se los presentó. Luego la mujer señalando con el índice,
le dijo: “Esos dos son los malditos que me sacaron los veinte mil soles
haciéndose pasar por terrucos. ¡Tengo
testigos señor!”
–Déjeme arreglar
a mí esta lisura. Sé quién es usted y dónde vive. No se preocupe. Pronto tendrá
noticias de su dinero y de la maldecida suerte de estos desgraciados. Prometió
el técnico.
–La señora que
vive por la panadería dice que le devuelvan los veinte mil soles que ustedes le
han pedido como colaboración para la causa del
partido de los terroristas. ¡Huevones de mierda, cómo se han atrevido a
semejante pendejada sabiendo que estamos en el ojo de los cojudos de este
pueblo infestado de subversivos! Mañana esto estará en manos del coronel y
pasado mañana los dos estarán en manos de su triste destino, porque la vieja
tiene testigos. –Un profundo silencio siguió a esta revelación y luego continuó.
–No, no quiero que me vengan con chanchullos y otras pendejadas más. La cosa
esta clara para mí, para la señora, para sus testigos, y seguro lo estará para el jefe y para el tribunal militar. ¿Qué
quieren decir?
–Nada mi
técnico. Nada. –Respondió bastante asustado uno de ellos.
–Pero yo seguiré
hablando y quiero que escuchen que su suerte puede cambiar si ustedes
comparten, digamos unos diez mil soles conmigo, y después le piden al coronel
para que los trasladen al "Fuerte Apache", donde siempre hace falta refuerzos y donde
además los aplaudirán por ser uno de los pocos valientes voluntarios.
–Mi técnico.
Cómo usted puede creer que esa señora haya podido darnos veinte mil soles. La
verdad es que la semana pasada nosotros hemos detectado a varios presuntos
elementos subversivos que entraban y salían de su casa y cuando fuimos a
averiguar qué estaba pasando, esa misma señora nos regañó diciendo que el
Estado de Emergencia no era para tanto y que vendría a quejarse con el coronel,
porque ella era una ejemplar ciudadana que cumplía con la ley y que pagaba sus
impuestos. Lo cierto es que al parecer la señora no es terruca, pero sí que es víctima de una extorsión por parte de los
subversivos, y como justo nos encontrábamos por las inmediaciones de su casa,
ha supuesto que nosotros también somos parte de la gente que la viene
fastidiando. Eso es todo mi técnico, mañana pasaremos este dato a inteligencia
para que haga las averiguaciones del caso y con eso se aclara todo.
–¡Huevones de
mierda, quiero esos diez mil soles y punto! –Concluyó el técnico.
Al día siguiente los dos valientes
soldados presentaron ante el coronel una queja contra el técnico, quien sin
respetar el mando se comide a atender las quejas de algunos ciudadanos, que sin
prueba alguna levantan graves calumnias contra los defensores de la patria,
para que luego este malvado a espaldas del comando, y suponiendo ser ciertas
esas calumnias exigirles una parte de un botín que no existe.
–Señor coronel,
cómo podemos atrevernos a asaltar a ninguna persona, más aún cuando el técnico
conoce que por órdenes del comando supremo, ningún soldado vestido de civil
puede pasearse con armas dentro de la ciudad. ¿O acaso se puede robar de pura
boca? –Y que para librarse de todas esas patrañas se ofrecían como voluntarios
para ser transferidos al "Fuerte Apache".
–¡Esa es la
actitud que a mí me gusta! –Exclamó el coronel y luego ordenó: –¡Comandante
para que dejen de joder a estos valientes soldados remítalos hoy mismo a su
nuevo destino. A propósito de este incidente, quiero que todo el mundo sepa que
jamás voy a permitir que mis soldados sean confrontados con ningún civil por ninguno de ustedes, porque yo tampoco lo voy hacer. Si creen que alguno de nuestros bravos guerreros están cometiendo
delitos comunes, que presenten su denuncia ante el Ministerio Público, pero no
ante los pendejos de mierda que por andar uniformados se creen jefes para todo.
–Sí señor, pero
qué vamos a hacer con el técnico García.
–A ese insolente
transfiéralo a “la oreja de lobo”, donde
podrá atender personalmente a todos los que visitan ese destacamento, sea de
día o de noche, armados o desarmados, sin tener que rendir cuenta a nadie.
"Cómo le van a creer a esos miserables todo lo
que dicen. Acaso el coronel no sabe que en este pueblo todos se mueren de susto
y solo falta que los sepas amenazar para que se chupen completitos y te den
todo lo que les pides y hasta lo que no tienen. No se necesita ningún arma para
lograr todo lo que quieres si sabes trabajar su miedo". Pensó lleno de
rabia el técnico, pero en seguida se consoló. "Menos mal que a donde voy,
no tengo que rendir cuenta a nadie y dicen que por esos caminos recorren los
dólares de los quesitos de valle."
El miedo es la clave para todo en una Zona de
Emergencia. Miedo que se construye solito a punta de tanto tableteo de fusiles
y ametralladoras por todos lados. Bombas explotando día y noche. Helicópteros
que vienen y van mostrando sus amenazadoras panzas por encima de las cabezas de
los asustados mirones. Muertos que llegan de todas partes. Noticias y bolas
sobre incursiones y grandes matanzas en varios sitios. "Cuadradas"
con muertos y carros volados en todas las carreteras. Sirenas ululando
nerviosamente por todas las calles. Detenidos nacidos en todas partes.
Prepotencia por todo lado. Soldados y policías correteando por las calles
gritando como bestias con las caras manchadas de sangre y a veces con las
tripas de los perros enroscados a sus cuellos. Los deudos más asustados que
consolados trasladando en silencio sus muertos a los cementerios donde los
sepultaran junto con todas sus lágrimas. Allanamiento de sus viviendas a
medianoche para encontrar alguna prueba que pudiera incriminarlos. Varios
sospechosos, muchos sospechosos, todos sospechosos. Prohibido festejar los
cumpleaños, las fiestas patronales y los carnavales: agüita nomás. Toque de
queda de seis a seis y para remate una inmensa desconfianza que el miedo va creando
hasta meterse en todos los escenarios de la conciencia, en todos los
sentimientos, junto a un omnipresente silencio que lentamente va paralizando la
alegría que significa estar vivo. Todo se vuelve malo porque lo bueno no sirve
para sobrevivir. ¡Qué fea es la guerra!
Casi inmediatamente de haberse
recibido ese importante dato detectado por los valientes que se fueron al
"Fuerte Apache". En las inmediaciones de la casa de doña Rosaura se
ha instalado un equipo de inteligencia para detectar durante las veinticuatro
horas del día algún movimiento sospechoso, porque en esta zona de emergencia no
se puede confiar en nadie, y menos aún en esos ricachones que jamás se han
identificado con las preocupaciones del gobierno para combatir la subversión y
creen, como si se tratara de una religión, que si la patria libra una guerra
contra sus enemigos es para proteger sus mezquinos intereses.
Mientras tanto la denunciante, se
arrepiente en el alma, haber ido a quejarse contra las ratas uniformadas, y siempre recuerda como si
se lo habrían dicho solo hace un instante: “Si de aquí vas a quejarte a la
comisaria o al comando, le decimos a los compañeros que están detenidos que
declaren ante la fiscalía que eres una colaboradora del partido y tus
miserables cinco mil soles serán nuestro mejor testigo.”
“Dios mío de repente para los que se mueven por los
alrededores de mi casa, yo soy una terruca.
Mejor me voy a mi casa de Lima por unos meses, pero tampoco eso puedo porque
tengo que atender los juicios que he iniciado para defenderme de los conchudos
que no quieren pagarme los alquileres”. “Y si esos morocos son de verdad terrucos infiltrados en el comando militar y vienen a buscarme
para matarme por soplona, y porque jamás les he dado veinte mil soles” “…..y
líbranos señor de todo mal. Amén" Y siguió pasando las cuentas de su
rosario.
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