viernes, 5 de marzo de 2021

ABANCAY Y LA EPIDEMIA SUDAMERICANA DE 1717-1720

Sobre esta gran epidemia en su libro “El cuerpo en palabras. Estudios sobre religión, salud y humanidad en los Andes coloniales”, la doctora Gabriela Ramos, profesora de historia de América Latina de la Universidad de Cambridge, nos hace la siguiente pequeña reseña:

1. Brevísima descripción de la epidemia

“Algunas fuentes coinciden en señalar a Buenos Aires como el lugar donde  se originó la epidemia. El agente portador de la enfermedad posiblemente llegó en un barco que acoderó en lo que era entonces un pequeño puerto, situado muy distante y a espaldas de los más importantes centros urbanos del virreinato peruano. Desde Buenos Aires, la epidemia siguió el curso de las rutas comerciales que enfilaban hacia Tucumán, Potosí y Cuzco, causando miles de víctimas en las últimas dos ciudades. Algunos aseguran que Paraguay también fue afectado. Hacia el oeste, la epidemia alcanzó el puerto de Arica y llegó hasta Arequipa, ciudad donde la enfermedad fue especialmente virulenta. Aunque no queda claro lo que pasó en lugares intermedios como Huamanga, Huancavelica e Ica, los oficiales del Tribunal de la Santa Cruzada aseguraron en el informe que enviaron a Madrid que la epidemia llegó a la diócesis de Lima, donde ocasionó decenas de miles de muertos. Hay quienes sostienen que la peste avanzó hasta Huánuco, cobrando víctimas tanto entre los habitantes de la ciudad como de las zonas más alejadas, boscosas y accidentadas, cuyos habitantes mantenían contacto esporádico con misioneros franciscanos”.

Por las noticias y narraciones  que sobre esta epidemia se han escrito, se cree que sus víctimas ascendieron a cerca de medio millón, afectando significativamente la población de la ciudad e Intendencia del Cusco.

En el año 1720, es decir 300  años antes de la pandemia del CIVID-19, a su paso por los valles de Abancay y Pachachaca, esa peste también cobró una buena cuota de muertos que afectaron la población y la economía regional, toda vez que dentro de sus importantes haciendas trabajaban una buena cantidad de indígenas, ya sea como “indios alquilos”[1], yanaconas y huasipongos, en las labores de los ingenios instalados para la fabricación de azúcar a partir de las apreciables extensiones de plantaciones de caña de azúcar, que abastecían los mercados del Cusco, Puno, La Paz y Potosí y por el Oeste a Ayacucho y Huancavelica. 

Sobre este punto en su obra “Descripción del Perú” Tadeo Haënke, nos señala cómo afectó esta epidemia a todos los pueblos del Sur peruano. “Antes de la peste de 1720 era mucho más poblada, y esta misma disminución se experimenta respectivamente en los demás pueblos de la Sierra”.

Para mayor información sobre esta epidemia, la misma investigadora nos señala:

“Subrayo aquí los aspectos más relevantes sobre la epidemia sudamericana de 1717-1720

·     Puede interpretarse esta epidemia como un producto de la globalización. Como consecuencia de cambios en la posición de España frente a otros poderes europeos, especialmente Inglaterra, luego de la derrota española en la Guerra de Sucesión, a inicios del siglo XVIII el puerto y ciudad de Buenos Aires incrementó de forma considerable su contacto con el exterior a través del crecimiento notable del tráfico de esclavos y la intensificación del comercio legal y clandestino de mercancías entre Europa e Hispanoamérica.

·      La epidemia tuvo una duración aproximada de tres años: 1717-1720.

·     Informes oficiales enviados a Madrid desde Lima en diciembre de 1720 sostienen que la epidemia cobró 400 mil muertes, una cifra posiblemente exagerada pero en cualquier caso imposible de verificar.

·      Debido a su extensión geográfica y a su gravedad, la epidemia se ha comparado a las que siguieron a la invasión española, en el siglo XVI.

·     La enfermedad siguió el curso de las principales rutas comerciales de la época: tuvo su origen en Buenos Aires, continuó por el actual Noroeste argentino, causó importantes estragos en Potosí, siguió al Cuzco, donde causó 60 mil muertos, golpeó Arequipa y posiblemente llegó a Lima. La presencia de la epidemia en la capital del virreinato es debatible, aunque algunos aseguran que causó 60 mil víctimas. En el capítulo investigo si esto fue así y por qué. Algunas fuentes indican que la epidemia atacó al Paraguay, Arica y también Huánuco. Es posible que en esta última localidad no se tratase del mismo fenómeno, sino que se hayan producido brotes epidémicos como resultado de la llegada de misioneros franciscanos a la región.

·  Dadas sus características, es posible que se haya tratado de una fiebre hemorrágica, es decir, una enfermedad parecida al Ébola, en la que el contagio se produce vía la saliva expulsada por el portador al toser y estornudar. La enfermedad se iniciaba con los síntomas propios de la gripe, y terminaba con severas hemorragias. Puede ser que la infección fuese traída por los barcos que transportaban esclavos, ya que en la costa occidental del África son endémicas varios tipos de fiebres hemorrágicas. En mi trabajo también considero la posibilidad de que el brote epidémico se debiese a una variedad del virus conocido como Virus Junín, endémico a la pampa argentina, y que tiene como vector a un roedor que vive en los rastrojos. Dado lo escueto de la información documental y la escasa comprensión de lo que sucedía en la época, es prácticamente imposible saber cómo pudo expandirse.

·    La investigación muestra que las autoridades en las distintas ciudades golpeadas por la epidemia tuvieron muy poca capacidad de respuesta, si alguna. Las principales medidas de protección fueron la cuarentena y el cierre de las vías de comunicación. Estas acciones se vieron contrarrestadas por las procesiones y otras actividades religiosas en las que la población intentó hallar algún alivio. Frente a la falta de organización e iniciativa de las autoridades civiles, la Iglesia tuvo un papel protagónico en la mayoría, si no todas, las ciudades que sucumbieron a la enfermedad.

·         Para Potosí, contamos con una de las mejores crónicas que se hayan escrito de un evento de esta naturaleza en el período colonial (Historia de la Villa Imperial de Potosí, de Bartolomé de Arzáns de Orsúa). Especial motivo de preocupación en esta ciudad y emporio minero fue la interrupción de los trabajos en las minas y la dificultad para continuar con el aprovisionamiento de mitayos, muchos de los cuales regresaron a sus lugares de origen en cuanto tuvieron noticia de las muertes numerosas que causaba. En actitud que revela su preocupación por no interrumpir la producción minera, así como su total incomprensión de la forma cómo se transmitía la enfermedad, el corregidor de Potosí propuso ampliar el área sujeta a enviar trabajadores al asiento minero. Se desconoce si se concretaron los planes de incorporar más regiones y trabajadores a las labores en las minas, aunque la expansión de la epidemia hacia el norte de la región puede apoyar esta suposición.

·    Las explicaciones de carácter religioso abundaron para dar cuenta de lo que ocurría: el pecado, el olvido de Dios, el excesivo interés por el placer y el dinero. Por esta razón, las ciudades afectadas recurrieron a los rezos colectivos y a las procesiones. Sin embargo, también encontramos otros puntos de vista: algunos de quienes escribieron años después sobre lo ocurrido, mencionan que el culpable pudo ser el contrabando y sugieren que la enfermedad posiblemente llegó de Europa en uno de los barcos que transportaban mercadería para internarla y venderla ilegalmente en el Perú. Otros hicieron referencia a una epidemia de peste que asoló el norte de Africa y el puerto de Marsella en las mismas fechas. Como era usual, se dijo que las emanaciones infectas o miasmas que circulaban en el aire fueron la causa. Los sabios del virreinato peruano como Peralta y Barnuevo e Hipólito Unanue, atribuyeron el brote epidémico al paso de un cometa y a un eclipse total de sol. Todas estas explicaciones, y actitudes indican las grandes dificultades que existen para estudiar estos fenómenos en momentos en que la medicina y las ciencias de la salud estaban muy poco desarrolladas o eran inexistentes.

·  La información sobre el número de víctimas y los lugares afectados es contradictoria y no se podrá verificar. ¿Qué pasó en el virreinato peruano después de la epidemia? Sabemos que, poco tiempo después de que este fenómeno llegara a su fin, la producción en Potosí repuntó y que, años más tarde la administración española intentó llevar adelante una de las reformas administrativas más importantes de su historia, empezando por un nuevo censo de población y una reforma del tributo indígena, que llevó a cabo el virrey José de Armendáriz y Perurena, mejor conocido como Marqués de Castelfuerte. Las consecuencias de estas medidas tuvieron un peso enorme y se prolongaron durante el resto del siglo XVIII.

Hospital de Indios de la ciudad del Cusco

Para mayor información regional, leamos lo que nos dice Diego de Esquivel y Navia, en sus  “Noticias Cronológicas de la Gran Ciudad del Cusco”, sobre esta epidemia Sudamericana:

“Desde el mes de Abril se experimentó en esta ciudad, una epidemia de fiebre, que comenzó en Buenos Aires, á principios del año de 1719, y recorrió todas estas provincias hasta más allá de Huamanga; y por carta recibida de Cádiz se supo que había castigado á los moros, al mismo tiempo, en la costa de Marruecos. Habiendo precedido esta epidemia al eclipse del 15 de Agosto de 1719, no pudo ser efecto suyo; más ¿quién podrá referir exactamente el lamentable estrago que hizo en el Cuzco y las provincias australes? Faltan palabras para ponderar la calamidad, así como sobran lágrimas para llorarla; pues fué semejante á aquellas que leemos en la historia, tan violenta y voraz que no admitía remedio alguno, ni acertaba la medicina. Era el tabardillo el principio del morbo, y una fiebre intensa con inmenso dolor al vientre y a la cabeza; eran tan distintos y contrarios los síntomas, (pie no se podía formar una idea exacta, y así se imposibilitaba la curación. A unos les causaban frenesí, y á otros vómitos de sangre, siendo en los dos casos mortífero.

De las mujeres en cinta, fue muy rara la que escapó. Algunos, después de quitada la fiebre, morían de disentería. El humor que prevalecía en el cuerpo humano, suministraba materia á la infección del aire, pestilente y corrupto. Es constante acierto el de los físicos haber sido el de cólera, como en las más de las epidemias lo justificaban, fuera de los comunes síntomas, el del dolor de cabeza y el de la sangre por la boca, y prieta por las narices, que así fué en la de Tebas, como lo cantó el tranco Séneca. Fué tan eficaz y violento el contagio mórbido, que más pronto morían los  contagiados, como sucedía con los barberos, los que asistían á los enfermos y los que sepultaban á los cadáveres. Lo notable fué que los jumentos y las llamas, que son los carneros de esta tierra, y que trasportaban los cuerpos para enterrarlos en sus pueblos é iglesias, perecían los más, echando sangre por la boca, tal era la fuerza de la impresión maligna”.

            En la “Historia de la villa imperial de Potosí: riquesas incomparables de su famoso cero, grandesas de su magnanima poblacion, sus gueras civiles y casos memorables” de Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela, (1676-1736), podemos conocer la magnitud de esta epidemia y que también afectó a Abancay:

“….destruidas las villas de Oruro, Cochabamba y Tarija, con innumerables pueblos de indios, y las ciudades de La Paz, Arequipa y Cuzco, y en ésta fue mayor el estrago como donde habitaba innumerable gentío de sus naturales, pues afirman cartas de aquella ciudad que en seis meses habían muerto 70,000 personas, y si se continúa el tercer año, que es el de 1721 (por cumplirse lo que dijo el cosmógrafo de la ciudad de Los Reyes, que a tres horas que duró el eclipse de sol que se vio el día 15 de agosto de 1719, como allí queda dicho, le corresponderían otros tres años de males, ya que esta peste padecerán las demás provincias y ciudades hasta Los Reyes, y de allí la encaminará Dios donde más fuere su voluntad) , y sin poner duda, desde Buenos Aires hasta Los Reyes se llevará más de medio millón de gente según la regulación hecha, que será en espacio de 1,000 leguas, pues hasta Abancay por buena cuenta y cómputo pasan de 400,000 personas”.





[1] Eran los indígenas tributarios, generalmente los que vivían dentro de las comunidades o pueblos de indios y que para pagarlos debían prestar sus servicios personales en una hacienda por el tiempo que el Corregidor, que era el recaudador de los mismos, considerara que era necesario para honrar estos adeudos. 

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