Bueno,
como les tengo ofrecido les presento en octava entrada mi ebook: SAYWITE: UN HITO EN EL ANDE, solo
espero que le ofrezcan vuestro interés, sin olvidar de poner un “ME GUSTA”, pero sobretodo “COMPARTIR”
y “COMENTAR”.
EL USNU:
Durante el
incario y muchos siglos antes, en los principales centros poblados, se
construyeron pequeñas o medianas estructuras de piedra u otro material, que
levantaban una plataforma, a modo de proscenio, frente a un espacio sagrado,
que sus arquitectos llamaron usnus.
Según la importancia del lugar estas edificaciones eran pequeñas, medianas o
grandes; rusticas o imponentes. En la cima de este sagrado escenario existía
una abertura vertical en la cual se vertían la chicha de las libaciones con los
dioses y la sangre de los sacrificios, para que sean filtradas por las piedras
hacia el interior de la Pachamama, la madre tierra.
Imponente usnu de Vilcashuaman y modesto usnu de Incapirca |
Los usnus eran una especie de altares andinos
que encerraban un profundo simbolismo mágico religioso, desde los cuales el
Inca o sus representantes celebraban las ceremonias de la religiosidad oficial,
para que por su intermedio se unan en el Kay pacha (la tierra de aquí o el
mundo de los hombres, los animales y las plantas) el Hanan pacha (el mundo de
arriba, de los fenómenos meteorológicos y los cuerpos celestes) y el Uku
pacha (el mundo de abajo o de las profundidades).
Además eran
los lugares donde los pueblos de su entorno celebraban las fiestas de su
devoción, pero también el punto de encuentro entre los dirigentes incas y las
poblaciones de los territorios sometidos a su dominio y administración.
Estas
estructuras eran significativamente importantes en la geografía política y
sagrada incaica. Generalmente eran erigidas en las cimas de las montañas, ofreciendo
las inmensas y espectaculares vistas que ofrecen los paisajes y los muy altos Apus (deidades de las altas montañas),
mientras que las ubicadas en los caminos incas, a menudo se encontraban en los
poblados importantes. El usnu de Saywite es uno de estos últimos.
Gómez Suárez
de Figueroa, apodado Inca Garcilaso de la Vega en sus “Comentarios Reales”,[i]
nos señala cómo el mítico fundador del Tahuantinsuyo Manco Capac y su esposa
Mama Ocllo, fueron enseñando a los antiguos peruanos, entre otros oficios y
costumbres, a adorar a los nuevos dioses, siendo las principales deidades de
este culto, el Sol y la Luna. Leamos:
“…..Juntamente con estos preceptos y
ordenanzas, les enseñaba el culto divino de su idolatría. Señaló sitio para
hacer templo al Sol, donde le sacrificasen, persuadiéndoles que lo tuviesen por
principal Dios, a quien adorasen y rindiesen las gracias de los beneficios
naturales que les hacía con su luz y calor, pues veían que les producía sus
campos y multiplicaba sus ganados, con las demás mercedes que cada día
recibían. Y que particularmente debían adoración y servicio al Sol y a la Luna,
por haberles enviado dos hijos suyos, que, sacándolos de la vida ferina que
hasta entonces habían tenido, los hubiesen reducido a la humana que al presente
tenían. Mandó que hiciesen casa de mujeres para el Sol, cuando hubiese bastante
número de mujeres de la sangre real para poblar la casa. Todo lo cual les mandó
que guardasen y cumpliesen como gente agradecida a los beneficios que habían
recibido, pues no los podían negar. Y que de parte de su padre el Sol les
prometía otros muchos bienes si así lo hiciesen y que tuviesen por muy cierto
que no decía él aquellas cosas de suyo, sino que el Sol se las revelaba y
mandaba que de su parte las dijese a los indios, el cual, como padre, le guiaba
y adiestraba en todos sus hechos y dichos.”
“Los sacrificios que los
Incas ofrecieron al Sol fueron de muchas y diversas cosas, como animales
domésticos grandes y chicos. El sacrificio principal y el más estimado era el
de los corderos, y luego el de los carneros, luego el de las ovejas[ii]
machorras. Sacrificaban conejos caseros y todas las aves que eran de comer y
sebo a solas, y todas las mieses y legumbres, hasta la yerba coca, y ropa de
vestir de la muy fina, todo lo cual quemaban en lugar de incienso y lo ofrecían
en hacimiento de gracias de que lo hubiese criado el Sol para sustento de los
hombres. También ofrecían en sacrificio mucho brebaje de lo que bebían, hecho de
agua y maíz, y en las comidas ordinarias, cuando les traían de beber, después
que habían comido (que mientras comían nunca bebían), a los primeros vasos
mojaban la punta del dedo de en medio, y, mirando al cielo con acatamiento,
despedían del dedo (como quien da papirotes) la gota del brebaje que en él se
les había pegado, ofreciéndola al Sol en hacimiento de gracias porque les daba
de beber, y con la boca daban dos o tres besos al aire, que, como hemos dicho,
era entre aquellos indios señal de adoración. Hecha esta ofrenda en los
primeros vasos bebían lo que se les antojaba sin más ceremonias.”
Una de las
fiestas mayores del Tahuantinsuyo fue el Inti
Raymi que antiguamente se llamaba Wawa
Inti Raymi, la fiesta del sol niño, del nuevo sol que acababa de nacer. Era
la celebración del año nuevo incaico, que se realizaba pasado el solsticio de
invierno, que en el hemisferio sur tiene lugar entre el 20 y 23 de junio.
El Wawa Inti Raymi fue instituido por
Pachacútec en la década de 1430 d. C., como parte de su reorganización del
Estado y la religión Inca con el propósito de legitimar el control cusqueño
sobre los pueblos sometidos. Otra de las fiestas mayores era el Capaq Inti Raymi, o fiesta del gran sol, celebrado en el
solsticio de verano que en el hemisferio sur corresponde al 21 de diciembre.
Según relata el
Inca Garcilaso de la Vega: “Hacían
esta fiesta al Sol en reconocimiento de tenerle y adorarle por sumo, solo y
universal Dios, que con su
luz y virtud criaba y sustentaba todas las cosas de la tierra. Y en
reconocimiento de que era padre natural del primer Inca Manco Cápac y de la
Coya Mama Ocllo Huaco y de todos los Reyes y de sus hijos y descendientes,
enviados a la tierra para el beneficio universal de las gentes, por estas
causas, como ellos dicen, era solemnísima esta fiesta”.
Es probable
que esta fiesta oficial del incario, se replicara en todos y cada uno de los
templos y usnus levantados a lo largo
del Tahuantinsuyo. Esta ceremonia fue prohibida por el virrey Francisco de
Toledo en 1572, pero siguió celebrándose en miles de lugares no asequibles a la
administración colonial. En los usnus
cercanos a las ciudades y poblados fundados por los españoles se instalaron
cruces en su plataforma, para significar el triunfo de la cristiandad sobre el
paganismo andino o una representación del calvario o ambas cosas.
Sobre las
prácticas de la religiosidad andina, especialmente en los centros ceremoniales
de culto al agua, el cronista indio Felipe Guamán Poma de Ayala, en su “Nueva
Crónica y Buen Gobierno”[iii],
nos señala que en el mes de octubre, que estaba dedicado a la luna, la madre de
las lluvias, se celebraba el Uma raymi
quilla, veamos de que se trataba esta ceremonia:
“/255 [257] Octubre. Uma Raymi Quilla,
que en este mes sacrificaban a las uacas, principales ídolos y dioses, para que
leles enviasen agua del cielo, otros cien carneros blancos, y ataban otros
carneros negros en la plaza pública y no les daban de comer a los dichos
carneros atados para que ayudasen a llorar; asimismo ataban a los perros, como
veían dar voces a la gente y gritos también de su parte daba olladas (aulladas)
ladrando, y a los que no ladraban les daban de palos y así hacia grandes
llanatos, así hombres como mujeres, y de su parte los dichos niños, y por su
parte los enfermos cojos y ciegos, y de su parte los viejos y viejas y cada uno
de estos lo que tenían perros los llevaban, iban haciendo gritar pidiendo agua
del cielo a Dios runa camac, diciendo estas orraciones y doctrina: ayauya
aucaylli ayauya puypuylli lluto puchac uamrayque uacallasunquim [“Ay, ay,
lloremos, ay, ay gimamos, de dolor están transidos tus niños (¿tus hijos?),
solo podemos llorar a vos”. Traducción A.P.], acabadas estas oraciones todos
comienzan a dar gritos y llanto y dicen a gran voz alta: runa camac micocpac
rurac uari uiracocha Dios maypincanquei, runayquiman yacoyquita unoyquita
cacharimouay [“Oh creador de los hombres ¿Qué haces por los que comen?, Uari Uiracocha, Dios,
¿dónde estás? Suelta para tu gente tu agua, tus lluvias, hasta mi” (A.P.)]; con
esto andaban en cerro en cerro haciendo procesión dándo voces y gemidos muy de
veras con todo corazón pidiendo agua a Dios del, runacamac.”
El usnu de Saywite se encuentra en la parte
inferior del conjunto arqueológico, tiene una planta y está ubicada
aproximadamente a 250 metros en línea recta del conjunto de piedras y monolitos
erráticos que los lugareños denominan “Rumihuasi”. Esta estructura debió haber estado
rodeada de una importante población, cuyas rústicas viviendas fueron
abandonadas en el año 1572, cuando a instancias del Licenciado Nicolás Ruiz de
Estrada[iv],
se redujo a todos los lugareños en el pueblo denominado San Pedro de Saiuita,
el mismo que según la “Instrucciones Generales para los Visitadores” del virrey
Francisco de Toledo de 1570, debió estar situado en algún lugar apartado de la huaca del santuario y el usnu de Saywite, para evitar que los
naturales continuaran con las prácticas y creencias de su religiosidad.
Es una
estructura rectangular de aproximadamente 31.70 metros de largo por 16.00
metros de ancho y 3.10 metros de altura, edificada al final de una planicie de
aproximadamente 17,200 metros cuadrados con un aforo para 35,000 personas,
denominada Usnupampa. En la parte
central de su frontis principal tiene una escalera de 17 peldaños de 40 cm. de
ancho por 20 cm. de alto que sobresale a la estructura en unos 6.80 metros.
Este acceso está resguardado por dos muros de 70 cm. de ancho a cada lado.
A la derecha
de esta gradería, a una distancia de 90 cm. existe una hornacina trapezoidal,
con un umbral de 1.00 metro y con un ancho de 70 cm. en su parte central, y una
altura de 1.75 metros, que probablemente era el altar de la huaca que
cotidianamente se adoraba en esta hornacina o quizás era el lugar donde en
tiempos de fiesta se traía la huaca del santuario de Saywite para que
presidiera las ceremonias que allí se celebraban.
Es
probable que los ayllus que poblaban los valles de Abancay y Pachachaca, como: Callamarca,
karkatera, Ccacsa, Huayllabamba, Umaccata, Chupapata, Pantillay, Marcahuasi,
Trujipata, Limapata, Imponeda, Aymas, Atumpata, Tancarpata, Arahuay,
Tastaccasa, Chacabamba, Chuquibamba (Sahuanay), Maucalle, Chinchichaca, Urco,
(Tamburco), Antabamba baja, Corhuani, Colcaqui, Kerapata, Llañucancha,
Puruchacca, Curanguyoc, Ccanabamba, entre otros. O los que a la fecha
pertenecen al distrito de Curahuasi como Suyuccacca, Saywite, Occoruro,
Trancapata, Bacas, Asmayacu, Pisonaypata, Lucmos, Curahuasi, Anta (Antilla),
Ccoripampa, Ccecceray, Añallanca, Huitucucho, Masoccasa, Ccocharay,
Chalhuahuacho, Ccarhua, Ccasayra, Ccocha, Totoray, Ccapacca, Ccollo, Pucuta,
Larata, Matibamba, Collpa, Vilcabamba, Huayraccasa, Cceccemayo, Pumahuaccho,
Mollemolle, Pucapuca, Huaynarimac, Ayacra y de otras parcialidades más, que
genéricamente se hacían llamar los urconsaywites.
O los que ahora están integrados al
ámbito del distrito de San Pedro de Cachora como: Pantipata, Tasta,
Huayllapampa, Tairoma, Huachacpampa, Acco, Ccotarqui, Marjupata, Marampara,
Llaullipata, Huyallpampa, Ticabamba, Moyoorcco, Asil, Viracochan, Yanamachay,
Incaraccay, Incahuasi, Chachayllo, entre otros. O los propios del distrito de
Huanipaca como: Tacmara, Karqueque, Huanchulla, Ccorabamba, Sorcca,
Chaquiccocha, Utcubamba, Totoraqui, Huanipaca, Vichuica, Tambobamba,
Sicllabamba, Uncalla, Mandurqui, Huayllapucro, Ccarabamba, Pamparqui,
Runcuhuasi, Pucuntuy, Troja, Ccataqui, Ccollcca, Chanchayllo, Chihuampata,
Lihuirco, Parhuani, Callanca. Chaquiccocha, Occopata, Ccoya, hayan peregrinado
hasta este sagrado lugar, para realizar en este usnu otro tipo de ceremonias religiosas en honor a sus huacas locales, pero siempre dentro del
protocolo oficial inca, que nos describe el jesuita Pablo José de Arriaga en su
obra “La extirpación de la idolatría en el Perú”[v],
en los siguientes términos:
“También ofrecen Llamas, que son los que
llamamos Carneros de la tierra, y esto suele ser siempre en las fiestas más solemnes
de las Huacas, y las sacan enramadas de flores. Atan la llama de una piedra
grande70, házenla dar cinco o seis vueltas a la redonda, y luego la abren por
el lado del corazón, y se le sacan, y le suelen comer crudo a bocados, y con la
sangre asperjan la Huaca, y la carne se reparte entre los ministros de los
sacrificios, y también suelen dar de ella a los demás Indios. En algunas partes
tienen crías de estas Llamas para las Huacas, y las guardan, y crían por cuenta
de la Huaca, y en los más pueblos de la sierra, que se han visitado a habido
algunas Llamas compradas con plata, que para ello han contribuido los Indios.
Otras veces los mismos Indios, que tienen ganado dan sus Corderos, y Llamas,
para que los sacrifiquen por el aumento de su ganado.”
Unsupampa |
También en
estas ceremonias, se libaba mucha chicha con el sol, la luna, las estrellas, la
Pachamama, los Apus, las huacas de todos los lugares cercanos y con todos los
peregrinos asistentes. Se mascaba y ofrecía mucha coca a los dioses y a los
hombres. Se quemaba la bendita wira,
que es la grasa de las llamas. Se bendecía las más vistosas y coloridas plumas
de las aves de todas partes, que acabarían siendo el ornamento de autoridades,
guerreros y mujeres. Se ventilaba mucho maíz molido crudo o tostado (ccacu) y se entonaban cánticos y muchas
oraciones de súplica y agradecimiento, enterrando en la oquedad de su
plataforma no pocas ofrendas de oro, plata y cobre.
[i] GARCILASO DE LA VEGA, Inca. COMENTARIOS REALES.
Biblioteca Ayacucho.
[iii] GUAMAN POMA DE ALAYA,
Felipe. NUEVA CRONICA Y BUEN GOBIERNO. Prólogo de Franklin Pease. Biblioteca
Ayacucho.
[iv] Nicolás
Ruiz de Estrada, nacido en Lima, regidor vitalicio de la Ciudad de los Reyes
(Lima) y Licenciado en Derecho, hijo Martín Yáñez de Estrada y Marina Roldan.
Fue nieto de Bartolomé Ruiz de Andrade, quien pasó a la historia por formar
parte de la expedición de los Trece de la Fama (Los 13 de gallo) y por ser el
primer español en avistar costas ecuatorianas y desembarcar en ellas. En 1511,
este marino fue reconocido como Piloto Experto bajo las órdenes del Almirante
Cristóbal Colón.