viernes, 21 de octubre de 2016

SAYWITE: UN HITO EN EL ANDE (IV) ebook

Bueno, como les tengo ofrecido les presento en cuarta entrada mi ebook SAYWITE: UN HITO EN EL ANDE, solo espero que le ofrezcan vuestro interés, sin olvidar de poner un “ME GUSTA”, pero sobretodo  “COMPARTIR” y “COMENTAR”. Si de acuerdo al número de visitas no estoy llegando a ustedes,  me limitaré a eliminarlo.


7.- EL CULTO AL AGUA EN EL INCARIO.

Algunos de los que visitamos Saywite, hemos leído en alguna parte o, ya en el sitio, se nos ha dicho: “¡Es un lugar destinado al culto del agua!”, pero muchas veces no hemos sabido porqué, ni de qué se trata todo eso. A ver si lo que leamos más adelante, nos esclarece esta duda.

El mundo andino prehispánico, esencialmente agrario, además de haber desarrollado una ingeniería hidráulica (represas, andenes, acueductos, reservorios y sistemas de riego), llegó a establecer una relación entre el agua, lo espiritual y el paisaje, tal vez porque, desde siempre, nuestra temporada de lluvias es bastante corta y algo azarosa debido a la cíclica perturbación climática que produce la presencia del Fenómeno del Niño,[1] razón por la cual la relación de la población andina con el agua perteneció y pertenece todavía a un ámbito asociado a lo sagrado y por ello vinculado a una espiritualidad que forjó un culto al agua.

        Quizá debido a esto, un buen porcentaje de los adoratorios incas fueron destinados al culto de los manantiales y a las fuentes de agua (Tipón, Tambomachay, etc.), y no hubo adoratorio emblemático (Ollantaytambo, Machupicchu, Choquequirao, Saywite, etc.) que no tuviera sus fuentes rituales que encauzara estas aguas. Estas fuentes fueron construidas para beber o para hacer abluciones rituales (bañarse o lavar a los muertos y su ropa), sin dejar de mencionar que en las inmediaciones o islotes de las grandes lagunas "ccapaccochas" se erigieron santuarios para el culto a estas aguas contenidas, como el de Sondor en las inmediaciones de la laguna Pacucha en Andahuaylas.  

A manera de introducción a esta parte del trabajo, estimo necesarísimo transcribir el texto íntegro de las “GENERALIDADES SOBRE EL CULTO AL AGUA” que nos dejó Rebeca Carrión Cachot en su  obra: “El culto al agua en el antiguo Perú”,[2] para que tengamos una idea más cabal acerca de esta especial devoción al líquido elemento durante el incario, sin dejar de advertir que las fotos son nuestras. Leamos:

“GENERALIDADES SOBRE EL CULTO AL AGUA

Desde tiempos remotos, el aborigen del Perú rinde culto a las cumbres nevadas de la cordillera de los Andes, a las lagunas y manantiales, considerándolos como "pacarinas" o lugares sagrados, como sitios de origen de ciertos linajes, donde residían los dioses o seres míticos protectores de la vida.

Tratándose de un pueblo esencialmente agrícola como el de los incas, que poseía un territorio escaso de lluvias o desértico, constituyó una preocupación permanente la búsqueda del agua para el cultivo del suelo.

Ello mueve a las más audaces empresas humanas a la construcción de trabajos hidráulicos que perduran hasta el presente y aseguran la prosperidad y riqueza económica. El territorio fue explotado al máximo gracias al establecimiento de redes de acequias y canales, acueductos, reservorios, represas y otras obras de ingeniería.

Andenes precolombinos de Caraybamba en la provincia de Ayamaraes

Junto a estas inquietudes surgen concepciones religiosas propias y un arte de hondo contenido simbólico, que tipifican a la civilización peruana.

Dentro de las jerarquías divinas ocupan prominente lugar los dioses del agua, de las lluvias, de las tempestades; se divinizan los fenómenos naturales, y ciertos cuerpos celestes siderales como la luna y el sol que personifican fuerzas favorables de la producción de la tierra, surgen pléyades de seres míticos y agentes de los dioses, a los que secundan en sus funciones benefactoras para con la humanidad. Se les reviste de atributos y símbolos sagrados que sirven de distintivos individuales, dentro del nutrido panteón aborigen.

A través de las representaciones de la escultura lítica, de la alfarería y de los tejidos y otras manifestaciones del arte, se logra identificar a los diversos dioses y seres míticos, así como las funciones que desempeñan por su asociación a determinados símbolos o emblemas. Tello[3] en su monumental obra "WiraKocha"[4], ofrece la visión más completa del complejo religioso peruano.

Simultáneamente, con estas expresiones registradas en el arte, la mentalidad indígena crea una mitología propia; con personajes que simbolizan los fenómenos y hechos del universo; y emblemas de carácter ideográfico, que tienen una significación determinada. En mitos, leyendas, fábulas y otras formas de expresión deja cristalizada su sabiduría, su peculiar manera de explicar los fenómenos tangibles e intangibles, y ellos forman otra rica fuente de apreciación del pasado.

En estas tradiciones, especie de códices, están contenidas muchas de las concepciones que interesan al tema. Figura una diosa femenina, la luna, que simboliza las lluvias, el agua que fertiliza la tierra, en doble modalidad, como deidad celeste, en el cielo con un cántaro de agua o paccha[5] perforada con la que vierte las lluvias; o como deidad terrestre, personificada en una linda doncella, que personifica la tierra, dedicada al cultivo del maíz, papa o quinua, y que tiene como atributo o emblema, un cántaro de chicha que se convierte en un manantial del que mana abundante agua para la irrigación de las tierras. Un dios masculino que reside en las altas cumbres, que personifica al sol, que fecunda a la tierra, que trasmite su poder generatriz, mediante la "unión divina" con la diosa lunar; ejerce su obra benefactora, auspiciando la construcción de trabajos hidráulicos y mediante el auxilio de agentes o servidores personificados en los animales más admirados del medio geográfico.

Se rememoran ceremonias y actos litúrgicos, sacrificios cruentos de llamas, ofrendas presentadas a las deidades por doncellas, que concuerdan con los registrados en la cerámica.

Copiosas referencias se registran en las crónicas sobre los ritos y ceremonias de invocación de las lluvias. Polo de Ondegardo manifiesta:

El undécimo mes se llama Homa raimi puchayquis (puquiaiquis); en el qual sacrificauan cien carneros, y si faltauan agua, para que lloviesse ponían vn carnero todo negro atado en un llano derramando mucha chicha al derredor y no le dauan de comer hasta que llouiesse (Esto es por Octubre)[6].

En otro párrafo agrega:

Los Incas, señores del Perú, después del Viracocha y del Sol, la tercera guaca o adoratorio y de más veneración ponían al trueno al qualllamaban par tres nombres Chuquilla, Catuilla e Intiillapa, fingiendo que es un hombre que está en el cielo con una honda y una porra, y que está en su mano el llover, granizar, tronar y todo lo demás que pertenece a la región del aire donde se hacen los nublados[7].

Este fragmento de leyenda es similar a la que trascribe Garcilaso (de BIas Valera) y que hace alusión al hermano de la diosa Luna con el cántaro celeste de agua.

Fue común en el Cusco sacar en procesión para alcanzar agua y buenos temporales" a los ídolos que simbolizaban estos poderes. Y Arriaga afirma:

Acabadas las confesiones en la fiestas solemnes, que suelen ser tres cada año, la principal cerca de la fiesta del Corpus, o en ella misma, que llaman Oncoy-Mita, que es quando aparecen las siete Cabrillas, que llaman Oncoy, las quales adoran porque no se les sequen los mayses; la otra es al principio de las aguas, por Navidad, o poco después, y esta suele ser al Trueno, y al Rayo porque embíe lluvias, la otra suele ser quando cogen el maíz, que llaman Ayrihuay-Mita, porque bayla el bayle Ayrihua[8],

A propósito de estas festividades, merece llamarse la atención de que ellas están nominadas con un vocablo similar al de la Acatayrnita: Oncoymita y Ayrihuaymita, que debe indicar "periodicidad" o "repetición" de determinada cosa.

También se atraía la lluvia por medios mágicos, colocando en las altas cumbres o en el sitio más elevado del templo, recipientes sagrados destinados a empozar el agua de lluvias. Con gran celo y con ritos de carácter secreto, los sacerdotes cautelaban el precioso líquido recolectado en ellos, haciendo los vaticinios respectivos de buenos o malos años. En los templos de mayor celebridad existía una capilla especial, abierta, dedicada a este propósito, como la llamada "Sala de los morteros" de Machupicchu, que como se expresa en el capítulo correspondiente, se halla contigua a uno de los altares de este grandioso monumento. Este recinto, conservado a través de milenios y que se halla en la actualidad en estado precario, merece ser protegido de su futura destrucción por constituir un testimonio notable de las ancestrales concepciones del aborigen del Perú acerca de los medios mágicos de obtener el precioso elemento que contribuyó a su prosperidad económica.

Los agustinos en su "Relación de idolatrías de Huamachuco" refieren:

Una de las cosas que más espanta, y para que se vea cuando el demonio ciega hasta que punto trae a los hombres, el Inga Guainacap, uno de los mayores hechiceros que hubo en el mundo, sacerdote mayor del demonio Zupai, porque los Ingas esta preminencia tenían que aunque era rey, era mayor sacerdote; pues este dexó en un cerro muy alto, cuasi tres leguas de Guamachuco, dos cantarillos de agua que llamaban magacti, para que cuando les faltase el agua la pidiesen a estos cantarillos, los cuales hallamos que no tenían ya más de los asientos los cuales hedían grandemente, que no había quien lo pudiesen sufrir; y la ceremonia que tenía cuando habían de pedir agua, juntábanse a un consejo, o cabildo, o como le llamáremos, los más principales y nobles de la provincia, cuando había seca y no llovía, y determinaban que era bien que enviasen los hechiceros para que ayunasen dos días y estuviesen en aquella sierra harto fría y ventosa, do padecían harto trabajo, según lo experimentamos cuando fuímos a quebrar los cántaros, que no lo podíamos sufrir, y que allí pidiesen agua a los cantarillos. Y en este año, que fué de cincuenta y siete (1557) los hechiceros fueron por mandado de ciertos principales, y hiciéronlo más no llovió y los hechiceros pasaron harto hambre y frío. Cuasi lo más desto vieron los padres y algo dello contó el principal de los hechiceros, y vieron allí otras muchas cosas, que por evitar prolexidad no cuento. Reprendieron los principales y caciques, que por su homa no se nombran, y dieron palabra de enmendarse quebráronse los cántaros y arrojáronse la cuesta abajo: algunas cosillas se hallaron; no quedo memoria de la gguaca[9].

Muchos de estos conceptos y de estas prácticas sobreviven hasta la actualidad entre las comunidades indígenas, especialmente aquellas relacionadas con la limpia de acequias, preparación del suelo y obtención de las lluvias.

Periódicas romerías se hacían a las lagunas y manantiales, donde se realizaban importantes ceremonias destinadas a conseguir agua y buenas cosechas. A estas llegaba la "pareja" de niños o adolescentes que personificaban al sol y la luna. En las leyendas del sur andino, como se verá en el capítulo respectivo, la pareja va en romería a varias fuentes (la de Huanacaure, Calispuquio y Yavirá): él portando símbolos de poder y fuerza como la honda y la alabarda, y ella, el cántaro de chicha o de agua, símbolo de las lluvias y de la fertilidad. Allí cumplen una serie de ritos que incluyen, para el mancebo: la inmersión o "baño” en la laguna, el trasquile del cabello, el cambio de ropas e insignias; y para la doncella, el ofrecimiento de la chicha de su cántaro a la laguna, al dios y a los sacerdotes; el acto de llenado posteriormente con el agua de este lugar sagrado y regada después en el altar y en la heredad. Después de estos ritos la pareja se unía en matrimonio, simbolizando con este acto la fusión de fuerzas favorables a la producción de la tierra. A estos ritos se sumaban otros, como el sacrificio de llamas o "corderos de la tierra", cuya sangre se arrojaba al agua, después de untar con ella el rostro del ídolo, los frutos más preciados. La presunción generalizada de posibles sacrificios de niños a las lagunas o capacochas, debe probablemente apoyarse en estas referencias de sacrificios de corderos o de la participación de parejas de niños en las ceremonias. Los testimonios arqueológicos no llevan a una afirmación de esta índole; la alfarería, tan rica en representaciones ceremoniales, no registra sacrificios de niños; se observan ocasionalmente y en un porcentaje mínimo, escenas de despeñamiento de mujeres y de hombres desde elevadas cumbres, presenciadas por un dios que se halla en la parte baja. En cambio son frecuentes los casos de sacrificios de llamas, en el propio altar de la divinidad, como se representa en la cerámica Huaylas y, de preferencia, de decapitación del animal, arrojándose la cabeza en la laguna o manantial (sub-Huaylas).

Altar de sacrificios (Capachocha) de Sondor con huesos de niños 
ofrecidos a la laguna de Pacucha y a los dioses tutelares 
El lago Titicaca fue objeto de culto semejante, y considerado como uno de los lugares sagrados más importantes del Perú. Allí radicaban los dioses epónimos el sol y la luna; en las islas de Coati y de la Luna fueron erigidos hermosos templos en su honor. Fue lugar de romerías y de espectaculares ceremonias; sitio de origen de la "pareja" fundadora del Imperio de los Incas. Manco Cápac y Mama Ocllo (Sol y Luna), salen de este lago, según una de las más difundidas leyendas, recorren tierras pobres y se establecen en el Cusco, donde enseñan a los hombres a labrar la tierra. Esta leyenda apreciada en su hondo contenido es una alegoría o expresión simbólica de las concepciones religiosas y míticas imperantes en todas las regiones del área andina, y que forman un sustrato homogéneo, que da unidad a la cultura autóctona. El lago Titicaca fue considerado como fuente de subsistencia, como centro de origen de la progenie humana y del linaje incaico. Allí el dios Wiracocha crea los luminares sol y luna, y también a la primera y segunda generación de hombres, de las cuales la primera queda convertida en piedra. De él sale Kon-Tiki-Wiracocha con sus agentes Ymay-Mana y Tikapo, recorriendo uno el Antisuyo, el otro el Contisuyo, y el propio dios la región de la sierra, hasta llegar a Puerto Viejo y desaparecer en el mar.

En las lagunas se arrojaba muy variadas ofrendas: chicha, maíz, hojas de coca, polvos de concha molidas, etc. Pero todos los ritos se iniciaban con el "derramamiento" de chicha, acto que realizaba la bella joven -que acompañaba al mancebo vertiendo en el agua chicha de calidad especial, no común, contenida en un simbólico cantarito llamado paccha o calispuquio según algunos cronistas. Para la siembra de maíz y con el objeto de que la cosecha fuera buena, se remojaban las semillas durante varios días en las fuentes o lagunas.

Desde el Cusco se enviaba al Titicaca a un mensajero, probablemente un sacerdote, para que sacara del manantial contiguo a la laguna, de una "taza" o paccha labrada en las propias peñas, el agua llamada capacchana, y la trasportara en un cántaro o pomo. Santa Cruz Pachacuti al respecto dice:

En este tiempo dicen que se acordó (Inca Capac Yupanqui) de yr en busca del lugar á do el varon Ttonapa habia llegado, llamado Titicaca, y de allí dizen que las truxo agua para ongir con ella al nuevo infante Yngaruca, diciendo muchas alabanzas de Ttonapa, y avn dicen que en aquel manantial que está encima de las peñas viuas como en vna ta(a, estaua el agua llamado capacchana quispisutocvno; y después dizen que otros yngas suelen mandar traer un pomo, llamado coriccacca, y los ponía ante ssi, para que estuviera en medio de la plaça del Cuzco, llamado Haocaypata Cuçcapata, alabando la agua tocada de Ttonapa[10].

Fuera de los ritos estrictamente religiosos o de veneración a las lagunas y fuentes, se hacían otros destinados a diversos fines. Cuando moría una persona, después de realizados los ritos de uso, el deudo más próximo era "bañado" en una fuente cercana, y las ropas del difunto lavadas en ella. Los mancebos que recibían las insignias que los premunían como ciudadanos o "caballeros", debían cumplir previamente con el rito de "bañarse en las fuentes" inmediatas al templo o huaca.

Comuneros de Saywite realizando el ritual de "Bañado" y lavado de ropas de su difunto, cerca de Rumihuasi 
En algunas oportunidades, como en la fiesta de la Citua, dedicada al culto de la diosa Luna o fiesta de la coya, grupos numerosos de personas que participaban en las festividades, salían del Cusco en peregrinación a las fuentes representativas de cada una de las cuatro provincias del imperio y allí se bañaban, y cambiaban de ropas e insignias para eliminar las enfermedades.

Muchos ejemplos se podrían acumular de esta veneración a las lagunas, de origen muy antiguo. Años después de la conquista, los indios seguían rindiendo culto público a dichos lugares; haciendo romerías y aun cumpliendo con su ostentoso ceremonial. Así el padre Arriaga dice:

En la provincia de Chinchacocha, cuando se visitó, se averiguó que llevaban en la procesión del Corpus dos corderos de la tierra, vivos, cada uno en sus andas, por vía de fiesta y de danza, y se supo, que realmente eran ofrendas, y sacrificios, ofrecidos a dos lagunas, que son Urcococha y Choclococha, de donde dicen que salieron, y tuvieron origen las Llamas[11].

Severas reglas había en la antigüedad acerca del uso del agua de las lagunas y manantiales o puquios. A través de las tradiciones míticas se concluye que existían guardianes o custodios de tales lugares, personificados en ciertos seres como Llacsamisa, -en la laguna de Yansa-, encargados de abrir o cerrar las tomas, de distribuir el agua de acuerdo a medidas establecidas o "kaspi", de desviar su curso, de reparar y custodiar las represas, etc. Estos seres protectores figuran en estatuas o encantados en peñones; eran servidores de un dios de mayor jerarquía, dueño de la laguna que radicaba o no en un pequeño islote de la misma, como el caso del dios Collquiri, de la leyenda de Huarochirí.

Ciertos animales vinculados al agua por su propia naturaleza o cuya presencia coincidía con la aparición de las lluvias, fueron divinizados por el aborigen, y sus imágenes colocadas en las fuentes, en las lagunas, ya sea también como custodios o guardianes, o como símbolos para obtener el favor divino. Aparecen reproducidos en estatuas o esculpidos en relieve en las rocas; se les ve enseñoreados de la fuente, unas veces al centro de los estanques o cisternas como simbolizando al habitante de este; otras, arrastrándose hacia los canalitos o bebedores y, a veces, como durmiendo a la orilla de dichos lugares, enrollados o echados plácidamente. Importante papel juegan en estas representaciones determinados animales, en especial la rana y el sapo, batracio vinculado en la mitología peruana a los corpúsculos vivificantes de los manantiales o a las semillas de ciertas plantas alimenticias como el maíz, los frijoles y la yuca; y representado permanentemente, ya sea al centro de la fuente o en los bordes saltando o nadando. (Véase el capítulo respectivo con las ilustraciones pertinentes). Igualmente los lagartos y serpientes, que figuran en dichas fuentes en grupos numerosos y bellamente esculpidos en bulto; así como monos, felinos y ciertas aves frecuentemente asociados a estos centros de origen del agua.

Estas fuentes, compuestas por numerosos estanques o cisternas, cascadas, canalitos trazados en diversas direcciones y pocitos o "moyitas" en los bordes, a través de los cuales corre el agua formando un conjunto de extraordinaria belleza, son pacchas talladas en las rocas; son materializaciones de los conceptos indios acerca de aquel mundo, pletórico de vida que rodea a los sitios de nacimiento del agua, con los seres del medio ambiente, principalmente con los que directamente están asociados a este, con los dioses protectores del precioso líquido, simbolizados por estatuas y relieves de seres antropomorfos. La fecunda imaginación del artista milenario, perennizó en la piedra aún las romerías a estos lugares sagrados, los sacrificios de llamas que se realizaban, las ofrendas de chicha que se llevaban. Todo ello puede apreciarse en ciertos monumentos extraordinarios del arte indio, como en las fuentes simbólicas denominadas "Las moyitas" y Lavapatas en San Agustín, Colombia, y en los monolitos de carácter ecológico de Saywite, en Abancay, Perú.”

La sagrada laguna de Pacucha vista desde el "intihuatana" de Muyumuyu en Sondor.


[1] El Niño, también llamado ENSO ("El Niño Southern Oscillation"), es un cambio en el sistema océano - atmósfera que ocurre en el Océano Pacífico ecuatorial, que contribuye a cambios significativos del clima, y que concluye abarcando a la totalidad del planeta. Se conoce con el nombre de "El Niño", no solamente a la aparición de corrientes oceánicas cálidas en las costa de América, sino a la alteración del sistema global océano-atmósfera que se origina en el Océano Pacífico Ecuatorial (es decir, en una franja oceánica cercana al Ecuador), generalmente durante un periodo comprendido entre diciembre y marzo. Este fenómeno es cíclico, Arthur Strahler habla de ciclos de entre tres y ocho años.
[2] CARRION CACHOT, Rebeca. El Culto al agua en el antiguo Perú. INC, Lima. 2005.
[3] Este pie de página es nuestro. Julio César Tello Rojas (n. Huarochirí, Perú, 11 de abril de 1880-m. Lima, 3 de junio de 1947), fue un destacado médico y antropólogo peruano. Es considerado el padre de la arqueología peruana. Descubrió las culturas Chavín y Paracas, e impulsó y creó el Museo de Arqueología, Antropología e Historia del Perú. En su expedición arqueológica al Urubamba de 1942, hizo un estudio detallado del conjunto arqueológico y levantó un plano de las figuras del monolito. Esta investigación inédita se conserva en los archivos de la Universidad Mayor de San Marcos en Lima.
[4] (Pie de página del texto que se transcribe) TELLO, Julio César: 1923, pp. 93-320, 583-606
[5] Este pie de página es nuestro. phaqcha. s. Chorro, chorrera, cascada de agua u otro líquido que se precipita de cierta altura. EJEM: unu phaqcha, cascada de agua. Bol: phajcha. Diccionario Quechua - Español – Quechua/Qheswa - Español – Qheswa Simi Taqe Academia Mayor de la Lengua Quechua/ Qheswa Simi Hamut'ana Kurak Suntur Segunda edición Cusco, Perú, 2005.
[6] (Pie de página del texto que se transcribe) POLO DE ONDEGARDO, Juan [¿1585?]: 1916, p. 23.
[7] (Pie de página del texto que se transcribe) Ibid.
[8] (Pie de página del texto que se transcribe) ARRIAGA, Pablo Joseph de [1624]:1920, p. 52.
[9] (Pie de página del texto que se transcribe) RELIGIOSOS AGUSTINOS [1557]:1865, p. 31.
[10] (Pie de página del texto que se transcribe) SANTA CRUZ PACHACUTI, Juan de [1613]:1879, pp. 165-66.
[11] (Pie de página del texto que se transcribe) ARRIAGA, Pablo Joseph de [1621]: 1920, p. 76.

2 comentarios:

  1. EXCELENTE PUBLICACION CIRO, CON NUESTRO GRANITO DE ARENA VAMOS HACIENDO PERU, FELICITACIONES, RETROCEDER NUNCA RENDIRSE JAMAS

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